Diana y Luis
se conocen al
poco de mudarse
ella al barrio,
no fue amor
a primera vista,
fue complicidad a
primera charla. Se
entendieron de inmediato,
parecía que en
otras vidas habían
caminado juntos, igual
ella era una
sacerdotisa y el
su esclavo; o
el eunuco, guardián
de un harén
donde ella vivía.
O quizás fueron
pareja en la
época de las
cavernas. Esa conexión
estaba, existía y
la sintieron los
dos, maravillados por
el misterio, la
atracción para nada
sexual que les
llevaba a asentarse
cabeza con cabeza
y hablar, de
ellos, de sus
vidas, de sus
sueños. Desde el
principio no cayó
bien a los demás chicos
que él tuviera
algo con la
nueva, no se
sabían ni su
nombre y el
sabia hasta cuando
cumplía años, era
un maldito retrasado
mental que inexplicablemente siempre
conectaba con las
pibas, un puto
brujo, que ya
nos contaran de
qué carajo hablan,
es para morirse
y para matarlo,
este de grande
no nos deja
una mujer para
nosotros.
Hablaban
de que ella
era hija de
un matrimonio anterior
de su madre,
que su hermana
era hija del
nuevo matrimonio, de
lo sola que
se sentía dejada
a un lado
por sistema; de
como extrañaba a
su padre al
que casi no
veía, de cómo
tu vida se va a
la mierda sin
que te des
cuenta, de lo
complicado que era
tener quince años,
ser una chica,
mudarse a otro
barrio, perder a
las amigas y
lo cuesta arriba
que es no
poder hablar con
alguien de todo
eso, hasta ahora
que te cruzas
en mi camino
como si llevaras
tiempo esperándolo y
eso no puede
ser. Además un
chico que escucha
es un verdadero
milagro, podría decir
que sos dos
milagros en uno.
Hablaban de la
vida de él,
de cómo le
costaba encerrarse a
estudiar dejando la
naturaleza a un
lado, perros, caballo,
playa a cambio
de un galimatías
inasumible; de sus
padres separados también,
de ser el
mayor y las
complicaciones derivadas del
cargo, de lo
difícil que se
le hacía llevarse
bien con los
guachos y por
el contrario lo
fácil que era
conectar con las
chicas, lo que
hacía que sus
amigos le tuvieran
más tirria; lo
solo que se
sentía muchas veces,
muchas al punto
de plantearse cuál
era el sentido
de tanta soledad
rodeado de gente.
De cosas así
hablaban, bajo la atenta
mirada del resto
de jóvenes, ellas
curiosas, ellos despectivos.
Diana se convierte
en la novia
de uno de
los despectivos, el
que más: Carlos. Desde
el principio del
noviazgo se sintió
molesto por la
relación entre Diana
y Luis, cosa
que no disimulo
en lo absoluto,
antes bien: lo
recalcaba. En verdad
se sentía celoso
antes de que
fuera su novia
y el hecho
de que fueran
finalmente novios lo
agravo. Luis capeo
el temporal con arte y
maña, evito conflictos
y se mantuvo
alejado todo lo
posible de Diana,
la encontraba en
lugares públicos con
testigos, así el
enfermo de Carlos
no tendría motivos
para patalear. Cuando
vio que se
complicaba mucho dejo
de verla a
la vista de
todo el mundo,
simplemente la esperaba
martes y jueves
a que bajara
del ómnibus y
le daba una
fruta, ella venia
hambrienta de estudiar,
tenían media hora
para ellos, en
la parada a
oscuras, sentados cabeza
con cabeza, no
era infrecuente oír
una risa de
mujer joven, generalmente
cuando el imitaba
a Carlos, Diana
no podía dejar
de reír. Los
dos sabían que
nadie les creería
jamás que solo
hablaban, que ni las
manos se agarraban,
tampoco nadie creería
que estaban y
están destinados a
encontrarse en vidas
sucesivas, que en
algunas no se
tocan y en otras hacen
hijos; que en
algunas ella es
su esclava y
en otras él
es su esclavo;
que en una
vida ella era
la jefa y le ordeno
pelear hasta morir,
conseguir tiempo para
que la gente
pudiera escapar y
el cumplió la
orden hasta el
final. Que en
otra él le
pidió que enamorara
a su rival y
lo arruinara y
ella cumplió pero
ya no quiso
volver con él.
