domingo, 25 de diciembre de 2016

Un Sensei, todos los Senseis.



Hay días en los que no tenes previsto ir a entrenar y terminas en el Dojo, sobre el Tatami frío del senil otoño que deja paso al vigoroso invierno o en la caldera del diablo que puede llegar a ser en un verano especialmente caluroso.                              
Tanto si es lo uno como lo otro, es una clase extra que en principio te ibas a perder, pero por las circunstancias que fueran, no pasa eso y la recibís, participas. Llegaste sin considerar el privilegio de contar con un Dojo con todo lo que eso implica, enraba, abarca…das por supuesto que siempre estará ahí, olvidando que atravesaste etapas oscuras donde no disponías de un Dojo; dejando de observar que la Vida nos mece, nos acuna y también nos zarandea feo buscando sacar lo mejor que tengamos para dar, haciéndonos elevarnos sobre los límites que mentalmente nos imponemos.

El frío muerde los pies con ganas, sensación conocida que ya no me frena ni asusta, cuestión de minutos y tendré calor, sudare a mares y estaré sumergido en una clase de Judo un tanto especial, es de perfeccionamiento técnico; pensada para mejorar, recordar, sumar o simplemente dejar aflorar al Judo que tengas escondido o para que los potrillos vayan incorporando Judo que manara en un futuro, una, dos, tres o cuatro décadas más tarde, eso es lo de menos; lo importante es que les vaya prendiendo la semilla, las simientes de un Judo sólido, fuerte desde la base, con cimientos indestructibles capaces de seguir creciendo con los años, ahondando las raíces que podrán expandirse sólidas para aguantar al Judo que inexorablemente crecerá buscando ganar altura, espacio, volumen y de rebote: calidad.

Todo con naturalidad, sencillez…fluyendo desde el Sensei hacia los demás. Arrancando, empezando desde él, desde todo el Judo que domina y que nos regala con generosidad sin pararse a pensar en su familia a la que le roba horas, en la economía del Dojo que siempre es frágil, en sus problemas cotidianos(Que los tiene como todos nosotros) o cualquier otra cosa; concentrado en dar y dar a sus alumnos que tratan de seguirle el ritmo torpemente, dubitativos; tratando de aceptar que es una cuestión de fe, si él Sensei dice que se puede, se puede; y hoy no sale, mañana no parece que vaya a cambiar, dentro de cuatro décadas estaré, estarán, estarás, en un Dojo buscando dar con la combinación de factores que llevan a que una técnica te salga limpia, perfecta o casi y al frente de la clase habrá un Sensei, hábil timonel, experimentado en llevar a buen puerto a todos los que se ponen en sus manos; no todos tenemos condiciones o talento pero eso a él no le frena; ve, percibe lo que tenes para dar y con que le hagas un poco de caso y no faltes a clase, lo hará salir, te lo regalara sin que te des cuenta de que lo hace hasta que pasadas las décadas, en un randori, apurado al máximo por un joven judoka que te acorrala con respeto pero sin piedad; no la necesitas, no la pedís ni la aceptaras; acorralado , va a proyectarte sin remedio y ahí está la respuesta, la solución en un Yoko Wakare que intuís como salida y ejecutas con convicción; hace décadas te dijeron que era una buena manera de resolver esa situación pero no lo viste, no lo veías, necesitabas tiempo para que el Judo creciera, te ganara, se instalara profundamente dentro de ti y esperase agazapado el momento de aflorar para dejarte pasmado; lleno de asombro por lo sutil y bello del movimiento, lo fácil que fue, lo efectivo y la carita del joven que acaba de sentir, como tú hace décadas el poder del Judo macerado en lustros de trabajo y esfuerzo. Te tenía, te tuvo y resolviste con sencillez y belleza que no se le escapan; cuando ya sentía que te proyectaba inminentemente.                                                                                     Satisfacción compartida, participo, sintió perfectamente como lo sacabas volando; sin sus ganas y esa falta de piedad, no te habría llevado hasta el límite. Ni te habría obligado a cruzarlo haciéndote superarte y comprendiendo al conseguirlo que hasta que es Ippon debe haber esperanza, fe, fuerzas, ganas, convicción, equilibrio emocional y fuerza mental para buscar una salida y decisión para acometerla sin miedo, sin dudas; total ya te tienen a punto de caramelo, vas a salir proyectado, no hay nada que perder y está todo por ganar; tal y como enseñan los Senseis. 
Satisfacción, claro que sí. Emoción a raudales invadiéndome, llenándome y llevándome a pensar en los Senseis que han propiciado que yo sepa un poco de Judo. Apenas un poco, casi nada y aún así, suficiente para permitirme disfrutar en un Dojo, en cada clase y cada cierto tiempo, vivir algo espectacular a pesar o precisamente gracias a tantos años de aprendizaje y búsqueda. 

