Tener gente que te quiera, te respete y se
juegue por ti una y mil veces es lo que hace la diferencia en tiempos
difíciles. No voy a poner nombres, cada uno sabe si es o no es parte de mi
familia, la grande, la que no es de sangre, pero vincula tanto como aquella. O
más, les he cosechado por el camino; no vienen de fábrica.
Porque en los tiempos buenos (a saber,
cuáles son o han sido) es todo fácil…alguien me ha recordado que en sus tiempos
malos yo estuve firme a su lado; que mis tiempos malos son los buenos de otras
gentes y así va la cosa.
Amistad. Hay quien dice que sobran dedos de una
mano para contabilizar a los amigos, los polenta, los de acero templado, los
que no se borran ni desaparecen cuando te das la costalada madre y quedas
titiritando de pánico, dolor, incertidumbre; las dudas te quieren congelar en él
suelo y solo te levantas porque has hecho de eso una filosofía de vida, una
actitud ante la adversidad. No es mi caso, necesito muchas manos para hacer el
inventario y considero que esa es mi riqueza, siempre lo ha sido: son mí tesoro.
Clavar las manos en el suelo, después una
rodilla; respiran hondo y levantarse mirando lo que sea de frente; exactamente
igual que cuando eras un guacho y no había Dioses capaces de tumbarte. Pero
claro, siempre es más fácil si hay gente amiga apoyándote, haciendo de palenque
o directamente apuntalándote; en aquella época no había mucha, recién empezaba
a vivir y no había tenido tiempo de sembrar; y comprendí que solo no sos nada,
nadie; todos necesitamos ayuda y apoyo a lo largo de la vida, de una manera u
otra; ayudar a quienes te rodean, generar vínculos que prosperaran más o menos
te enriquece y de paso a la sociedad, es fácil lamentarse de lo mal que
funciona todo y ser incapaces de saludar a quien se mete en el ascensor contigo
o no ayudar a la señora cargada con un niño de pecho o ignorar al compañero de
trabajo nuevo y no darle una mano o mil para que se adapte.
Llegue a esa conclusión de rebote, pero la hice
parte de mis códigos racionalmente, cuidar a tu entorno es cuidarte; proteger a
la gente es protegerte y nuevamente la Vieja Furcia me demuestra que no me
equivoque, en esto no. Es una maravilla vivirlo, disfrutarlo; constatar que a
pesar de todos mis defectos hay gente que se juega por mí, unos sin decir nada,
como si hubiera en juego cosas que no se dicen, no se nombran, pero están presentes
y otros recordando cosas que hice o dije antaño, cosas que olvide, pero no
cayeron en el olvido pues hay quien no olvido, no quiere hacerlo o no se lo permite, atesoran el recuerdo.
Hay privilegios que no se heredan,
no se compran ni venden; se ganan siendo o intentando ser coherente; derechos
adquiridos, bulas; por tener y mantener una actitud a lo largo de los años, de
las décadas…esto me convierte en un privilegiado.
¡Gracias a toda mi gente! Los de acá y los
allende el océano más los que la Vieja Furcia y el viento desparramaron por el planeta. Son legión,
una verdadera maravilla.
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