domingo, 31 de diciembre de 2017

¡Mimemos a los Senseis!

Ser Sensei y llevar adelante un Dojo es una tarea que demanda horas y esfuerzo constante durante décadas y se empieza cuando se hacen cargo de la primera tanda de alumnos. Cuadrar las cuentas no es fácil; captar alumnos y conservarlos tampoco; algunos abandonaran y los que destaquen te serán arrebatados justo cuando empiecen a destacar en la fase competitiva. Muchos con condiciones para destacar se alejaran de la mano de una novia, de otro deporte, por una mudanza, por pura vaguería o por las vueltas de la vida.                                                            

Pensar las clases, hacerlas amenas, tener variedad para no aburrir a las nuevas generaciones que son propensas y siempre conseguir que sean eficaces en el apartado físico para ir fortaleciendo a los alumnos amén de meterles la carga técnica que posibilite un crecimiento continuado en ese apartado tampoco es moco de pavo. Robar horas de donde no quedan para ver videos que le mantengan al día y le den ideas para reforzar apartados técnicos de sus alumnos o reflotar aquellas técnicas que antaño se mostraban tan efectivas y se han ido estacionando a un costado, por su dificultad, por moda, tendencia o por la mala calidad del arbitraje que hace que quienes compiten dejen de lado aquello que no puntúa claramente tras realizarlo un par de veces y ver que el esfuerzo que requieren y los riesgos asumidos no compensan.
Ingentes cantidades de trabajo. Una notable carga de trabajo llevada a cabo con una convicción no menos notable. Monitores, Profesores y Senseis son quienes mantienen la llamita flameando; para llagar a Sensei hay que ser alumno, llegar a Sho Dan, convertirse en Monitor, pasar a ser Profesor y tras esa larga travesía traducida en años, pasar a ser Sensei, bastiones donde el Judo es acunado, mimado y trasmitido a quienes desembarcan en su estudio.

Hace tiempo que se que es así y hace años que decidí que la única manera que tenía de devolverles algo, una ínfima porción de lo que ellos me han regalado era no solo observar las reglas, cuidar la etiqueta, mimar a los jóvenes y trabajar sobre mis deficiencias; era encontrar lo que fuera que les proporcionar un retorno; tenía que haber algo más que yo pudiese dar, regalarles para honrarles a todos, los que ya no pueden tenerme en su Dojo ni verme estudiando Judo y a quien hoy es el Sensei que trabaja para que yo pueda mejorar, si eso es posible a tenor de mis limitaciones.

¿Se han fijado que son extremadamente serios? Lo son, saben que están moldeándonos, ayudan a nuestros padres a educarnos y es difícil sacarles una sonrisa, pero perfectamente posible. Así que decidí que buscaría hacerles sonreír, disfrutar de tenerme en su Dojo, sin importar lo que me falta, sin considerar lo que no se, hay algo que si puedo regalar: Entrega, entrega absoluta. 1-Tratar de no faltar salvo fuerza mayor. 2-Obligarle a pararme cuando ve que paso mis limites físicos que conoce perfectamente. 3-Trabajar duro sin serlo con quienes saben menos y ser exigente con quienes me pueden dar una paliza sin apretar. 4-Buscar Iponnes limpios, claros, preciosos con la pasión necesaria sin importar cuantas veces sea proyectado por arriesgar en su búsqueda. 5-No rendirme hasta que ya no me quede un gramo de energía por quemar e incluso entonces, lanzar algo parecido a un Kiai e intentar una salida más que me deja completamente desarbolado bajo el control de mi compañero o libre.                                                                                      
No es nada fácil pero no tiene que serlo, cada tanto lo consigo. El jueves sonrió ante un Harai Goshi espectacular por la derecha que fue Ippon; por inesperado, por el momento en el que ataque, por como llegue hasta la posición desde donde ataque, por mi Uke que no era ni es una papita, por ser un randori extra, fuera de la clase, ya se habían ido todos menos nosotros tres que seguíamos trabajando en pulir aquello que debe ser pulido.

Si tenerme en un Dojo hoy en día puede ser un aporte positivo, es por aquellos Senseis que trabajaron conmigo y para mí, nunca para ellos; sacarle una sonrisa al Sensei es honrarles. Intenten honrarles e intenten hacerles disfrutar, sonreír de verles practicando Judo, estudiándolo; ellos nos miman, mimémosles.

     

sábado, 30 de diciembre de 2017

El Arte de aprender Judo.

Todavía quedan testigos de cuando empecé a estudiar Judo, unos pocos me leen; y es a quienes se les puede preguntar quién era cuando pisé un tatami por primera vez. Que capacidades, lastres o condiciones atesoraba entonces y si pechan duro, pregunten si cumplí sus expectativas, si superé los limites evidentes que poseía y en que medida. Pregunten si esperan algo más, pregunten cuantas veces les deje pensando que haría falta trabajo, mucho por mi parte y por su parte y dosis extremas de paciencia… pregunten cuantas cosas les parezca; algo es seguro: nunca imaginaron que un día escribiría sobre lo que pienso y siento del Judo. Eso ha sido una sorpresa para todos, me incluyo.
Y otra cosa es cierta: no tenia el arte de aprender Judo y no arrancaba con ventajas físicas, emocionales, espirituales o de otra índole. Probablemente ser hijo del Viejo Firpo era mas lastre que otra cosa; si bien a la larga significo que el Sensei Marcelo Erlich aceptara hacerse cargo de continuar con mi formación. Y de paso que otros Judokas, teniéndolo en cuenta, era un Firpo, se aplicasen a colaborar en la ingente tarea de transformar al adolescente en algo que pudiese confundirse con un igual, un judoka.
Lo que si tenía es esa cabezonería que me es característica, una tozudez de fabrica legendaria y miedo a mis abismos; no era rápido, ni fuerte y ni siquiera me distinguía por mi coordinación que sigue siendo bastante lamentable. Y tenia una meta, un objetivo primario: aprender a mantener bajo control mis impulsos.
Con esa materia prima empezamos, ellos y yo a trabajar. De muchas cosas no me percate, de otras fui consciente, como decidir hacerme zurdo que era pasar a ser ambidiestro; como de procurar jamás hacer trampas arbitrando o con los cronómetros en las mesas o en un pesaje, tanto si pesaba como si me pesaban. Y un conjunto de cuestiones se fueron dando paulatinamente: el cuello dejo de ser el de un gorrión, las manos se fortalecieron y la capacidad de soportar el dolor creció exponencialmente; tanto el que generan las lesiones como el que puede llegar a darse en un combate de suelo cuando se trabaja de verdad y se buscan los limites para cruzarlos e imponerse otros.                                                                                                                                     
Paulatinamente descubrís a los Senseis observándote con una mirada nueva que no comprendes; al tiempo se le suman los cinturones avanzados y te da por pensar que estos te estudian para buscar soluciones que aplicar en los randoris que hagan contigo; pasarán años hasta que comprenda que están prestando atención a mi Judo: ¡Están valorando todo el trabajo que hago, como me muevo, como agarro, cuando o porque cambio de agarre y de lado, como preparo las emboscadas y como las llevo a cabo! ¡Disfrutan tanto como yo! Me observan conscientes de todo el trabajo que implica haber llegado hasta acá y hacer lo que hago que se sale de lo cotidiano, de lo que es esperable; la dificultad técnica que enraba y por encima de todo que lo haga desde mis limitaciones, que convierta a las mismas en virtud. Valoran que no me importe caer, asumir riesgos e intentar cosas nuevas; que siempre tenga una respuesta o que parezca ser así y que, en cada clase, en cada caída, en cada entrada, en cada randori entregue todo el Judo del que soy capaz. Aprecian que les enseñe a mis compañeros a mejorar e imagino que si se pudiera sentar mi actual Sensei con Marcelo Erlich o Michael Estol para hablar de mi cuando era adolescente podría entender esas cosas que se le escapan observándome, pero intuye. Disfrutarían de esa charla, todos, ellos y ustedes si pudiesen presenciarla.
Sigo sin tener nivel para ser un campeón. Eso es rigurosamente cierto. Probablemente no le ganaría a ninguna leyenda del Judo en su espectro de competición, ni siquiera a quienes ya se han retirado, pero podría compartir una clase con cualquiera de ellos, se caer razonablemente bien. Sigo teniendo carencias, infinidad, sigo siendo un aprendiz; sigo intentando ser un Judoka. Por supuesto sigo aprendiendo a controlarme.                                        

