domingo, 5 de febrero de 2017

No puedo


No puedo, por eso no quiero y ni siquiera lo intento. Es más grande y por ende más pesado, más fuerte, sabe más. Nunca podre hacerle nada, ni cosquillas. ¿Para qué probar suerte? No lo hagas, saluda al salir y no vuelvas, no mereces la oportunidad de descubrir por donde se empieza a saltar los límites que tu cerebro te impone.
O cual es la razón de que te pidamos que lo intentes o a que extraño fenómeno responde que ese compañero grande cómo un gigante está dispuesto a dedicarte tiempo y a ser mimoso contigo, cuando podría ponerse con cualquier otro y divertirse de verdad, seguir puliendo sus técnicas o simplemente dejarle trabajar pues se lo está ganando traspirando mucho, esforzándose con encomiable tesón, sabedor de que no comprende el todo pero hay algo que si sabe en lo profundo de su ser: confía en el Sensei y sus alumnos aventajados y si ellos le piden que deje hasta el último gramo de capacidad en el tatami, lo hará.                                  
En un futuro puede que le pidan que haga lo mismo estudiando y para pasmo de incrédulos: lo hará.     

Claro, hoy, no hay más combates que en campeonatos y en estos hay categorías por edades y pesos; entonces, los kilos pasan a ser una cuestión fundamental y excusa valida para todo, excusarlo todo. Ya no se combate por la vida, el honor, la aldea, la tribu, el clan, o la vecina que acarrea dos bebes y quedo rezagada por eso mismo. Ya nadie se faja contra tres perros por defender la honra de una muchacha desconocida; ya nadie enfrenta a una horda por un amigo y planta cara sabedor de que las apuestas están en contra y que pagara o podría pagar, un precio alto por su osadía, 30 años después su amigo sigue en su vida y aquella pelea es una historia olvidada por todos, menos los protagonistas y los dos amigos que no necesitan evocarla pero no la olvidan para nada.                                        

Hoy dudo que alguien que cree que 1 kilo es un universo, sea capaz de aguantar firme el ataque con un cuello de botella que busca su yugular con ansias asesinas y mientras se plantea que será lo que hará, en ese lapso de tiempo tan cortito, elige no lastimar, no romper ni matar, solo controlar con suavidad férrea y pasado el trago, traspirando a mares, con el corazón desbocado y la sangre colapsada de adrenalina, sentir que eligió de acuerdo a lo que se espera que haga y siente orgullo por quienes le han enseñado a defenderse sin perder la frialdad necesaria; y le han dado las técnicas que lo capaciten para aguantar la parada firme, seguro, sintiendo que puede salir indemne de esa. Dudo mucho que con 17 años, puedan hacerlo, ni con 30 ni nunca.

Un kilo o veinte. Un callejón oscuro, una calle desierta, calles desconocidas de un país nuevo; un comedor sin salida y en la puerta un tipo armado con una navaja, la única puerta que te permitiría escapar a la trampa, solo te queda hablar o matarlo o morir, fue hablar y estuvo cerca de ser lo otro; seis energúmenos persiguiéndote por una obra, productos de la mezcla de gimnasio y cualquier porquería que los hinche y ninguna salida visible o fácil, si entrenaste duro, podrás correr más que el Diablo a pesar de las botas de trabajo, llegar al sótano que está a oscuras y en ese territorio plagado de trampas que conoces, meterte y sobrevivir, nadie tiene coraje de seguirte en esas tinieblas, hasta el Diablo prefirió quedarse fuera de lo que hoy es la morgue de un hospital, total por mucho que corriera, me alcanzaría, me alcanzara, nos alcanzara.
La cuestión es si hiciste 10 entradas, 15, o estuviste entrando hasta que el Sensei dijo que pararas u ordeno un cambio. Si corriste hasta que él Sensei cambio el ejercicio, si hiciste Randori de verdad y poniéndole ganas tantas veces cómo oportunidades tuviste o si con algún compañero elegido, el Sensei te dejo hacer Shiai. O si competiste mucho y cada tanto entraste a la Libre de Peso y probaste lo que es pararse frente a Osos y que te agarraran; por probar que es, que se siente y por supuesto: intentar cazarlos.                                                                    

La cuestión es que yo también fui joven, inmaduro, poco constante y exasperaba a mi Sensei y a sus alumnos aventajados, por supuesto y habría que sentarse con mi Sensei Marcelo Erlich y preguntarle qué pensaba en aquella época de este boniato. Él nunca tiro la toalla, busco mil maneras de meterme en el Judo y la primera era mantenerme entrenando y yo jamas dije que no podía. Cada clase hacíamos Randori, cada clase me agarraba y dedicaba esos 5 minutos a tratar de hacerme sentir Judo en un plano más personal y consiguiendo que mejorara mis caídas cómo primer resultado visible de tanto trabajo; le ayudaba Sensei Alfredo Melera, se turnaban. Habría que preguntarles a esos dos fenómenos que me vieron en aquella época donde ver algo en mí era difícil, creo que levantarme cada vez sin rechistar les decía que había algo, que solo tenían que seguir buscándolo pero eso lo pienso hoy y no sé qué piensan ellos. Y yo solo hice lo único que supe hacer: no faltaba ni moribundo a clase.

