Sandra e
Ismael no disfrutan
de la playa,
aunque están prácticamente todo
el día, hasta
entrada la noche,
sentados a la
sombra de una
acacia, su oficina,
a menos de
cien metros del
agua. Algunos venden
helados, otros roban
al descuido bolsas
o a los
coches que se
recalientan bajo el
sol, pero Sandra
es viva e
ideo algo que
es legal y por lo
que nadie les
molesta, convencer a
Ismael fue facilísimo,
dos caídas de
ojos y era
suyo. En esa
bajada a la
playa, la arena
era muy fina
y estaba suelta,
engañaba y los
incautos, enterraban sus
coches hasta los
ejes. Durante el
día, eran familias,
de noche eran
parejas y todos
los que no sabían
sacar
a sus vehículos del
abrazo de la
arena, pagaban al
binomio para que
lo hiciera y ahí estaba
el negocio. Era
mucho trabajo en
verano y residual
en invierno que
trabajaban solo viernes
y sábados por
la tardecita y
apenas entrada la
noche, si no llovía, la
lluvia apelmazaba la
arena y nadie
se enterraba. Sandra
tenía un padre alcohólico, una
madre cansada de
trabajar como una
esclava y cuatro
hermanos, lo que
sacaba apenas ayudaba
en casa, se
lo daba todo
a la madre que
le acariciaba la
cabeza llorando. Ismael
vivía solo, en
un rancho que
se habia construido
con cartones, plásticos,
chapas y algo
de madera, en
un rinconcito del
terreno que se
habia apropiado, gastaba
todo en materiales
de construcción para
la casa que
pensaba levantar, ya
se veían los
cimientos, eran un patín corrido,
acostado en la
arena. Era su
sueño, único, exclusivo,
primario y nada
le desviaría de
su consecución; Sandra
querría estudiar, soñaba
con ser Maestra
y enseñarle a
los niños a
aprender pero era
consciente de que
era sumamente improbable
que se diera. Dividían las ganancias
a la mitad
exacta y en
eso Sandra se
mostro inflexible, los
esfuerzos desmedidos eran
para Ismael y
en eso, él,
se mostro intratable.
Compartían las horas
muertas, la escasa
comida, el agua
y unas ganas
de vivir y
salir adelante, encomiables.
Sandra expandió el
negocio, agregando cerveza
fría y refrescos
a la oferta.
Cargaban como mulas
y si les
sobraba mucho, Ismael
dormía ahí mismo,
para no llevarse
las latas y acarrearlas otra vez a
la mañana siguiente.
Todos los vecinos
creían que eran
novios y terminarían creando
una familia con
seis niños, a
Sandra la chiflaban
los niños; que viviría
en
la casa que
Ismael construía con
tenacidad y que
tenia paredes de
casi un metro.
Por eso la
mañana que les
encontraron muertos, todos
se conmocionaron. A
Sandra la habían violado
antes de matarla,
les habían robado
todo el dinero
y a Ismael
le habían pegado
mucho antes de
matarlo. Lo que
sus asesinos no
vieron fue a
Sandra escribiendo en
la arena los
motes de sus
verdugos, mientras la
violaban. La Policía
no pudo atraparlos,
escaparon y nunca volvió
a
saberse de ellos
ni se volverá a
saber, hace tiempo
que se pudren
enterrados en la
arena, tributo de
los vecinos a
una pareja que
peleaba contra la adversidad, con
una sonrisa cargada
de esperanza. Sus sueños
se truncaron de
la mano de
dos iguales y
eso era perverso,
que la vida
te gane es
parte del negocio,
que dos imbéciles envidiosos
lo hagan, es absurdo.
Una casa con paredes
de menos de
un metro, se
quedo esperando a
sus moradores, nadie
la reclama para sí, quedo
como un monumento,
un símbolo de
lo que pudo
ser y no
fue, como tantos
sueños rotos del rancherío, pero
este era hermoso
y mereció llegar
a buen puerto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario