Los hermanos bajan
a la playa
con el caballo,
donde lo hacen,
no suele haber
control, además tienen
el parque que
es una buena
ruta de escape.
Está prohibido hacerlo
de siete a
diecinueve. El tramo
de playa donde están
esta
desierto. Se turnan para
meterse al agua
con el caballo,
disfrutan del chapoteo
y los juegos.
Salen del agua
a descansar y
sienten el ruido
de un motor
forzado, la experiencia
les dice que
alguien intenta cruzar
los arenales, miran
haber que es
y aparece un
Jeep, en el
capo, echado, trae
un león. El
chico palmea alborotado,
el mayor sabe
que el viento
traerá el olor
del felino y
el caballo se
espantara. Lo acaricia,
le habla e
intenta montarlo mientras
el conductor del
Jeep suelta al león, se
queda por unos
segundos helado hasta
que asocia el
torno, la cuerda y
el collar. Respira
aliviado y siente
el tirón del caballo que
ha olido al
bicho y quiere
escapar. El relincho
es de terror,
tironea retrocediendo, gira
y sale galopando,
le arrastra unos
metros hasta que
se le sueltan
las manos y le ve
alejarse. Agarra las
chancletas indignado, ¿un León? Ojala
aparezca la Policía
piensa. Manotea la
camiseta, obliga a
su hermano a hacer lo
mismo, esta maravillado
con el León,
y salen tras
el caballo. Trotan
por la arena,
cuando se cansan,
caminan hasta recuperarse
y vuelta a
empezar. Llegan a
la zona que está llena
de bañistas, ahí un
caballo no es
bienvenido montado ni
mucho menos desbocado,
ahora es contrarreloj,
seguro Prefectura ya
sabe que hay
un caballo y vendrán
en
camino. No hay
que decirle nada
a mi hermano
para que apreté,
es el que
le ve y
me lo dice,
llegamos hasta donde está el
caballo, lo agarro
y acaricio calmándole.
Sentimos las sirenas,
queda poco tiempo,
agarro a mi
hermano y le
subo, escapa le
digo y palmeo
el anca del
caballo. El enano
es inteligente y
dirige al caballo
hacia la orilla,
la arena es
dura y este para galopar
cómodo, pero hay
niños y mujeres,
frena al caballo,
lo gira y
me mira, le
entiendo, no vale
la pena. Nos
rodean y detienen.
Somos menores y
llaman a mamá,
pero aparece nuestro
padre. En Prefectura
no se creen
que viéramos un león, nos
dicen que mentir
no nos ayudara.
Una multa y
nos sueltan, estamos
castigados, por bajar
a la playa con
un caballo fuera
del horario habilitado y
por mentir e
inventar historias. Soportamos
el castigo una
semana y llega
el sábado. Mi hermano pequeño
sale a dar
una vuelta por
el barrio y
vuelve corriendo y
muy agitado: el león
esta
en el barrio,
en el Jeep
parado, frente a
la carnicería. Casi
llevamos, a mamá,
a rastras hasta la carnicería.
Cuando vio al
bicho nos levanto
la penitencia.