La niña que llegó con 9 años
al gimnasio y se ha plantado en los 13, está enojada con el universo, no le hace
caso a nadie y nadie es casi nadie; aparece discutiendo con la madre que viene
frenética, completamente sacada y pretende, la adolescente, lo intenta, hacerse
la loca conmigo.
Esgrime argumentos para
justificar que deja el Judo, la verdad que subyace es que ha pasado a entrenar
con la clase de los adultos cada viernes, preparando el salto que en nada deberá
afrontar y en la misma, no hay niñas ni niños, de adolescente para arriba y es
mucho más duro. En los campeonatos se topa con adolescentes que le superan en algún
apartado, ya no gana fácilmente y eso se le hace cuesta arriba como a todos. La
escucho con atención, no voy a darle una sola oportunidad, cuando retruque le
desarbolare cada uno de sus argumentos y conseguiré que siga haciendo Judo o
que se anote en cualquier deporte, tres veces por semana, dos horas.
Con 9 años me busco para
hacer Randori, llegaba temprano al borde del tatami, con el Judogui puesto,
preparado y les observaba, aprendía la fortaleza y las debilidades de quienes
en el futuro estarían con nosotros en la clase; ganaba tiempo, preparaba
estrategias y me iba ganando su confianza y su respeto. Es mi manera de tejer
un vínculo poderoso, vinculo en Judo, mucho antes de lo previsto que me
proporciona ventaja estratégica, táctica, humana…despreciable actitud a la que
no le pongo excusas, es una guerra sucia contra la deserción y el abandono; si
se trata de ser creativo y de peleas, las que sean, yo no guardo para mañana,
puedo ser derrotado hoy, lo mejor es tener bien atado todo por si eso
pasa.
Cuando un niño o niña quedaba
sin pareja para hacer Randori, yo entraba y me ponía con quien había quedado
solo. No les dejaba elegir, no habrían
aceptado, pero tras probar, todos querían ponerse conmigo, si la entrada que me
hacían era buena, yo caía y ellos volaban para todos lados, soportaban caídas dulces,
controladas, de esas que no parecen una caída. Esa niña vino a buscarme sería,
convencida, le sobraba coraje y no media más de un metro ni pesaba 40 kilos; su
padre observaba junto al resto de progenitores que podían estar presentes a
pesar de sus obligaciones.
Lleva algo así como 4 años haciendo
Randori conmigo, hemos ido subiendo la intensidad; me ha estrangulado, luxado,
inmovilizado y proyectado; a cambio ha entregado un coraje y pundonor
encomiables; tiene capacidad física, espiritual, emocional, mental y madurez
por encima de su edad y es inteligente para captar los trucos, los detalles lo
que la hace disfrutar de la ventaja que proporciona ponerse con un Sho Dan tres
veces por semana cuando se para frente a la gente de su edad.
Me hace caso, no me falta jamás
el respeto, no me deja hablando solo y no me hace llamarla tres veces, sobra
con una. Hay un nexo, el vínculo que he generado es profundo con ella y con sus
padres que han visto que, a mí, me escucha y obedece, un milagro a tener en
cuenta.
- ¿Qué pasa?
- Dejo de entrenar.
- Dejas de venir a Judo, te
anotas en cualquier actividad física, tres veces por semana, dos horas. En casa
dando guerra no podés estar, necesitas desahogarte, para controlar ese carácter
y estas acostumbrada a hacer ejercicios intensos, si te quedas en casa, sufrirás.
Para un desarrollo correcto tenes que hacer ejercicio.
- ¿No te importa?
Los ojos como platos, la
sorpresa es máxima, esperaba otra respuesta, ya la he sacado de su estrategia,
ya es mía, solo hay que jugar duro, aprovechar el vínculo.
- Claro que sí pero primero
estas vos y lo que necesitas. Lo que yo quiera o me guste no tiene ningún peso.
Nunca lo ha tenido y nunca lo tendrá, lo que importa es tu bienestar y si en
Judo no lo conseguís, que sea en otra actividad.
Muda de asombro me observa,
algo no le cuadra, algo chirría, jamás de los jamases espero que yo le dijera así
de fácil que se lo dejara; se preparó para el combate dialéctico, no sospeso
que sería Shiai y olvido a quien se enfrentaría, subestimar al adversario es
letal.
- Deja Judo, pero te pones
a hacer un deporte, tres veces por semana, dos horas por sesión y entrenando de
verdad, buscando los límites. Lo necesitas para desarrollarte en óptimas
condiciones y para controlar ese carácter tan jodido que tenes, necesitas
desahogarte y los dos lo sabemos. Si te vas, tu lugar vacío me recordara que no
fuimos capaces de darte lo que necesitabas. Si es para que te sientas mejor y
seas feliz, sos libre de dejar de venir. Ahora ponete el Judogui y hace tu
mejor clase; que tus compañeros no noten tus dudas ni que manejas irte y no
sueltes lagrimitas, soy inmune. Si hay otra clase después de hoy, búscame para
hacer Randori, si tengo que buscarte, será Shiai. Anda a cambiarte, se hace
tarde.
