Hoy por hoy es mi
Tokui Waza, mi técnica favorita. Es la única que tengo con la que me siento
capaz de ejecutarla con buenos resultados en la mayoría de los intentos. Además,
consigo Ippones claros al usarla sin importar el tamaño de quien esté haciendo
Randori conmigo. Según el Sensei, lo comento nuevamente el jueves próximo
pasado tras verme usarla; la hago fluida, parece fácil viéndome, se nota
trabajada observando toda la previa, todo el trabajo que despliego hasta lograr
el agarre y la posición desde la que ataco y que la he adaptado a mis
condiciones físicas, emocionales y espirituales; mis compañeros la sufren estoicos.
He perseguido
varias técnicas a lo largo del tiempo que llevo aprendiendo Judo y las sigo
buscando: Uchi Mata, Hanei Goshi, Harai Goshi, Tai Otoshi y Ko uchi gari. Por
ambos lados; más técnico por la izquierda; más potente por la derecha. A esas
les dedique más tiempo, hay otras que también he trabajado, pero sensiblemente
menos. No pensé en Sumi Gaeshi si bien alguna vez la usaba, era un recurso,
recurría a ella cómo recurro a Yoko Guruma; si me agarran y bajan mucho,
rompiéndome mis esquemas y noto que estoy en un lío, ataco con ellas antes de
que me ataquen. La usaba poco y nada; no me llamaba la atención y no entraba en
mi horizonte hasta que un desafío se cruzó en mi camino planteándome un
problema que me propuse resolver: la solución fue Sumi Gaeshi.
Ya saben: no me
digan que no puedo, que no se puede. No desafíen al Rafita más porfiado a
ponerse a trabajar persiguiendo cosas difíciles; me hice zurdo en Judo y puedo
hacer todas las técnicas por ambos lados siendo que era diestro cerrado.
Tuve un
compañero hace unos 12 años que era pesado, ancho, bajo; su centro de gravedad
estaba más cerca del tatami que el mío y me resultaba difícil bajar lo
suficiente para que resultara efectivo un ataque. No había manera de
proyectarlo, no claramente. Ponerme en Randori con él era sentir que no tenía armas para
desarbolarlo. Nada era efectivo. Yo no era efectivo.
Llevaba dos décadas largas
estudiando, aprendiendo Judo y no tenía nada con que proyectar a ese compañero.
Ninguna técnica funcionaba; tenía un problema, un desafío al que hacer frente y
ya saben: dejarlo correr no es una opción, perseguir una solución, buscarla,
crearla, sí. Eso fue lo que hice; busque y busque Randori tras Randori, entrada
tras entrada, fracaso tras fracaso…no anote cuánto tiempo me llevo, meses,
años; miles de intentos, cientos con seguridad. Perseguí la quimera con
intensidad, ganas y decisión.
Jamás me permití
aceptar que no sería capaz, jamás me planteé abandonar. Probablemente por eso
llegue hasta Hidari Sumi Gaeshi y hoy es mi arma más fina, la técnica que mejor
me sale; la que puedo atacar cuando quiero; a la que puedo llegar en cuanto me
lo propongo. Las otras pueden salir, pero no siempre resultan, falló mucho al
usarlas; Sumi Gaeshi sale 19 de 20 intentos y es casi siempre Ippon; no me la
pueden parar. Además, sigo en Ne Waza y si no fue Ippon, lo será.
Claro
que hay que tener en cuenta una cosa que los Senseis repiten incansables:
debes, debemos tener variantes, combinaciones, un espectro amplio de
posibilidades, hay que engañar, volver loco literalmente al compañero; que no
sepa nunca por donde vas a ir. Y si yo puedo atacar con: Hanei Goshi, Harai
Goshi, Uchi Mata, Tai Otoshi, Tani Otoshi, Yoko gake, Ko Uchi gari, De Ashí
Barai o Sode Tsuri Komi Goshi además de Sumi Gaeshi y alguna otra; entonces no
sabes cómo defenderme ni que debes defender. Te toca destrozarme los agarres y
evitar a toda costa que te agarre, preocuparte todo el tiempo de eso, dejas de
sentirte cómodo y si yo voy por la derecha y por la izquierda, sin aturullarme, estás literalmente perdido, confundido. Los jóvenes potros lo resuelven
poniendo el compresor y los dos turbos, moviéndome, haciéndome subir las
pulsaciones y evitando mis agarres que también son mentirosos, no dicen nada,
no transmiten peligro, no les hace huir aunque ya los conozcan y sufran; los he
trabajado a fondo para que sea así, no quiero que sientan el peligro hasta que
sea tarde.
