Llega turismo,
La Semana Criolla
para mí, desde
siempre. Cuando era chico
se hacía en
donde ahora está
el cuartel, pegadito
al bañado que,
todavía no había
sido desecado. Nos
íbamos temprano a
caballo y volvíamos
con la noche
cerrada, dejábamos a los matungos
en un corral,
nadie tocaba nada.
Los jinetes se
mezclaban con la
multitud, montados, los
mas camperos y
los Gauchos, con
sus respectivos cuchillos.
Incluso nos dejaban
tropear a la
tropilla para traerla
a los corrales
o llevarla al
campo, donde hacían
noche o esperaban
a ser embarcadas.
Pero los años
pasaron, alguien quería
meter un cuartel
ahí y otro,
casi en la
playa y movieron
la ubicación al
predio actual. Se
civilizo la fiesta,
se prohibieron los
caballos entre la
gente, los facones
y casi vestirse
con pilchas gauchas.
Perdió mucho, pero
eso a la
gente de ciudad
no le afecto
porque no tiene
ni idea. Ahora
los potros deben
quedarse encerrados en
los corrales, no
les llevan hasta
aquel lugar ideal,
de encierro por
la dificultad que,
entraña con tanta
gente en el
camino. Se nos
acabo también, esa
diversión.
Es apenas
una semana y
tiene sabor a
poco, aunque este
lejos de parecerse
a las Criollas
del interior mucho
más modestas pero
de muchísima más
calidad. O si
tenes la suerte
de caer en
una Yerra de
Estancia grande y
haya domadores trabajando
con crudos, esto
último es un
lujazo y ahí nadie juega,
ni los hombres
ni los potros.
Las jineteadas no
es domar, pero
muchos domadores jinetean
a sus potros
para domarlos, es
una habilidad como
cualquier otra. Trataba
de no perdérmelas
y seguir a
los Jinetes que,
venían cada año,
las tropillas y
las yuntas de
apadrinadores. En algunos
descansos se hacían
juegos en el
ruedo. Carreras de
sortijas, pruebas de
habilidad, Rayadas y
otros. Yo ya
no tenía caballo
y no participaba,
además ese año
tenía una tendinitis
muy aguda en
la muñeca izquierda
y la llevaba
vendada para no
moverla, estaba manco. Era
socio de una
Sociedad Criolla que,
presentaba siempre muchos
participantes en los
juegos pero ese
año se complicaba
para tener quien
la representara. La
mañana del sábado
todo eran caras
largas, tocaba el
juego del cuero
consistente en atar un cuero
con un lazo
a la cincha
del caballo, participan
dos jinetes, uno
monta al caballo
y otro va
agarrado al cuero,
sentado encima y
tiene que, evitar
soltarse; son dos
vueltas, hay que,
cambiar de lugar,
después de la
primera vuelta y gana la
pareja que, antes,
termine la segunda
vuelta.
Ismael tiene
al caballo enfermo
y además le
falta compañero, está
desilusionado, quería participar
y de ser
posible ganar. Me
dice de participar
juntos, y le
muestro el brazo
vendado, de la
mano apenas se
ven los dedos,
estoy como para
agarrarme a un
cuero o sujetar
riendas. Además no
tenemos caballo. Romina
nos ofrece el
caballo del hermano
pero me niego
a usarlo sin
hablar con Richard,
Romina me lleva
a su casa
y le pido
el caballo prestado
a Richard para
participar en el
juego del cuero,
dos vueltas al
ruedo y al
establo. Me lo
presta, no puede
ir hasta la
noche, nos desea
suerte. Estoy casi
inútil, se hace
necesario una estrategia
que, nos de
ventaja; convenzo a
Ismael de ser
yo el que,
empiece en el
cuero y de
atar las riendas
para que, no
se caigan cuando
hagamos el cambio
y así no
perder tiempo manoteándolas, deberá
agarrarse rápido al
cuero, voy a
montar a lo
indio, sin estribar.
Repasamos los detalles
y a la
hora establecida estamos
entre los demás
participantes, hay varios
jinetes y algún
gaucho muy bien
montados. El relator,
Gustavo Guichon presenta
a la parejas
y les toma
el pelo a
los jinetes y
gauchos por enfrentarse
a tan temibles
adversarios, nosotros, el
despiporre es monumental.
