jueves, 20 de julio de 2017

La Familia Grande.

Tener gente que te quiera, te respete y se juegue por ti una y mil veces es lo que hace la diferencia en tiempos difíciles. No voy a poner nombres, cada uno sabe si es o no es parte de mi familia, la grande, la que no es de sangre, pero vincula tanto como aquella. O más, les he cosechado por el camino; no vienen de fábrica.          
Porque en los tiempos buenos (a saber, cuáles son o han sido) es todo fácil…alguien me ha recordado que en sus tiempos malos yo estuve firme a su lado; que mis tiempos malos son los buenos de otras gentes y así va la cosa.
Amistad. Hay quien dice que sobran dedos de una mano para contabilizar a los amigos, los polenta, los de acero templado, los que no se borran ni desaparecen cuando te das la costalada madre y quedas titiritando de pánico, dolor, incertidumbre; las dudas te quieren congelar en él suelo y solo te levantas porque has hecho de eso una filosofía de vida, una actitud ante la adversidad. No es mi caso, necesito muchas manos para hacer el inventario y considero que esa es mi riqueza, siempre lo ha sido: son mí tesoro.
Clavar las manos en el suelo, después una rodilla; respiran hondo y levantarse mirando lo que sea de frente; exactamente igual que cuando eras un guacho y no había Dioses capaces de tumbarte. Pero claro, siempre es más fácil si hay gente amiga apoyándote, haciendo de palenque o directamente apuntalándote; en aquella época no había mucha, recién empezaba a vivir y no había tenido tiempo de sembrar; y comprendí que solo no sos nada, nadie; todos necesitamos ayuda y apoyo a lo largo de la vida, de una manera u otra; ayudar a quienes te rodean, generar vínculos que prosperaran más o menos te enriquece y de paso a la sociedad, es fácil lamentarse de lo mal que funciona todo y ser incapaces de saludar a quien se mete en el ascensor contigo o no ayudar a la señora cargada con un niño de pecho o ignorar al compañero de trabajo nuevo y no darle una mano o mil para que se adapte.
Llegue a esa conclusión de rebote, pero la hice parte de mis códigos racionalmente, cuidar a tu entorno es cuidarte; proteger a la gente es protegerte y nuevamente la Vieja Furcia me demuestra que no me equivoque, en esto no. Es una maravilla vivirlo, disfrutarlo; constatar que a pesar de todos mis defectos hay gente que se juega por mí, unos sin decir nada, como si hubiera en juego cosas que no se dicen, no se nombran, pero están presentes y otros recordando cosas que hice o dije antaño, cosas que olvide, pero no cayeron en el olvido pues hay quien no olvido, no quiere hacerlo o no se lo permite, atesoran el recuerdo.                                                                                                                                      
Hay privilegios que no se heredan, no se compran ni venden; se ganan siendo o intentando ser coherente; derechos adquiridos, bulas; por tener y mantener una actitud a lo largo de los años, de las décadas…esto me convierte en un privilegiado.

¡Gracias a toda mi gente! Los de acá y los allende el océano más los que la Vieja Furcia y el viento desparramaron por el planeta. Son legión, una verdadera maravilla.

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