No puedo, por eso no quiero y ni
siquiera lo intento. Es más grande y por ende más pesado, más fuerte, sabe más.
Nunca podre hacerle nada, ni cosquillas. ¿Para qué probar suerte? No lo hagas,
saluda al salir y no vuelvas, no mereces la oportunidad de descubrir por donde
se empieza a saltar los límites que tu cerebro te impone.
O
cual es la razón de que te pidamos que lo intentes o a que extraño fenómeno responde que ese
compañero grande cómo un gigante está dispuesto a dedicarte tiempo y a ser
mimoso contigo, cuando podría ponerse con cualquier otro y divertirse de
verdad, seguir puliendo sus técnicas o simplemente dejarle trabajar pues se lo está
ganando traspirando mucho, esforzándose con encomiable tesón, sabedor de que no
comprende el todo pero hay algo que si sabe en lo profundo de su ser: confía en
el Sensei y sus alumnos aventajados y si ellos le piden que deje hasta el último
gramo de capacidad en el tatami, lo hará.
En un futuro
puede que le pidan que haga lo mismo estudiando y para pasmo de incrédulos: lo
hará.
Claro, hoy, no hay más combates que en
campeonatos y en estos hay categorías por edades y pesos; entonces, los kilos
pasan a ser una cuestión fundamental y excusa valida para todo, excusarlo todo. Ya no se combate por la vida, el honor, la
aldea, la tribu, el clan, o la vecina que acarrea dos bebes y quedo rezagada
por eso mismo. Ya nadie se faja contra tres perros por defender la honra de una
muchacha desconocida; ya nadie enfrenta a una horda por un amigo y planta cara
sabedor de que las apuestas están en contra y que pagara o podría pagar, un
precio alto por su osadía, 30 años después su amigo sigue en su vida y aquella
pelea es una historia olvidada por todos, menos los protagonistas y los dos
amigos que no necesitan evocarla pero no la olvidan para nada.
Hoy dudo que alguien que cree que 1
kilo es un universo, sea capaz de aguantar firme el ataque con un cuello de
botella que busca su yugular con ansias asesinas y mientras se plantea que será
lo que hará, en ese lapso de tiempo tan cortito, elige no lastimar, no romper
ni matar, solo controlar con suavidad férrea y pasado el trago, traspirando a
mares, con el corazón desbocado y la sangre colapsada de adrenalina, sentir que
eligió de acuerdo a lo que se espera que haga y siente orgullo por quienes le
han enseñado a defenderse sin perder la frialdad necesaria; y le han dado las técnicas
que lo capaciten para aguantar la parada firme, seguro, sintiendo que puede
salir indemne de esa. Dudo mucho que con 17 años, puedan hacerlo, ni con 30 ni
nunca.
Un kilo o veinte. Un callejón oscuro,
una calle desierta, calles desconocidas de un país nuevo; un comedor sin salida
y en la puerta un tipo armado con una navaja, la única puerta que te permitiría
escapar a la trampa, solo te queda hablar o matarlo o morir, fue hablar y
estuvo cerca de ser lo otro; seis energúmenos persiguiéndote por una obra,
productos de la mezcla de gimnasio y cualquier porquería que los hinche y
ninguna salida visible o fácil, si entrenaste duro, podrás correr más que el Diablo
a pesar de las botas de trabajo, llegar al sótano que está a oscuras y en ese
territorio plagado de trampas que conoces, meterte y sobrevivir, nadie tiene
coraje de seguirte en esas tinieblas, hasta el Diablo prefirió quedarse fuera
de lo que hoy es la morgue de un hospital, total por mucho que corriera, me
alcanzaría, me alcanzara, nos alcanzara.
La cuestión es si hiciste 10 entradas,
15, o estuviste entrando hasta que el Sensei dijo que pararas u ordeno un
cambio. Si corriste hasta que él Sensei cambio el ejercicio, si hiciste Randori
de verdad y poniéndole ganas tantas veces cómo oportunidades tuviste o si con
algún compañero elegido, el Sensei te dejo hacer Shiai. O si competiste mucho y
cada tanto entraste a la Libre de Peso y probaste lo que es pararse frente a
Osos y que te agarraran; por probar que es, que se siente y por supuesto:
intentar cazarlos.
La
cuestión es que yo también fui joven, inmaduro, poco constante y exasperaba a
mi Sensei y a sus alumnos aventajados, por supuesto y habría que sentarse con
mi Sensei Marcelo Erlich y preguntarle qué pensaba en aquella época de este
boniato. Él
nunca tiro la toalla, busco mil maneras de meterme en el Judo y la primera era
mantenerme entrenando y yo jamas dije que no podía. Cada clase hacíamos Randori, cada clase me agarraba y
dedicaba esos 5 minutos a tratar de hacerme sentir Judo en un plano más
personal y consiguiendo que mejorara mis caídas cómo primer resultado visible
de tanto trabajo; le ayudaba Sensei Alfredo Melera, se turnaban. Habría que
preguntarles a esos dos fenómenos que me vieron en aquella época donde ver algo
en mí era difícil, creo que levantarme cada vez sin rechistar les decía que
había algo, que solo tenían que seguir buscándolo pero eso lo pienso hoy y no sé
qué piensan ellos. Y yo solo hice lo único que supe hacer: no faltaba ni
moribundo a clase.
