Mostrando entradas con la etiqueta Reflexiones. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Reflexiones. Mostrar todas las entradas

sábado, 27 de octubre de 2018

Pechar con tutti.


La clase de Judo es el broche que le pongo a los martes y jueves; es la terapia que me mantiene cuerdo y funcional, insertado en la sociedad; es la tabla de salvación que abrace hace décadas; es la armadura, la coraza con la que afronto cada jornada de trabajo demencial; es la única certeza en un océano de incertidumbres. Por eso la expectación es máxima; si es lunes, miércoles o viernes no hay colofón, no voy a Judo, tengo que jugar duro si el día viene torcido, pechar con tutti, consolarme con el martes o el jueves que si tienen premio.
Si me desarmo, rompo a llorar pasado de vueltas por la presión infame de la carga de trabajo y los horarios imposibles y me veo obligado a parar porque no veo a medio metro y manejar así es suicida; desproporcionadamente arriesgado incluso para mí que ya de por si arriesgo; me asomo al abismo y me digo que en unas horas o mañana hay Judo, solo tengo que aguantar hasta que el Judogui me acaricie, lloro unos minutos porque eso me saca tensión, me libera de la ira, me descomprime momentáneamente permitiéndome seguir, al bajarme las vueltas y llegar al Dojo más o menos entero sin importar cuántas horas faltan para eso. Costo aprender la estrategia, pero una vez comprendidos los mecanismos, me aprovecho. (Conocerse es dominarse, dominarse es triunfar)
¿Me imaginan llorando sobre el volante de la camioneta? Háganlo. Al límite emocional, arriesgando romperme en millones de pedazos; sobrepasado, desbordado, desarbolado, mera sombra de humano convertido en esclavo sin derechos, sin nadie que vele por su salud ni siquiera me planteó aflojar... abandonar no existe en el universo de un judoka, plantar cara sí, solo necesito unos minutos, recurrir al luchador convocándole junto al judoka y juego con la máxima dureza de la que soy capaz de esgrimir, en mi mente deja de ser trabajo, no es una camioneta, no es mediodía, no hay tatami ni es un Dojo, no hay límites, es Shiai y no es un combate que pueda perder pues me juego la cordura, no cumplir el trabajo que también, la cordura, la salud mental y emocional. Así supero esos momentos nefastos y crezco desde la indefensión que podría ser muy triste en el caso de que no estuviese estudiando Judo desde hace tanto tiempo. Habría perdido todo hace tiempo, derrotado del todo.
Igual ahora entienden las ganas con las que voy al Dojo y la intensidad con la que me entrego. Necesito entrenar, necesito olvidar las circunstancias, necesito vaciar la mente de basura para que se resetee y pueda tener calma hasta la próxima clase.
El problema viene cuando los compañeros no están con ganas de esforzarse y la clase no va todo lo bien que debería a pesar del esfuerzo abnegado del Sensei. En el Judo los compañeros son esenciales y determinan la calidad del Judo que se hace.      Cuando eso pasa mi universo colapsa mal. Muy mal pues no hay terapia, no hay regeneración y debo seguir funcionando sin haber conseguido equilibrio.
La clase empieza cuando me ducho antes de ponerme el Judogui. Enjabonándome ya estoy haciendo Judo, es un preliminar, es como dejar las chancletas bien puestas mirando hacia afuera y si por una de esas la clase es un desastre, me propongo aguantar hasta la siguiente, es raro que se den dos seguidas.
Haciendo Judo, estudiándolo, no soy un esclavo, ni un inmigrante, ni soy pobre, ni vivo al borde del colapso financiero, ni soy bipolar, no hay horario ni importa el tiempo…solo yo, soy yo y mi Judogui que se va empapando de sudor; son mis pies que acarician el tatami, son mis muñecas que adivinan que hará mi compañero permitiéndome adelantarme; son mis músculos protestando; es esa entrada casi perfecta que te deja extasiado, la has perseguido lustros y casi, casi sale; es escapar o verme obligado a rendirme tras un esfuerzo considerable; es la sonrisa del Sensei que disfruta viéndonos entregados; es esa caída tras un vuelo corto, explosivo y aparentemente cargado de violencia; es la confianza de mis compañeros que creen que soy mejor de lo que nunca seré técnicamente; es atacar como medida defensiva ante un control perfecto del compañero que terminara en una proyección que me hará volar como le dé un segundo y si ya estoy perdido me la juego con una ataque que le hace preguntarse mientras se levanta de donde salió el dinosaurio. Son mis pulmones que no encuentran suficiente oxígeno, mi corazón desbocado que maldice al maldito demente que lo lleva a esos extremos y tras la ducha recordar que hace unas horas lloraba a punto de caer vencido; sintiéndome capaz de salir al amanecer a cumplir con el trabajo y hacerlo rozando la máxima efectividad pues ese es el objetivo que me propongo en cada jornada como antídoto, como medida de rebeldía: me tratan como un esclavo, pero no lo soy y no me permito parecerlo.
A todas horas y en cualquier circunstancia soy Judoka y persigo con tozudez el objetivo ultimo de aprender Judo, más importante que la lucha a tumba abierta con la bipolaridad es la de conseguir ser mejor persona sin caer en la tentación de ser un desgraciado malnacido escudado en las circunstancias negativas y las malas experiencias. Tal vez, solo tal vez podría permitírmelo si el Judo no estuviese presente en mi vida, pero contando con él, solo queda esforzarse y superarse, elevarse por encima de las miserias, los obstáculos y las dudas, no ya porque es lo que se espera de mí, ya no se trata de lo que los Senseis puedan esperar se trata de que es lo que yo espero conseguir, hubo un tiempo en que no fallarles me mantenía en él camino, actualmente se trata de mí y de sobrevivir, de conseguir seguir alentando sin hacer concesiones, poder mirarme al espejo y sentir respeto por ese veterano que me devuelve la mirada y que el niño o el joven que fui, pero sobre todo el niño se sienta orgulloso, la cosa no empezó bien, pintaba mal y fue capaz de buscar la salida regalándome las herramientas para seguir luchando, manoteándome con la vida sin haberme convertido en un desgraciado.

domingo, 8 de octubre de 2017

El muy guacho me embauco.

Hola, soy el lado oscuro de Rafa, lo que él llama: La Bestia o Bestia. Básicamente soy IRA descontrolada, primordial y salvaje. Hoy me toca a mí escribir, Rafa me dio permiso, un tanto reacio, no le gusta nada todo lo que tenga que ver conmigo, no por vergüenza o por esconderme, no reniega de quien es y el peso que tengo en su personalidad, simplemente esconde sistemáticamente sus victorias, sus logros, pero este tiene una lectura que puede dejar una lección para terceros, una enseñanza y tras hacérselo ver, me ha permitido desnudarle. Exponerle. 

Hace años, concretamente hasta el 1983, desde el 1970 año en el que nació, hasta el 83, era mío, me pertenecía por entero. Calentón, inflamable y con un punto suicida, yo le dominaba, le tenía bajo control; y nada hacía prever que eso cambiaría. Nada. Todo apuntaba a que impondría mi ley y él sucumbiría a mi poder.                                                                                                                            

En noviembre del 83 destrozó a un desgraciado de 15 años que aterrorizaba a la escuela 175, esa mañana, tras recibir permiso de su madre, expreso, para reventar a quien le estaba pegando sistemáticamente durante seis largos meses, se enfrentó al repetidor conmigo llevando la batuta y le dejó tendido en el patio, desmayado, con la boca destrozada y varios dientes menos. Debo puntualizar que pudo hacerlo en cualquier momento, le sobraba fuerza, ganas, potencia, capacidad…IRA descarnada pero no lo hizo hasta que la madre desesperada ante la indefensión a la que lo tenía sometido el sistema educativo le dio permiso; hay poesía en eso, dice mucho sobre Rafa, lo resume todo. No supe verlo, hoy parece fácil, pero se me escapó.
La pelea terminó rápido, fue brutalmente expeditivo, canalla, no mostró piedad, empatía, civismo, dejó suelto al salvaje y me dejó a mí, su IRA, al mando. Abría y cerraba los puños, quería matar, destrozarlo y ni siquiera pensó en el código de no pegar al caído, no, tras el velo rojo que le nublaba la razón, solo quería una manera de matarlo, pero no se le ocurría nada y parado junto el cuerpo inerte, indefenso, solo buceaba febrilmente en su cerebro buscando una manera de matar que habría puesto en práctica de inmediato, era pura IRA, yo le poseía. Uno de sus amigos, testigo de la pelea, le sacudía agarrándole de un brazo, llorando ante esa fiera desatada a la que no reconocía, en la que no encontraba al amigo; esa mirada fría, asesina, le enfoco desprovista de humanidad, todavía con el velo rojo nublándole la vista, sin dejar de cerrar los puños, rabioso de verdad; a pesar del miedo que sentía por lo que había pasado y por lo que tenía adelante, Rafa era su amigo y estaba dispuesto a jugársela por hacerle reaccionar por lo que siguió zarandeándole a pesar del terror que esa cosa que le había poseído le generaba. Tampoco supe ver que ya forjaba lealtades firmes, aceradas, capaces de soportar el desgaste que la vida le impone a las relaciones entre humanos; ciega regodeándome de mi éxito rotundo, no supe leer acertadamente a mi presa que se zafo de mi embrujo gracias al amigo que muerto de miedo le sacudía desesperado y se fue directo a la dirección a afrontar las consecuencias de sus actos. Tampoco supe interpretar esa señal.
¿Están situados? Arrancamos.