¿Quién creería que
solo hablan?
Diana ya no
llega tarde de
estudiar y se
les terminan los
encuentros en la
oscuridad de la
parada. Luis la
visita en su casa,
cuando sabe que
Carlos no está
ni aparecerá. La
empleada se acostumbra
a verlos en
el salón o
verles subir al
dormitorio de la
niña, para ella
Diana es la
niña, no sabe
porque, ni le
preocupa, ni le
molesta ni le
dice a nadie
nada sobre el
asunto, que Carlos
sea un tarado
ayuda mucho, que
ese chico sea
educado y amable
también, pero sobre
todo ayuda a
su silencio que
la niña resplandece
cuando Luis viene
a verla; eso compra su
silencio y su
discreción. ¿Y qué
hacen tirados uno
en cada cama?
Si, si, hablar.
Él le cuenta
de sus aventuras
infructuosas persiguiendo chicas,
no hay manera
de que ninguna
le de bola,
se habrá portado
mal en otras
vidas y está
condenado a morirse
virgen. Diana se
come la almohada
de la risa,
ella le ayudaría
a revertir situación
tan desfavorable, haría
el esfuerzo por
el amigo, el
sacrificio, solo tiene
que pedirlo de rodillas y
decir algo bonito.
Vamos, ni en
pedo, antes muero
virgen. La empleada
siente las risas
desde abajo y
menea la cabeza,
el novio equivocado,
la niña tiene
al novio que
no toca, ese
sí que sabe
hacerla reír. Algunas
veces la nota
triste y siente
que no le
cuenta que le
pasa, no insiste,
todos necesitamos nuestro
secretos, algo solo
nuestro, propio; en
esas ocasiones miran
tele o comentan
algún chisme, sin
forzar, los silencios son
largos pero no
les pesa. Para
ellos no tener
nada que decir
es hablar igual.
Una
tardecita Luis llega
y la empleada
le dice que
está arriba, lleva
bajoneada unos días.
Luis la encuentra
boca abajo en
su cama, ella
siente su saludo
y de mueve
sin mirarlo haciéndole
lugar, Luis se
sienta y le
acaricia la cabeza
con ternura, no
habla ni cuando
Diana se gira
y le dice
que cierre la
puerta, solo le
da un beso
en la mejilla
y se va.
Abajo la empleada
le cuenta que
cada vez que
viene la niña
discute con Carlos,
incluso él, le
pega. Luis le
da las gracias
y le pide
que la cuide,
no volverá nunca
más a visitarla.
Cinco
años pasan sin
que Diana y
Luis se vean,
cinco largos años.
Luis sabe dónde
buscarla, pero no
quiere tener que
matarle al novio
y si alguien
le dice otra vez que él le
pega, bueno, que
los Dioses dicten
su sentencia, el
lo amasa bien
amasado y listo.
Luis trabaja en
la calle, es
un trabajo que le
gusta, ir por la ciudad
sin aburrirse encerrado.
Ningún dia se
parece a otro,
hay cosas inesperadas
esperándote en cualquier
esquina de la
cuidad. Como cada
mes se pasa
por una empresa
de rotulación, bobea
con la telefonista
un rato mientras
espera, cuando termina
sale, algo le
hace mirar hacia
la izquierda, cuatro
mujeres están sentadas
en un muro
a unos setenta
metros, la segunda
desde donde el
está parado es
Diana. Ni sombra
de duda, ni
hay que pensar
nada, camina hacia
ella sonriendo embobado,
dos besos y
me voy piensa,
le alcanza y
le sobra.
