Hace 14 meses y algo que estoy trabajando
de mensajero. Durante los mismos he atravesado momentos difíciles, por más que
callejear ya supiera y tuviera experiencia de sobra haciéndolo, casi una década,
tenía que convertirme en mensajero. Serlo de pleno derecho, cosa que hoy puedo
afirmar que es así. Para conseguirlo conté con la ayuda de un compañero, uno en especial que
me oriento, aconsejo, dio información y en muchas jornadas en las que me
enfrentaba al desastre, me alivio llevándose paquetes que debía repartir yo.
Las mujeres de la oficina, algunas más y otras bastante menos, pusieron de su
parte, dándome piola; teniéndome paciencia y aprendiendo a conocerme, primero a
descubrir y después a saber qué les
diría la verdad siempre por malo que fuera para mí y que no las dejaría
regaladas frente a los clientes. Llevamos dos sistemas GPS, créanme que saben
exactamente que hice, cuando y durante cuánto tiempo. Saben si uso el aire acondicionado,
aceleró bruscamente o freno de igual forma, si la camioneta estuvo prendida y
parada; si doblo en U, etc. y por supuesto: las velocidades a las que circulo.
Es el Gran Hermano, les falta ponernos una cámara en la cabina y cualquier día
de estos lo hacen. Por supuesto yo le puse ganas, me volqué en conseguirlo, quería
conseguirlo. No me pare en las 14 horas diarias, no me pare a pensar que muchos
días no podía ni parar a comer, que pase seis horas sin poder ir al baño en una
jornada y que llegar a cuatro era lo normal; que no tenía tiempo ni de comprar
agua y la sed atormentaba duro esos días de verano. No me pare en los gritos y
el destrato o maltrato directamente del que era, todavía soy pero menos, objeto
durante la jornada o al llegar a la base. No me pare cuando tuve que dejar de
ir a Judo porque era imposible llegar a tiempo. No afloje ni cuando desanimado rompía
a llorar al ver que no me salía el trabajo; se me apagaba el GPS y no volvía a
la vida o no conseguía encontrar una dirección de prioridad absoluta y siempre contrarreloj,
siempre, constantemente hasta las 1400 de cada día. No. Solo me propuse conseguir
ser mensajero, mantener el trabajo y llegar a ser uno más o hasta destacar para
bien entre quienes como yo, salen cada mañana bien temprano, tipo 0730, a correr
como demonios hasta las 1400 y repartir lo que haya quedado hasta pasadas las
1800, casi las 1900. Chocamos. Nos roban, nos fríen a multas por estacionar
donde no se puede ni debe o por ir volando sin alas por el asfalto. Nadie vela
por nuestros derechos, ni para que se cumpla el convenio, ni para nada; estamos
igual que tantos trabajadores: abandonados a nuestra suerte. Yo no entendía a
los choferes de esas camionetas pintadas con los logos de empresas de
mensajería o las que siendo blancas, en su mayoría, llevan cerrojos adicionales
en las puertas que las delata cómo trabajando para transporte de paquetes;
creía que eran unos locos sueltos con licencia para estacionar mal y correr;
hoy soy uno de ellos y quien me ve en la calle, pensara con razón, que estoy
loco de remate. No tengo licencia para estacionar donde me dé la gana y mucho
menos para pasar de 90 km/h o ir en pueblos y ciudades por encima de los 30 km/h o 50 km/h o para rebasar la máxima
permitida en una carretera o tramo específico. Lo hago de manera sistemática o
no podré cumplir con todas las entregas adjudicadas ni con los horarios que me
obligan a realizar en cada jornada so pena de que me echen de una patada. Y también
lo hace cada mensajero que sale a
trabajar repartiendo paquetes y sobres. Ganas.