La clave es él Sensei, son los Senseis y no otra. Somos barro que convierten en cerámica con su trabajo abnegado y esa dedicación sin dudas, esa entrega total a enseñarnos, trasmitirnos lo que saben con una generosidad que se ve poco fuera de un Dojo. Sin pedir nada como contrapartida, esperando que las semillas germinen un día y aquel aspirante que no parecía contar con nada que hiciera creer que algún día atesoraría un poco de Judo, solo un poco por encima de lo más básico, consiga sentir que avanza, un pasito más, sube otro escalón tras décadas habiendo abandonado el Dojo y su guía, pero no el Camino. 
Hay días en los que hago cosas que me traen a la mente a mis Senseis, eso que acabo de hacer, es de Erlich, de Firpo, de Melera, de Estol, de Pacios, no puedo dejar de pensar; que son los Senseis del pasado remoto, tiempos en los que forjaron mis cimientos de Judo. Unos más que otros, cada uno tuvo su peso específico; de todos aprendí, les recuerdo y trato de honrar en cada ocasión en la que me pongo un Judogui, pero no solo cuando estoy en un tatami, en la vida diaria.
Que no les asuste el frío o el calor; que nada les haga perder una clase si es viable llegar; él Sensei necesita a los más experimentados para que le ayuden con los potrillos, simplemente estando en la clase ya ayudas; y no tengan dudas de que disfrutara viendo lo que otros Senseis te enseñaron y pensara que puede sumarte, que puede aportar para colaborar en hacer que tengas un Judo de mejor calidad; y tal y como hicieron ellos, vera lo que tú no eres capaz de vislumbrar y te aportara conocimientos, pulirá lo que haya que pulir y te enseñara. Probablemente notes que ya no eres un alumno cualquiera, un día dejas de ser alumno y pasas a ser un candidato a Sensei, cachorro de Sensei y pasado el tiempo te trataran como a un igual pues te habrás ganado ese privilegio; el cambio es sutil y comporta más responsabilidades, pero a estas alturas ya deberías saber que, en Judo, las responsabilidades aumentan exponencialmente con cada grado que obtenes, con cada década empapando Judoguis y así debe ser. O debería.

No fue diferente a otras miles, fue exactamente igual: El Sensei derrochando conocimientos, paciencia y ganas; nosotros trabajando para acercarnos a su calidad técnica, era como tener a Erlich o a Firpo; era como si volviera a tener 17 años; veía al Sensei y eran ellos; la misma pasión por el Judo y por trasmitirlo. Siendo mimosos con los aspirantes; mano de seda con los potrillos para no forzarlos y complicidad con los alumnos aventajados, todo en una completa armonía dinámica, sabiendo exactamente lo que hacen, porque lo hacen, que persiguen y siendo conscientes de que no todos los alumnos recorrerán el camino completo bajo su guía, habrá deserciones del Judo y del Dojo y a pesar de eso, no cejan en su empeño, no se desaniman, no claudican y siguen regalando Judo con tesón; algo admirable se aborde por donde se aborde. La mejor manera de retribuirles es no faltar, trabajar duro, dejarles ver que sus enseñanzas van arraigando y cuando ya no estás en su Dojo, trabajar siempre como si te estuviese mirando, como si nunca te hubieras ido; ayudando a otros Senseis a trasmitir Judo, a otros compañeros a sumergirse en el Judo, a dar los primeros pasos en un tatami. 


Hay días en los que no tenes previsto ir a entrenar y terminas en el Dojo, sintiendo algo de frío tras la ducha que te diste antes de ponerte el Judogui o ya traspirando por el calor del tórrido verano; tanto si es lo uno como lo otro, disfrutare de la clase, de todo lo que implica ir a un Dojo y ponerse en manos de un Sensei. Del privilegio, del honor de poder hacerlo.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Sin humildad.



Sin humildad no se aprende Judo. Creyendo que dominas más de lo que has aprendido no avanzas en la dirección correcta, ni siquiera avanzas. Encajando mal las críticas, las objeciones que se te puedan hacer, solo retrocedes y te reafirmas en el error. Deseando pasar a un grado superior sin estar preparado es estar perdiendo el tiempo y cuando pasan sin dominar perfectamente los conocimientos que deberían, cosa que no debería ocurrir, se engendra menos humildad y una falsa sensación de conocimiento pues han pasado un examen que les valida ante sus propios ojos, pero nunca ante el de los que saben bien que no están preparados; aunque haya un examen de por medio.

Lo que valida tu grado es la opinión que de ti tengan todos los cinturones superiores que te tratan cada semana y la del Sensei, está más que cualquier otra. Hay circunstancias en las que avanzas sin estar del todo preparado, pero trabajando te pones al nivel, ha pasado y pasara y no veo el problema mientras se conserve la humildad y se trabaje para llenar los huecos, llegando a rebasar los objetivos mínimos requeridos y deseables para ese grado. Cuando no pasa eso equivocamos garrafalmente la manera de proceder y producimos una falsa sensación de conocimientos que es nefasta principalmente para los individuos que se confunden y creen que saben lo que no tienen manera de conocer pues no han estudiado ni practicado suficiente; no alcanza con pasar horas en el Dojo, sobre el tatami, hay que trabajar arduamente si se quiere avanzar con solidez.

Es difícil saber dónde estás parado, claro que sí, pero para eso está el Sensei y sus alumnos aventajados que tienen sobrada capacidad para juzgarte y calibrar la calidad de tus conocimientos y el todo de tu Judo. Su opinión es la que tiene peso y no la tuya; si no coinciden perfectamente solo te queda un camino valido, uno solo: trabajar para que coincidan. Cualquier otra cosa es seguir perpetuando el error, hacerlo más grande y difícil de corregir.
Es el Sensei quien decide cuando estás preparado y nadie más, tú eres el menos indicado para hacerlo, aceptarlo es el principio fundamental desde el que empezar a caminar. Pueden decirte seguido que deberías pasar de grado, no caigas en el error de perder la humildad y creer que sabes más que el Sensei; trabaja esforzadamente y con paciencia; gánate llegar a la clase y que el Sensei te informe de que vas a preparar el examen.

Se humilde siempre, no importa cuántos avances consigas ni que tan lejos llegues, siempre habrá quien sepa más que tu o tanto como tú o que pueda enseñarte algo; únicamente desde la humildad podrás percibirlo y seguir aprendiendo.                       
Si retrasas el paso de grado recurriendo a triquiñuelas tales como faltar, si conseguís exasperar al Sensei viéndote hacer el payaso(De una manera u otra siempre lo conseguías.) y le llevas a obligarte a presentarte a examen, estarás actuando al límite de la falta de respeto, proceder reprochable pero mil veces preferible y deseable antes que perder la humildad y se ve muy, muy poco pues todos queremos pasar de grado pero no todos estamos dispuestos a sustentarlo con conocimientos sólidos a los que se llega trabajando con ahínco desde la certeza de que no sabemos todo lo que necesitamos ni dominamos lo necesario para poder afirmar que estamos preparados para pasar de grado.


Trabajo en ser humilde, estoy lejos de conseguirlo; trabajo todo lo que no domino, todo lo que debo cambiar y me esfuerzo de verdad por ser un Judoka pero principalmente mejor persona; he mejorado un poco desde 1983, cierto pero me falta mucho y el tiempo pasa inexorable, probablemente no vaya a conseguirlo, cosa que se desde hace tiempo pero que no me impide seguir y seguir intentándolo con honestidad.                                                                                               
Si recorriendo este camino he ofendido u ofendo, pido disculpas, de verdad; no pretendo hacerlo, aunque parece inevitable que pase y perdónenme nuevamente pero no voy a salirme de este camino en el que mis Senseis me introdujeron y del que solo ellos podrían sacarme, algo que nunca he descartado; en el Judo no se ofende ningún Judoka, es algo que simplemente no pasa. 

martes, 6 de diciembre de 2016

Frases de Jigoro Kano.

Dr. Jigoro Kano:
El judo puede ser considerado como un arte o una filosofía de equilibrio, tanto como un medio de cultivar el sentido y el estado de armonía y estabilidad.

Solamente por medio de la ayuda y las concesiones mutuas un organismo que agrupe individuos en número grande o pequeño, puede encontrar su plena armonía y realizar serios progresos.
Superar el hábito de emplear la fuerza contra la fuerza es una de las cosas más difíciles en el entrenamiento del judo. No se pueden esperar progresos sin haberlo conseguido.

La sencillez es la clave de todo arte elevado, de la vida y del judo.

La sutileza en la técnica y la delicadeza en la estética son útiles para la eficacia del arte, pero escapan a toda descripción.