Un kilo, dos o treinta no pueden condicionarte de ninguna manera, esa es la realidad que contrasta con la actualidad en la que el peso lo es todo. Bueno, en una discoteca llena, estás trabajando en la puerta pedís apoyo y no llega, adelante son muchos y varios te sacan dos cabezas; en esa situación o entrenaste de verdad o no lo contas sin terminar hospitalizado y sin hacer otra cosa que quedare parado mirándoles a los ojos les congelas las ganas de hacer estupideces, resultas demasiado serio y puede ser una pose pero puede que tengas con que respaldarla, mejor no averiguarlo. O si tenes que sacar a un cliente de la discoteca que te saca tres cabezas, pesara unos 120 kilos o más, pues esta propasándose con una camarera que pide ayuda a gritos; que encima está acompañado por varios amigos risueños que llegado el caso colaboraran en reventarte; lo mejor que puede pasarte es que Sensei Marcelo Erlich te enseñara en verano otras técnicas que no eran para competir, eran para sobrevivir, para defenderte y que te acuerdes de ella tres décadas más tarde, la pongas a funcionar y el gigante despierte afuera, no le lastimaste, solo le controlaste y los amigotes babean sin animarse a entrarte, acaban de ver que te sobra capacidad para hacerles un destrozo y dudan; esa duda te salva, son muchos para poderles a todos si se mandan y lo sabes pero ellos dudan, es ippon.                                                                                                                                  
Si, entrenábamos en verano, no parábamos; aprovechábamos para preparar exámenes, hacer defensa personal, una suerte de pretemporada y Judo, Judo, Judo.
La cuestión es que sin entrenar de verdad cuando la vida te de cartas horribles y doce energúmenos te persigan, corres desesperado por la calle pero aún así te rodean, dos de ellos armados con palos; no sabrás que caer a la vereda, es lo único que no podes permitirte; no sabrás que no tenes que pegar ni siquiera intentarlo, solo enfocarte en no dejar que te fijen para que los golpes no sean potentes y que solo Tai Sabaki sin parar y fluido en Jigo Tai, te dará una oportunidad de evitar la paliza, las patadas en la cabeza las costillas rotas y el hospital o la muerte. Puro Judo.                              

No puedo, ya hice muchas, ya entrene mucho, no me sale y etc, etc. A mí no hay que explicarme la efectividad del Judo fuera del tatami y del Dojo, cuando la vida se tuerce y quedas solito frente a la adversidad ni en otros aspectos de la Vida, tales como los estudios, el trabajo y otras formas de relacionarse. Y para que conste en actas pero no siente un precedente, escribiré algo que puede que les sorprenda o no tanto y no va de combatir y callejones oscuros pero es más importante si cabe, mucho más y que en Judo se consigue sin alharacas, solo pasa.                                                                                                                  
Yo salve el examen de Judo para Sho Dan, Cinturón Negro, sin problemas. Estudie, lo preparamos con él Sensei, a fondo, cuatro meses y pico, cómo le gustaba a él hacer las cosas: lo mejor que el candidato pueda y un poco más de yapa. Eso te hacía mejor y creo que Sensei era consciente de eso y por lo tanto, apretaba. Bueno, salve el examen pero era incapaz de terminar el liceo. Llevaba cuatro años haciendo el mandril, me dio vergüenza, mucha y me lo tome cómo algo personal, como si fuera Judo. Salve  quinto en diciembre, con notas altas, promedio 10 y sexto en diciembre con un promedio de 10 y exámenes de 12. Ippon! Fácil, estúpidamente fácil cuando lo encare cómo Judo, me deje de bobadas y di lo mejor de mí en cada clase, estudiando e interactuando con mis compañeros.
Y tuve que dejar de ir a entrenar para aplicarme de lleno, Sensei Marcelo Erlich me dijo que mi lugar seguiría estando cuando volviera, lo primero eran los estudios. Listo, no esperen más de estas anécdotas.        

Lo mejor que tengas para dar, solo aflorara si te dejas la piel en cada cosa que hagas. No solo en Judo, en la tarea que sea, en la Vida. Claro que yo no las separo, el Judo es la Vida y así lo encaro.                                          
Queremos resultados y no pretendemos hacer el esfuerzo necesario para conseguirlos. Nos engañamos y a los demás con la importancia de un kilo o de una medalla, al obviar que saludar correctamente es fundamental, conocer los principios básicos, los fundamentos y las técnicas, resulta más productivo que estar obsesionado con el peso, máxime cuando fuera de un tatami, puede que resulte irrelevante e incluso en el tatami lo es.                                                       

La cuestión es que tu Judo dependerá de la calidad de tu Sensei pero fundamentalmente de tus ganas por esforzarte y superarte. La cuestión es que la calidad de tu Judo sólo dependerá de ti mismo; aunque tuvieras a mis Senseis décadas enseñándote, si faltas a clase, no tenes ganas, te pasas hablando o preocupado por un kilo o medio, difícilmente consigas un Judo de calidad que te permita disfrutar en cualquier tatami que tengas el privilegio de poder regar con tu sudor. 
Lo que no podes es llegar tarde, no saludar o hacerlo mal, hablar como un loro, llevar cadenitas, pulseras, anillos, reloj, dejar el teléfono prendido para que moleste y encima atiendas si suena, faltar cada dos por tres, dejar que se caiga tu cinturón o perder el tiempo atándotelo; ponerte lo que sea abajo del Judogui sin pedir permiso, llevar las uñas de manos o pies largas, no darte una ducha antes de entrenar y podría seguir. Todo eso es lo que no podes hacer y no deberías atreverte. 
No puedo olvidar lo que me enseñaron, principalmente no quiero hacerlo; les debo eso como minimo, deuda de honor, imposible pagarla u olvidarla; nadie me reclamara nada pero tampoco hace falta, basta con que yo sepa que la tengo y quiera amortizar en parte su cuantía. 
Cabe la pervercion de que te hayan enseñado mal y en ese caso, espero que puedas llegar a un Dojo donde eso se corrija y puedas aprender de verdad Judo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario