viernes, 1 de marzo de 2019

DG591


DG591.

DG591 era una Estación Experimental como tantas otras que proporcionaba un hogar y la protección necesaria a los colonos que la habitaban, si bien estos no eran muchos, estaba situada en un planeta olvidado, perdido en la inmensidad del espacio del que tomaba el nombre para facilitar las cosas un poco y por pereza; y a los pocos investigadores que pasaban cortas temporadas en las Estaciones Experimentales para fiscalizar los avances con las semillas y/o los cruces de ganado derivados de las investigaciones permanentemente en curso llevadas a cabo por los propios colonos que soportaban todo el peso del trabajo.
DG591 existía a pesar de las autoridades, convenientemente olvidada, situada tan aislada, no era visible y a nadie preocupaba lo que le pasara al planeta o a sus colonos quienes malvivían tratando de obtener cosechas en los invernaderos valiéndose de semillas que se estaban desarrollando con el fin de poder usarlas más adelante en las tierras yermas del exterior permanentemente azotadas por el viento en prácticamente en toda su extensión a tenor de lo poco que se había explorado a pie, la única manera de constatar efectivamente las condiciones del terreno, los otros medios, todos indirectos eran poco efectivos y nada realistas.
Con ese fin se habían ideado las Estaciones Experimentales; se construyeron con fondos federales y se las pobló con el objetivo de obtener semillas viables en esos entornos tan exigentes; el primer paso para que fuera racional plantearse colonizar masivamente un planeta; la Tierra hacía siglos que mantenía una población estable recurriendo a una combinación de políticas entre las que destacaban: control férreo de la natalidad y la generación de refugiados que eran expulsados a otros planetas, siendo el único planeta que procuraba obsesivamente no superar el número de humanos por encima del cual un planeta colapsaba. Lamentablemente, no era un protocolo que se observase en los demás planetas colonizados a raíz de la necesidad de aflojarle la presión a la Tierra y eso generaba exceso de población lo que producía más refugiados, generaba escases endémica de alimentos y mucha presión para expandirse y colonizar otros planetas perpetuando el problema que se agravaba con cada siglo que pasaba.
Eso hacía necesarias las Estaciones Experimentales; lo que no significaba que se invirtiese todo lo necesario en darles a los colonos unas condiciones de vida que se pudieran considerar aceptables en todo su conjunto; como en toda cosa pública, por el camino se perdían fondos que enriquecían a los inescrupulosos que siempre engordaban a la sombra del Gobierno Federal, de cualquier gobierno en realidad; cuanto más abarcase el gobierno, más se robaba, en una relación directamente proporcional largamente estudiada y documentada.
Cada siete u ocho meses llegaba una nave de carga que traía casi todo lo que se necesitaba; nunca se les hacía llegar todo lo que habían pedido, siempre faltaban cosas; parecía un deporte al que le dedicaban mucho esfuerzo los encargados de preparar las órdenes necesarias para que se enviaran los suministros a cada Estación Experimental. No servía de nada elevar quejas, no mejoraban las cosas e incluso podían llegar a empeorar si un funcionario se sentía agraviado, tanto como para penalizar a quienes hacían reclamos; había que arreglárselas con lo que llegara.
En el caso de DG591, existía el agravante de que toda el agua no era potable; la mayor parte necesitaba ser tratada antes de poder ser consumida por los humanos; siendo esa circunstancia otro freno que impedía que pudiera pensarse en colonizar el planeta con seriedad, uno importante que no se podía obviar de ninguna manera pero que tenía fácil solución: bastaba con traer plantas potabilizadoras; lo que enrababa costes elevados y no resultaba rentable a menos que se tuviese la certeza de que las semillas eran viables y se podría obtener cosechas de manera regular.
Sin agua en abundancia no era factible una actividad agrícola y ganadera básicas que asegurasen el sustento de un número cada vez más amplio de colonos; el ganado de tamaño medio o grande, necesitaba cantidad diaria de comida amén de consumir muchos litros de agua por cabeza y lo más práctico era producirla in situ por un tema de costes, lisa y llanamente.
Debido a esas circunstancias, DG591 estaba estancada desde hacía tiempo y eso la convertía en una instalación carente de prioridad de ningún tipo a la que no se le hacía llegar mejoras ni se le pensaban nuevas estrategias, sus colonos estaban más que nunca librados a su suerte, si es que alguna vez la habían tenido; por norma general un colono, sin importar de donde era, desconocía que existía la suerte, no les sonreía nunca.
