Pido perdón
de antemano, escribiré
sobre mis sentimientos,
obviare los términos
en Japonés y
será todo en
Español, así, absolutamente
todos, quienes me
conocen, no solo
mis compañeros de
Judo, podrán entender
que, leen. Por
supuesto habrá quien
no me conozca,
¡bienvenido a mi
Planeta!
Yo llegue
al Judo por
desesperación, lisa y
llanamente. Tenía 13
años, todas las
dudas habidas y
por haber, alguna
persiste y una
certeza: Era violento
y la Ira
se apoderaba de
mi, tomando el
control. Se puede
matizar que, nunca
era gratuita, siempre
para defenderme o
a mis hermanos
o a terceros,
da igual: perdía
el control, cuando
se rompía el
dique. Esa mañana
fui un asesino
solo que, no sabía matar
y solo lastime.
No me gusto
ganar de aquella
manera, no me
gusto lo que,
sentí, no me
gustaron las caritas
de pánico de
las niñas y
niños que, me
rodeaban. No me
gusto la cara
de Aarón: ¡estaba aprendiendo!
Ese no podía
ser el ejemplo,
no debía ser
el ejempló, a
seguir por mi
hermano. Esa no
podía seguir siendo
mi manera de
pararme frente al
Mundo y sus
dificultades. Necesitaba ayuda,
inmediatamente y le
pedí a mi
padre que, me buscara un
Dojo, como no
podía ser de
otra manera, siendo
él, quien era,
fue uno de
Judo. Así metí,
los deditos de
los pies, en
el océano que,
para mí, es
el Judo. Estaba
desesperado, y no
sentía ni creía
que, nada me
fuera a ayudar
pero si, sentía,
que tenía que,
hacer algo, lo
que, fuera para
domar a la
Bestia, conocida como
Ira. Recuerden: 13 años.
Me integraron
sin que, me
avivara. Unas reglas
básicas y fáciles,
esto sí, esto
no. Recalcaron: lo
que, se aprende
acá en lo
referido a técnicas
de lanzamiento, control,
estrangulación y palanca,
se queda acá.
De las ideas
nadie dijo nada.
Algo buenísimo fue
que, me dijeran:
no sabes nada
y todos te
cuidaremos. Siempre cuidamos
a quien menos
sabe y pechamos
decididos al que,
más sabe, con
cuidado, se está
dejando y si
te propasas, te
lo hará saber:
caerás sin remedio.
Con eso empezaron,
empecé. Terminaba cansado,
muerto, destruido y
una extraña Paz
me llenaba, tras
cada clase. Me
dolían todos los
músculos, algunos eran
nuevos, no sabía
que, existían.
Me cautivo
la amabilidad, la
generosidad, el respeto,
las reglas claras
e iguales para
todos con salvedades,
pero había igualdad.
No importaba sexo,
religión, ni raza.
No les preocupaba
mi problema: lo conocían
sobradamente. Solo me pedían una
cosa: no faltar a
clase. Nada más.
Ni siquiera que,
cumpliera las reglas,
me decían que,
no hiciera esto
o aquello pero
sin mucho énfasis.
Sin embargo les
exigían a todos
los demás, observarlas. En
ese lugar había
una atmosfera de
tolerancia, de integración,
de tranquilidad, de
no-guerra, de no-conflicto
que, me atrapaba,
me atraía. Se
respiraba Paz, Armonía,
Equilibrio…..y yo perseguía
eso. Sin saberlo,
el Judo, ya
se me había metido,
en las venas
y ganado mi
alma.
Las dudas
ya estaban, empezaba
a descubrir las
técnicas y veía
ese potencial destructivo,
usadas fuera del
Dojo. No me
creía, ni veía
capaz, de tener
esos conocimientos y
usarlos adecuadamente. Tenía
miedo de mi
mismo. Y dudaba
de la capacidad
del Judo para
ayudarme, reconducirme y
darme tranquilidad. Deje
de ir a
entrenar, unos meses.
Mi padre,
viéndome tan afectado,
me invito a
entrenar con él. Retome
sin convicción; entrenaba
bien, pero no
me esforzaba en
nada. Entonces me
engaño, con una
sutileza barbará: cuando
salgas a competir,
tenes que, ganar
por Ippon. No
valdrá nada mas,
solo victoria incontestable. Y anda pensando
en, la Open.
La Open, es
el Abierto, no
hay categorías de
grado ni peso,
solo vos y
tu alma frente
a quien te
toque en suerte:
100, 110, 120,
130 kilos de
puro Judoka; un
verdadero desafío, en
cualquier orden. Podes
abandonar o aceptar
el reto, solo
depende de vos,
deberás trabajar mucho
y será difícil,
como la Vida.