En
cuanto bajan el ritmo o se distraen con esos agarres imposibles y me dejan
planear la emboscada están cerca de ser proyectados. Hay quien no me deja
agarrar cómodo ni a palos, una buena estrategia para frenarme, pero al final,
salvo tres compañeros que lo bordan y se imponen en cada Randori; los demás
terminan por cometer un error que les condena a ser proyectados. Tampoco abuso,
algunos no sufren más de una caída o dos por Sumi Gaeshi en todo un Randori,
intento otras técnicas, sigo puliendolas, no hay que hacerles sentir
frustración, no más de la estrictamente necesaria; hay que dejarles crecer y
con el tiempo se verá por dónde evolucionan. Cuando estén maduros se les puede
apretar, nunca antes de que estén preparados.
Fue una búsqueda
intensa, preñada de: intensidad, fe, trabajo, ganas, determinación y
convicción. De entrega. Fue un juego, fueron risas cuando fallaba
miserablemente, fue disfrute, fue no aceptar que mis limitaciones me
superarían, yo les bailaría un malambo a ellas y no al revés; fue Judo en su
máxima expresión.
Pude obviar el desafío, pude, pero ni siquiera me lo planteé. Creo
honestamente que la mejor manera de honrar a quienes te enseñaron es hacerles
caso e intentar tener fe en lo que te enseñaron, en lo que decían que es
posible, viable, aunque no lo veas ni lo imagines y puede que ni siquiera te
creas capaz. Si los Senseis dicen que se puede, inténtalo de verdad, da lo
mejor que tengas y sorpréndete con los resultados. Sorpréndeles a ellos,
haceles ver que superaste sus expectativas más ambiciosas para contigo; haceles
saber que te enseñaron tanto y tan bien que has podido alcanzar un nivel que de
otra manera estaba fuera de tu rango…haceles sentir que sos su embajador dondequiera
que acaricies un tatami, sea con los pies, las manos, las rodillas o toda la
espalda.
Ninguna técnica
resultaba, no había manera. Clase tras clase, Randori tras Randori era incapaz
de proyectarle y fue así que me puse en modo porfiado total, solté al Rafita
menos cuerdo, al menos racional, al pasional que no tiene freno ni lo conoce,
el que no cree que haya límites al trabajo, al sacrificio, a transpirar, a
ponerle ganas, intensidad porque otros le dijeron que era posible pero solo si estacionamos en la cuneta las dudas y te enfocas en el problema que en este
caso era proyectar a Charlie. Pero no valía hacerlo de cualquier manera, no
señor, tenía que ser claro, incontestable. Si llegaba tenía que ser cuasi
perfecto, un poema con altos estándares de calidad técnica, un poema que le
alegrase la vista a los Senseis, si pudieran verlo o al Sensei que hoy por hoy
me tiene en su Dojo.
Semanas, meses, años…buscando incansable. Cada entrada, cada intento
fallido era motivación extra; tiene que existir algo que sea efectivo, que yo
no pueda verlo no implica que no exista, solo quiere decir que estoy verde y me
falta estudiar más, solamente eso, pensaba.
Es el Everest, el
K2 o el Cerro Montevideo. Es tu límite, el que sea. Cuando alguien trabaja de
esa manera en la clase, nadie es ajeno, a nadie se le escapa; todos ven que
cuesta, todos ven que no abandonas; que no te frustras, que no te obsesionas;
que no le das importancia a los fallos ni al tiempo que te lleva; que no
abandonas la ardua tarea de superarte. Probablemente no entiendan que te impulsa,
pero les quedará grabado que se puede; quizás algún día sean ellos los que
persigan una quimera con esa intensidad y constancia; solo por eso vale la pena
intentarlo; aunque no consigas atraparla, si diste lo mejor y no llegaste a la
cima, quédate con el camino que recorriste y lo que al hacerlo aprendiste sobre
ti mismo, sobre limitaciones, mentalidad, motivación y sobre el Judo.
Entonces, pasados
los años que no he contabilizado, creo que fueron un par o tres, ni idea,
ataque con Hidari Sumi Gaeshi y conseguí un Ippon. Un verdadero milagro.
