El ruido
del hacha, resuena
entre los pinos.
Ha llovido toda
la semana, esta
todo mojado, pero
casi no queda
leña en la
casa y la
necesitan, para cocinar
y calentarse. Eso empujo
a los cuatro
niños a salir
al parque, en
busca de leña. El mayor
no cumplió 11
años, le sigue
uno de unos 9 y
los otros dos,
no tienen seis
años. Los más
chicos juntan ramitas
chiquitas, el mediano
piñas que, mete
en una bolsa
y el más grande, usa
el hacha, para
cortar ramas. Si
son muy gruesas,
casi troncos, usan
una sierra, los
niños más grandes
que, lubrican con
grasa, demostrando experiencia,
en estas lides.
Como si
estuviera coordinado, un
Pájaro Loco, hace
de contrapunto, al
hacha. Y el
niño acepta el
reto, imprimiéndole un
ritmo, distinto al
hacha. Es música,
a nivel primario,
pero se distingue. Una
verdadera maravilla, para
los oídos. Un
vecino que, se ha mudado
hace poco y
tiene ideas muy
claras sobre la
Educación de los
niños y los cuidados que,
estos necesitan; observa
por encima del
muro que, le
protege de la
naturaleza, a esos
cuatro desharrapados que,
cortan leña en
su, parque, porque,
ese, parque, es
suyo. En un
rapto de inteligencia
descomunal, decide soltar
a la perra
para que, ahuyente
a esos usurpadores.
Es una pointer
preciosa que, no
lastimara a los
niños, solo los
asustara.
La perra
se divaga un
poco con los
olores, pero los
gritos de su
amo la centran
y corre hacia
los niños que,
son alertados por
los gruñidos, de
dos perros enormes.
El niño mas
grande, ordena quedarse
quietos, a los
perros y a
sus hermanos que,
se pongan detrás
suyo. Empuña el
hacha sin crispación,
sus perros arreglaran
el asunto, si
caen, cosa harto
improbable, con el
hacha, matara a
la perra y
después al hijo
de puta del dueño,
si pierde a
sus perros, alguien
lo lamentara mucho.
Aguanta firme la
carrera de la
perra, la deja
rebasar el punto
de no retorno
y cuando suelta
a sus perros,
con orden de
matar, sabe que,
la perra ya
está muerta.
La perra
clava las patas
en la arena,
cuando dos perros
enormes surgen, de
la nada, intenta
dar vuelta y
no lo consigue,
las dentelladas le
destrozan la garganta
ante el horror
de su dueño
que, presencia asustado
como su mascota
muere, chillando asustada,
por ser el,
un imbécil a
tiempo completo.
La carcajada
empieza suave, lenta
y crece, hasta
asustar, a los
pájaros e incluso
silenciar al Pájaro
Loco, ni los
horneros, se atreven
a piar. En
ella hay un
desafío brutal, tanto
más, en cuanto
que, la misma,
nace en un
niño. El vecino
siente un escalofrió
por la columna
vertebral, entiende el
mensaje claramente y
en los años
venideros, evitara molestar
a ese niño,
a toda costa.
El parque no
tiene dueño y
de tenerlos, son
esos niños, nunca
él. Espiando sobre
el muro, vio
la batalla, del
otro lado, el
Diablo, se disfrazo
de niño.
Unas horas
más tarde la
lluvia hace acto
de presencia y
la temperatura cae
abruptamente; los niños
están cerquita de
la estufa de
leña, donde un
fuego alegre, les
brinda calor. Están
contentos, calentitos, esperan
a la mamá
que, llegara muerta
de frio y
agradecerá el fuego.
Tres juegan distraídos,
uno mira las
llamas, sabe que,
se ha mostrado
brutal, cruel y
despiadado, sabe que,
es la única
manera de imponer
algo de respeto,
el barrio crece,
se muda gente
que, entiende el
mundo, de otra
manera. O él,
consigue que, todos
sientan que, se
sobra para proteger
a sus hermanos
y a sí
mismo o inevitablemente el
Consejo del Niño,
vendrá a buscarlos,
previa denuncia de
cualquier vecino. Es
una guerra despareja,
en las que,
lleva las de
perder y también
lo sabe, perfectamente. Una
sonrisa ancha, diabólica,
asusta al fuego,
está preparado, nació
estándolo y lo
sabe. Ni sus
hermanos ni su
madre, se sentirán
defraudados, tiene extraños
aliados que, le
dicen que, hacer,
cómo y cuándo.
Plantara cara a
cualquier amenaza y
lo sabe.
Lo que,
ignora es que,
no es normal
con su edad,
actuar así. Lo
sabrá varias años
más tarde, cuando,
siendo un hombre,
investigue sobre si
mismo, buscando saber,
exactamente quién es
y cuando empezó
a serlo