Niño, adolescente o en la frontera de ambas edades, el muy guacho llamó al padre y le pidió que le buscara un lugar para aprender Judo desde su condición de Sensei. Consciente de que era un asesino que no sabía matar y que solo por eso no había matado al hijo de la gran puta que durante meses le había pegado, robado la merienda e importunado de mil maneras como a todos los demás niños, amparado en que estaba en riesgo de exclusión lo que le daba el poder de hacer lo que le diera la gana.                                                          

¿Qué le llevó a hacer eso? Lo ignoro, diría que fue instinto, intuición, clarividencia y un salto mortal al vacío dado con lucidez y desesperación, se sabía con impulsos asesinos y era menester diluirlos hasta el punto de que jamás, nunca más, se viera en la tesitura de querer matar y no saber cómo hacerlo; en adelante no debería volver a pasarle porque sabría matar. ¿Locura? ¿Disparate? Ambas, ninguna o todas; se proponía apagar el incendio usando más fuego, alimentándolo; un niño solo parado frente a la gravedad del asunto tomando decisiones profundas, vitales pues tenía un problema grave y lo arreglaría.  Jajajajajajaja…no supe verlo, tenía 13 años, no era nada, no le veía capacidad o valentía suficientes para hacerme frente con garantías; acababa de quedar demostrado; ese niño era mío y punto. A sus 13 años se disponía a combatirme sin cortapisas; fue tan inteligente o al menos lo suficiente como para que no se le notara la determinación que camuflo hábilmente. Me equivoqué midiéndole, no supe leerle y así empecé a ser derrotada.

El muy guacho pretendía aprender a matar; se convertiría el mismo en un arma, en un guerrero. Aprendería a matar; hoy es perfectamente capaz de hacerlo, domina técnicas que, sacadas de contexto, son letales; y curiosamente jamás piensa en ellas con ese fin, siempre deja un margen a quién haya cruzado cualquier línea de no retorno, siempre hace prevalecer el dialogo, evita la violencia, siempre prima a la vida frente a la muerte; y nunca más se quedaría sobre una víctima abriendo y cerrando los puños sin saber cómo seguir si era incapaz de evitarlo. Trece años. Trece añitos y se asomó a sus abismos sin excusas, me tenía miedo, me tiene miedo, pero eso no le impidió medir fuerzas de igual a igual; no me respeta, me teme, pero me tiene cero respetos; en cambio yo le respeto mucho y temo al niño devenido en hombre por esa capacidad descarnada de verse, aceptarse y trabajar para arreglar lo que debe ser arreglado, diluido hasta dejar de ser un problema descontrolado pasando a ostentar el poder y manteniéndome a raya.                                                                                                                                                                                                                            
Hoy soporto el peso de miles de cadenas que Rafa me ha impuesto sin piedad, sin pedir ni dar cuartel; temerme no le lastra, soy su problema y él, tendrá las soluciones disponibles para conjurarme y ser quien me controle y no al revés. He esperado una oportunidad de destrozarle, no puede obviarme, ignorarme, encadenarme para siempre, un día flaqueara, pensaba decidida a picarlo como a un queso. No supe leer la magnitud de la personalidad que tenía el niño, la profundidad de la emboscada que me tendió con la paciencia de un cazador al que le escasean las flechas y le queda mucho invierno por delante con todo el clan dependiendo de sus capacidades, de su paciencia.


El miércoles, tras tres semanas trabajando duramente, a pico y pala, terminando la jornada laboral bajo un sol de justicia, el encargado apareció sobre las 1630 y empezó a gritarle sin mediar palabra. Cada grito era una cadena que se rompía poniéndome cerca de ser libre. Encajo la diatriba mal, por inadecuada, injusta, fuera de lugar, inesperada completamente, desproporcionada, por ser con público, y por producirse tras hacer un trabajo que muchos no habrían podido terminar; sentí como quedaba libre, rugí entusiasmada, agazapándome para saltarle a la yugular al desgraciado que confundía al hombre con un esclavo pero Rafa aguantó firme mi envión, quería matarlo, destrozarlo pero también quiere ser querido y respetado por esos Senseis que tanto evoca, ejemplo para los jóvenes que puedan verle de Judogui o sin él y no va a mancillar al Judo posibilitando titulares que no contendrían todos los hechos. Quiere ser miembro de la tribu Judoka con plenos deberes y que nadie sienta vergüenza por sus actos.

Un paso atrás, un giro poniendo toda la fuerza de voluntad de la que puede echar mano, una retirada deshonrosa, dolorosa, un ceder para vencer ejecutado con el alma y se pone a guardar las herramientas masticando su rabia, su orgullo, su desazón, una frustración desbordada.  Sigo libre de cadenas, pero desorientada no me atrevo a respirar, sale del trabajo en piloto automático; las lágrimas surcan las mejillas con arrugas; se siente miserable y me retuerzo desconforme porque bajo todo eso siento que se felicita con solemnidad. Entonces es cuando el cepo se cierra y leo la jugada magistral, la emboscada sin salida que el muy guacho empezó a construir aquel lejano día cuando tras destrozar a un abusador eligió al Judo como estrategia para mantenerme bajo control y salvarse de mí, de sí mismo.

No aprendió Judo, no estudia al Judo solo, lo hacemos los dos. Me hace saludar miles de veces, me ducha antes de entrenar, trata de que no falte, me hace observar las reglas obsesivamente y haciendo infinidad de cosas más; nos dotó de disciplina, de un marco de contención, de un refugio con valores, de una coraza; me adiestró para que estuviera a su servicio y se preparó para manejarme, encontró los anclajes que resultan tan sólidos que ni siquiera yo puedo romper; que el miércoles no quise intentar romper viéndole actuar con una frialdad que no le suponía, que ignoro cuando adquirió pero que no tenía antes; haciendo gala de una dignidad de príncipe; manteniendo una calma exquisita que tampoco le vi adquirir y tuve que rendirme a la evidencia: aquel guacho me había derrotado.


Me teme y hace bien. No soy algo de lo que te puedas enorgullecer y él no se permite el lujo. ¿Imaginan la constancia, la determinación, la frialdad, el corazón que hay que ponerle para hacerme frente siendo un niño? He estado pensando en cuando era niño, era una fiera de verdad y tras tomar consciencia de eso sentó las bases de la estrategia a seguir tras idearla; no dudo un segundo en el diagnóstico ni se permitió distracciones en el instante que supo que estaba en mis manos; he pensado en el joven que supo seguir la línea que el niño estableció, convivo con el hombre que evoca al niño seguido, le escucha atentamente pasando las diapositivas que atesora en la memoria; y creo que entiendo la felicitación solemne que se hacía a pesar de todo lo que le sacudía, que yo le midiera mal no le quita nada de valor a su gesta; los dos sabemos que seguiré intentando arruinarle la vida, es mi condición; pero ambos sabemos que difícilmente lo consiga pues no me ha dejado prácticamente margen.               

Es un guacho, sigue siéndolo pues no olvida. Y no se pone excusas. Nunca le mintió al espejo y sabe lidiar a sus demonios, yo soy el peor, tiene otros. Se sabe débil, vulnerable, sabe que está expuesto; lo supo el niño, no lo olvida el hombre que trabaja cada día para elevarse sobre sus miserias, para ser flor y no espina o no solo espinas. Tuvo que aprender a llorar; tuvo que aprender a convivir conmigo; esquivo las drogas con sabiduría; no puede darse el lujo de no ser plenamente consciente en cada segundo para vigilarme y controlarme.

Créanme, me solté y ese personaje caería muerto en segundos, pero Rafa había trabajado años preparándose para ese momento, consciente de que podía destrozarlo, de que eso era fácil, luchó por hacer lo difícil, dar media vuelta e irse. Era el regalo para el niño, el único adecuado, el único válido y ejecutó la acción que de verdad implicaba elevarse sobre sus miserias y honrar a sus Senseis, rehusó asesinar centrándose en la única luz que en esos momentos le anclaban a la cordura: la llamita de una vela. Tenue, débil ante tantas sombras densas: en horas estaría en la clase de Judo, era todo lo que importaba, seguir teniendo derecho a poder ponerse un Judogui sin mancillarlo. Una obsesión a la que le da más valor que cualquier medalla que intente embrujarle con reflejos metálicos; ser mejor persona es su desafío, su olimpiada; mantenerse estudiando Judo es su mundial; cada clase son los nacionales; en todos y cada uno buscará ganar por ippon pues además de ser lo que se debe hacer, es el camino difícil y recorriendolo de esa manera ha llegado hasta aquí; sabe que funciona, lo supo antes de desembarcar en el Judo y los años le han confirmado la intuición.                                                                                                                                                                   
Puede que honre a sus Senseis, a nuestros Senseis; pero al que honra con devoción es al niño al que no olvida ni la horrible sensación de desafección que sintió aquella mañana tan lejana en la que descubrió la magnitud del problema en el que estaba sumido. Esas lágrimas cuando se iba a casa para ducharse y agarrar la mochila con el Judogui, no eran suyas, eran mías, acababa de ser derrotada incontestablemente; acababa de descubrir que no supe leer al niño, al joven irreverente ni al hombre; no puedo dejar de lado mi naturaleza y seguiré buscando arruinarle fiel a lo que soy, por su parte Rafa que se ha asegurado de no estar solo, tiene al Judo que entre otras cosas enseña que: Conocerse es dominarse, dominarse es triunfar. 
Seguirá llevándome a aprender Judo, en una estrategia maquiavélica que lo pinta de un solo brochazo; permaneciendo fiel a quien es, a quien trabaja para ser y al niño valiente que supo ser. 






jueves, 5 de octubre de 2017

Gyaku-Sumi-Gaeshi.

Estoy trabajando fuera de Valencia, he buscado un Dojo donde seguir entrenando, estudiado, aprendiendo Judo.
En un póster de tecnicas de Judo que tiene pinta de llevar años en la pared habia varias secuencias de distintas técnicas que vi el primer dia pero que no mire de verdad hasta pasado un mes.
Llegue temprano como tengo por costumbre y subí al tatami que estaba desierto, salude a Jigoro, las viejas  costumbres pueden estar mal vistas en la actualidad y probablemente ya soy un dinosaurio pero no importa, no me importa, honrare a mis Senseis y eso sí que importa, me importa; salude y observe los pósters. Los recorrí; llegue al final, había  empezado por el fondo y el que estaba junto a la puerta tenía el regalo esperando a que yo y/o cualquiera que fuese capaz de mirar, de ver, lo hiciera:
Gyaku-Sumi-Gaeshi.

Sonreí. Si, ameritaba hacerlo, llegar a ese punto, estar en ese Dojo era una conjunción de circunstancias, de azares, de imprevistos y una interminable busqueda de conocimientos y ahí tenía otra perla, otro tesoro que solo podía llegarme si recorría el camino que me llevo a pararme frente a ese póster.

Una variante para la tecnica mas efectiva que tengo hoy por hoy; tan simple, tan impensable como inesperada y que me llega por el método que tantas veces intentara hacerme adquirir el Viejo Firpo y que a mi me cuesta tanto usar: interpretar viejas fotografías. En este caso la vi claramente, sin problemas.

Recorrer el camino no siempre es fácil. Superarse, lidiar con nuestras flaquezas requiere un esfuerzo constante, permanente; no faltar ni abandonar a pesar de todo lo que conspira para que pase; aceptar que costara y llevara años, décadas de dedicación, trabajo, esfuerzo; miles de horas transpirando, robadas a la familia y los amigos; a las fiestas o al tentador sofa; conservando las costumbres que se van desdeñando, la etiqueta que siempre nos distinguió y nos distingue. Que nos distinguira en el incierto futuro que afrontarán las nuevas generaciones de judokas.
Nada fácil...pero...parado en ese tatami; con Jigoro observandome la espalda me sentí privilegiado de seguir buscando aprender Judo.
A saber donde esta la proxima perla o cuánto demorara en materializarse o si eso llega a pasar...a saber. Claro que si quiero optar a recibirla solo tengo que seguir traspirando judoguis con la misma entrega; es el camino tal y como me mostraron los Senseis que a pesar de mis limitaciones, aquellas y estás, me proporcionaron las bases para poder recorrerlo y me siguen guiando en la actualidad.

Al final siempre se ha tratado de escucharles, a los Senseis y aprender de ellos; y con el tiempo comprender que nos querian decir hace 20 o 30 años; para optar a conseguirlo hay que mantenerse en el camino; la única manera de aprender a ver y entender una técnica que espera emboscada muchos años en un póster hasta que incautó te paras adelante preparado para comprender tras ser capaz de ver. Y tal vez, tal vez, parecerte un poquito a ellos por como te atas el cinturón.

domingo, 30 de julio de 2017

Desengaño, otro a sumar. Y Revancha, Rafa siempre gana.

Finalmente salió a la luz la verdad sin máscaras. Emergió poco a poco o yo no quise verla de entrada, podrían ser ambas, a la hora de prometer o hacerte creer que se te pagará con arreglo a tu trabajo, siempre están dispuestos a embaucarte, pero rara vez se traduce en ingresos. Rara vez y siempre están llorando y quejándose de que no hay trabajadores que den la talla, pero la verdad descarnada es que no pagan como para tenerlos y si de casualidad los tienen, llegar a mantenerlos.                                                                                                        
A estas alturas debería saberlo, imaginármelo y no caer nuevamente en la emboscada… no aprendo y no quiero hacerlo, no quiero cambiar mi manera de ser y de trabajar; la forma cómo encaro el día a día en el trabajo, en cómo me relaciono con mis compañeros y con los desgraciados que suelo tener de jefes. Se imaginan como empresarios y son meros aficionados que todavía no han caído en la cuenta de que, sin empleados, sin trabajadores que te defiendan la empresa, la marca, no hay negocio posible.                                
Muchos estudios o pocos, masters; experiencia variada y el mismo resultado: ceguera total.

Ya sea una constructora con presencia internacional, una distribuidora de bebidas local, un bar de barrio, un restaurante de lujo, una empresa dedicada a la fontanería o una empresa dedicada a la mensajería, da igual, siguen las mismas líneas de explotación y ninguneo sistemáticos. Fingen escuchar, fingen ser muy humanos y legales, pero solo miran por su bolsillo, desdeñando la posibilidad de facturar bastante más y ahorrar en costes operativos, aumentando las ganancias reales; pero claro: ¿Qué sabrán los empleados?     

Estos pseudo empresarios no cumplen la legislación vigente que establece mínimos a los que no llegan y se preguntan, asombrados, que pasa que no funcionan las cosas. Si resultas incapaz de escuchar a quienes trabajan cada día para sacarte la empresa adelante, si perdes la perspectiva o no tenes la menor idea de donde te metiste, el resultado es catastrófico: subfacturación, costes por encima de la media, aumento de pérdidas, carencia de personal cualificado y cabreo monumental del que permanece trabajando con la consiguiente pérdida de producción, bajada de la calidad y poca satisfacción que se traduce en baja o nula implicación.  

Evidentemente esquilman al trabajador para sacar ganancias, si cumpliesen los mínimos legales, tendrían que cerrar, no llegarían a poder cubrir los gastos y ni hablemos de sacar beneficios.
En la última aventura, mi puesto ha sido cubierto en una ruta por tres mensajeros en un caso y por dos o uno y medio en la última ruta que hacía. En la primera, la empresa que me pagaba o la que la contrataba se ahorraba entre 3500 y 7000 euros por mes, así durante 18 meses. Yo cobraba por debajo del convenio, no me pagaban horas extras, viático, nada, apenas 895 euros por mes con jornadas de entre 12 y 15 horas de lunes a viernes y trabajando un sábado cada tres. En la otra estuve poco tiempo, un par de meses; me subieron a 930 euros por mes, siempre con las pagas extras incluidas y no hice los números como con la que estoy desglosando. ¡Una subida descomunal! Pero muy por debajo no ya de mis expectativas, de la realidad que dice que no hay mensajeros buenos, Mensajeros Diablos para contratar no hay; y estos, los Diablos, no valen como los que se pueden contratar, valen bastante más.
Siempre llorando que no podían pagar más. Alguien ganaba, alguien era muy listo y alguien, además de yo, muy tonto. Pero donde quiero incidir es en que mi puesto fue cubierto por tres trabajadores y uno y medio; el récord lo tengo en cuatro que fue en la constructora, mi amigo Oscar que era gruista me llamaba y se cagaba de la risa: “¡Uruguayo, eres una puta maquina! Cuatro tíos y no lo hacen ni cerca como tú.” Esa medalla es mía, no da para comer, pero sustenta el espíritu que si ayuda a aguantar tanto basureo. A la constructora poco le importó cuadriplicar gastos y bajar sensiblemente la calidad en harás de vaya unos a saber qué política, cualquier cosa antes de pagar a un trabajador con arreglo a su trabajo e implicación.                                                               

A la empresa de mensajería le da lo mismo que hagas el trabajo de tres, de uno y medio o de menos de medio, paga a todos por igual. Es bastante surrealista, lo sé, pero pueden creerme que vale para ellos lo mismo un trabajador que saca tres rutas y las tiene mansas como un mar sin viento o uno que no llega a hacer ni el 25% de una ruta.