Charlie reía con toda la boca, su homenaje a este loco; no le costó nada asumir
que se le había terminado la veda, no le pareció importante. Debo dejar bien
claro que, sin él, yo no tendría a Sumi Gaeshi como arma efectiva. Es su regalo
a mi Judo, su contribución desinteresada y generosa para que yo creciese. El
trabajo el mismo tiempo que yo para que pudiera llegar, se esforzó tanto o más
que yo; supo en todo momento que, si lo conseguía, le proyectaría sin piedad,
con cortesía, pero sin pizca de piedad y aun siendo consciente, me permitió
trabajar, colaboró activamente en mi búsqueda, participó de la misma. Judo, puro Judo.
Esa
clase, con esa entrada, empezó otra búsqueda, más íntima, más personal; había
llegado a un buen punto, ahora se trataba de ampliar, desarrollarla y
mejorarla; desde entonces la voy puliendo, mejoro las adaptaciones que le hice;
la hago más efectiva, más imparable; tanto como para que el Sensei me felicite
dos por tres cuando me ve hacerla y proyectar a mis compañeros. Dice que es
Rafa Gaeshi, es Sumi Gaeshi sin lugar a dudas y es mi manera particular de
interpretarlo, de ahí que la llame Rafa Gaeshi.
Pero repito que es
así de efectiva por todo el arsenal que puedo usar combinado con esa técnica;
sin todo el trabajo previo de agarres y posibles ataques o combinaciones no
resultaría tan efectiva, se leería fácilmente y podrían pararla sin mayores
problemas. Sin el agarre mentiroso que uso, mentiroso porque no transmite nada
de peligro, aunque hagas Randori conmigo meses y sepas que voy a usar Sumi
Gaeshi, no te parece que vaya a ser capaz de proyectarte, no sentís que haya
peligro y esa es una porción del secreto que es más amplio. Incluso cuando la estoy ejecutando, hasta el
final, no parece que vaya a salir; mis compañeros creen hasta el día de hoy que
pueden o podrán pararla y me dejan, permiten entrarla pues no sienten que haya
nada de peligro y cuando quieren reaccionar, están volando completamente
desarbolados. Sin quejas asumen que esa técnica y yo compartimos algo mágico,
un intangible y aunque les desvelo el secreto, no lo interpretan como para
desactivarla. Tienen tiempo y alguno llegara a dar con el antídoto, solo hay
que trabajar y tener paciencia.
Dicho secreto es
que entro mi pierna izquierda buscando apoyar mi pie izquierdo en su tobillo izquierdo, cuando mi espalda toca el tatami con mis caderas bien profundas,
entonces deslizo mi pie hacia su ingle y la estiro de golpe, hasta ese instante
creen que apoyando los brazos o dejándose caer sobre mí me pararan, pero les
proyecto pues la pierna hace de catapulta y no la han tenido en cuenta pues no
estaba bien situada. Mi mano izquierda agarra pasando por encima de su brazo
derecho, justo sobre el omóplato, más alta que baja; jamás buscó el cinturón,
ese agarre les hace reaccionar negativamente para mis intereses, mi mano
derecha agarra su manga izquierda a la altura de su muñeca, con el máximo
control posible; en cuanto separan un poco los pies y/o se agachan un poco, les atacó.
Poco más de seis
renglones para resumirlo, años trabajándola, puliendola y agregándole cosas, sumándole
detalles. Estoy con una versión en la que ataco incluso sin tener mi mano
derecha agarrada, si llego a tener la izquierda bien situada, entro a fondo y
uso mi muslo izquierdo para levantarles; como si fuera el muslo en Uchi Mata,
pero sin buscar amplitud, no quiero que tengan oportunidad de girarse; mi mano
derecha agarra su manga izquierda donde puedo con la técnica ya en ejecución.
Sale solo si ataco desde lejos y entro convencido. La sensación con esa versión,
mientras estoy proyectando es de ligereza, de facilidad pasmosa; no me cuesta
nada, no tengo que hacer esfuerzo, parece que mis compañeros se dejaran proyectar.
Me insumió décadas
tener una técnica tan efectiva; no descarto conseguir que otras se le sumen;
vale la pena cada gota de sudor invertido; la sensación de que no cuesta nada,
mientras la ejecutas, paga sobradamente el trabajo, el camino que recorrí para
llegar a tenerla. Los Senseis tenían razón cuando me decían que solo se trataba
de trabajar; la sensación viéndoles o al hacer Randori con ellos de que habían
trabajado mucho para tener esa calidad técnica se ha confirmado: lleva años de
honesta dedicación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario