Algunas cosas en el Judo actualmente
las damos por sentadas.
Suponemos que todos saben quién es
quién en los cuadros del Dojo cuando hay más de uno o que saben quien es ese
señor del cuadro al que saludamos tanto si es uno solo. Damos por sentado que a
partir de cierto nivel los alumnos saben caer y lo hacen muy bien. Damos por
sentado que todos conocen la etiqueta del Judo. Damos por sentado que todos serán
capaces de sacrificarse y esforzarse denodadamente cuándo las cosas no salgan. Damos
por sentado que todos saben de donde viene el Judo o que los primeros Judokas venían
del Ju Jutsu, eran expertos artistas marciales antes de ponerse en manos de Jigoro
Kano y eso explica lo efectivos que fueron de inmediato. Damos por sentado que
ese compañero con privilegios y derechos que no entendemos a que se deben
siempre estará para corregirte algo, ponerte las pilas, enojarse contigo y
llevarte a cruzar los límites físicos, psíquicos y emocionales con una
intensidad que te deja perplejo el tiempo justo de descubrir que empezas a
parecerte a él.
Damos por sentado que el Sensei
siempre estará esperándonos para tratar de hacernos comprender alguna sutileza técnica,
moral o ética si bien hay quien solo va a entrenar porque quiere aprender a
ganar un combate sin importar las formas ni nada excepto ganar como sea y si es
sin necesidad de esforzarse y/o superarse, mejor.
Damos por sentado que todos buscarán la perfección; la prosperidad y
beneficio mutuos y la deseada y esquiva habilidad de conseguir el máximo beneficio
con el mínimo esfuerzo pues son inherentes al Judo. A unos nos costará más que
a otros, a todos nos llevara tiempo medido en décadas acercarnos a algo que le
arranque una sonrisa cómplice, satisfecha al Sensei que nos ha dedicado su tiempo
generosamente. Un porcentaje abandonara por muchas razones: novias-novios,
familia, hijos, trabajo, lesiones, emigrar, mudanza y otro porcentaje lo hará cuando
las cosas se pongan difíciles y ganar implique esfuerzo, sudar a mares, apretar
los dientes con decisión, no faltar a clase ni lesionado y dar el máximo en
cada ejercicio, entrada, caída o simple respiración.
Hace tiempo que se que los Senseis
sufren por nosotros o gracias a nosotros. Saben que no nos pueden salvar a
todos; que no pueden solucionarnos los problemas a todos y que no todos tenemos
el fuego sagrado ardiendo con fuerza en nuestro espíritu, no ya para ser
campeones, para llegar a ser Judokas y si va bien, muy, muy bien: Senseis. Aquellos
que perpetúaran al Judo cuando ellos ya no estén. O colaboradores activos,
alumnos aventajados que solo con su presencia en la clase dan un plus.
Hice sufrir a mi Sensei. Mucho; lo
supe pues me lo dijo cuando tuvo que negociar conmigo que nunca destaque por
ser dócil o fácil, desvelándome lo que para él implicó que yo dejara de ir a su
clase; me dijo que yo era el alma de ese tatami y que al dejar de pisarlo algo
se perdió; esa misma tarde me desvelo como él y su guardia de corps se
devanaron los sesos para conseguir salvarme de mí mismo hasta dar con la solución
que a tenor del resultado fue perfecta, puro Judo; entendí que tanto me habían estudiado
y la profundidad con la que me conocían y entendían arrancando del cariño que
les generaba.
Hasta entonces, hasta ese café en
esa mesa, hasta esa negociación, yo daba por sentado que los Senseis estaban
por encima del bien y del mal y que mi frustración, mi dolor eran más grandes
que los suyos.
Una vez más estaba equivocado. Sufren
por nosotros, con nosotros en tanto nos ven como a sus hijos o nietos, nos
quieren y se preocupan. Cuando dejamos de ir a sus clases sienten que han
perdido a un hijo o un nieto y si destacabas, su pérdida es inmensa, otro
candidato a sucederle que la vida le arrebata dejándoles heridos y al Dojo huérfano
en cierta medida.
Imagino que por muchas veces que
pasen el trago amargo de las deserciones nunca les dejará de afectar. Una
pérdida es una pérdida, todas distintas y todas iguales, pero algunas resultan especialmente
dolorosas. Nadie nunca ha dicho o escrito que ser Sensei fuese a ser fácil pero
cómo damos por sentado que son del mejor acero, les suponemos inmunes a todo
olvidando que tienen familia, trabajo, problemas, atraviesan dificultades y
soportan malas épocas; en definitiva, que sufren igual que los demás humanos y
que la pérdida de un alumno les afecta, les lastima siempre.
Damos por sentado que nada les
afecta pues son rocosos y firmes y siempre están a disposición de los alumnos;
olvidando dar por sentado que son humanos antes que Senseis.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarRafa, ¡eres increíble! ♥
ResponderEliminarMi más sincera enhorabuena por tanto aprendizaje. 😊
¡Lindaaaaaaaaa!
ResponderEliminar