Dan la
largada y los
pingos atropellan, el
ruedo es un
ovalo alargado de
unos setenta metros
por ciento veinte,
en la primera
curvita me quedo
abajo del cuero,
arrastro varios metros,
pierdo la faja,
me entra tierra
hasta en el
orto antes de
conseguir poner el
cuero debajo de
mi y dejar
de comer pasto
y bosta. Al
terminar la primera
vuelta, Ismael salto
del caballo y
yo corrí hacia
el caballo y
salte apoyando la
barriga en el
recado y en
seguida gire quedando
montado, de un
chicotazo hice salir
disparado al caballo
de Richard mientras
Gustavo Guichon se
divertía explicándole a
todos como se
subía a un
caballo para madrugar
al Gaucho mas
despierto y remataba:”
Les madrugo un
manco, muchachos, jajajajajjajajja.” Llegue
a meta con
varios cuerpos de
ventaja, los perseguidores
más cercanos eran
todos “muchachos” que,
deportivamente nos felicitaron,
incluso me prestaron
un caballo para
dar la vuelta
de Honor junto
con Ismael que,
estaba exultante. Devolvimos
el caballo de
Richard al establo
y pasamos la
tarde bobeando, no
había un visitante
que, no me
cargara, todos ofrecían
enseñarme a subir
a un caballo
como se debía, pero
el que, se
divirtió lindo, fue
Gustavo Guichon relatando
una y otra
vez mi hazaña.
Romina también estaba
dispuesta a conseguir
que, el año próximo
supiera estribar y
volear la pierna
en condiciones.
Es sábado,
esta noche, todos
de juerga, me voy a
casa a ducharme
y cambiarme, llevo
tierra en todos
los pliegues de
la piel, Romina
pasara a buscarme
tipo once, tiene
coche, yo no.
La venda esta
sucia y no
tengo otra, confecciono
una alternativa, con
tiras de sabana,
queda horrorosa pero
inmoviliza la muñeca
y está limpia,
la cara de
Romina es un
show, frunce el
seño y la
naricita y pregunta
que, llevo en
el brazo, ante
mi respuesta de
que, es una
venda menea la
cabeza, seguro se
pregunta cómo es
posible que, ella,
Romina Suarez, se
deje ver acompañada
de semejante despropósito.
En la Discoteca
nos encontramos al
resto de la
banda, incluso Richard
y Pedro, su
amigo, andan por
ahí, rondan a
unas preciosas habitantes
del interior, de
Florida que, también
son pretendidas por
otros buitres, el
más entusiasmado es
un jinete que,
dentro de unas
horas se juega
ganar el primer
premio a las
jineteadas en pelo.
Richard esta histérico
y preocupado, le
levantan a la
paloma, le tranquilizo
recordándole que, su
adversario más peligroso
deberá irse en
nada a dormir
o mañana los
potros lo sacan
por las orejas,
hay que aguantar
un poco, ella no
querrá irse a
dormir todavía, nada
mas el jinete
se vaya, nos
la llevamos a
otra Disco, Romina
la convence fácil,
lo demás corre
de su cuenta.
Cambiamos de Disco
y en nada desapreció con
ella. Romina me
dejo en casa
y me derrumbe
en la cama,
había sido un
día largo y
pesado, estaba dolorido.
Domingo, último
día de fiesta.
Durante la comida
que, cierra las
actividades de la
semana, queda claro
que, mi actuación
tan controvertida, por
poco ortodoxa, sigue
generando opiniones encontradas,
el invitado de
lujo es un jinete que,
lleva ganado varios
años en pelo
y su opinión
es que, los
madrugue en buena
ley, no solo
montando a lo
indio si no
que, también atando
las riendas y
no perdiendo tiempo
estribando, mostré mas
viveza que, muchos
atolondrados que, creyeron
que, los Montevideanos
eran pan comido,
para él, había
ganado merecidamente. Le
regale el trofeo
a Ismael, costo
que, se lo
quedara. Por último
me despedí de
Romina, era raro
verla fuera de
esa semana. Salude a
todos y empecé
a caminar hacia
mi casa, estaba
cerquita, Ismael llego
corriendo, me traía
el lazo que,
habíamos usado para
atar el cuero,
el lazo ganador
digamos, me lo
regalaba.
Durante muchos
años lo tuve
en una pared de
mi cuarto, verlo
me hacia recordar aquella
semana, la carrera
del cuero, a
Gustavo Guichon riéndose
descaradamente de unos
hombres que, respetaba
y quería, los
apretones de mano
y palmadas de
estos, felicitándome, nunca
supe como aguante
sin soltarme, con una sola
mano, ni como pude dirigir
al caballo para
conservar la ventaja,
solo recuerdo bien
la parte en
que, el cuero
me tapa y
voy por la
tierra. Y a
Romina.