Alguien invito
a Vanzetti a
cazar con nosotros
y así fue
como termino dándome
una paliza de
las buenas; no
respetaba el turno
para tirar y
se lo dije,
no le gusto
y me lo
hizo saber a trompadas. Mordí
la arena desmadejado,
sangrando por la
boca y doliéndome
todo. Caminar hasta
mi casa fue
un ejercicio de
voluntad donde el
dolor eran las
espuelas. Por una
temporada deje de
salir con los
guachos a cazar,
Vanzetti era un
fijo y a
mí no me
daban ganas de
caer otra vez
al suelo medio
muerto.
Casi lo
consigo, casi. El
primer dia de
Liceo me lo veo entrando,
en el recreo
se que, esta
cinco clases más
halla y que
no tengo donde,
ni como, esconderme,
perdí. Cambio la
parada del ómnibus,
el horario en
el que tomo
el que me
trae, hago todo
lo que se
me ocurre para
evitarlo, infructuosamente.
Una tarde
que cargo mil
libros y espero
el ómnibus en
la parada más
cercana al Liceo,
aparece, intento darme
a la fuga
inútilmente y termino
desparramado en el
suelo, entre libros,
polvo y sangre,
la mía que
gotea de mi
nariz. Unas chicas
me ayudan a
levantarme y recogen
los libros, se
quedan conmigo hasta
que llega el
ómnibus y subimos,
no se separan
de mi hasta
que bajo en
mi parada. Ahora
me cuidan las
chicas, pienso, mientras
camino hasta mi
casa, es bastante
adecuado si lo
consideramos fríamente, soy
incapaz de defenderme
y a ellas
no les gusta
nada que me
peguen, por ahí
ahora cada dia
se turnan para
acompañarme y evitar
más palizas. No
podrán y lo sé.
No sé
cómo lo consigo
pero tres veces
más termino tragando
sangre, mi sangre,
bajo los golpes
de Vanzetti. Entiendo
que debería hacer
algo, no sé,
conseguir una pistola,
esperarlo en la
esquina de su
casa con un
palo y rompérselo
en la cabeza,
cosas así, pero ninguna de
ellas tenía ningún
ribete de valentía
u honor, nada
y para eso
mejor no hacía
nada. Ese año,
ignoro el motivo,
me vi involucrado
en muchas peleas,
muchas, perdí la mayoría lo
que no evito
que, visitara la Dirección seguido,
parecía que yo era el
que empezaba las
mismas o así
se lo parecía
a las autoridades
del Liceo.
En un
recreo, antes de
Química, voy a
la clase a repasar, antes
de que, Cristina
la Profe, nos ponga
el escrito mensual;
entro y veo
a Vanzetti con
Clau, ella no
parece muy cómoda
y cuando levanta
la cara y
veo que llora
abundantemente noto como
un hielo acapara
mi cerebro y
salto sobre el
culpable de hacer llorar a
mi compañera. Le
pego, lo muerdo,
lo arrastro por
el suelo, no
siento ni el
timbre, concentrado en
destrozarlo a consciencia;
Clau siempre ríe,
nunca llora, la
hiciste llorar, pagaras
cada lagrima a
precio de oro,
con tu sangre,
pienso mientras lo
vapuleo con una
facilidad pasmosa. Solo
lo veo a
él, de tan
concentrado que estoy
en reventarlo, hacer
llorar a Clau
es un crimen,
es la mina
mas buena de
la clase, no
se mete con
nadie, no va
de modelo, ni
es rompe bolas,
encima me pasa
los apuntes y
hasta me deja
copiarle sin hacer
melodramas; habiendo tanta
boluda que habría
que hacer llorar,
viene a jorobar
a la que
no toca. Cada
vez que se
cae, lo levanto
y sigo dándole,
no veo a mis compañeros
entrar ni a
la Profe, no
veo nada.
Cristina es
joven, en el IPA nadie
le dijo que
estas cosas pasarían,
ni que debería
ponerse frente a
un adolescente furioso
de 17 años
ciego de ira
para hacerlo soltar
a otro que,
medio muerto, tiene
agarrado del pelo.
Ignora de donde
le nace la
valentía para acercarse
a ese alumno
suyo que parece
que solo vive
para destrozar a otro, se
pone frente a
su alumno y
no dice nada,
cuando este le
ve suelta a
su presa y
baja la cabeza.
La victima sale
como puede de
la clase donde
en mala hora
entro a molestar
a una chica
que estaba sola,
sentadita en su
pupitre, estudiando. Toma
buena nota de
nunca más cruzarse
con él, hasta
ahora, fácil y
divertido enemigo. Cristina
sabe que si
lo manda a
la dirección le
expulsan, necesita saber
que paso, necesita
entender por qué y
tiene que ser
rápido para poder
defenderlo o dejarlo
abandonado a su
suerte si la
violencia que acaba
de desplegar no
está justificada. Sabe
asimismo que no
hablaran con ella
a menos de
que sientan que
es para defenderlo.
-El escrito
queda para la
próxima clase. Siéntense
y hagan silencio,
por favor. No
hay mucho tiempo,
si no me
dicen que paso
yo no podre
hacer nada por
defender a Leo.
¿Leo?-
-Un malentendido
Profe, solo eso.-
-Si Lucia,
decime.
-Estábamos todos
fuera, solo se
quedo Clau. Ese
tarado siempre esta
molestándonos y le
ha pegado varias
veces a Leo,
dentro y fuera
del Liceo.
-Leo, mírame.-
Ordena con suavidad
Cristina. Y no espera esa
mirada que la
atraviesa de tan
intensa, todavía late
la furia en
esos ojos de
normal traviesos, amables;
tampoco le dijeron
nada de eso
en el IPA,
de cómo manejar
miradas cargadas de
furia.-Decime que paso,
explícame tanta violencia,
tanta furia, tanto
golpe, podrías haberlo
matado.-
-De haber
querido matarlo, estaría
muerto.- El tono de
vos de Leo
no deja lugar
a dudas, el
lo siente así
y probablemente sea
cierto.
-¿Claudia?-
-Yo estaba
repasando para el
escrito, sola, y
Vanzetti entro, quería
que me metiera
con él, en
el baño de
chicos; me negué
rotundamente pero seguía
insistiendo, me sentí
mal, yo no
quería pero tampoco
podría evitarlo si me
obligaba, entonces le
pedí por favor
que, se fuera,
que me dejara,
pero no se
iba, empecé a
llorar impotente aunque
me quede sentada.
Vanzetti me explico
que sabia donde
vivo, por donde
vengo y me
voy, tuve miedo y
ya no pude
controlar el llanto;
entonces entro Leo y al
verme llorando exploto
como nunca le
había visto hacerlo,
somos compañeros de
clase mucho tiempo,
años, nunca le
había visto así,
jamás. Y solo
por mis lagrimas,
si llega a
saber esto lo
mata, y puede
que ahora lo
busque y lo
mate.-
-Nadie va
a buscar a
nadie para matarlo,
ni para vengarse
de nada. Quédense
en la clase
y no hagan
ruido, Leo seguirme.-
En el IPA
no te explican
nada de nada
piensa Cristina mientras
camina seguida por
Leo que cree
que van a la Dirección,
pero Cristina pasa
de largo, llega
a la puerta
y le pide
al portero que
habrá, Leo la
sigue fuera, cruzan
la calle y
en la vereda
se quedan parados
a nada uno
del otro. Está
claro que Cristina
ahí no es
Profe ni nada
y el no
es su alumno.
Ella es apenas
más baja, a
golpe de pájaro
podrían ser dos
novios discutiendo o
negociando una reconciliación, pero
no, son una
Profesora aprendiendo a
conquistar alumnos para
la causa, haciendo
lo necesario para
conseguirlo y un
alumno expectante, la
Profe actúa raro
y eso no
termina de gustarle.
-Se quien sos,
fuera del Liceo
me refiero y
también se que no lo
mataste porque no
entra en tus
objetivos, como mucho,
huesos rotos, pero
ahora tampoco deberás
rompérselos, olvídalo, defendiste
a Claudia, la
protegiste y eso
es lo que
cuenta, lo que
importa. Trataremos de
que le expulsen
del Liceo, pero
si sigue, quiero
que te mantengas
alejado de él.
Quiero tu palabra
de que no
lo tocaras, quiero
tu palabra de
que no habrán
mas peleas y la quiero
ahora.-
-¿Mi palabra
Profe?-
-Cristina, acá,
ahora soy Cristina
y de ahora
en mas, también,
nada de Profe
con tono burlón,
o Profesora o
Cristina, cero burla
y sí, quiero
tu palabra, también
la querría sobre
que estudiaras pero
tampoco voy a
abusar.-
-¿Quién es
usted?-
-Cristina tu
profesora de Química.-
-No basta,
o me dice
quien es y
por tanto como
sabe quien soy
o no hay palabra.-
-De acuerdo,
soy la prima
de Natalia Antúnez,
que según creo
conoces bien, si
me atengo a
las fotos que
vi en su
casa y a
los cuentos que
escuche de un
tal Leo; en ellos ese
Leo tiene muchas
cualidades, muchas, tiene
palabra, honor, ética,
moral, es leal
con sus amigos
y amigas, una
verdadera joyita. También
me asome a
la otra cara: violento, iracundo,
vengativo. Según mi
prima ese Leo,
es el adecuado
para que te
defienda y para
tenerlo como amigo,
nunca como enemigo. Dijo
alguna cosita mas,
pero eso queda
entre las chicas.-
-Mierda.-
-Si, mucha
mierda, ¿tengo tu
palabra?-
-Si.-
-Entremos, voy
a la Dirección,
espérame en la
clase.-
Leo entra
a la clase
y Clau se
levanta a abrazarlo,
llora apoyada en
su pecho, todos
creen que le
expulsaran sin remedio,
la Profe lo
vio pegándole a
Vanzetti, no podrá
decir que no,
se quedan de
piedra cuando Clau
le pega en
el pecho a
Leo y se
ríe, salen los
dos dejándolos boquiabiertos, fueron
hacia los baños,
¿están locos? Si
los ven, los
dos van a
la calle. En
los baños los
dos se lavan
la cara, Leo
también la sangre
de las manos,
se ríe mirándose
al espejo y
de lo fácil
que ha sido
hacer reír a
Clau. Claudia se
mira al espejo,
los ojos están
hinchados, ha llorado
mucho esta vuelta,
primero por ese
hijo de puta
y después por
Leo. No puede
evitar la risa
mirándose y volviendo
a escuchar al
tarado ese:”Voy al
baño a lavarme,
¿venís o te
arrastro? Yo también
quiero meterte mano.”
Es el mas
dulce de todos
y mira que
lo esconde bien,
de lejos es
el que más
miel tiene. Vuelven
juntos a las
risas, Leo dedicado
en cuerpo y
alma a hacerla
sentirse bien y
ella disfrutándolo, es
un sol.
Cristina informa
a la Directora
de lo ocurrido,
pero como no
hay testigos no
se puede hacer
nada, Cristina niega
haber visto como
Leo pegaba a
Vanzetti, a solas
la Directora le
recuerda que es una Profesora
no una amiga
de ese alumno
ni de ninguno.
Cristina aparece furiosa
en la clase,
respira agitada y
despotrica descontrolada.
Vanzetti rehuía
encontrarse conmigo sistemáticamente, además
nunca iba solo,
el miedo es
muy malo, corrompe,
es como el
oxido y el
hierro, lo termina
deshaciendo con el
tiempo. En el
Liceo hubo cierta
calma que vino
bien para cumplir
aquello de no
más peleas. Si
la cosa no
tenía remedio arreglábamos
en el parque
cercano al Liceo
y ahí nos
dábamos.
Natalia cumplía
años así que me deje
caer en su
casa. Éramos una
banda, el jardín
lleno de gente,
la casa, creo
que hasta en
la calle había
gente del cumpleaños;
la verdad es
que no me
acorde que la
Profe de Química,
Cristina, era prima
de Nati por
eso, cuando la
vi entrar, me
quede medio muerto,
pero no por
ella, no, por
quien venía de
su mano. Héctor Ferroso.
Vaya , vaya
con Cristinita, le
iban los chicos
duros de verdad.
-¿Vos acá?-
-Eso parece,
¿cómo va todo
Héctor?-
-¿Ustedes se
conocen?- Pregunta Cristina
mirándonos alternativamente.
-Un poco,
Héctor me ayudo
en alguna ocasión,
hace tiempo.- No era exactamente
mentira ni toda
la verdad.
-¿Entonces Héctor
puede contarme más
cosas de vos?-
-Supongo que
sí, puede.-
-¿Pero por
que te
interesa tanto Leo?-
-Es un
alumno.-
-¡No!-
-Si Héctor,
sí, soy alumno
de tu novia,
una mandona barbará,
mucho genio y
muy exigente, demasiado.-
-Eso no
es verdad, yo
no soy así
con mis alumnos,
para nada. Ahora
vuelvo, pórtense bien
los dos, los
dos, estaré vigilándoles.-
La noche
discurrió agradablemente, Nati
disfruto escuchando a
Cristina ridiculizarme como
estudiante, Cristina escuchando
barbaridades que se
suponía yo había
hecho y Héctor
sonrió como pudo
toda la noche;
yo era el
pasado, algo que
creía olvidado y
además tenía relación
con su novia,
mal asunto.
Era el
ultimo recreo del
viernes, una materia
mas y a
casa libres. Por
alguna razón que
desconozco me voy
a los baños
más alejados, me
quedan más cerca
los otros, pero
voy a los
alejados, entro y me parece
escuchar gemidos, ruido
de lucha en
el de mujeres,
asomo la jeta
y Vanzetti lucha
por bajarle la
bombacha a Cristina,
la Profe de
Química. Entro en
silencio y me
quedo paradito, Cristina
me ve y
pega un grito,
Vanzetti la suelta
y maneja opciones,
mientras Cristina intenta
taparse y arreglarse
la ropa, no
consigue hacer ninguna
de las dos cosas bien.
Vanzetti ha descubierto
que su única
opción pasa por
destrozarme y no
le gusta la
idea de tener
que intentarlo pero
no tiene otra.
Ni se entera
de que le
pateo los tobillos,
ni que se
da de cabeza
contra el suelo,
tampoco que le
destrozo las clavículas
de sendas patadas
estando ya groggy
en el suelo.
Ayudo a Cristina
a arreglarse la
ropa, la pollera,
esta girada y
el suéter necesita
atención, su pelo
también pero no
se puede hacer
nada, la llevo
a la Dirección
y espero novedades.
Vanzetti no
vuelve, ni podrá
estudiar nunca más
en el Sistema
Público. Cristina sigue
dando clases, aparentemente
nada ha cambiado
en ella, aparentemente: ahora
sabe que vive
inmersa en una
falsa sensación de
seguridad, que cualquier
alumno puede intentar
violarla en un
baño alejado. Que
no es normal
ni pasa seguido,
pero ocurre, como
le ocurre a
las alumnas y
muchas veces nadie
se percata excepto
ellas mismas y
quienes las fuerzan.
Yo trato de
no pelearme con
nadie.
Con Cristina
hablamos seguido, mientras
espera a Héctor
que venga a
buscarla. Una tarde
me pregunta cuánto
tiempo llevaba en
el baño y
si la vi
desnuda. Minutos y
si, estabas medio
desnuda, te vi.
Pero hace de
cuenta que no
y ya está.
Quiere saber de
que conozco a
Héctor, este no
se lo dice
y ella quiere
saber. De la
calle, de por
ahí, no importa;
quédate con cómo
te trata, quédate
en cómo es
contigo, lo demás
no importa.
-¿Violaba la
ley?- Pregunta curiosa.
-Eso tenes
que preguntárselo a él. Cualquier
pregunta se la
tenes que hacer
a él, de
verdad, yo no
puedo decirte nada,
lo siento, es
cosa de chicos.-
No le hace
ninguna gracia, pero
ninguna, aunque se
aguanta.
Estamos en
la última semana
de clases, he
sobrevivido contra todo
pronóstico, las notas
no son buenas
pero alcanzan para
pasar de año
que es lo
que de verdad
importa. Julio me
dice que afuera
esta Vanzetti con
una banda de
amigos, llevan palos,
cadenas, de todo.
Es hora de
salir y nadie
encara, le doy
mis cosas a Clau que
me mira seria,
preocupada, son muchos,
abraza mis cosas
con resignación, cree
que esta vez
no lo cuento.
La Directora y
algunos Profesores no
dejan salir a
nadie, esperan que
la Policía venga,
pido que abran,
voy a salir,
discutimos y me
abren, Cristina se
escapa conmigo y
la agarro del
suéter y el
pelo, estiro fuerte
y al oído
le ordeno que
entre o si
no le pego
una paliza, duda,
aguanta mi mirada
pero retrocede y
entra, la puerta
se cierra.
Sin un
mal palo camino
hacia la horda,
tres o cuatro
son conocidos, los
demás no. Por
mi derecha llega Héctor pegando
empujones y sin
una palabra se
para a mis
espaldas. Nos van
a dar y
lo sabemos, se
trata de que
nos den lo
menos posible. Uno
mueve ficha y
cae derribado sobre
su espalda, ahora
tengo un palo
que castiga tobillos,
rodillas, clavículas, huevos,
encajo los golpes
protegiendo la cabeza
e intentando que
no tengan distancia.
Héctor es un
borrón, parece el
demonio de Tasmania
golpeando sin solución
de continuidad, se
ha hecho con
una cadena y
le saca partido.
La pelea no
fue tal cosa,
duro poco minutos
y los agresores
se lamentan en
el suelo o
intentan correr rengueando,
Vanzetti lleva la
cabeza abierta y
varias costillas rotas,
midió mal una
vez más al
enemigo.
Cristina sale corriendo del
Liceo y abraza
a Héctor, lo
palpa, lo revisa
asegurándose de que,
sigue teniendo novio
y que esta
entero. Después se
acuerda de mi y repite
la operación; Clau
sale y me
da mis cosas,
en sus ojos
todavía late la
preocupación. La Policía
llega y se
lleva a los
heridos, alguno deberá
ir al Hospital.
Héctor me
lleva a casa,
por el camino
le cuenta a
Cristina como me
conoció, a que
se dedicaba cuando
era más joven
y algunas cosas
que hacíamos que,
no estaban exactamente
dentro de la
ley, se ríe
al mencionar que
yo era bastante
chico cuando eso,
un adelantado sin
duda.
-Este año
se termina, si
volves a coincidir
con él en
algún Liceo o
por ahí y
no estás conmigo
o si ya
no somos novios
y te lo
encontras y tenes
cualquier problema, recurrí
a él, confía
en él, es
de los que
nunca te dejan
tirado, es así
desde que tiene
doce años, no
puedo explicarte exactamente
las razones, pensa
que lo que
viste hace un
rato ha pasado
más veces y
en casi todas
él, estaba a
mis espaldas cuidándome,
siendo más chico,
era quien cuidaba.-
-Un novio
violento y delincuente
y un alumno
que, no le
va a la
zaga. Dejemos al
niño en su
casa y ya
hablaremos vos y
yo mi amor.
Encima me amenazo
con darme una
paliza, inaudito.-
-Te habrían
pegado, no era
seguro dejarte afuera,
para nada y
era la única
manera de que
entraras, volvería a
hacerlo y sin
duda te daría
una paliza.-
Agradecí a
Héctor la gauchada
de ayudarme y
la de traerme
a casa y
se fueron. Necesitaba
dormir, me dolía
todo el cuerpo.
Entre de lleno
en las vacaciones
de verano y
olvide a la
Profe y a
Héctor, también a
Vanzetti. Atorrantear todo
el santo día
es genial. Encontrarme
a Cristina en
la puerta de
mi casa una
mañana fue una
sorpresa. Héctor la
había dejado hacia
una semana y
no entendía porque,
quería entender y
quería que yo
se lo explicara.
No era agradable
ver a la
Profe llorando pero
hay códigos que
se deben respetar,
es lo único
que te puede
salvar llegado el
momento; la senté ,
le di un
té y salí
a llamar por
teléfono, había una
cabina cerca.
-Héctor, tengo
a Cristina en
casa, quiere saber.-
-Dale, si
va a seguir
insistiendo ,mejor que
seas vos quien
le explique, yo preferiría que
nunca lo supiera,
pero eso ya
escapa a mi control.-
-¿Seguís queriéndola?-
-Mucho. Es
una buena mina,
pero no para
de preguntarme sobre
el pasado, y
no quiero mentirle
pero decirle la
verdad es perderla,
no sé si
me entendes.-
-Perfectamente, bueno,
me hago cargo
del problema, te
lo resuelvo a
mi manera y
listo, cuídate.-
-Vos también
Loco, vos también.-
Vuelvo a
casa y también
me hago un
té, con mucho
limón. Le hablo
a Cristina de
las peleas clandestinas,
de las apuestas,
de lo malheridos
que salen algunos,
que hay incluso
muertos. Que empezó
como un juego
entre nosotros, creció,
se nos fue
de las manos;
empezaron las apuestas,
mucho dinero cambiando
de manos y como algunos
consiguieron dejarlo a
tiempo, Héctor por
ejemplo, y hacer
una vida alejados
de eso. Yo
mismo ya no
intervengo para nada,
nunca, es el
pasado remoto. No
hay constancia de
nada de lo
que acabo de
decirle, ahí se
llega por invitación
exclusivamente, es probable
que la Policía
ni siquiera sospeche
nada tan grande
es el secretismo
que, rodea a
esa actividad. Héctor
no quería que
lo supieras, pretendía
evitarte saber que
la violencia fue
parte de su
vida un tiempo,
le da vergüenza
hablar de esto,
no está orgulloso,
era joven e
impulsivo, era plata
fácil, era probar
si de verdad
era capaz de
ganarle a otros
luchadores tan duros
como él. El
camino equivocado durante
cierto tiempo, lo
dejo definitivamente, no
olvida nada pero
no le parece
algo para presumir.
Antes que preguntes
yo también peleaba,
pero éramos chicos,
así que no nos dejaban
lastimarnos, no demasiado
y no había
plata apostada. Y
si, eran igual
de violentas, también
lo deje hace
tiempo.
-Pero perdías
peleas en el
Liceo y fuera,
¿Cómo se explica?-
-Si no
peleas con rabia,
con furia, con
ganas de ganar
y destrozarlo al
otro es difícil
ganar; además no
usaba todo lo
que sabía, cuando
saco todo lo
que se y
conozco, no pierdo.
Es indecente aplicar
todo contra alguien
que, no sabe
un carajo de pelear, les
cuido de mí
y me ganan.-
-No me
parece tan grave
como para que
nos peleáramos, podría
habérmelo dicho, le
habría entendido.-
-Le daba
vergüenza, igual acaba
de hacerlo, me
dejo contártelo, ya
te dije que
a él, le
da vergüenza.-
-Termino el
té y me
voy, espero que
no me toques
como alumno el
año que viene,
con un año
he tenido bastante.-
-¿Queres volver
con Héctor?-
-Si, pero
el también tiene
que querer estar
conmigo y parece
que no, que
no quiere.-
-Ahora vengo,
tomate el te
mientras.- Camino a
la cabina otra
vez y llamo
a Héctor, le
digo que tiene
quince minutos para
plantarse en mi
casa y recuperarla
y cuelgo. Cuando
Cristina sale lo
ve llegando y
se queda quietita,
la empujo apoyándole
una mano en
la espalda y
la obligo a
caminar hacia Héctor.
Se abrazan y
se besan sin
una palabra, eso
puede esperar. Héctor
me saluda con
la cabeza y
se van.
El pasado
nunca te suelta,
no puede ni
quiere, estas ahí
paradito porque existió
ese pasado y
él te convirtió
en lo que
sos, quienes propugnan
que hay que
olvidarlo no saben
que eso implica
el peligro de que olvides
tus batallas, todas,
las perdidas y
las ganadas; que
olvides a quien
le debes que
cosa, sos un
pendejo mal hecho
y ya sabes
que es así,
que así debe
ser, de otra
manera no tendrían
sentido algunas lealtades.
Héctor le había
dado de comer,
matándole el hambre
más de una vez, otras
le salvo de
que le reventaran
ya derrotado y
también se ocupo
de que entendiera
que el honor
no se negocia,
se tiene o
no se tiene.
Sobra con ese saludo con
la cabeza, entre
ellos sobran la
florituras, molestan, resultan
un triste adorno
para una relación
cimentada en la
confianza en el
otro. Cuando pasas
hambre o te
pegan, conseguir aliados,
es, fundamental, para sobrevivir un
día, una semana,
un año; procura
no olvidar como
los conseguiste ni
porque, ese pasado
es tu presente
y se hará
futuro. Cualquier día
estas tan tranquilo
y el pasado
te pega un
zarpazo haciéndote recordarlo,
corriste, lo negaste,
creíste haberlo olvidado,
pero ahí está
él, para hacerte
saber que no,
que sigue ahí,
bien presente. Se
ponen firmes tus
fantasmas, tus cadáveres,
tus demonios y
todos gritan:”¡PRESENTE!” Esta vez
salió
bien para Héctor,
Cristina igual es
capaz de hacerle
sentirse pleno; difícil
siendo , como somos, supervivientes que
han hecho lo
necesario para seguir
alentando, no siempre
correcto, no siempre
legal, no siempre
adecuado, nunca agradable
de contar a
quien no participo
en esa desquiciada
carrera por mantenerse
vivos.