Diana
muerde su manzana
con rabia, que
mañana de mierda,
¡por Dios! Su
madre meta hinchar,
nada le viene
bien, está harta
de trabajar para
ella, harta de
verdad. Escucha que
una compañera comenta
que viene un
hombre guapo por
la derecha, no
guapo, no, pero
tiene algo. Eso la hace
mirar y le
ve sonriendo y
salta del muro,
corre y salta enganchándose a él, lo
abraza con brazos
y piernas, él
ni se mueve
bajo su peso,
aguanta firme y
la agarra de
la espalda. Sus
compañeras están atónitas,
boquiabiertas, ¿quién es
Romeo? Los vecinos
observan la estampa
viva del amor,
son jóvenes, ya
se les pasara.
Su madre despotrica,
menudo espectáculo está
dando la hija.
-Hola
linda, te extraño
mucho.-
-Bobo,
debiste quedarte aquella
noche, bobo, nadie
rechaza algo así.-
-Estabas
mal, enojada, por
ahí después te
arrepentías, por algo
no me has
buscado estos años.-
-¿Necesitas
ponerte de rodillas?-
-No, al final
se resolvió, gracias.-
-¿Te
quedas un ratito?-
-Sí,
pero bájate que
no llegamos hasta
el muro.-
Diana lo presenta
a sus compañeras,
se sienta en
el muro, separa
las piernas y
lo mete entre
ellas y lo
rodea, quedan diez
minutos antes de
que tengan que
entrar y seguir
trabajando, verla acariciarlo
es un poema. Sus
compañeras piensan que
al novio no
lo agarra así,
ni cerca, que
ese amigo es
mucho más que
un amigo aunque
no sabrían decir
si esos dos
han o no han, intercambiado
fluidos, no termina
de quedar claro,
la abrazo pero
no la agarro
de la cola,
abrazo la espalda,
de haber habido
temita, agarra las
nalgas, no sé,
no sé. Es
una escena que
se vuelve cotidiana,
Luis se pasa
siempre que está
cerca y termina
entre las piernas
de Diana aunque
esta tenga pollera
y se le
vean las piernas
hasta el elástico
de la ropa
interior. Las compañeras
concluyen que esos
dos no han
intimado nunca y
es de risa
porque más íntimos
no se puede
ser. Escuchan lo
que hablan, calladas
las tres, asombradas,
se cuentan todo
sin guardar ni esconder nada,
empiezan a entender
que les une,
algo sobre natural,
algo que nadie
sabe que existe,
solo ellos. Verles
comer la misma
manzana mordisco a
mordisco no les
parece erótico, les
parece sublime. ¿De
dónde lo sacaste
nena, por favor,
de donde? Tenemos
una historia milenaria,
yo quise una
vez meterlo en
mi cama, el
era virgen, yo
estaba enojada y
quería vengarme de
Carlos, el se
dio cuenta y
se fue. Se fue siendo
virgen, ¿entienden? Es
distinto a cualquier
otro y conmigo
es muy especial,
son tantas vidas,
tantas historias que
ya no hay
secretos, sabe cómo
tratarme.
Un dia ella
deja de trabajar ahí,
solo están las
tres compañeras que
le ven llegar
y sentarse, le
dicen que Diana
ya no trabaja
ahí; verle llorar
les rompe el
corazón, las tres
lo abrazarían pero
saben, sienten que
ninguna es Diana
ni pueden suplirla.
El sigue pasándose
alguna vez y
sentándose en el
muro con ellas,
acepta la fruta
que le den,
hablan de esto
y aquello y
sin saber cómo,
de lo que
las molesta o
preocupa, sienten parte
de su magia,
entienden a Diana:
es distinto a
un nivel que
hasta asusta.
Pasan
años y años,
Diana y Carlos
se casan, Luis
no es invitado
al casamiento, lo
sabe por terceros.
Sabe donde viven
pero evita la
tentación de ir
a verla, no
le parece buena
idea que Carlos
se entere y
la destrate o
maltrate. Los ve
de lejos en
la cola de un cine
y se va
discretamente, camina por
la ciudad solo,
se sienta en
un bar y
muerde algo desganado,
le alcanzaría con
media hora al
mes, en cualquier
lugar soleado en
invierno y dentro
de un lugar
con aire acondicionado
en verano, media
hora de risas
y confidencias, treinta
malditos minutos. Tenerla
tan cerca y
tan lejos, inaccesible,
siendo de otro.