Siempre se trata de eso, de tener ganas, de tener actitud y predisposición; de
querer hacerlo bien y tal y como te piden o exigen. Siempre se ha tratado se
poder sentirte orgulloso de tu trabajo por mal pago y considerado que este;
siempre se ha tratado de dar lo mejor de ti mismo sin escatimar; en fin,
siempre se ha tratado de superación y lucha. Y para mi es fácil, entiendo ese
lenguaje y aunque no lo haya sido en absoluto, simplemente me dedique a ser un
Judoka y actuar como tal, sabedor de que si tenía que depender de mi y solo de
mi esfuerzo, lo conseguiría. Llevo años, décadas esforzándome, aprendiendo a
controlar mi maldito carácter; llorando de dolor o frustración pero sin
aflojarle; estaba preparado de sobra para superar los obstáculos y pasar a ser
un mensajero, un loco del asfalto más.
sábado, 9 de abril de 2016
domingo, 3 de abril de 2016
Muy joven para enseñar Judo.
En estos días, una madre jovencita, me
argumentaba que no llevaba a su hijo a cierto Dojo de Judo por qué el Profesor
titular es muy joven y para ella, resultaba sin la suficiente experiencia cómo
para enseñar a los niños. Se da el caso de que sabe que su hijo necesitaría ir
y que dicho Dojo le queda muy a mano y se da la circunstancia de que ese
Profesor es amigo, le conozco y será con el tiempo, un excelente Sensei; y así
se lo dije. Pareció asombrada de que le conociera y de que le tuviera como un excelente
Profesor de Judo; le explique que solemos conocernos todos, no somos tantos,
aunque yo no sea Profesor y no vaya en la actualidad al Dojo, durante años no
me perdía una clase y los sábados estaba en los campeonatos. Imagino
que lo mismo pensaron las madres y los padres del Club Neptuno cuando me puso,
Sensei Marcelo Erlich, a enseñar a los niños; con toda probabilidad, les parecería
un guacho que todavía no había soltado la mamadera y difícilmente tendría nada
que enseñarles a sus hijos, pero si el Sensei me designó, sería por algo. Con qué facilidad prejuzgamos y con qué ligereza
sobre asuntos que desconocemos por completo, esta señora no hizo Judo, cree que
ayudaría a su hijo, él Judo; pero estima que el Profesor es demasiado joven. Le
pregunté si a mí me lo confiaría, contesto que si, entonces confíaselo a él, lo
hará incluso mejor que yo, le dije y no mentía. Ignoro si la charla, despejando
dudas e informándola de las generalidades del Judo, sirvió para que cambiara de
idea, espero que sí, significara que su hijo aprenderá Judo y empezará a
mejorar su indisciplina, ganara tranquilidad y se portara un poco mejor; lo que
redundara en tranquilidad para ella y en contención para el niño que pasa
muchas horas sin sus padres que trabajan mucho. El refrán dice que el hábito no hace al monje pero ayuda a reconocerlo. Un Sensei tendrá
canas o no le quedará pelo pero hasta llegar a serlo, fue un excelente Profesor
de Judo que ya despuntaba maneras desde Monitor o incluso como alumno
aventajado a quien su Sensei le pedía que enseñara o diera clases, cuando por
distintas razones, no podía hacerlo en persona. Para llegar a tener 60 años,
hay que pasar por 59 escalones previos que desembocan en ese número y sin los
cuales no es viable ni posible. Ser joven no invalida a nadie, los hay muy
buenos puesto que sus Senseis trabajaron muchos años con ellos para que eso
fuera así. También hay excepciones, claro. No era el caso, como escribí antes, le
conozco, es mi amigo y por eso pude defenderle cómo lo hice, no por ser mi
amigo, porque es un buen Judoka y un Profesor inquieto en seguir aprendiendo y
mejorando, sumando más conocimientos para engrandecer su Judo que volcara en
sus alumnos. Es joven, pero está perfectamente capacitado para enseñar Judo.
sábado, 2 de abril de 2016
No dar nada por sentado.
Hay
cosas que de tanto hacerlas, de tanto repetirlas, las incorporamos a nuestro
acervo y dejamos de pensar en ellas como algo difícil o complicado, nos sale
con naturalidad, igual que caminar o respirar. Dos acciones que no necesitamos
pensar cómo hacerlas, para poder ejecutarlas y cómo las técnicas o fundamentos
que hemos aprendido, damos como naturales y dominadas por todos pero no es así.