En silencio la observamos
entrar al vestuario, la madre lloraba mansamente, inevitablemente teníamos un vínculo
tan fuerte como el mío con su niña y necesitaba calmarse.
- No se lo va a dejar, hoy
no ni por estas razones, quédate tranquila. Voy a cambiarme y pararme junto al
tatami, si me pide para hacer Randori sabremos que ha decidido quedarse.
- Es muy cabezona.
- No más que yo a su edad.
Y es rigurosamente cierto.
Me pidió ese Randori un
poco mosca, probablemente empezaba a entender la clase de emboscada que le
había tendido, fue agarrarme y notar que algo había cambiado, me miro puro
ojos, en los míos leyó que la cosa se ponía un poco más sería y debería esforzarse
de verdad. Lo acepto sin más y soportó las caídas estoicamente, ese Randori no encontró
la manera de atacarme, solo caía y ocupada en tratar de evitarlo, olvido
razones, motivos, excusas y se dejó llenar de Judo.
No fue necesario tener otra
charla, ella me buscaba en cada clase y hacíamos Randoris intensos; un lenguaje
común que nos permitía expresarnos mejor que con palabras pues estoy cerca de
dominarlo o eso espero y ella entendía mejor que los sermones.
Han pasado los años, algo
así como 15, sigue haciendo Judo, ya no estoy yo en su clase; no la veo y no
importa, lo que importa es que se mantuvo, mantiene, en Judo y capeo el
temporal con valentía y coraje sin dejar de estudiar y tratando de ayudar a la
madre.
Y ahora es ella la que se
para frente a niñas y niños con la responsabilidad de no fallarles y encontrar
para cada uno las respuestas que necesitan.
Los padres de la niña
rebelde, me saludan con afecto y charlamos unos minutos, cuando nos
encontramos; la última vez estaba la niña devenida en hermosa jovencita con
varias amigas, le costó venir a abrazarme, como la conozco mucho, solo la mire
y espere, vino sola.
- Nunca te di las gracias.
- Cada semana, martes y jueves, a las 17oo, lo haces de
la única manera que es adecuada.
- ¿Lo sabías?
- Alguien se ocupó de hacérmelo saber, me dijo que sos
una suerte de versión en femenino de mí, disfrutaba mucho al contármelo.
- ¿Eso es malo?
- Que lo decidan
esos niños dentro de 20 años.
- Falta mucho para eso.
- Menos de lo que imaginas. ¿Cómo van los estudios?
- Podrían ir mejor.
- ¿En casa?
- Podría ser mejor.
- ¿Necesitas que te haga reconsiderar tus prioridades?
- No, no gracias.
- Hace lo que
debes, pero ahora por vos misma. Por qué es lo que toca y nada más que por eso.
- Lo intentare.
- No, no me sirve, solo ponete y hacelo, conseguilo. Chau
familia, llego tarde, un placer verles.
- No vas a saber si lo hago o no.
- Pero vos sabrás si me fallaste o no. Si te fallaste o
no. Yo no te falle nunca.
- Eso no es justo.
- No, es Judo.
- Eso es todavía menos justo Rafa.
- Nunca te dije que fuera a serlo o parecerlo; nunca te
prometí que te trataría diferente por ser una niña y ahora una jovencita. Ya no
estoy en tu tatami, ya no soy nadie si queres que no lo sea o soy el mismo de
siempre, si queres que lo sea y si es así, es Judo para todo. Mejora los
estudios y en casa y déjate de joder, te sobra capacidad. Me tengo que ir.
- Nadie ve al Judo así.
- Error, nadie que tú conozcas, alguien me tuvo que
enseñar.
- En la prehistoria.
- Cierto y me he asegurado de que esos dinosaurios vivan
en ti. Me dicen que sacas de los niños más de lo que suele ser habitual, que
tenes una conexión especial con ellos y que los padres están encantados con tu
manera de enseñarles a ser personas de bien.
- ¡Como pasaba contigo!
- ¿Ves que la prehistoria no lo es tanto? Chau linda,
hace lo que tu corazón y tu mente acuerden.
Aquella noche pude perderla, pero eso no paso
pues tenía al Judo de mi parte y lo use descaradamente, con alevosía y
premeditadamente; de paso le proporcione a una adolescente un marco de
referencia al que agarrarse, en el que sostenerse.
Que
sea buena enseñando a los enanos va de yapa; que propague aquello que en la prehistoria
otros me enseñaron, es un bienvenido daño colateral.
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