El fracaso en la competición y en el entrenamiento no debe ser motivo de desaliento o aflicción, pero es señal de la necesidad de una mayor práctica y de esfuerzos más continuos.

Si a veces es admisible un exceso de celo, éste termina siempre por convertirse en una fuente de peligro.

Las kata son la estética del judo. En las Kata (forma) se encuentra el espíritu del judo, sin el cual es imposible divisar el fin…

¿Existe un principio que se aplique realmente en todos los casos? Sí, lo hay: es el principio de la eficacia sobre todo en el empleo del espíritu y del cuerpo. Yo he dado a este principio totalmente general el nombre de JUDO.

El judo ha sobrepasado el estado primitivo de la utilidad para alcanzar el de una ciencia y un arte.

La estabilidad mental o una calma inquebrantable es un factor importante en un combate de judo. Lo sería aún más si se tratara de una lucha a muerte.

El punto principal es elevarse por encima del problema de la vida y de la muerte, de la sensación de temor y aprensión.

El judo debe existir para beneficio del hombre, y no el hombre para el Judo (competición).

En todas las formas de entrenamiento, el punto más importante es librarse de los malos hábitos.

La idea de considerar a los demás como enemigos no puede ser más que una locura y causa de regresión.

El judo debe de mantenerse por encima de todas las esclavitudes artificiales. Las nuevas invenciones deben convertirse en conocimientos comunes.

El judo es un arte y una ciencia. Debe mantenerse por encima de todas las esclavitudes artificiales y estar libre de toda influencia económica, comercial y personal.

El valor de una cosa depende de la forma en que se aborda mentalmente, y no de la cosa en sí misma.

El alto valor de la habilidad y de la calidad del arte no puede obtenerse más que elevándose por encima de la dualidad de competición.

El judo no debe ser revestido con una etiqueta nacional, racial, política, personal, sectaria.

Cuando uno se da cuenta del poder del judo, no puede servirse de él a la ligera, ya que puede ser tan peligroso como una espada desenvainada.

El mejor uso que se puede hacer de una espada es no emplearla; el peor, hacerlo.

Ambición y rivalidad, cuidadosamente dosificadas, son los estímulos del progreso. Pero en excesiva cantidad se convierten en venenos mortales.

A medida que se progresa en el estudio del judo, se desarrolla el sentido de la confianza en sí mismo, base del equilibrio mental.

La habilidad es función de una acción automática inconsciente. El control consciente de todos los factores es una cosa imposible, ya que una entrada no dura más que el tiempo de un relámpago.

Las fuentes estimulantes de la acción son el instinto creador y el espíritu de aventura.

El estado del mundo y de los asuntos humanos actualmente se parecen mucho al de los debutantes sobre el tapiz de judo.

La salud de la vida depende del juego armonioso de nuestros instintos.

Nuestros brazos se mueven por el movimiento del cuerpo de adversario, como si fueran una parte inmóvil.

Tender a la perfección es el principio del entrenamiento en el judo.

A pesar de las apariencias, "yo" y "mi" son el factor más descuidado en el pensamiento humano.

Cada acción del cuerpo es tan importante como un eslabón en una cadena.

Sin una clara comprensión del sentido del movimientono pueden esperarse verdaderos progresos.

El conocimiento del cuerpo, para ser eficaz, no es necesariamente el alto conocimiento científico del ingeniero, sino más bien el conocimiento práctico del obrero.

Recordemos que la esencia del deporte no está en la marca ni en el tanteo, sino en los esfuerzos y la habilidad desplegados para conseguirlos.

La forma de entrenarse depende de una acción consciente, pero la finalidad del entrenamiento es alcanzar el dominio de la técnica, que es inconsciente.

La dualidad es la condición de la vida. Sin opuestos ni contrastes, la vida no es la vida.

Se puede considerar el judo como un arte o una filosofía del equilibrio, así como un medio para cultivar el sentido y el estado del equilibrio.

El adversario es un compañero necesario para el progreso; la vida de la humanidad está fundada sobre este principio.

No se avergüence de un error; cometería una equivocación.

Y esta es mi base, es mi Filosofía, es el ideal que persigo y defiendo desde mi extremadamente frágil posición; apenas Ni Dan, lejos de mis Senseis a quienes no puedo recurrir para que me enseñen, aconsejen, corrijan y llamen al orden cuando saco los pies de la maceta. Por supuesto hay mas, bastante mas en el Judo; estas frases de Jigoro Kano condensan un poco todo lo que implica practicarlo pero quedan cuestiones sin mencionar, por algo lleva toda la vida acercarse a los misterios del Judo.