Tras una semana
negra consigue seguir
funcionando, deja a
la novia de
siempre, lo siento
pero no te
amo con la
suficiente locura, ella
le da dos
cachetadas lindas, bien
fuerte pero no
llora, el sabe
que tiene a
otro hace un
tiempo, el se
va con alguna
amiga dos por
tres, no da
ni para pensarlo;
lo deja correr,
le perdona otras
dos cachetadas pero
le advierte que
la siguiente la
devuelve y ella
se va indignada.
Sabe que no
ha sido justo
y la entiende
perfectamente. Se dedica
a leer y
trabajar, casi no
sale ni atiende
el teléfono, una
amiga de toda
la vida se
planta en su
casa, a la
media hora decreta
que vaya a
buscarla y le
diga exactamente eso,
le da dos
besos y se
va. Luis no
va a buscar
a Diana, simplemente
se regodea extrañándola,
ahora amándola con
toda la locura,
enfermizamente incluso, la
quiere para él.
Se casa Federico,
obligado ir de
putas, un clásico;
Luis se queda
en la puerta
les dice que
esta menstruando y
que así el no hace
nada, los amigos
menean la cabeza
y entran perdiéndose
en el antro
lleno de humo.
Este Luis es
un payaso, mira
que decir eso,
a quien se
le ocurre, a él, solo
a él. Para
mí que tú
amigo es puto.
Préstale a tu
hermana, dala por
perdida, se va
a vivir con
él, boludo. Tenía
plan y quería
cortarse solo, es
un zorro bravo.
La verdad es
que Luis quiere
una mujer que quiera estar
con él, no
por pagarle, porque
si. Fantasea con
que una puta
lo vea ahí
paradito y falte
al trabajo para
irse con él
y sonríe embobado
de semejante fantasía.
Lo despierta Carlos,
el marido de
Diana, que llega
con unos amigos
y en vez
de entrar haciendo
como que no
lo ve o
saludar y entrar;
el tarado le
suelta que su
amiga querida duerme
en su cama,
ya ves, es
mía y ni
se acuerda de
vos, perdedor. Luis
lo mira entrar
y se va
a casa.
Lunes
temprano, Diana sale
para el trabajo,
cierra la verja
y al levantar
la vista ve a Luis
recostado a una
farola, no piensa,
no mide, corre,
salta y lo
abraza con brazos
y piernas, el la agarra
de la cola,
una mano en
cada nalga y
le susurra al
oído que viene
a llevársela, que
la quiere de
mujer.
-Llama
al trabajo, estas
indispuesta, entra, mete
cuatro trapos en
una valija y
vamos a casa.
-¿Por qué tardaste tanto?-
-Soy lento.-
-Bastante
lento diría yo,
si, muy lento.-
Espera
en la calle
que ella salga,
meten las valijas
en el coche
y se van
a casa de
Luis, se pasan
todo el dia
en la cama,
poniéndose al dia.
Carlos se hace
el ofendido y
aparece por el trabajo
de Diana, arma
escándalo y cuando
llega a casa
se encuentra a
Luis que le
espera, la paliza
que le da
es de las
que hacen época,
cada golpe es una venganza
por algún golpe
dado a Diana
y Luis se
prodiga con ganas,
tirado en el
suelo Carlos llora
y escucha a
Luis: nunca fue
tuya tarado, te
la preste y
no supiste cuidarla,
me la llevo
porque siempre fue
mía, no molestes
mas.
Luis
vuelve a reír,
se siente completo,
Diana irradia felicidad,
verlos juntos es
lindo, parecen adolescentes
en su primer
amor. Que no
es el primero
ni será el
último, seguirán coincidiendo
en vidas sucesivas,
seguirán amándose mientras
el Universo exista,
esa certeza los
llena, los colma,
se saben privilegiados, unos
años separados no
son nada comparado
con milenios juntos.
Igual no desaprovechan
el tiempo, que
saber que tendrán
mucho tiempo no
quita que quieran
disfrutarse a fondo,
dedicarse a vibrar
uno en brazos
del otro; o
charlar cabeza con
cabeza; o tomarse
un helado y
jugar como niños
con las cucharitas
o compartir una
manzana, mordisco a
mordisco.