sábado, 3 de octubre de 2015

Trabaja duro.

Aceptar una invitación para ir a determinado Dojo, presentarme ahí, lamentablemente sin Judogui; y ver que se saluda con respeto, ganas y convicción y que el Judo que se enseña es de calidad, me emociono. Tuve que escuchar durante años que no era posible, viable ni asumible y si bien es cierto que yo me lo tome a pecho y conseguí que se saludara y se hiciera casi perfectamente, fue una cuestión puntual mía, tipo una concesión al loco. Es grato constatar que no era una quimera que es algo perfectamente posible y arrancando de cero o casi. Los niños aprenden rápido e imitan lo que ven y siguen los ejemplos, con ellos es súper fácil conseguir una línea perfecta y un saludo coordinado, bien ejecutado.                    

Verles saludar al empezar o terminar un ejercicio también resulto reconfortante, mucho; que en ese Dojo se cuente con un Sensei Japonés invitado que a estas alturas es de la casa, no le quita merito al Sensei titular del Dojo e incluso me atrevo a decir que es más meritorio pues aquella invitación y posterior visita, se ha vuelto algo normal y el Sensei les visita por tercera vez, en esta ocasión tras invitarle a Japón donde ejerció de anfitrión entusiasta y se le ve no solo integrado, también comprometido con todos y cada uno, especialmente con los niños.   Trabaja duro, empapa el Judogui y te hace sentir el poder de las técnicas cuando trabajas con él; por supuesto corrige y enseña permanentemente. Un Sensei en plenitud.

Por supuesto hay mucho más, pero solo quería incidir en estos aspectos, sobra lo demás, queda para ellos que lo disfrutan y para quienes somos invitados a visitarles y lo vemos de pasada. Volvía a casa en el coche y masticaba lo que acababa de ver, lo que primaba era la felicidad por ese joven Sensei que contra todos y todo, creo su Dojo y lo fue vistiendo con su trabajo honesto y constante; también me gusta que esos niños y jóvenes accedan al Judo en ese entorno, conozco los beneficios de estudiar Judo y evitar los tiempos muertos que solo generan aburrimiento e ideas equivocadas.

Por esta comarca donde Aníbal paso con sus elefantes y ciertas gentes prefirieron morir quemadas antes que rendirse, florece un Dojo y tengo el privilegio de ser invitado a visitarles; él Sensei insistió, sobran Judoguis esperando usuario, solo tengo que plantarme ahí y pedir volada. Hare algo mejor: me escapare antes del trabajo e iré con el mío, cómo yo entreno martes y jueves y ellos prácticamente todos los días, lo tengo fácil para no faltar a mi clase y disfrutar su invitación, por lo menos una vez antes de que el Sensei vuelva a Japón. A ver si consigo no desentonar en la fila del saludo. 

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