Es
el caso de los agarres. O del posicionamiento de los pies, el adecuado, el más
efectivo para que la entrada que pretendemos ejecutar para que sea viable y
efectiva. Desequilibrar de manera de dejar a Uke vendido para que mi ataque sea
o pueda ser efectivo o llegue a serlo y le reste posibilidades de contrarme. Hay
otras cuestiones: saber hacía donde voy a proyectar, saber donde deberá caer en
principio y saber las alternativas, según su reacción; saber si el ataque es
cuando va o viene, si debo agacharlo o levantarlo; una que es básica,
fundamental: tener en cuenta si es más alto o más bajo, en función de una u
otra, modificare el agarre y hasta la técnica que usare.
Eso es algo que me aburro de ver y explicar, es tan básico que cualquiera con
seis meses en un Dojo debería saberlo.
Estamos
en uchikomi, Sensei pide una técnica y automáticamente agarro para
hacerla pero a mi gusto y manera, probablemente no sirva para un examen, no sin
antes mostrar la ortodoxa pero sigue siendo Judo. Puedo trabajar por la derecha
o la izquierda y lo hago para no sobrecargar el lado izquierdo que es mi lado
fuerte ahora; no necesito que Sensei lo pida, lo hago de entrada. Todo es en
modo Auto, desde la mano que agarra detrás del codo o bien en la punta de la manga,
según vaya a ser Sode o Harai por poner ejemplos; atraso las caderas o adelanto
una pierna; mi otra mano pasa por debajo de la axila y aferra tela sobre el
omóplato o si llego, agarro la solapa a la altura del cuello en un agarre
difícil de conseguir pero letal si llego a tenerlo. Todo sin pensar, se lo que
tengo que hacer, llevo haciéndolo años, atrás quedaron los tiempos de pensar
que es Sode o que es Ashi Guruma, Sasae o qué demonios es Eri Seoi Nage
mirando a los cinturones negros para ver qué es y después tratar de imitarles haciéndome
un nudo con las piernas y obnubilandome al sentirme tan torpe.
Si
toca practicar algo diferente, algún giro de cadera, poner el pie de
determinada manera o incluso hacer la entrada con la pierna equivocada por
decirlo de alguna manera pero que no es exacta, es para graficar, no hay que
cerrar las puertas a las variantes técnicas; para ganar tiempo y tener
velocidad extra o romper un agarre fuerte o lo mejor: sorprender al adversario
que queda desarbolado; se complica el asunto pues no suele practicarse ni
verse, lo que las convierte en rarezas; además de ser difícil poder hacerlas y
ni hablar, conseguir fluidez.
Escribí
de tanto hacerlas, de tanto repetirlas. Y ese es el problema, si la cantidad de
Uchi Komis y su calidad, no es alta en cada clase, difícilmente consigamos
aprender y fijar los movimientos e ir incorporando nuevos que son más exigentes
a nivel de coordinación y del tempo que es necesario para ejecutarlas y
entender cuando es la oportunidad para usar una u otra; cosa que sucederá
con los años. Años si haces
cientos de entradas por semana, décadas si haces unas pocas y aflojas pues ya
hiciste 20, eso con suerte. Pero
el problema anterior a todas estas consideraciones, deriva de que creemos
que todos lo saben, que a partir de cierto nivel, no hace falta explicarles
ciertas cuestiones o no debería y la realidad es que hace falta explicarles a
la mayoría que estamos haciendo y las razones por las que agarro detrás del
codo, debajo del mismo, en la manga a la altura de la muñeca o por dentro sobre
su tríceps bien bajo. A qué se debe que mi mano pase por debajo de la axila o
cuando elijo hacerlo; cuál es la razón de que agarre la solapa muy abajo y no
donde solemos hacerlo o a que responde que ataque Hane Goshi, empezando la
entrada con la pierna que normalmente dejamos para el final; cuando la hago con
un salto, con giro o por qué optó por Hane Makikomi.
