sábado, 1 de mayo de 2021

Osos y ardillas.


Cuando  me  toca  hacer  un  Randori,  con  un  compañero  más  alto,  fuerte,  pesado  y  que  de  yapa,  sabe  tanto  o  más  que  yo,  en  el  apartado  técnico,  estratégico  y  táctico;  se  que  será  muy  difícil  pararlo  y  que  proyectarlo,  será  un  ejercicio  de  voluntad.  Él  es  un  oso  y  yo,  vuelvo  a  ser  ardillita,  él,  tiene  sus  ventajas  y  yo  las  mías;  básicamente,  se  tratara  de  que  no  le  deje,  hacer  nada  de  lo  que  tenga  en  mente  o  sienta  que  puede  hacerme. 
Si  quiero  medir  fuerzas,  perderé  y  estaré  alejado  de Jigoro  Kano  y  del  Judo;  perder  es  lo  de  menos,  debo  intentar  conseguir  un  Ippon,  uno.  Mañana,  serán  dos  el  objetivo  y  pasado,  tres;  hoy,  es  uno.  Si  me  pongo  a  medirme  con  sus  agarres,  probablemente,  me  proyecte  sin  ninguna  dificultad,  si  me  alejo,  sus  brazos  y  piernas,  más  largos  que  los  míos,  impondrán  su  ley.  Vivir  esperando  una  contra,  es  jugarse  a  un  error  suyo  o  a  que  yo  sea  más  bueno  de  lo que soy.                                                
Me  queda  la  velocidad,  no  dejar  de  moverme,  evitar  que  me  fije  y  buscar  una  rendija,  una  aparecerá,  por  lo  menos  y  ahí,  estará  mi  oportunidad.  ¿Fácil,  eh?   Jejejejejejjejejej,  para  nada  y  ese  es  el  reto;  intentar  lo  difícil,  lo  impensado,  lo  inesperado,  lo  sorprendente.  Acercarte  a  alguien  más  grande,  acarrea  riesgos  pero  no  conozco  a  ningún  Judoka  grande  que  este  cómodo  conmigo  pegado  a  él,  solo  con  acercarme,  les  rompo  la  distancia  y  les  genero  dudas;  total,  si  lo  lógico  es  que  me  proyecte  siempre  que  quiera  o  lo  intente,  voy  a  cambiar  el  guion,  una  coma  del  mismo.                                                                                                    
Hago Randori con un querido Oso; vuelo  varias  veces, me levanto y vuelvo  a  mi  trabajo,  a  porfiado  no  me  gana  nadie  y    que  si  lo  intento,  tendré  una, una  será  para  mí.  Obedezco  las  enseñanzas,  vacío  la  mente,  dejo  de  preocuparme  por  no  caer,  de  proyectar,  de  si  es  mi  mejor  o  peor agarre,  de  si  existió  ayer,  si  mañana  llegara  y  solamente  siento con las muñecas,  como  se  mueve  y  para  donde,  mi  querido  Oso;  querido  porque  encima,  me  está  cuidando,  me  está  dando cierta cancha, ha bajado sus revoluciones para permitirme trabajar  y  si  soy  leal,  lo  que  sea  que  haga,  deberá  ser  un  poema,  algo  que  cuando  este  en  el  tatami,  le  genere  una  sonrisa  cómplice,  que disfrute  de  hacer Randori con este payaso. Esa exigencia,  no  me  pesa,  aunque  hace  más  difícil,  el  reto;  la  nobleza  también  es  Judo,  el  compañerismo, otro  de  sus  tesoros  y  depende  de  quienes  traspiramos  Judoguis,  mantener  esas  y  las  otras  antorchas,  vivas.                                                                                                                         

Consigo  un  contraataque  desdibujado  que  le  hace  reaccionar,  nota  que  me  voy  sintiendo  cómodo,  nota  que  mis  agarres  han  variado  radicalmente,  nota  que  no  hago  nada  de  fuerza  y  sabe,  de  alguna  manera  sabe,  que  le  estoy  preparando  una  emboscada  y  eso  solo  se  licua  de  una  manera: proyectándome.  Me  saca  limpiamente,  caigo, me  levanto  a  la  velocidad  máxima,  que  tengo  en  la  actualidad  y  voy  a  buscarlo,  no  le  espero,  una  breve  lucha  y  me  tiene  excelentemente  agarrado,  bien  dominado  y  se  viene  su  ataque  y  ya    que  lo  tengo  mal,  para  pararlo,  necesito  elevarme  sobre  mis  defectos,  iluminarme  y  de  inmediato. Cuando  su  tracción  me  mueve,  con  la  fuerza  de  un  Judoka  convencido,  y  si  me  resisto,  solo  le  ayudare,  me  muevo  hacia  él  y  no  me  pregunten  cómo  se  me  ocurrió,  le  barro,  bien  bajito,  casi  sin  un  agarre  decente,  su  pie  izquierdo  que  estaba  adelantado,  con  mi  pierna  izquierda,  yo  estaba  de  zurdo  y  el  de  diestro,  pero  en  el  momento  justo  y  lo  derribo  limpia,  fácilmente. Agarrándome  las  rodillas,  buscando  respirar,  lo  miro  y  desde  el  tatami,  muerto  de  risa,  me  reconoce  la  belleza  de  ese  contra  ataque,  se  levanta  y  seguimos  el  ratito  que  nos  queda  para  terminar  los  5  minutos  del  Randori.                                                              

No busque,  esa  situación,  no  pensé  en  KOUCHI  GARI,  porque  él,  no  adelantaba  su  pierna  izquierda  ni  mucho  menos,  me  dejaba  agarrarle  para  intentarlo,  pero  cuando  me  controlo,  supe  que  venía  SUMI  GAESHI, lo supe tan claramente que no tuve ninguna duda y pude armar mi contra con tiempo  y  ahora,  pensar  en  esa  técnica  como  contra  ataque,  es  hasta  lógico;  en  el  momento,  simplemente,  ataque  a  fondo,  sin  guardar  nada;  no  probé  si  salía,  fui  hasta  el  fondo  con  velocidad,  fuerza  e  intentando  desequilibrarlo,  todo  lo  posible,  para  ayudarme; en el momento que se movió para entrar, en ese instante estaba desequilibrado, era vulnerable, la grieta estaría abierta un ínfimo espacio de tiempo, apenas nada pero yo había adivinado que se abriría y estaba preparado para aprovecharla.                            
Como  siempre  me  repetían  los  Senseis,  si  no  lo  intentas,  si  crees  que  no sale,  si  pensas  que  el  otro  es  muy  grande,  aunque  efectivamente,  lo  sea,  entonces  nunca  encontraras  tus  límites  ni  descubrirás  técnicas  que  en  determinadas  situaciones,  te  resolverán  un  Shiai, un pase  a una final  o  te  permitirán  en  Randori,  disfrutar,  con  los  compañeros  más  grandes  y  estos,  disfrutaran  contigo,  porque  valoraran  tus  esfuerzos,  les  gustara ser proyectados  a  tus  manos,  aunque  ahora  te  parezca  una  locura;  no  están acostumbrados  a  ser  proyectados  por  ardillas  o  zorros,  el  oso  no  les  teme,  no  en  principio,  pero  temen  al  compañero  ardilla  que  se  cree  oso,  porque  no  se  comporta  de  manera  predecible  y  en  un  combate,  eso,  
hace la diferencia.                                                                                                     

Bueno,  Senseis,  derribe  a  un  oso  en  el  87,  a  otro  en  el  99, a uno en el 14  y  al  más  reciente,  en  el  16.  Tendrán  que  asumir,  que  jamás  seré  el  alumno  que esperaban;  material  demasiado  imperfecto,  como  base  para  empezar  a  trabajar,  yo  lo    hace  años  pero  deberán  concederme  que  lo  intento,  que  no  olvido  las  enseñanzas,  que  no  perdí  un  cachito,  ni  un  ápice  de  la  sabiduría  que  tienen  y  me  trasmitieron,  aunque,  claro,  en  mi  no  es  sabiduría,  jejejejeej,  yo  creo  que  el  Sartori  para  mi,  es  igual  de  utópico,  como  pensar  que  algún  día,  dominare  las  caídas  y  todas  las  técnicas  por  cualquiera  de  los  dos  lados.  Como  ven,  sigo  divirtiéndome en  un  Dojo  e  intentando  entender  esas  enseñanzas,  algunas  siguen  siendo  un  galimatías.  
Creo  que  nunca  se  los  he  dicho,  aunque  uno  de  ustedes  lo  vaticino claramente cuando yo era un aspirante desdibujado, mucho mas que ahora: nunca  paso  vergüenza  en  un  Dojo, me regalaron Judo de calidad y consiguieron que sea parte de mi; obraron el milagro de mantenerme en un tatami y que disfrutase con cada clase.  Eso,  es  merito  de  ustedes,  gracias  Senseis por no claudicar ante el desafió que implicaba enseñarme algo, lo que fuera en aquellos años.


sábado, 6 de marzo de 2021

Ritmo frenético, en una vida en líneas generales, sedentaria.

Hace eones me movía caminando o en bici; cortaba leña, jugaba al futbol a cada rato, andaba a caballo, nadaba en la laguna o el mar que no lo es y comía mucho mejor: pocos fritos, mucha verdura, legumbres y fruta, carne, pollo y algo de pescado. Y a los trece años sume el Judo.

Entre la edad, la alimentación y la actividad física tenía un estado físico saludable.

Hoy si tengo que ir a más de un kilometro agarro la camioneta y no voy a la panadería en cuatro ruedas porque me queda más lejos el estacionamiento, de no ser así, lo mismo la agarraba.

El Judo sigue, lo demás no y la alimentación es un verdadero desastre entre lo mal que como y lo rápido que lo hago; es cierto que trabajando me muevo, subir y bajar de la escalera o mantenerse sobre esta en equilibrio, al mismo tiempo que lijo, pinto, rasco, pego papel o lo que sea; mover herramientas, muebles y materiales me hacen sudar y a ratos: mucho.

No es suficiente para compensar y es ahí donde entra el Judo que me ayuda a no engordar más de la cuenta, la edad impone su ley y ese maldito kilo al año que se va sumando a estas edades, es una losa contra la cual luchar, se hace verdaderamente difícil.

Robar esas horas a la locura de horarios, al Dios Tiempo que ha resultado ser un verdadero tirano; llegar a Judo, se convierte en una odisea que me suma más estrés.

Preparar las cosas a la madrugada para acarrearlas e ir del trabajo a Judo, no hay tiempo para pasar por casa por regla general, requiere una especie de convicción, de un coraje suicidas, llegare reventado, en la reserva, me dolerán partes del cuerpo; lo se bien y me propongo ignorarlo, no puede ser sano, no debe serlo y sin embargo…ejecuto el ritual de preparar todo mientras desayuno desganado, me obligo a hacerlo, para sentarme y desayunar tranquilo debería levantarme a las 0500, me suelo dormir tipo: 2330-2400, es inviable robar una hora y pico al sueño, debo dormir ocho horas diarias por prescripción médica, no cumplo de lunes a viernes, recupero los fines de semana, voy jugando en el alambre, así que me adapto. Concilio.

Con la pandemia no nos dejan usar el Dojo, el sensei nos saca al aire libre. Gomas elásticas, los cinturones, sapiencia, formación y su creatividad nos permiten tener una clase de Judo.

No al uso, pero cualquier judoka al pasar y vernos nos reconocería por los movimientos, por el calentamiento, por como animamos al compañero a hacer dos entradas más, cree que no puede, quiere aflojar y lo apretas para que se esfuerce un poquito más y obedece, encima te lo agradece cuándo para. Identificaran la disciplina de los que pierden el pique y hacen lagartijas, refunfuñando, pero las hacen, hacemos; de la pareja que trabaja con ahincó, desparpajo y derroche de energía que alarga la serie simplemente porque se sienten con fuerzas mientras el resto aprovecha para recuperar un poco o esa pareja de abuelos que deberían estar en un sofá que por el contrario se faja con una intensidad que les acerca a los jóvenes, en plenitud, antes que a sus pares que derrotados trasiegan cerveza o vegetan frente a la tv hipnotizados por el futbol.

Los cuádriceps muerden con ferocidad, los gemelos piden tregua, quedan tres piques y toda la clase, el hombro izquierdo gime dolorido y no se decide a soltar esa dentellada asesina que temes hace meses, buscando ignorarla sin éxito permanente dado que en el trabajo no tenes escapatoria y al usar determinadas herramientas, es inevitable que te clave los colmillos con saña; me abstraigo de todo, salvo de hacer lo que el sensei pide, regulando, la mascarilla es una tortura añadida, sintiendo que es una locura efectiva para oponer a la demencia derivada de la vida que llevo o mejor escrito: sus circunstancias; me falta el tatami, el Judogui, hacer lo que más me gusta: randori; randoris encadenados, liberadores al conseguir que desconecte de todo, otorgándome de paso una sensación de plenitud, de paz que no alcanzo en otras actividades; a pesar de que nos falten los randoris, me sumerjo en esta locura que me ayuda a conservar la cordura pues ahí está el sensei, atento a la velocidad de mis piques, me pide que baje un poco; no se le escapa nada y detecto que había acelerado al máximo (Si es persecución y hay que llegar al compañero o evitar que te alcance en una distancia corta, o lo das todo o mejor quédate en el sofá por más que a nadie se le ocurra pedirte que vueles ni siquiera que te plantees conseguir evitar que te alcancen); a la intensidad de las entradas, si tenes que aflojar, hacelo, me dice; más largos los tirones, exige; así Rafa, así, muy bien suelta cuando le obedezco; y los compañeros, el grupo que contienen, colaborando para que se pueda entrenar en un clima especial, del tipo que se genera en un Dojo pues en eso hemos convertido ese pedazo de hormigón, rodeado de campo. Un sensei más alumnos igual a Dojo, no falla.

Ya en la ducha, sintiéndome en paz, extrañamente pleno pues evite al sofá y la hipnosis, al sedentarismos asesino; los gemelos dejan de dar guerra, los cuádriceps se quejan, el hombro no da señales de vida pero si me confió, me lo hará lamentar, así que me impongo no moverlo, pienso en que fue un excelente remate para un viernes y que puede que cuándo nos dejen abrir el Dojo, este razonablemente en forma e incluso haya perdido algún gramo, si llega a ser un kilito sería fantástico y que mañana, hoy, podría reflejarlo en una entrada; las circunstancias son las mismas, no cambian por hacer Judo pero el fin de semana no tiene horarios ni frenesí, es una tregua hasta el lunes que me propongo disfrutar a fondo, lastima que no haya Judo para amenizarlo, sería perfecto.