Siempre igualan hacia abajo y no cesan de llorar que no hay personal válido. Les falta un master en gestión de recursos humanos y avivarse de que ese es el desafío hoy por hoy en cualquier emprendimiento: el recurso humano. Sin personal que defienda los intereses de la empresa no llegarás lejos y desde luego no alcanzaras el éxito. No tendrás clientes ante los que bajarte los pantalones, ni hablar de clientes de verdad, de esos que pagan por tus servicios y asumen que los extras, se pagan aparte.
Me quedé en la calle en cuanto me puse a reclamar lo que se me había prometido, apenas empecé; no me lo invento, hubo una reunión muy linda y todo, pero como siempre fue humo, puro teatro; subir de 895 a 930 es más que una subida un insulto, hice algunas llamadas y empecé a hacer entrevistas, a hablar con unos y otros hasta que recibí una llamada que me resolvió el problema de no tener trabajo. Pase de ganar 3,80 la hora con pagas incluidas a 9,70 con una salvedad: ¡trabajo solo 15 días al mes! Sin correr, parando a comer, a desayunar, ambos yantares pagados por la empresa que además me suministra agua a espuertas y ropa de trabajo desde el primer día con lo que se puede decir que cobro más de 9,70 la hora.                                     

Puede que me den una patada en el culo, puede claro que sí, pero yo no aflojo, trabajo como siempre: dando lo mejor de mí. Nunca sabes quién te está mirando, nunca sabes quién te puede dar o dará una oportunidad de mejora; de momento tengo tres ofertas de trabajo, una conseguida por una querida amiga y dos generadas trabajando; me han visto trabajar y me quieren contratar.
Hasta el 31 de agosto di mi palabra de que contaban conmigo en el trabajo donde estoy actualmente, hasta el 1 de septiembre no tomaré una decisión; hay un amigo de por medio, me recomendó y si hay algo que aprendí hace mucho, es a no dejar a nadie con el culo al aire cuando me recomiendan; ya sea para ser portero en una discoteca, trabajar de camarero, fontanero, peón de obra o mensajero, entre otras actividades; sigo en mi línea, esa es mi revancha; mantener los valores y códigos que son mi bandera sin importar la clase de desgraciados para los que he trabajado.                                                                                                                                                                                                                                  

jueves, 20 de julio de 2017

La Familia Grande.

Tener gente que te quiera, te respete y se juegue por ti una y mil veces es lo que hace la diferencia en tiempos difíciles. No voy a poner nombres, cada uno sabe si es o no es parte de mi familia, la grande, la que no es de sangre, pero vincula tanto como aquella. O más, les he cosechado por el camino; no vienen de fábrica.          
Porque en los tiempos buenos (a saber, cuáles son o han sido) es todo fácil…alguien me ha recordado que en sus tiempos malos yo estuve firme a su lado; que mis tiempos malos son los buenos de otras gentes y así va la cosa.
Amistad. Hay quien dice que sobran dedos de una mano para contabilizar a los amigos, los polenta, los de acero templado, los que no se borran ni desaparecen cuando te das la costalada madre y quedas titiritando de pánico, dolor, incertidumbre; las dudas te quieren congelar en él suelo y solo te levantas porque has hecho de eso una filosofía de vida, una actitud ante la adversidad. No es mi caso, necesito muchas manos para hacer el inventario y considero que esa es mi riqueza, siempre lo ha sido: son mí tesoro.
Clavar las manos en el suelo, después una rodilla; respiran hondo y levantarse mirando lo que sea de frente; exactamente igual que cuando eras un guacho y no había Dioses capaces de tumbarte. Pero claro, siempre es más fácil si hay gente amiga apoyándote, haciendo de palenque o directamente apuntalándote; en aquella época no había mucha, recién empezaba a vivir y no había tenido tiempo de sembrar; y comprendí que solo no sos nada, nadie; todos necesitamos ayuda y apoyo a lo largo de la vida, de una manera u otra; ayudar a quienes te rodean, generar vínculos que prosperaran más o menos te enriquece y de paso a la sociedad, es fácil lamentarse de lo mal que funciona todo y ser incapaces de saludar a quien se mete en el ascensor contigo o no ayudar a la señora cargada con un niño de pecho o ignorar al compañero de trabajo nuevo y no darle una mano o mil para que se adapte.
Llegue a esa conclusión de rebote, pero la hice parte de mis códigos racionalmente, cuidar a tu entorno es cuidarte; proteger a la gente es protegerte y nuevamente la Vieja Furcia me demuestra que no me equivoque, en esto no. Es una maravilla vivirlo, disfrutarlo; constatar que a pesar de todos mis defectos hay gente que se juega por mí, unos sin decir nada, como si hubiera en juego cosas que no se dicen, no se nombran, pero están presentes y otros recordando cosas que hice o dije antaño, cosas que olvide, pero no cayeron en el olvido pues hay quien no olvido, no quiere hacerlo o no se lo permite, atesoran el recuerdo.                                                                                                                                      
Hay privilegios que no se heredan, no se compran ni venden; se ganan siendo o intentando ser coherente; derechos adquiridos, bulas; por tener y mantener una actitud a lo largo de los años, de las décadas…esto me convierte en un privilegiado.

¡Gracias a toda mi gente! Los de acá y los allende el océano más los que la Vieja Furcia y el viento desparramaron por el planeta. Son legión, una verdadera maravilla.

domingo, 28 de mayo de 2017

Estudiando el Nague No Kata.

Está costando. Mucho. Son innumerables los detalles que tenemos que pulir, prácticamente tienden al infinito. Sé cómo se debe hacer, lo prepare para examinarme dos veces; lo enseñe en varias ocasiones a otros para que fueran a examen y obtuvieron excelentes notas…pero le falta trabajo, horas y horas para llegar a un nivel aceptable para pararnos frente a un tribunal.                       
Con mi compañero vamos a los cursos que se imparten para perfeccionar dicho Kata; contar con varios Senseis especialistas en Katas ayuda a ir corrigiendo dichos detalles; así fue como ayer fuimos a un curso impartido por los hermanos Camacho que vienen compitiendo en campeonatos de Nague No Kata desde hace más de dos décadas.
Es evidente que llevan miles de horas trabajándolo, estudiándolo e incluso han ido varias veces al Kodokan; lo hacen fácil y lo explican, desmenuzándolo, de igual manera. Insistieron en que hacerlo bien, perfecto, es bastante difícil y que siempre se puede mejorar. Viéndoles parece complicado llegar a hacerlo de manera que salga parecido o se acerque al resultado que ellos obtienen.                                                     

Tres horas intensas que pasaron volando; suficiente para captar algunas claves y ciertos detalles que en caso de conseguir incorporarlos harán que el Nague No Kata que conseguimos hacer gane en calidad y se parezca más a un Kata; poco tiempo, se podría estar una semana, dos o más de un mes viéndoles y escuchándoles y todavía quedarían cosas para corregir.
Llegando al final, piden voluntarios para hacer frente a todos los presentes, un grupo del Nague No Kata. No se mueve nadie. Absolutamente todos se han quedado helados. Giró la cabeza y miro a mi compañero que niega con la cabeza casi desesperadamente; no le gusta nada eso de que le miren, pararse frente a gente se le hace cuesta arriba y niega firme. Nadie se mueve. No hay voluntarios. Espere unos segundos y avance ofreciéndome como Uke. Solito me pare frente a los presentes y mi compañero asumió que le había metido en un lío y salió también. Así me lo explico en el coche volviendo a Valencia; dijo que sabía que yo saldría, lo sabía perfectamente y que al hacerlo le obligue a él a salir. Le recordé nuestros problemas con la caída de Uki Otoshi y que me ofrecí como Uke, disipándolas en parte, eso le provocó risas; evidentemente yo había pensado en todo, en esos escasos segundos decidí muchas cosas, cubrí posiciones y salve el obstáculo más complicado. Todas las demás técnicas y caídas nos salen aceptables, por descontado son mejorables, pero Uki Otoshi no sale para nada. Soy mejor de Uke que de Tori y si tengo que hacer el Kata con alguien con quien no hemos practicado el mismo, mi mejor aporte será de Uke sin lugar a dudas, pero si salía él, había evitado el escarnio, el más que probable desastre: Beneficio y prosperidad mutuos. Piensa en los demás y no solo en ti mismo,  generoso. No busques lucirte ni quedar bien, busca disimular en la medida de lo posible las carencias, propias y ajenas, pero no te pongas por encima de nadie y si hay que sacrificar a alguien, que seas tú antes que un compañero. Piensa el peor escenario imaginable y prepárate para afrontarlo con unas garantías mínimas sin buscar beneficiarte a costa de otros. En esos segundos fui Judo. Y recién ahora caigo en que fue así.
Primer Grupo. Me equivoque en el saludo, no caí bien, mientras lo hacía era consciente de todo lo que necesitaba ser mejorado y de que pasara lo que pasara, no debía parar ni dudar, solo intentar que saliera lo mejor posible. Un aplauso cerrado puso el broche.                
Esperaba mil correcciones, solo nos dijeron que siguiéramos trabajando y nos dieron las gracias por salir delante de todos; recalcaron lo difícil que era; algo que mi compañero tenía muy claro y que en mi caso solo se trata de seguir el ejemplo que aquellos a quienes observaba cuando era un aspirante y tiempo después, cuando ya casi podía decirse que parecía que sería un Judoka; la Vieja Guardia siempre se ofrecía voluntaria, no se paraba a pensar que podían decir o qué dirían; salían y hacían lo que se pedía: Un Kata, una técnica, una combinación o participar en un randori o shiai.
Varios Senseis nos felicitaron, un par recalcaron la valentía requerida para pararse frente a todos los presentes y uno nos invitó a visitar su Dojo, su casa tenía las puertas abiertas para nosotros. Probablemente habría sido bien recibido en ese Dojo sin haber hecho el Primer Grupo del Nague No Kata; ahora la invitación es firme; esperan que les visite. Demasiado premio teniendo en cuenta el pobre nivel demostrado; lo destacable es como a un océano de distancia, rigen los mismos códigos y se valoran las mismas cosas.                                                                                                                         
No premiaron nuestra habilidad, tan escasa, reconocieron la humildad necesaria para aceptar lo que falta trabajar, aprender y/o mejorar y aun así exponerse; mostrar públicamente dichas carencias es un acto que requiere muchas cosas y todas son deseables en un Judoka.           
Sin alharacas y fuera de los focos nos dijeron los errores más graves; con mimo, con respeto; la clase de respeto que solo se consigue haciendo Judo, siendo honesto; mostrándote tal y como eres; la clase de respeto que se guarda para cuando tratas con iguales. No soy Sensei, pero intento ser un Judoka; mi compañero también y si caminas como Judoka, respiras como Judoka, transpiras como Judoka, trabajas como un Judoka…pueden confundirte con uno y serás tratado con el respeto y la consideración que implica; más vale que de alguna manera tengas los mínimos necesarios para estar a la altura pues no es fácil engañar mucho tiempo a los Senseis y si, como en mi caso, todavía falta trabajo y quedan ingentes cantidades de cosas que aprender y/o mejorar, con transpirar el Judogui honestamente estarás en el camino de conseguir mantener ese respeto y hacerlo crecer.                              



domingo, 2 de abril de 2017

Coraje… Lujos y Necesidad.


Por necesidad aguante casi dos años trabajando para Tour Line Express. Necesitaba trabajar tras más de tres años parado; necesitaba volver al mercado tras una situación delicada de salud; necesitaba descubrir si seguía pudiendo encarar el sacar una tarea adelante cada día. Necesitaba ingresos, los sigo necesitando; un trabajador sin trabajo no es nada, no es nadie.                                                                                                    

Me hice mensajero, a puro huevo; constate que podía afrontar la locura diaria de correr contra el segundero y soporte el ninguneo sistemático que Tour Line Express le regala a todos los que tenemos la mala suerte de trabajar con ellos, simulando una aceptación que no era real, fingiendo que soy pusilánime, manejable y que se me puede extorsionar con la sempiterna amenaza de irte a la calle.

Recurrí al Judo para contrarrestar lo negativo de la jornada laboral; enfocándome en lo importante: trabajar, generar ingresos y estar activo. Estacione lo demás en un segundo plano, la necesidad es mala cosa y cuando estás en situación precaria, lo mejor bajo mi punto de vista es no darle vueltas, no desperdiciar energías que no te sobran.                 

Durante siete meses no pude ir a Judo, terminaba sobre las 2130 y llegaba a mi casa a las 2200, habiendo salido a las 0550; fueron los peores meses, dormía poco, descansaba mal y me entraba mucho sueño cuando volvía por la autovía y anochecía; no podía darme el lujo de pensar en los riesgos que asumía ni en el ninguneo sistemático del que entonces era el jefe y de Tour Line Express.

La necesidad tiene eso, te condiciona llevándote a situaciones con demasiada carga negativa y riesgos para la salud que en mi caso ya era precaria; muchas veces sentí ganas de mandarles a freír espárragos, pero no lo hice, necesitaba seguir trabajando y no salía nada mejor. Aguante siendo perfectamente consciente de lo que me jugaba, la necesidad es muy mala.
La cosa mejoro cuando pude volver a Judo y a medida que fui haciéndome con la maldita ruta que tenía asignada pude ganar una hora para comer y descansar al mediodía. Mejoro, sí, pero se mantuvo lejos de parecerse a algo normal; siguieron tratándome peor que a un perro y yo seguí fingiendo que no me afectaba, poniéndole freno a mi carácter, dominándome para no mandarles a la mierda. 
Sigo necesitando trabajar y me he dado el lujo de dejar de hacerlo pues para esa empresa no pienso volver a trabajar bajo ninguna modalidad, no me merecen ni yo merezco ser ninguneado y tratado como un esclavo. Tengo necesidad, necesidades, pero se ha acumulado el cansancio ante tanta injusticia y falta de respeto.

Hace falta coraje para plantarse y dejar de hocicar; llega un punto de no retorno, es el momento exacto en que dejas de engañarte y aceptas que para esa gente no sos más que un esclavo problemático pues te cuesta agachar la cabeza. ¿Derechos? ¿Eso qué es? Los hemos perdido o nos los han robado, puede que sean ambas.
Por lealtad a quienes tras la huida sin afrontar las deudas del que era nuestro jefe, se han hecho cargo de nosotros, aguante hasta este viernes, momento en el que podía dejarlo sin afectarles negativamente. La Jefa actual siempre me trató con respeto, poco podía hacer para mejorar las condiciones que Tour Line Express nos imponía y jamás, jamás de los jamases me hizo sentir desprotegido; no podía hacer nada, pero no me presiono en absoluto, me dejo a mi libre albedrio, eso le honra.                          

Me he dado el lujo de rechazar dos ofertas de trabajo en la misma tarde, eran trabajando para Tour Line Express; una comiendo en mi casa y llegando a Judo; lo que cualquiera desea: comer en casa cada día y no acepte. Lujo y necesidad no conviven, son antagónicos, excluyentes, ciertamente que sí, a menos que te llames Rafa y te hayan llevado al límite, tanto como para que te hagan dudar de si es digno trabajar o llamar trabajo a algo que te expone sistemáticamente a ser destratado, ninguneado; donde no se te respeta ni siquiera como persona, no ya como trabajador que es una condición posterior.                                                                                                      

¿El Ministerio? Al igual que los sindicatos y el gobierno, duermen la siesta o miran para otro lado, hay tantas cosas más importantes que atender qué hacer cumplir las leyes a la que deberían estar sometidos los trabajadores que no pueden permitirse hacer que se cumplan. Últimamente hay demasiadas cosas más importantes que hacer cumplir las leyes que tanto costó conseguir, es tendencia.   

No se puede vivir con miedo, arrodillado; entiendo que quienes pasen necesidad deban hacerlo y yo mismo lo hice, pero no más tiempo del estrictamente necesario y si tengo que elegir entre no saber si comeré dentro de un mes o si podré pagarme el alquiler o seguir aguantando esas nefastas condiciones de trabajo, doy un paso al costado.
Vivir requiere coraje, igual que ser coherente, consecuente. He debido aceptar el bajo pecio de la necesidad y vivir tragándome las ganas de mandarles a freír espárragos…el tiempo justo que me llevó llegar a sentir que no podía estar más tiempo haciéndolo sin perder la dignidad; corriendo el riesgo de pasar a ser un esclavo completo, resignarme y no reconocerme en el espejo cada madrugada.

Hay lujos que no podés darte por mucha necesidad que tengas, por muchas incertidumbres que se generen que se sumaran a las ya existentes…corría el riesgo de aceptar ser tratado como a un esclavo y verlo normal; de creerme un esclavo, ese sí que es un lujo que no puedo permitirme y no hubo necesidad que pusiera dique ni freno posible a mis ganas de ser libre, de ser, por lo menos sentirme hombre y no esclavo.

domingo, 12 de marzo de 2017

Vínculos y daños colaterales.

La niña que llegó con 9 años al gimnasio y se ha plantado en los 13, está enojada con el universo, no le hace caso a nadie y nadie es casi nadie; aparece discutiendo con la madre que viene frenética, completamente sacada y pretende, la adolescente, lo intenta, hacerse la loca conmigo.          
Esgrime argumentos para justificar que deja el Judo, la verdad que subyace es que ha pasado a entrenar con la clase de los adultos cada viernes, preparando el salto que en nada deberá afrontar y en la misma, no hay niñas ni niños, de adolescente para arriba y es mucho más duro. En los campeonatos se topa con adolescentes que le superan en algún apartado, ya no gana fácilmente y eso se le hace cuesta arriba como a todos. La escucho con atención, no voy a darle una sola oportunidad, cuando retruque le desarbolare cada uno de sus argumentos y conseguiré que siga haciendo Judo o que se anote en cualquier deporte, tres veces por semana, dos horas.

Con 9 años me busco para hacer Randori, llegaba temprano al borde del tatami, con el Judogui puesto, preparado y les observaba, aprendía la fortaleza y las debilidades de quienes en el futuro estarían con nosotros en la clase; ganaba tiempo, preparaba estrategias y me iba ganando su confianza y su respeto. Es mi manera de tejer un vínculo poderoso, vinculo en Judo, mucho antes de lo previsto que me proporciona ventaja estratégica, táctica, humana…despreciable actitud a la que no le pongo excusas, es una guerra sucia contra la deserción y el abandono; si se trata de ser creativo y de peleas, las que sean, yo no guardo para mañana, puedo ser derrotado hoy, lo mejor es tener bien atado todo por si eso pasa.      

Cuando un niño o niña quedaba sin pareja para hacer Randori, yo entraba y me ponía con quien había quedado solo. No les dejaba elegir, no habrían aceptado, pero tras probar, todos querían ponerse conmigo, si la entrada que me hacían era buena, yo caía y ellos volaban para todos lados, soportaban caídas dulces, controladas, de esas que no parecen una caída. Esa niña vino a buscarme sería, convencida, le sobraba coraje y no media más de un metro ni pesaba 40 kilos; su padre observaba junto al resto de progenitores que podían estar presentes a pesar de sus obligaciones.

Lleva algo así como 4 años haciendo Randori conmigo, hemos ido subiendo la intensidad; me ha estrangulado, luxado, inmovilizado y proyectado; a cambio ha entregado un coraje y pundonor encomiables; tiene capacidad física, espiritual, emocional, mental y madurez por encima de su edad y es inteligente para captar los trucos, los detalles lo que la hace disfrutar de la ventaja que proporciona ponerse con un Sho Dan tres veces por semana cuando se para frente a la gente de su edad.
Me hace caso, no me falta jamás el respeto, no me deja hablando solo y no me hace llamarla tres veces, sobra con una. Hay un nexo, el vínculo que he generado es profundo con ella y con sus padres que han visto que, a mí, me escucha y obedece, un milagro a tener en cuenta.
- ¿Qué pasa?
- Dejo de entrenar.
- Dejas de venir a Judo, te anotas en cualquier actividad física, tres veces por semana, dos horas. En casa dando guerra no podés estar, necesitas desahogarte, para controlar ese carácter y estas acostumbrada a hacer ejercicios intensos, si te quedas en casa, sufrirás. Para un desarrollo correcto tenes que hacer ejercicio.
- ¿No te importa?
Los ojos como platos, la sorpresa es máxima, esperaba otra respuesta, ya la he sacado de su estrategia, ya es mía, solo hay que jugar duro, aprovechar el vínculo.
- Claro que sí pero primero estas vos y lo que necesitas. Lo que yo quiera o me guste no tiene ningún peso. Nunca lo ha tenido y nunca lo tendrá, lo que importa es tu bienestar y si en Judo no lo conseguís, que sea en otra actividad.
Muda de asombro me observa, algo no le cuadra, algo chirría, jamás de los jamases espero que yo le dijera así de fácil que se lo dejara; se preparó para el combate dialéctico, no sospeso que sería Shiai y olvido a quien se enfrentaría, subestimar al adversario es letal.
- Deja Judo, pero te pones a hacer un deporte, tres veces por semana, dos horas por sesión y entrenando de verdad, buscando los límites. Lo necesitas para desarrollarte en óptimas condiciones y para controlar ese carácter tan jodido que tenes, necesitas desahogarte y los dos lo sabemos. Si te vas, tu lugar vacío me recordara que no fuimos capaces de darte lo que necesitabas. Si es para que te sientas mejor y seas feliz, sos libre de dejar de venir. Ahora ponete el Judogui y hace tu mejor clase; que tus compañeros no noten tus dudas ni que manejas irte y no sueltes lagrimitas, soy inmune. Si hay otra clase después de hoy, búscame para hacer Randori, si tengo que buscarte, será Shiai. Anda a cambiarte, se hace tarde.

En silencio la observamos entrar al vestuario, la madre lloraba mansamente, inevitablemente teníamos un vínculo tan fuerte como el mío con su niña y necesitaba calmarse.
- No se lo va a dejar, hoy no ni por estas razones, quédate tranquila. Voy a cambiarme y pararme junto al tatami, si me pide para hacer Randori sabremos que ha decidido quedarse.  
- Es muy cabezona.
- No más que yo a su edad.
Y es rigurosamente cierto.

Me pidió ese Randori un poco mosca, probablemente empezaba a entender la clase de emboscada que le había tendido, fue agarrarme y notar que algo había cambiado, me miro puro ojos, en los míos leyó que la cosa se ponía un poco más sería y debería esforzarse de verdad. Lo acepto sin más y soportó las caídas estoicamente, ese Randori no encontró la manera de atacarme, solo caía y ocupada en tratar de evitarlo, olvido razones, motivos, excusas y se dejó llenar de Judo.
No fue necesario tener otra charla, ella me buscaba en cada clase y hacíamos Randoris intensos; un lenguaje común que nos permitía expresarnos mejor que con palabras pues estoy cerca de dominarlo o eso espero y ella entendía mejor que los sermones.

Han pasado los años, algo así como 15, sigue haciendo Judo, ya no estoy yo en su clase; no la veo y no importa, lo que importa es que se mantuvo, mantiene, en Judo y capeo el temporal con valentía y coraje sin dejar de estudiar y tratando de ayudar a la madre.
Y ahora es ella la que se para frente a niñas y niños con la responsabilidad de no fallarles y encontrar para cada uno las respuestas que necesitan.

Los padres de la niña rebelde, me saludan con afecto y charlamos unos minutos, cuando nos encontramos; la última vez estaba la niña devenida en hermosa jovencita con varias amigas, le costó venir a abrazarme, como la conozco mucho, solo la mire y espere, vino sola.
- Nunca te di las gracias.
- Cada semana, martes y jueves, a las 17oo, lo haces de la única manera que es adecuada.
- ¿Lo sabías?
- Alguien se ocupó de hacérmelo saber, me dijo que sos una suerte de versión en femenino de mí, disfrutaba mucho al contármelo.
- ¿Eso es malo?
-  Que lo decidan esos niños dentro de 20 años.
- Falta mucho para eso.
- Menos de lo que imaginas. ¿Cómo van los estudios?
- Podrían ir mejor.
- ¿En casa?
- Podría ser mejor.
- ¿Necesitas que te haga reconsiderar tus prioridades?
- No, no gracias.
-  Hace lo que debes, pero ahora por vos misma. Por qué es lo que toca y nada más que por eso.
- Lo intentare.
- No, no me sirve, solo ponete y hacelo, conseguilo. Chau familia, llego tarde, un placer verles.
- No vas a saber si lo hago o no.
- Pero vos sabrás si me fallaste o no. Si te fallaste o no. Yo no te falle nunca.
- Eso no es justo.
-  No, es Judo.
- Eso es todavía menos justo Rafa.
- Nunca te dije que fuera a serlo o parecerlo; nunca te prometí que te trataría diferente por ser una niña y ahora una jovencita. Ya no estoy en tu tatami, ya no soy nadie si queres que no lo sea o soy el mismo de siempre, si queres que lo sea y si es así, es Judo para todo. Mejora los estudios y en casa y déjate de joder, te sobra capacidad. Me tengo que ir.
- Nadie ve al Judo así.
- Error, nadie que tú conozcas, alguien me tuvo que enseñar.
- En la prehistoria.
- Cierto y me he asegurado de que esos dinosaurios vivan en ti. Me dicen que sacas de los niños más de lo que suele ser habitual, que tenes una conexión especial con ellos y que los padres están encantados con tu manera de enseñarles a ser personas de bien.
- ¡Como pasaba contigo!
- ¿Ves que la prehistoria no lo es tanto? Chau linda, hace lo que tu corazón y tu mente acuerden.


Aquella noche pude perderla, pero eso no paso pues tenía al Judo de mi parte y lo use descaradamente, con alevosía y premeditadamente; de paso le proporcione a una adolescente un marco de referencia al que agarrarse, en el que sostenerse.                
Que sea buena enseñando a los enanos va de yapa; que propague aquello que en la prehistoria otros me enseñaron, es un bienvenido daño colateral.

sábado, 18 de febrero de 2017

Cuatrocientas Entradas.


Cuatrocientas entradas se me antojaban un número inalcanzable, lejano; algo que probablemente no pasaría, para que sucediera habría que escribir mucho, algo que no sabía si sería capaz de encarar y como casi todo en la vida, ha llegado mucho antes de lo que pensaba, han pasado más de cinco años desde que empecé, pasa el tiempo a una velocidad endiablada.

Este blog es un banco de pruebas, mi propio taller de escritura, donde cometí, cometo y cometeré todos los errores inimaginables, empezando por los ortográficos, flagrantes y sumándole todos los que pueda alguien ejecutar con o sin alevosía.                    

He sentido el impulso de escribir desde los 17 años y en honor a la verdad esa es la manera en la que me gustaría ganarme la vida. Todo son trabas, desde dominar el idioma correctamente hasta conseguir la financiación para publicar; escribir depende de mí y eso está asegurado; el resto se escapa a cualquier control y durante décadas me supuso un freno; un día decidí saltar al agua sin salvavidas ni barco cerca, flotar, nadar o morir.

No me supone un gasto, no es necesario invertir caudales; la conexión a internet la tenía y en el momento en el que empecé carecía de trabajo, me sobraba demasiado tiempo libre que necesitaba ocupar y la Vieja Furcia preparaba una emboscada de las que te matan…o te templan; algo que no se puede dejar en el teclado (Antes Tintero) o no se podrá entender cómo desembarque en este blog.                                                                                                                                            
La evolución es evidente hasta para mí que soy un mal Jurado cuando de juzgarme se trata; mi Vieja afirma desde que tengo 15 años que me juzgo con extrema dureza; yo sostengo desde entonces que así debe ser y así será; al mirarme al espejo sé muy bien lo que veo, quien soy de verdad, sin trapitos calientes; una versión guardada para los pesos pesados de mi Historia, aquellos que la conocieron por circunstancias aleatorias, digamos como daños colaterales y que a pesar de eso, decidieron que seguirían en mi Vida ejerciendo de contrapeso; eso los que se quedaron. Falta mucho por mejorar, no se me escapa en absoluto y tendré que trabajar al respecto.

El Judo ocupa casi todas las entradas pues percibí que era de lo que mejor conseguía escribir; el resto necesita pasar por muchos filtros, ser reescrito innumerables veces y esa es la razón de que fuera dejándolas fuera del blog, pero no deje de escribir, así es como tengo dos borradores terminados de sendas novelas. 

De Judo escribo a tumba abierta, igual que lo estudio, exactamente igual a como lo vivo; me resulta fácil transmitir lo que siento cuando me refiero al Judo. Tanto respecto a lo que me gusta como lo que me desagrada profundamente, siempre sin perder de vista que soy apenas Ni Dan, que se muy poco de Judo, que debo seguir estudiando, buceando en sus sutilezas, en sus enrevesados misterios en tanto Arte Marcial que implica a Humanos con toda su complejidad a cuestas.

No diría que nado, apenas floto y en esto no observo las enseñanzas de Jigoro Kano, a quien siempre nombro como si todos le conocieran sin atribuirle título alguno ni tratamiento ceremonial, es una suerte de tatarabuelo y con ese cariño honro su memoria; sostenía que en las aguas de la vida sobrevive quién nada hacia donde debe, como debe y cuando debe y yo no nado, apenas floto. Pude ahogarme, era lo más probable al saltar al agua y sin embargo flotando llegue a las susodichas cuatrocientas entradas. No está bien ni mal, debo esforzarme más y conseguir nadar; entrar al agua requirió valentía, con un punto suicida; flotar requiere constancia, conseguir nadar dependerá de que aguante a flote el tiempo suficiente, requerirá determinación, fe, esfuerzo, sacrificio y más trabajo, lo intuyo.                                                     
Estoy preparado, persigo metas complicadas desde siempre, acentuadamente desde los 13 años, entonces el Judo no era herramienta, era promesa etérea y hoy es mi esqueleto, mi armadura; forma parte de mi a todos los niveles, puedo afirmar honestamente que saberlo, sentirlo me hace extremadamente fuerte, sin importar el final, será un camino que disfrutare al máximo pues el Camino en sí mismo es la recompensa; flotar es mejor que no haber saltado al agua. Prefiero ahogarme a quedarme con la duda de si habría sido capaz de escribir algo decente, con un contenido que estableciese con un lector un nexo, por débil que fuese; conseguir hacer pensar, emocionar, enojar, sonreír o simplemente disfrutar un rato de lectura.

Leer me ayudó mucho antes de que el Judo llegara a mí, escribir es honrar a aquellos autores; es pretender parecerme a ellos consiguiendo que quienes me lean sientan cosas, las que sean. Sí, la Lectura y el Judo me salvaron de mí mismo y de mis circunstancias por lo tanto floto mientras no consigo nadar.                                                                                               

Cuatrocientas son muchas, a saber dónde está el límite, mi límite, tendré que descubrirlo… ¿Verdad? 

sábado, 14 de enero de 2017

¡Necesito Judo, carajo!

Perseverancia, Fe, Ganas, Trabajo, Certezas, Deudas, Amor, Sacrificio, Compañerismo, Grupo, Disciplina, Honor, Códigos, Reglas … Judo.
La Vida me metió un Ippon perfecto, no había tatami, fue contra el suelo, de nada sirvió que supiera caer y falto poquito, nada para que perdiera la cordura, algo de lo que nunca fui sobrado. Internado en la planta de Psiquiatría de un hospital, cargado de drogas, desecho a cualquier nivel, entendí que ese sería el combate y no otro; los pasados se quedaban chiquitos, habían sido el banco de pruebas para que esa Vieja Furcia fuera calentando motores, preparando la emboscada y para cuando apretó de verdad, me derribo de un plumazo. Puse una foto de Jigoro Kano en la cabecera de la camilla que era mi cama, convertí la habitación en un Dojo, en mi Santuario personal, empezaba un Shiai que por fuerza sería muy exigente y sacaría a la luz sin filtros la clase de luchador que soy; a pesar de las dudas, si dudaba de mí mismo, estaba inmerso en una nube toxica de drogas, me aferre a lo único que quedaba: Judo.
Nunca subestimes a un luchador y jamás le dejes un resquicio por el que pueda recuperarse, asegúrate de que está muerto, solo así le habrás derrotado. Pero la Vieja Furcia tiene extraños giros y es tan cruel qué me imagino loco de remate, dependiendo de drogas, convertido en una piltrafa y me dejo vivo; seguro pensó: “No es la mitad de Hércules, no se parece a Aquiles, nunca habría sido el palafrenero de Alejandro, Carlo Magno no lo habría considerado, Artigas jamás le habría confiado nada y el Negro Ansina no habría manejado ser su amigo ni endeñarle nada”. Entonces me regalo la Bipolaridad y se repantigo a disfrutar del espectáculo.
Olvido dos cosas: Nací luchador y quiero ser un Judoka para eso trabajo desde hace más de tres décadas. Son dos características que no podés darte el lujo de obviar si a quien queres destrozar le dejas vivo; le cueste lo que le cueste, se levantara y te mirara de frente, sin miedo a las revanchas, dispuesto a destrozarte la yugular a dentelladas cuando todo lo demás falle.
Me dijeron las Doctoras que hiciera deporte: caminar, bici y si subía las apuestas: natación. El Judo quedaba descartado por completo, no podría volver a entrenar, era imposible. Imposible…claro, podía que lo fuera o lo pareciera si quien debía afrontar el repecho era otro menos curtido en imposibles, otro a quien la Vieja Furcia no le hubiese estado probando desde siempre, al nacer ya intento llevarme, me regalo una Estenosis de Píloro combinada con una hermosa infección de estafilococo dorado.
El camino ha sido…largo. La primera clase a la que fui vomite mareado tras dos caídas y a ese lugar decidí no volver y me echaron en la misma clase tras 13 años, esa misma noche. El combate se ponía cruento, más cruento. Siguió complicándose y yo porfiado: necesito Judo.
¡Judo, Judo, Judo, necesito Judo Carajo! Asustado, acorralado, buscaba la salida sabiendo claramente que nada, nada salvo el Judo tenía la capacidad motivacional, emocional para sacarme de ese agujero, en eso no tenía ninguna duda, sería con Judo o no lo conseguiría.
El camino ha sido…ingrato y he pagado el peaje correspondiente; solo me aferre a lo que sé que desde los 13 años me ha salvado de mí mismo: Judo. Me funciona, es la Terapia adecuada para este payaso, denme un Dojo y caminare derecho; sáquenmelo y me perderé irremediablemente. Es mi adicción, soy Judodependiente; dudo que tenga cura y no me inquieta, es una hermosa enfermedad, una sana locura que disfruto con tutti.
Esta semana, pasados los cuatro años, el 19 serán cinco clavados; Rafita volvió a aparecer, de golpe estaba en el suelo, trabado mal, estrangulado, a punto de ser inmovilizado, aplastado; completamente derrotado, tocaba rendirse, pero no me rendí, salí. Jadeando en busca de aire, con los antebrazos acalambrados, medio muerto, salí, me escapé. En el proceso sentí las viejas sensaciones, la mente volaba en busca de resquicios, de ideas, de técnicas, de recursos y mi cuerpo se limitaba a seguirle a toda velocidad que era casi buena. Afloraron los reflejos, la experiencia, el entrenamiento, la Fe en que los músculos, los tendones y los nervios me darán un segundo más o dos, que mi mente soportara la presión sin problemas pidiéndole, exigiéndole al cuerpo medio segundo más, firme, con templanza. ¡Podemos! ¡Hagámoslo! El cuello tenso, la lengua en el paladar, regulando la fuerza, metiendo aire en los pulmones, fingiendo una perdida irremediable de fuerzas y aguante: preparando la salida, solo una oportunidad en el horizonte, un solo objetivo: escapar. Paciencia para preparar el movimiento de salida, trabajo para estar en el punto exacto, todos estos años te han enseñado una cosa: si trabajaste duramente, si cruzaste los limites, si diste lo mejor, tendrás una oportunidad o crearas una, hace tiempo que dejaste de ser un potrillo, para Judoka puede que te falten mil vidas pero casi pareces uno desgraciado, haceme el favor de aguantar un poco más, casi lo tenes, casi lo conseguiste. Tuve dudas, jajajajajajaj, creí que no podría, maneje rendirme, pero lo postergue, el dolor amenazaba con llenarme, mi compañero había detectado que Rafa no era el de siempre, él que él conoce, es un Judoka experimentado y lo que yo intentaba tenía demasiado nivel y le sobraba calidad; le paraba todo, no era capaz de rematarme y saco a pasear todo el arsenal pues ya no era necesario cuidarme, debajo suyo había un luchador de primera clase, fuera bobadas.             
Ya al empezar la semana, en Randori me salían cosas que hace años que ni siquiera intentaba, las ideas retorcidas y engañosas que tanto resultado me dan; algo había intuido, algo había cambiado, pero no estaba totalmente seguro hasta que me escape a pesar de que estuve a punto de rendirme varias veces. (Los jovencitos no deben, repito: no deben hacer esto, lleva años de duro entrenamiento cambiar el umbral del dolor, fortalecer el cuello, todo el cuerpo y la mente; hagan caso al Sensei y no arriesguen que todo llega.) Al terminar mi compañero le comento al Sensei que había aguantado como un jabato, sorprendido, no suele pasarle que le aguanten los ataques y se le escapen, no desde esa situación; él Sensei se rio meneando la cabeza, sabe perfectamente que soy, que busco y me ha visto florecer; él lo ha propiciado frenándome, cuidándome, protegiéndome, asilándome en su Dojo y al escucharles, tratando de meter aire en mis pulmones supe que lo había conseguido: Ippon de Rafa que empata a la Vieja Furcia que se retorcerá con calambres en los intestinos. Es un combate que tiene ganado, moriré por ley natural, somos finitos, pero no estoy dispuesto a hacerlo antes de tiempo y sin luchar, aunque sea lo hare a mordiscos como durante este tiempo.
Falta. Claro. Pero volví, desperté. La Bipolaridad no se cura, se vigila, se mantiene a raya y hoy yo la domo con Judo. Bajo supervisión medica, monitorizado, mi Doctora me ha cambiado el Plenur (Litio, estabilizador) por Judo; siiiiiiiiiiiiiiiiiii, limpio de drogas, cero medicaciones. Casi cinco años de Shiai constante sin sentirme yo, lastrado por el coctel de drogas que me metieron para salvarme; sin ser más que la sombra de mí mismo, actuando por instinto, a punto de caer derrotado, manteniéndome de pie de puro porfiado y esta semana me levante de entre los escombros; queda lucha, jajajajjjajajajaj, por descontado, está asegurada, pero es diferente si estoy y me siento entero, yo en plenitud. ¡Preparados, viene curvaaaaaaaaaa, volví!
Nunca me dijeron que sería fácil ni que me salvaría la vida en peleas, accidentes ni que me permitiría lidiar con la Bipolaridad de tú a tú. En el Judo no hay promesas, el Judo es una promesa en sí mismo, excusa, camino, filosofía, sistema de educación física, mental, emocional, arte marcial, en suma. Un luchador debe ser letal en combate y estable en tiempos de Paz; sumar a la sociedad; capaz de arar la tierra o ser mensajero por decir algo; la violencia es inherente al luchador, pero no puede ser su única característica, tiene que tener otros miles de cosas que le den equilibrio, le hagan fiable, confiable para el resto de la sociedad. Yo solo era violento cuando desembarque en el Judo, lo que sea hoy, es fruto del trabajo de todo este tiempo y del yunque que elegí en su día, abrace y defiendo para contrarrestar eso: Él Judo. A mí, no hace falta que me convenzan de nada, respecto al Judo que es la herramienta que encontré para atrincherarme y hacerme el guapo frente a esa Vieja Furcia que me busca las cosquillas desde antes de nacer pues la sotreta me preparo la primera emboscada mientras era gestado.                                                              
Lo que esa desgraciada no sabe, no ha caído en la cuenta es que ya le gané; primero solito y tras 13 años de soledad, acompañado por el Judo; puntal firme donde buscar apoyo y consuelo…cordura cuando te queda poca; pero eso tras 13 años de soledad pura; nada te forja con más templanza que mirarte a los ojos solito, siendo un niño, nada. Eso no es óbice para que siga trabajando mis defectos, mis lacras, ni puede permitirme, ni debo, creer que alcanza con seguir en la lucha ni hay excusas para esgrimir, detrás de mi hay Judokas y están los Senseis que me enseñaron lo poco que se, regalándome al hacerlo la única herramienta que me da resultado; por lo tanto, seguiré trabajando buscando ser mejor persona y de rebote, si puedo, convertirme en un Judoka, honrándoles a pesar de mis defectos que sabrán perdonar pues es evidente que intento mejorar.
Vieja Furcia: Nunca debiste dejarme vivo de bebe, nunca debiste dejarme desembarcar en el Judo y nunca debiste creer que soy fácil de derrotar, lo entiendo cuando nací, no era fácil verlo si bien una enfermera lo capto a la perfección definiéndome como luchador ante mi destrozada madre que veía como su niño se apagaba, no había cumplido el mes de vida, pesaba poco más de un kilo y había nacido con 3,8, pero de ahí en más, no has sabido mirar bien en que me convertí con tu inestimable ayuda. Me estas subestimando Vieja Furcia y eso no es bueno en un combate, el adversario te destrozara la yugular a dentelladas si no puede derrotarte de otra manera o lo intentara… lo intentaría si el Judo me fallase querida pero los dos sabemos que el Judo no me abandonara jamás; hace tiempo  que no estoy solo querida, ni siquiera dormido o enfermo, el Judo, lo poco que se, es parte de mi naturaleza y no te haces una idea de la fuerza que eso me da; si siendo un niño te hice frente, solo, imagínate ahora que casi soy un hombre y aprendo Judo desde hace tres décadas largas; me has convertido en un mal enemigo al no derrotarme, siendo tan juguetona.

Necesitaba Judo, necesito Judo… tuve la clarividencia de asumirlo y la fortaleza y constancia para volver a un Dojo; fui capaz de hacer el sacrificio necesario y de pagar los peajes que esto ha implicado; ahora hay que ir también los viernes, ayer falte, solo martes y jueves no alcanza, es insuficiente, hay que meterle más horas, hay que estudiar más, trabajar más para que cuando la Vieja Furcia se reponga de la estupefacción que ahora la congela y contraataque, me encuentre no solo entero, también mejor preparado pero fundamentalmente para mejorar como ser humano, arrastro demasiados defectos que debo pulir, me queda trabajo pendiente pues soy medio vago en lo referente a conseguir dicha mejora.