sábado, 28 de julio de 2018

Ser un cinturón superior.


Ser el cinturón superior de la clase; no es tener un mero color del cinturón que rodeara tu cintura. Es muchas más cosas. Tantas que me dejare varias sin enumerar, si bien no pretendo hacerlo con todas pues sospecho que todavía me quedan por aprender o llegar a comprender cabalmente algunas, inclusive respecto al grado que poseo en Uruguay: Ni Dan, acá no sirve para nada, es papel mojado. Ni hablar respecto al resto de Danes, donde evidentemente tendría que estudiar y aprender muchas cosas que todavía no he tenido la oportunidad, las ganas o el tiempo de ponerme a desmenuzarlas para irme preparando, saber de más es infinitamente mejor que saber de menos; mejor ser un buen Kyu que no un mal Sho Dan. Sensei Firpo Dixit.                                                                                  
No cualquiera puede ni debe llegar a ser Sho Dan, un Judoka confirmado, contrastado, per se. Es una máxima que no vi nunca escrita ni reflejada en ningún lado pero que se cumple, de hecho, en la práctica, al filtrarse a quienes aprenden lenta pero efectivamente durante mucho tiempo, siendo el filtro el Sensei quien es en última instancia quien decide quién y cuándo está preparado para serlo. En ese momento, ya sos Sho Dan, solo falta el examen, un mero trámite para el que te prepararas a fondo refrescando conocimientos, sumando otros y afinando bien tu capacidad para poder demostrar todo lo que sabes. 

No es el examen y salvarlo lo que te convierte en Sho Dan, en un Judoka, es el Sensei, el tiempo, el sudor, las ganas, el trabajo, la constancia, superarte de mil maneras, conseguir logros personales alentado por el Sensei que va moldeándote, limando aquello que en tu carácter y personalidad debe limarse y sobre lo que deberás trabajar e incidir toda la vida. Aquí es donde llegamos a aquello de que un alumno es fiel reflejo de su Sensei y tanto que es así. Llevarás su impronta por los tatamis que visites y quienes le conozcan le reconocerán en ti; en tu manera de comportarte dentro y fuera del Dojo, en tu manera de entrenar en cada clase, en la manera cómo entrenas,  árbitras o competís; en como mimaras a los jóvenes, exigiéndoles siempre mucho más de lo que ellos creen que podrán dar sin pasarte jamás de la exigua línea que separa la enseñanza del abuso y en tu coraje a la hora de pararte frente a quienes te superan en todo menos en espíritu, en eso les igualaras, eso cómo mínimo. Por eso es tan importante que los Senseis lo sean de hecho y que hayan tenido Senseis a quienes honrar. 
Un Judoka tiene que tener muchas cosas: *Cierta madures que le habilite a hacerse cargo de sí mismo y de otros. *Conocimiento técnico variado y no solo de las técnicas de Judo. Que alguno no sepa dar un calentamiento o toda la clase es inadmisible (Que no sepa caer es una vergüenza para todos). Integridad.  *Paciencia. *Ética. *Pundonor. *Empatía.*Humildad. *Palabra.  *Sentido de la responsabilidad. *Vocación de servicio pues estará siempre dispuesto a colaborar con su Sensei o el Sensei y con sus compañeros anteponiéndoles siempre a su propio interés. *Compromiso. *Y un largo etcétera.                                 
Para eso habrás pasado por los estadios Kyu, si hablamos de Occidente, claro está y puede darse que antes de llegar puede que seas siendo un Kyu, el que más grado tenga en la clase entre los alumnos; no es algo tan infrecuente, en cuyo caso se aplicaría mucho de lo que escribo para los Sho Dan, para un Judoka y probablemente te conviertas en Judoka bastante antes de lo esperable, las responsabilidades ayudan  a madurar. Creer que llegaste al final del camino por ser Sho Dan es haberte perdido todas y cada una de las clases a las que asististe, estas empezando, lo anterior fue una preparación, establecer las bases para que tu recorrido del camino fuese viable y satisfactorio. Se empieza a entender al Judo, preparando el examen para Sho Dan, cuando el Sensei apreta al máximo y te pide y exige que busques la perfección y la casi consigas. Lo más loco de todo es que Uke colabora, suele ser alguien tan preparado cómo tú o más, aunque se evitara siempre que sea un Sho Dan, si es posible, para que esa ayuda no sea tan clara, para no estar tan favorecido por contar con un Uke de calidad que hará que todo vaya cómo la seda. A él no lo examinan, pero le observan para el futuro, los Senseis sabrán cuanto más le exigirán en su día a tenor de lo que muestra ese día. Por eso es bueno ser elegido cómo Uke para un compañero que se examina para Sho Dan, es la oportunidad de examinarte sin ser examinado, sin presión pero con toda la presión que implica de hecho no fallarle al compañero. Máxima exigencia sin sentirla pesando sobre tus hombros. En esos meses de pulir cada entrada, cada movimiento, repasar historia, vocabulario e ir sumando conocimientos que se te habían escapado o te llegan ahora; es cuando te acercas a empezar a entender de qué se trata esto del Judo. Ves a tu Sensei y a sus alumnos aventajados ayudándole a exprimirte; confundiéndote a propósito, pidiéndote que lo repitas y lo repitas y lo repitas y que lo hagas otra vez y solo paran porque tu Uke se va a morir y lo saben, él no emite queja ni hace muecas, se levanta y está preparado para otra caída de Ura Nague, soportara mil más, no dirá ni mu, esta a tu servicio; les ves, sabes que tu Uke no se rendirá y te llega clarito, diáfano que no estás ahí por una medalla, aunque te permitas perseguirlas; no estás ahí para saber luchar, aunque ya sabes que sos capaz de hacerlo y muy bien incluso fuera del tatami; no estás ahí para una vez salvado el examen pavonearte; estas ahí para aprender Judo, para que te dejen hacerlo, para ganarte la posibilidad de que te enseñen a ser un Judoka. Si bien ya deberás tener mucho de Judoka, todavía te falta muchísimo más y cuando seas un Judoka, tendrás toda una vida para seguir aprendiendo y un día empezaras a enseñar y descubrirás que el Camino no tiene fin, durara tanto cómo vivas. 
Tiempo de sobra para aprender y trasmitir a los jóvenes esos valores y esos conocimientos que otros te regalaron con esa sola condición pero que al final solo depende de cada uno, honrarles como se merecen o dejar de hacerlo.                                                                                                 
Llega un día en el que dejas tu Dojo y empezas un periplo que te lleva a otros países y a otro continente, otros Dojos, otros Senseis y entonces descubrís que te enseñaron tan bien que no pasas vergüenza jamás; que a pesar de sentir que te falta mucho y eso es rigurosamente cierto, tenes el nivel mínimo exigible a tu grado o puede que sea levemente superior a este. Descubrís el lenguaje común, las raíces, le esencia del Judo en todos, te quedas pasmado cuando te dicen que hablas cómo un Sensei Japonés que acaba de visitar el Dojo, mismo mensaje, otras palabras me dicen, tan sorprendidos cómo yo que pasmado, solo atino a tratar de digerir tamaño disparate, hasta entender que no es ningún disparate, hablamos de Judo, el Sensei podría estar enseñándome millones de años pero no tendrá que enseñarme nada básico, los fundamentos, eso lo tengo, otros Senseis se ocuparon de que así fuese e imagino que lo ha percibido perfectamente.                                                                                                                   
Disfruto sin paliativos en cada clase y disfrute con tutti, viendo al Sensei enseñando una estrangulación que nunca habías visto para una situación que jamás me plantee. Mostrándosela a toda la clase, con esa generosidad que nos adorna o debería hacerlo. Disfrute sin complejos. Pensé: soy Ni Dan desde diciembre del 98, el tiempo se quemo rápido desde entonces y mira por donde, en mayo del 2018 aprendo otra estrangulación y veo la estrangulación del diablo ejecutada por el Sensei ; técnica que aprendí preparando mi Sho Dan; todo en la misma clase. ¡Fantástico! Menos mal que no me confundí, que no me deje engañar creyendo que el Sho Dan era el final y seguí entrenando, aprendiendo, tratando de superarme. Menos mal que tuve Senseis y tengo uno, así es fácil disfrutar de estudiar Judo. Menos mal que un Sho Dan me dijo en su día que llegar a Sho Dan era cómo meter los tobillos en el océano para cruzarlo. 
No dijo intentar, dijo cruzar.                                                                        
Ser Sho Dan es pasar épocas eternas en las que solo entrenas por y para tus compañeros, dejando de lado lo que queres pulir y aprender para servirles y ayudarles a crecer; no es que no entrenes, también lo haces, pero no entrenas enfocado en tu progreso sino en el de ellos que al final también es el tuyo, creces sin darte cuenta, mejoras lo que no te planteaste mejorar, porque explicando y puliendo o buscando alternativas a los agarres, entradas, combinaciones y encadenamientos para ellos, enriqueces tu Judo, lo amplias, lo potencias y sin percibirlo te preparas para  poder aprender otras cosas que no podrías entender sin ese proceso de maceración y destilación de tus conocimientos.                        

Por supuesto hay más cosas, tantas que lleva toda una vida estudiarlas, aprenderlas, comprenderlas y ser capaz de enséñaselas a las generaciones que recién desembarcan en el Judo. Ser Sho Dan es una actitud donde prima el ser ejemplar para esos ojos jóvenes que te observan tratando de entender que esconde el hecho de que saludes al entrar al Dojo y al salir de este; al tatami, a cada compañero, al Sensei; que nunca llegues al tatami con el Judogui en la mano o el cinturón colgado del cuello; que te duches antes de entrenar; que nunca lleves el teléfono; que nunca pares hasta que el Sensei lo pida o te estés muriendo,  se nota y que a pesar de que ven que ni respirar podes, ven también que no te tiras desmadejado, no te permitís la desgracia de acostarte en el tatami, caminas boqueando, te arreglas el Judogui y volves al trabajo en cuanto el ahogo remite un poco. Que vean al Sensei pedirte que pares o aflojes, que muchas veces directamente te obligue a hacerlo con cariño, con un mimo exquisito y el respeto con que lo hace; que vean a los otros Sho Dan o incluso con más grado trabajar al máximo contigo pero con un mimo igual de exquisito que se nota hasta para quien acaba de empezar a conocer al Judo. Que te vean saludarles con una reverencia que no entienden en su profundidad y pausa y te escuchen dar las gracias mil veces, te cuidan, lo sabes y lo agradeces con humildad. Verte reír bañado de sudor, una rodilla en el tatami, las manos apoyadas en este, pensando que estas casi al borde de la extenuación pero dispuesto a seguir, eso de rendirse es algo que no contemplas, no hasta que ya no puedas de verdad más y para eso falta mucho o escuchar tus risas tras haber salido volando, mientras te levantas y vas a buscar al gigante que también sonríe por la certeza de que vas a ir a buscarlo, tantas veces como dure el Randori; tú a él y no al contrario. Que te vean arreglarte el Judogui antes de tomar agua, antes de saludar y tenerlo siempre en perfecto estado para trabajar sin pérdida de tiempo. Que vean al mirarte, lo que tu veías al observar a aquellos compañeros que eran tú ejemplo a seguir y que imitándoles, has llegado a ser como ellos, una referencia, ejemplo siempre, pues de eso se trata ser Sho Dan, Cinturón Negro, Judoka y no de otras cosas que también son necesarias pero nunca pasando por encima de lo verdaderamente importante que no es otra cosa que querer aprender Judo y conseguir dominar los conocimientos mínimos exigibles para tu grado que son exactamente todos y cada uno de ellos, sin excusas de ningún tipo. Y Judoka se es permanentemente, no solo en el Dojo o sobre el tatami, desde que te levantas hasta que te dormís e incluso mientras lo haces, sos Judoka.

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