Su situación tan especial favoreció que cerca, muy cerca de DG591, se construyeran unas instalaciones secretas que se valieron de su reactor para tener energía eléctrica, evitando así poder llegar a ser detectadas en el hipotético caso de que alguien buscara una anomalía en ese planeta; la mejor manera de detectar actividad humana es rastrear el consumo de energía eléctrica o de cualquier tipo de combustible que posibilitase la generación de electricidad, algo que resultaba imposible de mantener oculto salvo si eran generadores de poca potencia que solo servían para un uso limitado, nunca para dar suministro a unas instalaciones que requirieran un suministro elevado y permanente pero derivada de un reactor se camuflaba con cierta facilidad máxime si era algo que se había tenido previsto desde el primer cable que se instalaba en la Estación Experimental.
Convenientemente soterradas y con hangares camuflados para que las naves pudieran aterrizar y permanecer ocultas, una precaución paranoica en ese planeta donde no había control de vuelos y salvo los colonos de la Estación Experimental no lo habitaba nadie que pudiese ser testigo de lo que ocurriese fuera de la propia Estación; era completamente imposible detectarlas, se había puesto mucho esfuerzo en conseguir que así fuera; la razón de tanto secreto era que en ella se hacían experimentos secretos financiados por partidas oscuras que nadie podía vincular ni asociar al Gobierno Federal que a la postre era el único que podía fiscalizar a quienes poseían la capacidad para idear semejante instalación, elegir una localización y afrontar la logística que permitiese la construcción, por norma general debían estar bajo el paraguas del Gobierno Federal, directa o indirectamente dada la inversión que era necesaria pero no había un solo documento, dossier o archivo que respaldase esa hipótesis. Una cosa era intuir o incluso tener una certeza y otra muy distinta era poder demostrarlo; las sospechas no hundían carreras políticas y mucho menos hacían caer a los gobiernos.
A eso se debía tanta precaución, tanto secreto. Los experimentos que se llevaban a cabo en esas instalaciones se habían prohibido taxativamente, de manera oficial, extraoficial, oficiosa o de cualquier otra, nadie podía argumentar que desconocía ese hecho si llegaba a ser descubierto llevándolas a cabo o si había pruebas que le salpicaban.
El problema es que no se puede atar todo ni prever cada problema, cada arista de las situaciones que podrían llegar a darse en un laboratorio, mucho menos en unas instalaciones dedicadas a llevar a cabo todo tipo de experimentos en un espectro muy amplio que abarcaba desde nanotecnología, investigaciones biológicas, químicas, nucleares, manipulación genética, hibridación y el desarrollo de campos nuevos como la creación de criaturas nuevas a partir de ADN de las existentes y de las que se habían extinguido pero se había salvado muestras genéticas; por más que los protocolos de seguridad se observen a rajatabla y que ante la más mínima sospecha se elimine al trabajador, investigador, empleado administrativo, soldado o guardia de seguridad que pudiera ser un riesgo; nadie previó que uno de las tantas criaturas se escaparía, mataría a los investigadores que trabajaban en el laboratorio liberando en el proceso a otras criaturas que atacaron a los humanos de toda la instalación con saña, buscando vengar tanto dolor, tanta tortura, tanta falta de humanidad y empatía.
Los mercenarios encargados de las medidas de seguridad combatieron con fiereza y sucumbieron; no podían pedir ayuda por los canales abiertos y normales, lo hicieron por otros, pero la ayuda demoraría, no tenían tiempo y lo sabían, estaban viendo a lo que se enfrentaban, esas criaturas eran unos asesinos despiadados con una efectividad muy alta, no en vano se les había desarrollado para hacer eso: matar.
En un arranque de estupidez inmensa, un grupo de investigadores trató de llegar a la DG591, la Estación Experimental de la que obtenían el soporte energético y era colindante, quedaba a mano; para lo que abrieron las compuertas que daban acceso a uno de los corredores secretos que comunicaban ambas instalaciones, pero fueron cazados y aniquilados antes de que lo consiguieran; las criaturas no dieron la vuelta para volver a sus cubículos y celdas, siguieron adelante por el corredor y entraron a DG591 haciendo honor a aquello de que los colonos no tienen suerte, no la conocen.

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