Un kilo, dos o treinta no pueden
condicionarte de ninguna manera, esa es la realidad que contrasta con la
actualidad en la que el peso lo es todo. Bueno, en una discoteca llena, estás
trabajando en la puerta pedís apoyo y no llega, adelante son muchos y varios te
sacan dos cabezas; en esa situación o entrenaste de verdad o no lo contas sin
terminar hospitalizado y sin hacer otra cosa que quedare parado mirándoles a los ojos les congelas las ganas de hacer estupideces, resultas demasiado serio y puede ser una pose pero puede que tengas con que respaldarla, mejor no averiguarlo. O si tenes que sacar a un cliente de la discoteca que te
saca tres cabezas, pesara unos 120 kilos o más, pues esta propasándose con una
camarera que pide ayuda a gritos; que encima está acompañado por varios amigos
risueños que llegado el caso colaboraran en reventarte; lo mejor que puede
pasarte es que Sensei Marcelo Erlich te enseñara en verano otras técnicas que
no eran para competir, eran para sobrevivir, para defenderte y que te acuerdes
de ella tres décadas más tarde, la pongas a funcionar y el gigante despierte
afuera, no le lastimaste, solo le controlaste y los amigotes babean sin
animarse a entrarte, acaban de ver que te sobra capacidad para hacerles un
destrozo y dudan; esa duda te salva, son muchos para poderles a todos si se mandan y lo sabes pero ellos dudan, es ippon.
Si, entrenábamos en verano, no parábamos; aprovechábamos para preparar exámenes,
hacer defensa personal, una suerte de pretemporada y Judo, Judo, Judo.
La cuestión es que sin entrenar de
verdad cuando la vida te de cartas horribles y doce energúmenos te persigan,
corres desesperado por la calle pero aún así te rodean, dos de ellos armados con palos; no sabrás que
caer a la vereda, es lo único que no podes permitirte; no sabrás que no tenes
que pegar ni siquiera intentarlo, solo enfocarte en no dejar que te fijen para
que los golpes no sean potentes y que solo Tai Sabaki sin parar y fluido en Jigo
Tai, te dará una oportunidad de evitar la paliza, las patadas en la cabeza las
costillas rotas y el hospital o la muerte. Puro Judo.
No puedo, ya hice muchas, ya entrene
mucho, no me sale y etc, etc. A mí no hay que
explicarme la efectividad del Judo fuera del tatami y del Dojo, cuando la vida
se tuerce y quedas solito frente a la adversidad ni en otros aspectos de la
Vida, tales como los estudios, el trabajo y otras formas de relacionarse. Y
para que conste en actas pero no siente un precedente, escribiré algo que puede
que les sorprenda o no tanto y no va de combatir y callejones oscuros pero es
más importante si cabe, mucho más y que en Judo se consigue sin alharacas, solo
pasa.
Yo
salve el examen de Judo para Sho Dan, Cinturón Negro, sin problemas. Estudie,
lo preparamos con él Sensei, a fondo, cuatro meses y pico, cómo le gustaba a él
hacer las cosas: lo mejor que el candidato pueda y un poco más de yapa. Eso te
hacía mejor y creo que Sensei era consciente de eso y por lo tanto, apretaba.
Bueno, salve el examen pero era incapaz de terminar el liceo. Llevaba cuatro
años haciendo el mandril, me dio vergüenza, mucha y me lo tome cómo algo
personal, como si fuera Judo. Salve
quinto en diciembre, con notas altas, promedio 10 y sexto en diciembre
con un promedio de 10 y exámenes de 12. Ippon! Fácil, estúpidamente fácil
cuando lo encare cómo Judo, me deje de bobadas y di lo mejor de mí en cada
clase, estudiando e interactuando con mis compañeros.
Y tuve que dejar de ir a entrenar para
aplicarme de lleno, Sensei Marcelo Erlich me dijo que mi lugar seguiría estando
cuando volviera, lo primero eran los estudios. Listo, no esperen más de estas anécdotas.
Lo mejor que tengas para dar, solo aflorara si
te dejas la piel en cada cosa que hagas. No solo en Judo, en la tarea que sea,
en la Vida. Claro que yo no las separo, el Judo es la Vida y así lo
encaro.
Queremos resultados y no pretendemos
hacer el esfuerzo necesario para conseguirlos. Nos engañamos y a los demás con
la importancia de un kilo o de una medalla, al obviar que saludar correctamente
es fundamental, conocer los principios básicos, los fundamentos y las técnicas,
resulta más productivo que estar obsesionado con el peso, máxime cuando fuera
de un tatami, puede que resulte irrelevante e incluso en el tatami lo es.
La
cuestión es que tu Judo dependerá de la calidad de tu Sensei pero
fundamentalmente de tus ganas por esforzarte y superarte. La cuestión es que la calidad de tu
Judo sólo dependerá de ti mismo; aunque tuvieras a mis Senseis décadas enseñándote,
si faltas a clase, no tenes ganas, te pasas hablando o preocupado por un kilo o
medio, difícilmente consigas un Judo de calidad que te permita disfrutar en
cualquier tatami que tengas el privilegio de poder regar con tu sudor.
Lo que no podes es llegar tarde, no saludar o hacerlo mal, hablar como un loro, llevar cadenitas, pulseras, anillos, reloj, dejar el teléfono prendido para que moleste y encima atiendas si suena, faltar cada dos por tres, dejar que se caiga tu cinturón o perder el tiempo atándotelo; ponerte lo que sea abajo del Judogui sin pedir permiso, llevar las uñas de manos o pies largas, no darte una ducha antes de entrenar y podría seguir. Todo eso es lo que no podes hacer y no deberías atreverte.
No puedo olvidar lo que me enseñaron, principalmente no quiero hacerlo; les debo eso como minimo, deuda de honor, imposible pagarla u olvidarla; nadie me reclamara nada pero tampoco hace falta, basta con que yo sepa que la tengo y quiera amortizar en parte su cuantía.
Cabe la pervercion de que te hayan enseñado mal y en ese caso, espero que puedas llegar a un Dojo donde eso se corrija y puedas aprender de verdad Judo.