En
los Dojos siempre hay deserciones, y quienes llevan tiempo aprendiendo Judo lo
saben, los Senseis simplemente lo sufren.
Estudios,
trabajo, una novia, una mudanza, una lesión larga que te desengancha y la lista
podría seguir, pero hay una que duele mucho más que ninguna y es la que se
produce por cambiar de Dojo. Las razones tienen que ver con la competición y la
búsqueda de mejores condiciones para entrenar y generalmente por buscar una
cantidad superior de compañeros que puedan ayudarte a mejorar; en el Judo tus
logros pueden parecer individuales, pero detrás de ti hay compañeros que te han
posibilitado llegar hasta ahí amén del Sensei que dedicó años a formarte y
cuando finalmente podría recibir un retorno con tu presencia y aporte en cada
clase, te vas.
El
hueco que dejas, dejan, pesa en el ánimo de todos, él Sensei finge que todo
está bien y se esfuerza por disimular la pérdida, se alegra si conseguís
resultados y sufre en silencio cuando no es así; jamás te impedirá ni pondrá
obstáculos para que inicies una nueva singladura; característica del Judo y de
quienes lo enseñan.
Suple con
ingenio tu ausencia, no es fácil enseñar a los potrillos sin un alumno
aventajado que ha explotado y tiene un Judo de calidad que costó años
conseguir, está en una edad cercana a los potrillos, es un espejo en el que es fácil,
natural, para ellos mirarse. Los cinturones superiores saben lo que pasa y
también se esfuerzan por ayudarle a seguir adelante, nadie dice ni media
palabra, pero tu sombra planea sobre el tatami; tu ausencia es patente,
indisimulable.
Formar
un Sho Dan lleva tiempo, pongámosle entre siete y diez años; si además destaca
por su calidad humana y técnica, por su mano con los potrillos, entonces la
magnitud de la pérdida es inmensa; habrá que seguir trabajando en la formación
de los demás con la esperanza de a que alguno llegue a su nivel o si es
posible, le supere; de que este, el nivel de la clase no decaiga mermado por
las deserciones y probablemente, en determinado momento: ¡también se ira! El Sensei
lo sabe y a pesar de eso se vuelca con todos y cada uno como si nunca hubiese
perdido a un alumno que al momento de irse es más hijo que otra cosa; si es el
primero que pierde no es algo que le agarre desprevenido, hace tiempo que sabe
que lo perderá, lo ha visto pasar antes y a pesar de saberlo, no dejó de
enseñarle, no le escondió nada, siguió siendo generoso hasta el final pues es un Sensei de Judo.
Si,
si, una locura total. Por eso siempre es bienvenida la visita de un Cinturón
Negro, siempre. Por esporádica que sea, que la clase pueda disfrutar de otro
Cinturón Negro es positivo; haya sido formado en ese Dojo o no. Sensei Firpo me explico en su día que podés o que
debes irte a otro Dojo, se puede entender lo que no se puede perdonar es que no
vayas a una clase del que fuera tu Dojo, una vez al mes o cada dos si seguís en
la ciudad o cada vez que vuelvas a la misma de visita.
-No
estas obligado y lo estás, no es negociable, debes hacerlo. -
Contundente, convencido como con todo lo que enseñaba referido al Judo, fuese algo que se entendía de inmediato, algo que te llevaría un rato masticar o una semilla que plantaba para un futuro incierto pero que podía ser y por eso, sembraba.
Así remató aquella lección que hoy reflejo en esta entrada. Entonces, va para
treinta años, no termine de entender eso de no obligación y de que no pudiera negociarse, hoy que he visto como sucede cada vez más seguido, se hace normal y
norma; llegando a la perversión de que existan gimnasios, no son Dojos que viven de captar
Judokas formados por otros; viendo la desolación de los Senseis, entendiendo
como pesa la pérdida en la clase por haberlo sufrido como miembro de la misma;
comprendo cabalmente lo que intentaba decirme.
Las
formas en el Judo se están perdiendo rápidamente, sus códigos, su etiqueta,
todo; y también aquella costumbre de visitar el que fuera tu Dojo para aportar
con tu sola presencia un sinfín de intangibles que no tienen cómo ser
cuantificados ni se les puede poner precio; de paso mimas un poco al Sensei que
posibilitó que tuvieras las puertas abiertas de otros Dojos o de esos gimnasios; sin él, no sabrías
Judo, no tendría tanta calidad y sin esos compañeros que dejaste atrás,
tampoco.
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