sábado, 18 de febrero de 2017

Cuatrocientas Entradas.


Cuatrocientas entradas se me antojaban un número inalcanzable, lejano; algo que probablemente no pasaría, para que sucediera habría que escribir mucho, algo que no sabía si sería capaz de encarar y como casi todo en la vida, ha llegado mucho antes de lo que pensaba, han pasado más de cinco años desde que empecé, pasa el tiempo a una velocidad endiablada.

Este blog es un banco de pruebas, mi propio taller de escritura, donde cometí, cometo y cometeré todos los errores inimaginables, empezando por los ortográficos, flagrantes y sumándole todos los que pueda alguien ejecutar con o sin alevosía.                    

He sentido el impulso de escribir desde los 17 años y en honor a la verdad esa es la manera en la que me gustaría ganarme la vida. Todo son trabas, desde dominar el idioma correctamente hasta conseguir la financiación para publicar; escribir depende de mí y eso está asegurado; el resto se escapa a cualquier control y durante décadas me supuso un freno; un día decidí saltar al agua sin salvavidas ni barco cerca, flotar, nadar o morir.

No me supone un gasto, no es necesario invertir caudales; la conexión a internet la tenía y en el momento en el que empecé carecía de trabajo, me sobraba demasiado tiempo libre que necesitaba ocupar y la Vieja Furcia preparaba una emboscada de las que te matan…o te templan; algo que no se puede dejar en el teclado (Antes Tintero) o no se podrá entender cómo desembarque en este blog.                                                                                                                                            
La evolución es evidente hasta para mí que soy un mal Jurado cuando de juzgarme se trata; mi Vieja afirma desde que tengo 15 años que me juzgo con extrema dureza; yo sostengo desde entonces que así debe ser y así será; al mirarme al espejo sé muy bien lo que veo, quien soy de verdad, sin trapitos calientes; una versión guardada para los pesos pesados de mi Historia, aquellos que la conocieron por circunstancias aleatorias, digamos como daños colaterales y que a pesar de eso, decidieron que seguirían en mi Vida ejerciendo de contrapeso; eso los que se quedaron. Falta mucho por mejorar, no se me escapa en absoluto y tendré que trabajar al respecto.

El Judo ocupa casi todas las entradas pues percibí que era de lo que mejor conseguía escribir; el resto necesita pasar por muchos filtros, ser reescrito innumerables veces y esa es la razón de que fuera dejándolas fuera del blog, pero no deje de escribir, así es como tengo dos borradores terminados de sendas novelas. 

De Judo escribo a tumba abierta, igual que lo estudio, exactamente igual a como lo vivo; me resulta fácil transmitir lo que siento cuando me refiero al Judo. Tanto respecto a lo que me gusta como lo que me desagrada profundamente, siempre sin perder de vista que soy apenas Ni Dan, que se muy poco de Judo, que debo seguir estudiando, buceando en sus sutilezas, en sus enrevesados misterios en tanto Arte Marcial que implica a Humanos con toda su complejidad a cuestas.

No diría que nado, apenas floto y en esto no observo las enseñanzas de Jigoro Kano, a quien siempre nombro como si todos le conocieran sin atribuirle título alguno ni tratamiento ceremonial, es una suerte de tatarabuelo y con ese cariño honro su memoria; sostenía que en las aguas de la vida sobrevive quién nada hacia donde debe, como debe y cuando debe y yo no nado, apenas floto. Pude ahogarme, era lo más probable al saltar al agua y sin embargo flotando llegue a las susodichas cuatrocientas entradas. No está bien ni mal, debo esforzarme más y conseguir nadar; entrar al agua requirió valentía, con un punto suicida; flotar requiere constancia, conseguir nadar dependerá de que aguante a flote el tiempo suficiente, requerirá determinación, fe, esfuerzo, sacrificio y más trabajo, lo intuyo.                                                     
Estoy preparado, persigo metas complicadas desde siempre, acentuadamente desde los 13 años, entonces el Judo no era herramienta, era promesa etérea y hoy es mi esqueleto, mi armadura; forma parte de mi a todos los niveles, puedo afirmar honestamente que saberlo, sentirlo me hace extremadamente fuerte, sin importar el final, será un camino que disfrutare al máximo pues el Camino en sí mismo es la recompensa; flotar es mejor que no haber saltado al agua. Prefiero ahogarme a quedarme con la duda de si habría sido capaz de escribir algo decente, con un contenido que estableciese con un lector un nexo, por débil que fuese; conseguir hacer pensar, emocionar, enojar, sonreír o simplemente disfrutar un rato de lectura.

Leer me ayudó mucho antes de que el Judo llegara a mí, escribir es honrar a aquellos autores; es pretender parecerme a ellos consiguiendo que quienes me lean sientan cosas, las que sean. Sí, la Lectura y el Judo me salvaron de mí mismo y de mis circunstancias por lo tanto floto mientras no consigo nadar.                                                                                               

Cuatrocientas son muchas, a saber dónde está el límite, mi límite, tendré que descubrirlo… ¿Verdad? 

domingo, 12 de febrero de 2017

El Judo como herramienta.



 El Judo sirve para todo. Funciona con todo. Es excelente como: Sistema de Educación tanto Física, Mental como Espiritualmente; Sistema de Defensa Personal; Filosofía Vital; Como vehículo para relacionarse socialmente y enseña a empatizar con los débiles, los menos dotados y los niños; a respetarles siempre bajo cualquier circunstancia. En la vertiente de competición te permite medirte con otros que saben tanto o más que tu; forjar tus técnicas, hacerlas efectivas, muy eficaces si quien debe sufrirlas, no es un luchador contrastado pues están testadas contra Judokas que no regalan nada.

En las mesas o arbitrando aprendes a valorar lo complicado que resulta ser justo, ecuánime; parado en el tatami, juzgando a otros Judokas bajo la atenta mirada del público y los Judokas presentes, con un segundo o menos para valorar una técnica y puntuarla forjas una reputación y te ganas o no el respeto de competidores, profesores, Senseis, otros árbitros y el público. Nada te enseña más humildad que saludar frente a cientos de personas al adversario que te ha derrotado; nada te hará más valiente que entrar a la categoría Libre de Peso y medirte con los gigantes dispuesto a ponérselo difícil.             

Nada te recompensará más que enseñarle a un compañero la manera de derrotarte y sufrir esas enseñanzas o pararte frente a los niños y enseñarles a caer, a escapar, a entrar, a trabajar duramente a pesar de su corta edad, a superarse. Nada reconforta más que ver a la niña tímida de 11 años, apenas medio año bajo tu tutela, encarar un pasillo de cinturones con la valentía de los elegidos, sin titubear y ver la cara de concentración, de fiera determinación con la que lo afronta dispuesta a ser una más sin saber que ya empieza a dejar atrás esos problemas de timidez e inseguridad, está en manos de un Judoka que le hará enterrar esos problemas con suavidad, tan hondo que no volverán a importunarla ni la lastrarán en adelante, el Judo ya trabaja con ella, en ella.  En su cara de satisfacción cuando estoica sale por el otro lado feliz y busca tus ojos, tiene solo 11 años, pero no es boba y sabe que estas ayudándola, lo percibe, lo siente; rompe una sonrisa que es más premio que una medalla olímpica; la complicidad que se está gestando con ella durara para siempre y la seguridad en si misma la acompañara adondequiera que vaya, has sido vehículo, lo has propiciado recurriendo al Judo, al poco que conoces y que otros te regalaron.
Sí, mostrarle a un compañero el camino para que te derrote, enseña mucho y te hace crecer pues deberás superarte y encontrar otras técnicas para derrotarle que harán que ambos eleven el nivel y la calidad. De paso aprendes a ser generoso, a compartir sin caer en la tentación de esconder para mantener una ventaja y te preparas para asumir que superarte es un trabajo constante, infinito pues siempre enseñaras lo que sabes a todos, aunque sean rivales directos.

Se puede escribir y escribir al respecto, miles de renglones, pero solo hay un requisito indispensable, excluyente para que exista Judo se necesitan Senseis. Todo empieza con ellos, sin un Sensei no hay Judo. Formarlos y hacerlo bien es el único camino viable para tener un Judo sano, pleno que, al tener calidad, lo convierta en herramienta efectiva para todos los que se acerquen a estudiarlo, sin importar las circunstancias vitales que sufran.   

Cuando el Judo es Judo de verdad pues hay un Sensei involucrado, no te falla ni te deja tirado, no importa a que te enfrentes, sea lo que sea, será una herramienta eficaz y valida que te ayudara a levantarte si caíste o a mantenerte en pie con dignidad, a ser una buena persona a pesar de tus defectos y miserias sobre los que trabajaras denodadamente.

Sin Sensei no hay Judo y no hay más vuelta que darle.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                   



sábado, 11 de febrero de 2017

Colaboración.

Me llega un correo pidiéndome que escriba algo que verse sobre mi Sensei Marcelo Erlich para que salga en una revista; durante tres días no me siento a escribir nada, no veo por donde ir, finalmente escribo de un tirón y  lo mando para que lo vean y me digan si lo cortamos, alargamos o reescribimos; me dicen que sale así, sin cambiar nada; que les ha gustado.
Dejan claro que sienten que dará en la diana y no solo se clavara en el corazón del Sensei, afectara a otros corazones, a mi me sobra con mimar a Marcelo, devolver un poco, apenas un cachito de todo lo que me regalo durante años, mi Judo, el poco que se, no se concibe sin sus enseñanzas, su guía, consejos y trabajo; no olvidemos que me agarro cuando hacerlo era una apuesta contra todo sin vislumbrar un resultado aceptable y que era el hijo del Viejo Firpo lo que enrababa responsabilidad y compromisos añadidos, mas problemas. Si otros sienten emociones a raíz de leerme, va de yapa.

Una cuota mensual paupérrima nunca cubre la calidad de lo que nos enseñan, lo que se enseña en un Dojo, es un ficto; es un mínimo absoluto; que te conviertas en un campeón reconocido puede dar fama al Dojo pero lo que de verdad le da lustre es la calidad de los Judokas horneados y forjados en el Dojo en el devenir del tiempo, del paso de las décadas. Y lo que mantiene al Sensei con todas las ganas, es que por los tatamis de la vida vayan aquellos que fueran sus alumnos, que son sus alumnos, capeandola contra todo pronostico, sabedor de que contribuyo a darles herramientas para que puedan conseguir clavar las manos y las rodillas en el suelo para levantarse cada vez que son revolcados; si siguen acariciando al tatami, sabe que siempre se levantaran a menos que les obliguen a parar; sabe quien necesitara que le obliguen a recuperar el resuello y sonríe al pensarlo. Poder hacer que sonría décadas después, hacerle sentirse orgulloso de que se sepa que fue el orfebre de fulano o mengano o incluso hacerle emocionar...como puedo graficarlo?...es puro Judo.

El enlace:

https://issuu.com/codigomarcial/docs/revista-1-uy

¡Gracias Sensei Marcelo Erlich! Ambos sabemos lo que costo sacar algo de este payaso; si no doy más, no es por falta de capacidad por tu parte, es por mis defectos: hiciste un trabajo encomiable, cuasi perfecto; nadie, nadie, habría conseguido mejor resultado. Enhorabuena.

domingo, 5 de febrero de 2017

No puedo


No puedo, por eso no quiero y ni siquiera lo intento. Es más grande y por ende más pesado, más fuerte, sabe más. Nunca podre hacerle nada, ni cosquillas. ¿Para qué probar suerte? No lo hagas, saluda al salir y no vuelvas, no mereces la oportunidad de descubrir por donde se empieza a saltar los límites que tu cerebro te impone.
O cual es la razón de que te pidamos que lo intentes o a que extraño fenómeno responde que ese compañero grande cómo un gigante está dispuesto a dedicarte tiempo y a ser mimoso contigo, cuando podría ponerse con cualquier otro y divertirse de verdad, seguir puliendo sus técnicas o simplemente dejarle trabajar pues se lo está ganando traspirando mucho, esforzándose con encomiable tesón, sabedor de que no comprende el todo pero hay algo que si sabe en lo profundo de su ser: confía en el Sensei y sus alumnos aventajados y si ellos le piden que deje hasta el último gramo de capacidad en el tatami, lo hará.                                  
En un futuro puede que le pidan que haga lo mismo estudiando y para pasmo de incrédulos: lo hará.     

Claro, hoy, no hay más combates que en campeonatos y en estos hay categorías por edades y pesos; entonces, los kilos pasan a ser una cuestión fundamental y excusa valida para todo, excusarlo todo. Ya no se combate por la vida, el honor, la aldea, la tribu, el clan, o la vecina que acarrea dos bebes y quedo rezagada por eso mismo. Ya nadie se faja contra tres perros por defender la honra de una muchacha desconocida; ya nadie enfrenta a una horda por un amigo y planta cara sabedor de que las apuestas están en contra y que pagara o podría pagar, un precio alto por su osadía, 30 años después su amigo sigue en su vida y aquella pelea es una historia olvidada por todos, menos los protagonistas y los dos amigos que no necesitan evocarla pero no la olvidan para nada.                                        

Hoy dudo que alguien que cree que 1 kilo es un universo, sea capaz de aguantar firme el ataque con un cuello de botella que busca su yugular con ansias asesinas y mientras se plantea que será lo que hará, en ese lapso de tiempo tan cortito, elige no lastimar, no romper ni matar, solo controlar con suavidad férrea y pasado el trago, traspirando a mares, con el corazón desbocado y la sangre colapsada de adrenalina, sentir que eligió de acuerdo a lo que se espera que haga y siente orgullo por quienes le han enseñado a defenderse sin perder la frialdad necesaria; y le han dado las técnicas que lo capaciten para aguantar la parada firme, seguro, sintiendo que puede salir indemne de esa. Dudo mucho que con 17 años, puedan hacerlo, ni con 30 ni nunca.