O de dónde demonios saque esa capacidad suicida de pegarme a Uke y si es
grande, más me pego; o mi combinación de Ouchi-Kouchi que nació en los Randoris
con Sensei Marcelo Erlich y debido a su rapidez de piernas (Averigüen de dónde
le viene) y mi bisoñez tuve que trabajar mucho para pulirla, a él jamás le cace
pero fue un excelente sparring que me ayudó a trabajarla y hacerla efectiva y
hoy es tan mentirosa, tan poco peligrosa que si te descuidas te la enchufo
porque el agarre y todo el enfoque es tan poco ortodoxo que nadie que no haya hecho
Randori conmigo adivina que es efectiva y me sirve para combinar, por si no
sale, ya estas desequilibrado o en franca retirada y te sigo; fue Sensei Firpo
el que me la mostró pero no fue hasta tener que buscar algo para incomodar a
Sensei Marcelo Erlich en Randori que la reflote; es bien una combinación que
lleva su sello. Me desmoraliza explicar que vale, que sirve, a mi me sirve, que
no todo es fracturar dedos peleando por los agarres. Lo explico y no cala, lo
sufren y no cala; cada tanto un Judoka sonríe y no hace preguntas bobas, solo
pide que la desmenuce y se la enseñé. La
última vez fue en un campeonato, un rival que me hizo papilla, pa-pi-lla: me metió
kata Guruma bien desde abajo, le contree con Harai Goshi y lo despegue, en el
aire se revolvió en una suerte de Ura Nage sin apoyos, a puro brazos y dorsales.
Fueron siete segundos de combate. Contra de contra, increíble la caída e increíble
la sensación en el aire cuando me giro y no fui capaz de hacer nada.
Evidentemente estuvo observándome, a él no tuve oportunidad de hacérsela y al
rato de terminar nuestra categoría, se acercó y me pidió que le mostrará cómo
agarraba, cómo la preparaba y cómo la hacía. En un costado, le enseñe lo que yo
perseguía, buscaba, lo absorbió rápido y antes de despedirse y agradecer el
gesto, prometía trabajarla, saliera o no, la trabajaría, le veía un potencial bárbaro.
Esa tarde tuve la satisfacción de actuar tal y como me enseñaron mis Senseis,
di lo mejor que tenía compitiendo y mostrándole a mi adversario una combinación;
no éramos enemigos, ni rivales, sí que éramos hermanos en Judo; Judokas
estudiando y aprendiendo, no solo a competir, a ganar o perder, a cómo hacerlo,
aprendíamos a ser generosos y humildes. A disfrutar de una derrota, si señoras
y señores; perder así es mejor que ganar empujándolo fuera del tatami o por no
combatividad.
Pero
solo con explicarlo no alcanza. Hay que entrar, entrar, entrar, entrar y buscar
las respuestas. Y mirar a los que saben, fijarse en cómo agarran, cómo se
paran, cómo ponen los pies, cómo hacen las entradas; observar sus manos, su
cadera, las piernas, la cabeza. Si en la clase hay un compañero que domina la
técnica que queres incorporar, ponete con él en Randori, cien, mil, miles de
veces, sentirlo moverse , prepárate, atacarte; sentí cómo te domina en el aire,
cómo te controla, cómo te cuida en todo momento. No alcanza con recibir
explicaciones o ver cómo se hacen las cosas, hay que poner ganas, esfuerzo,
cerebro y concentración en lo que se está haciendo.
Y hacerlo durante el máximo tiempo posible. Probablemente debamos explicar más las cosas que creemos
que son conocidas, recordar más cuando nosotros éramos los que aprendíamos los
fundamentos y cada cosa nueva era un mundo de dificultades. Ante un nivel
tan bajo en todos los órdenes que hacen al Judo, es algo que tenemos que tener
presente en todo momento y armarnos de paciencia para asegurarnos de que los aspirantes aprenden correctamente. Cosa que no pasará si damos por sentado que saben o deberían saber algo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)