El
Judo sirve para todo. Funciona con todo. Es excelente como: Sistema de Educación
tanto Física, Mental como Espiritualmente; Sistema de Defensa Personal;
Filosofía Vital; Como vehículo para relacionarse socialmente y enseña a
empatizar con los débiles, los menos dotados y los niños; a respetarles siempre
bajo cualquier circunstancia. En la
vertiente de competición te permite medirte con otros que saben tanto o más que
tu; forjar tus técnicas, hacerlas efectivas, muy eficaces si quien debe
sufrirlas, no es un luchador contrastado pues están testadas contra Judokas que
no regalan nada.
En las mesas o arbitrando aprendes a valorar lo complicado que resulta ser justo, ecuánime; parado en el tatami, juzgando a otros Judokas bajo la atenta mirada del público y los Judokas presentes, con un segundo o menos para valorar una técnica y puntuarla forjas una reputación y te ganas o no el respeto de competidores, profesores, Senseis, otros árbitros y el público. Nada te enseña más humildad que saludar frente a cientos de personas al adversario que te ha derrotado; nada te hará más valiente que entrar a la categoría Libre de Peso y medirte con los gigantes dispuesto a ponérselo difícil.
En las mesas o arbitrando aprendes a valorar lo complicado que resulta ser justo, ecuánime; parado en el tatami, juzgando a otros Judokas bajo la atenta mirada del público y los Judokas presentes, con un segundo o menos para valorar una técnica y puntuarla forjas una reputación y te ganas o no el respeto de competidores, profesores, Senseis, otros árbitros y el público. Nada te enseña más humildad que saludar frente a cientos de personas al adversario que te ha derrotado; nada te hará más valiente que entrar a la categoría Libre de Peso y medirte con los gigantes dispuesto a ponérselo difícil.
Nada te recompensará más que enseñarle a un
compañero la manera de derrotarte y sufrir esas enseñanzas o pararte frente a
los niños y enseñarles a caer, a escapar, a entrar, a trabajar duramente a
pesar de su corta edad, a superarse. Nada reconforta más que ver a la niña tímida
de 11 años, apenas medio año bajo tu tutela, encarar un pasillo de cinturones
con la valentía de los elegidos, sin titubear y ver la cara de concentración,
de fiera determinación con la que lo afronta dispuesta a ser una más sin saber
que ya empieza a dejar atrás esos problemas de timidez e inseguridad, está en
manos de un Judoka que le hará enterrar esos problemas con suavidad, tan hondo
que no volverán a importunarla ni la lastrarán en adelante, el Judo ya trabaja
con ella, en ella. En su cara de satisfacción
cuando estoica sale por el otro lado feliz y busca tus ojos, tiene solo 11 años,
pero no es boba y sabe que estas ayudándola, lo percibe, lo siente; rompe una
sonrisa que es más premio que una medalla olímpica; la complicidad que se está
gestando con ella durara para siempre y la seguridad en si misma la acompañara adondequiera
que vaya, has sido vehículo, lo has propiciado recurriendo al Judo, al poco que
conoces y que otros te regalaron.
Sí, mostrarle a un compañero el camino para
que te derrote, enseña mucho y te hace crecer pues deberás superarte y
encontrar otras técnicas para derrotarle que harán que ambos eleven el nivel y
la calidad. De paso aprendes a ser generoso, a compartir sin caer en la tentación
de esconder para mantener una ventaja y te preparas para asumir que superarte
es un trabajo constante, infinito pues siempre enseñaras lo que sabes a todos,
aunque sean rivales directos.
Se puede escribir y escribir al respecto,
miles de renglones, pero solo hay un requisito indispensable, excluyente para
que exista Judo se necesitan Senseis. Todo empieza con ellos, sin un Sensei no
hay Judo. Formarlos y hacerlo bien es el único camino viable para tener un Judo
sano, pleno que, al tener calidad, lo convierta en herramienta efectiva para
todos los que se acerquen a estudiarlo, sin importar las circunstancias vitales
que sufran.
Cuando el Judo es Judo de verdad pues hay
un Sensei involucrado, no te falla ni te deja tirado, no importa a que te
enfrentes, sea lo que sea, será una herramienta eficaz y valida que te ayudara
a levantarte si caíste o a mantenerte en pie con dignidad, a ser una buena
persona a pesar de tus defectos y miserias sobre los que trabajaras
denodadamente.
Sin Sensei no hay Judo y no hay más vuelta
que darle.
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