lunes, 5 de marzo de 2012

Emigre.


Con treinta años, cansado de vivir y trabajar en un país que no daba ninguna oportunidad, antes bien, las quitaba, decidí emigrar y así me convertí en Emigrante.

Trabaje desde los dieciocho años en infinidad de tareas: repartidor en bicicleta y moto, panadero, jardinero y durante ocho años fui el hombre orquesta de una empresa dedicada a los jardines y las piscinas.

En esa empresa entre después de trabajar como peón de jardinería en otra durante un año aproximadamente. Cansado de promesas que nunca se cumplían renuncie y pedí trabajo en esta empresa. Me contrataron de peón, a los quince días trabajaba sin capataz y al mes me propusieron ser el cobrador, cosa que acepte sin dudar.

Principalmente debía levantar la cobranza y llegar al banco cada dia antes del cierre. Pero además debía llevar maquinaria a reparar, pasarme por la imprenta o hacer cualquier otra cosa que me pidiera el jefe. Si faltaba un chofer yo hacía de tal, si se rompía un camión, yo acudía a solucionar que lo remolcaran al taller y arreglaba que la cuadrilla de trabajadores fuera recogida por los demás vehículos.

Arreglaba con cada cliente por donde quería que pasara a cobrar y sobre qué hora; mi dia empezaba llamando a los clientes y coordinando horarios.

Cuando la empresa empezó a crecer y agrego el mantenimiento de las piscinas yo fui el que las limpio hasta que fueron tantas que no era posible coordinarlo con la cobranza.

En esos ocho años por dos veces salve la empresa del desastre. La primera con mi jefe en Miami de vacaciones, su socio pretendió vaciar la empresa cosa que evite y en la segunda ocasión estando el enfermo con un cólico nefrítico.

Falte dos veces en ese lapso de tiempo, y más de una vez me mandaron a casa al verme trabajando tan enfermo.

Al final nada de eso importo, me echaron. Al pagarme el despido reconoció que sabía que nunca le había robado  ni un peso, ni del dinero en negro ni de ningún otro, pero que yo le salía caro.

Con el dinero del despido pensé en comprarme un remisse, para ver como marchaba el negocio me emplee en uno. Trabaje siete meses y me percate de que era inviable comprar uno; no era posible pagarlo trabajando cuando las recaudaciones eran tan paupérrimas.        Harto decidí emigrar.