Un kilo o veinte. Un callejón oscuro, una calle desierta, calles desconocidas de un país nuevo; un comedor sin salida y en la puerta un tipo armado con una navaja, la única puerta que te permitiría escapar a la trampa, solo te queda hablar o matarlo o morir, fue hablar y estuvo cerca de ser lo otro; seis energúmenos persiguiéndote por una obra, productos de la mezcla de gimnasio y cualquier porquería que los hinche y ninguna salida visible o fácil, si entrenaste duro, podrás correr más que el Diablo a pesar de las botas de trabajo, llegar al sótano que está a oscuras y en ese territorio plagado de trampas que conoces, meterte y sobrevivir, nadie tiene coraje de seguirte en esas tinieblas, hasta el Diablo prefirió quedarse fuera de lo que hoy es la morgue de un hospital, total por mucho que corriera, me alcanzaría, me alcanzara, nos alcanzara.
La cuestión es si hiciste 10 entradas, 15, o estuviste entrando hasta que el Sensei dijo que pararas u ordeno un cambio. Si corriste hasta que él Sensei cambio el ejercicio, si hiciste Randori de verdad y poniéndole ganas tantas veces cómo oportunidades tuviste o si con algún compañero elegido, el Sensei te dejo hacer Shiai. O si competiste mucho y cada tanto entraste a la Libre de Peso y probaste lo que es pararse frente a Osos y que te agarraran; por probar que es, que se siente y por supuesto: intentar cazarlos.                                                                    

La cuestión es que yo también fui joven, inmaduro, poco constante y exasperaba a mi Sensei y a sus alumnos aventajados, por supuesto y habría que sentarse con mi Sensei Marcelo Erlich y preguntarle qué pensaba en aquella época de este boniato. Él nunca tiro la toalla, busco mil maneras de meterme en el Judo y la primera era mantenerme entrenando y yo jamas dije que no podía. Cada clase hacíamos Randori, cada clase me agarraba y dedicaba esos 5 minutos a tratar de hacerme sentir Judo en un plano más personal y consiguiendo que mejorara mis caídas cómo primer resultado visible de tanto trabajo; le ayudaba Sensei Alfredo Melera, se turnaban. Habría que preguntarles a esos dos fenómenos que me vieron en aquella época donde ver algo en mí era difícil, creo que levantarme cada vez sin rechistar les decía que había algo, que solo tenían que seguir buscándolo pero eso lo pienso hoy y no sé qué piensan ellos. Y yo solo hice lo único que supe hacer: no faltaba ni moribundo a clase.

Un kilo, dos o treinta no pueden condicionarte de ninguna manera, esa es la realidad que contrasta con la actualidad en la que el peso lo es todo. Bueno, en una discoteca llena, estás trabajando en la puerta pedís apoyo y no llega, adelante son muchos y varios te sacan dos cabezas; en esa situación o entrenaste de verdad o no lo contas sin terminar hospitalizado y sin hacer otra cosa que quedare parado mirándoles a los ojos les congelas las ganas de hacer estupideces, resultas demasiado serio y puede ser una pose pero puede que tengas con que respaldarla, mejor no averiguarlo. O si tenes que sacar a un cliente de la discoteca que te saca tres cabezas, pesara unos 120 kilos o más, pues esta propasándose con una camarera que pide ayuda a gritos; que encima está acompañado por varios amigos risueños que llegado el caso colaboraran en reventarte; lo mejor que puede pasarte es que Sensei Marcelo Erlich te enseñara en verano otras técnicas que no eran para competir, eran para sobrevivir, para defenderte y que te acuerdes de ella tres décadas más tarde, la pongas a funcionar y el gigante despierte afuera, no le lastimaste, solo le controlaste y los amigotes babean sin animarse a entrarte, acaban de ver que te sobra capacidad para hacerles un destrozo y dudan; esa duda te salva, son muchos para poderles a todos si se mandan y lo sabes pero ellos dudan, es ippon.                                                                                                                                  
Si, entrenábamos en verano, no parábamos; aprovechábamos para preparar exámenes, hacer defensa personal, una suerte de pretemporada y Judo, Judo, Judo.
La cuestión es que sin entrenar de verdad cuando la vida te de cartas horribles y doce energúmenos te persigan, corres desesperado por la calle pero aún así te rodean, dos de ellos armados con palos; no sabrás que caer a la vereda, es lo único que no podes permitirte; no sabrás que no tenes que pegar ni siquiera intentarlo, solo enfocarte en no dejar que te fijen para que los golpes no sean potentes y que solo Tai Sabaki sin parar y fluido en Jigo Tai, te dará una oportunidad de evitar la paliza, las patadas en la cabeza las costillas rotas y el hospital o la muerte. Puro Judo.                              

No puedo, ya hice muchas, ya entrene mucho, no me sale y etc, etc. A mí no hay que explicarme la efectividad del Judo fuera del tatami y del Dojo, cuando la vida se tuerce y quedas solito frente a la adversidad ni en otros aspectos de la Vida, tales como los estudios, el trabajo y otras formas de relacionarse. Y para que conste en actas pero no siente un precedente, escribiré algo que puede que les sorprenda o no tanto y no va de combatir y callejones oscuros pero es más importante si cabe, mucho más y que en Judo se consigue sin alharacas, solo pasa.                                                                                                                  
Yo salve el examen de Judo para Sho Dan, Cinturón Negro, sin problemas. Estudie, lo preparamos con él Sensei, a fondo, cuatro meses y pico, cómo le gustaba a él hacer las cosas: lo mejor que el candidato pueda y un poco más de yapa. Eso te hacía mejor y creo que Sensei era consciente de eso y por lo tanto, apretaba. Bueno, salve el examen pero era incapaz de terminar el liceo. Llevaba cuatro años haciendo el mandril, me dio vergüenza, mucha y me lo tome cómo algo personal, como si fuera Judo. Salve  quinto en diciembre, con notas altas, promedio 10 y sexto en diciembre con un promedio de 10 y exámenes de 12. Ippon! Fácil, estúpidamente fácil cuando lo encare cómo Judo, me deje de bobadas y di lo mejor de mí en cada clase, estudiando e interactuando con mis compañeros.
Y tuve que dejar de ir a entrenar para aplicarme de lleno, Sensei Marcelo Erlich me dijo que mi lugar seguiría estando cuando volviera, lo primero eran los estudios. Listo, no esperen más de estas anécdotas.        

Lo mejor que tengas para dar, solo aflorara si te dejas la piel en cada cosa que hagas. No solo en Judo, en la tarea que sea, en la Vida. Claro que yo no las separo, el Judo es la Vida y así lo encaro.                                          
Queremos resultados y no pretendemos hacer el esfuerzo necesario para conseguirlos. Nos engañamos y a los demás con la importancia de un kilo o de una medalla, al obviar que saludar correctamente es fundamental, conocer los principios básicos, los fundamentos y las técnicas, resulta más productivo que estar obsesionado con el peso, máxime cuando fuera de un tatami, puede que resulte irrelevante e incluso en el tatami lo es.                                                       

La cuestión es que tu Judo dependerá de la calidad de tu Sensei pero fundamentalmente de tus ganas por esforzarte y superarte. La cuestión es que la calidad de tu Judo sólo dependerá de ti mismo; aunque tuvieras a mis Senseis décadas enseñándote, si faltas a clase, no tenes ganas, te pasas hablando o preocupado por un kilo o medio, difícilmente consigas un Judo de calidad que te permita disfrutar en cualquier tatami que tengas el privilegio de poder regar con tu sudor. 
Lo que no podes es llegar tarde, no saludar o hacerlo mal, hablar como un loro, llevar cadenitas, pulseras, anillos, reloj, dejar el teléfono prendido para que moleste y encima atiendas si suena, faltar cada dos por tres, dejar que se caiga tu cinturón o perder el tiempo atándotelo; ponerte lo que sea abajo del Judogui sin pedir permiso, llevar las uñas de manos o pies largas, no darte una ducha antes de entrenar y podría seguir. Todo eso es lo que no podes hacer y no deberías atreverte. 
No puedo olvidar lo que me enseñaron, principalmente no quiero hacerlo; les debo eso como minimo, deuda de honor, imposible pagarla u olvidarla; nadie me reclamara nada pero tampoco hace falta, basta con que yo sepa que la tengo y quiera amortizar en parte su cuantía. 
Cabe la pervercion de que te hayan enseñado mal y en ese caso, espero que puedas llegar a un Dojo donde eso se corrija y puedas aprender de verdad Judo.