Soy consciente de todo lo que no se y me falta aprender; de que no llegare a abarcarlo todo y de que he llegado a dominar el arte de aprender Judo, esa capacidad que hace posible que te acerques a sus complejidades y/o sus bases con la predisposición de trabajar cuanto sea necesario en aras de poder, algún día, conocerlas qué es dominarlas.                                                                                                                                                                                                                    
He tardado en comprender que aprender Judo es un Arte en si mismo y a estas alturas acepto que esa lentitud que arrastro desde siempre para captar la esencia del Judo ha sido una virtud pero que no me es propia, es inherente al Judo que esconde sabiamente su poder para proporcionártelo dosificadamente a medida que lo necesitas. Poder mental, físico y espiritual, la Trilogía: En un cuerpo sano puede existir una mente sana y si ambos lo son, el espíritu también lo será; si los tres son sanos y fuertes, tu serás sano y fuerte.  




domingo, 10 de diciembre de 2017

Mensajero Mutante: nivel Diablo.

Vuelvo a recorrer el asfalto repartiendo paquetes. Me he convertido en un mensajero mutante: nivel Diablo. Salgo a un pueblo nuevo que no conozco y solamente entregándome a fondo lo saco; conocer los trucos, ponerle ganas, saber sacarle a la camioneta el máximo y meterte la presión de hacerlo lo mejor que puedas, por la pura satisfacción y el orgullo del trabajo bien efectuado sin necesitar que te metan latigo, te capacita y posibilita conseguirlo.                                                                                    

Que al segundo día sea el primero en llegar a la base, unos cinco minutos largos antes que la manada y que un compañero me felicité por la vuelta rápida con el lastre de hacerlo en una zona nueva, me hace reír. ¡Vuelta Rápida! No se me había ocurrido considerarlo así pero efectivamente: fui el más rápido si bien hacemos rutas diferentes con grados de dificultad distintas que cada uno debe afrontar como sepa y pueda. Ver las caras de quienes me han tenido de compañero; contentos de tenerme con ellos, trabajando para otra empresa, pero trabajando y viéndome hacer diabluras, exactamente como las hacen ellos; es gratificante. Puede que quien fuera mi empleador no lo viera o no le importase, pero mis compañeros me quieren y respetan, sean o no de mi empresa; cosa que no es fácil si solo sabes hablar, pero no sos capaz de sacar el trabajo en condiciones, no sos legal y no has demostrado que entendes el compañerismo de la única manera que se puede entender para que lo sea.
Satisfacción porque uno va en camino de ser Diablo y no tenía garras para serlo, pero le puso corazón, me banco las broncas y aprendió lo que le enseñe. Hoy es un amigo; satisfacción de trabajar con otro que sabe perfectamente de dónde vengo y cómo llegué a este punto, hizo mi ruta, aquella demencial de 26 pueblos y 6 urbanizaciones; por eso nadie le puede engañar si se trata de mí y de cómo trabajo o de cómo soy como compañero. Fue él quien me consiguió este trabajo, él habló con los jefes y les dijo que me contrataran. ¡Gracias Miguel!                                                                                                                                                     

Y satisfacción de que quienes me tenían en plantilla no me tengan. Me la jugué sin red y ha salido bastante bien. Pueden engañarte e incluso robarte, pero solo si te dejas. Pueden creerte ignorante o bobo, pero solo el tiempo exacto que les permitas creerlo. Por mal que esté el mercado, no se puede pagar igual al que no sabe lo mismo que al que destaca, ni que pasen los años y no veas una suba ni en pintura. Y mucho menos se debería poder pagar por debajo de los convenios laborales pero la falta de fiscalización y coercitividad lo posibilita; no merecían contar conmigo, probablemente nunca se lo merecieron, les hice ganar mucho o debieron ganar, igual los beneficios se los llevaban otros, no hay nada como creer que sabes y no tener ni idea; si encima estás en un sector donde abundan los tiburones y piratas, te comen las tostadas.