Aceptar equivalió a
entrenar muy duro,
con todas las
ganas, esforzarme y
ser derrotado, la
mayoría de las
veces. Y me
pidió que, mi
saludo mejorara, una
reverencia más profunda,
más respetuosa. Entrenar
tanto me cansaba
físicamente y me
despejaba anímica y
mentalmente. Me hacía
sentir bien, un
bienestar que, no suelo conseguir
de otra manera.
Un campeonato, derrotado
una vez más,
me estaba abrigando
en un costado,
preguntándome que, demonios
estaba haciendo y
cuál era el
sentido de hacerlo
y uno de
mis verdugos vino
a abrazarme y
me dijo: Un
placer Firpo, uno
de los mejores
combates de mi
vida, gracias. Se
fue tras una
palmada, casi dos
metros, 123450 dio
la balanza, contra
mis 70900, tres
grados por encima
de mí, un
ejemplo, un espejo
donde solía mirarme,
nada le obligaba
a mimarme, delante
de todo el
Pabellón, tal vez
por eso, era
ejemplo. Con los
años, todos me
abrazaban, no ganaba
nunca, y ahí
estaba, plantando cara,
buscando una victoria
incontestable. Y me
trataban con un
respeto impresionante, como
si yo fuera
un igual, eran
muy generosos.
Lo siguiente
fue pedirme que,
le enseñara a
mis compañeros lo
que, sabia. No
importaba que, fuera
poco, debía pulirles
las cuatro técnicas
que, medio sabia.
Me pidió que,
lo hiciera con,
mucha paciencia y
calma. Eso fue
entrar en otro
mundo, sentirme responsable
y tener que,
diseccionar, los movimientos,
para explicarlos. Y
comprender que, debía saber
muy bien, cada
cosa que, aprendía,
tanto como para
poder trasmitirla.
Cambiamos de
Dojo, pasamos a
un club y
tras un par
de años, mi
falta de adaptación
a tener dos
responsables en la
clase, era patente.
No manejaba bien,
la relajación en
ciertos aspectos de
la etiqueta y
veía un deterioro
en la calidad,
de los entrenamientos, ante
tanta risa, tanto
equipo desarreglado y
poca concentración. Quise
abandonar, otra vez,
pero mi padre
me dejo elegir
a un Sensei
y él, se
encargo de pedirle
el favor: agárralo
o lo deja.
Es tu hijo,
no puedo. Si
crees deberme algo,
es hora de
pagar, acógelo, guíalo
y estaremos a
mano. Por favor,
amigo. Fui aceptado.
Di más
trabajo que, gurí
chico. Puse contra
las cuerdas al
Sensei y sus
colaboradores. No sabían
cómo manejarme, no
era irrespetuoso, ni
abusaba de mis
compañeros, ni siquiera
era mal compañero,
observaba la etiqueta,
menos cortarme el
pelo, pero aguantaba,
sus estirones sin
queja. Pero en
cada viaje, a
un Campeonato, me
mandaba alguna travesura
que, ya casi
era tragedia. Se
sentaron, hablaron y
dieron con el
remedio: niños. Me pusieron
niños a mi
cargo, los chiquitos
y se me
termino, el andar
bobeando.
Ante el
primer intento de
hacerme dar el
examen para Cinturón
Negro, recurrí a
la táctica de
faltar sin avisar,
dos semanas, ¡objetivo
conseguido! No se
hablo mas del
tema, hasta un
año más tarde,
en que, salió
a la luz
nuevamente y esta
vez, me borre
un mes y
conseguí aplazar, indefinidamente ese
examen. Era feliz
y me creía
muy vivo, la
juventud, ya se
sabe. Mi Sensei,
me saco de
mi error, con
Maestría, haciéndome ver
que, de vivo
no tenía nada
y creía ser
feliz, él, me
daría felicidad. Espero
a que, faltasen
tres meses para
las mesas de
exámenes y me
informa de que, o
doy el examen o
en ese Dojo,
no hay mas
lugar para mí.
Me miro serio,
yo entendí esto:
Juga Rafa, juga,
elegí bien a
tus adversarios y
estate a la
altura. Espero nota
máxima, no me
traigas ninguna otra
cosa. Tres meses
torturándome con detalles
que, la verdad,
era para suicidarse,
tres largos meses
preparando el examen.
Se divirtieron preguntándome
teoría y rebatiéndome.
Disfrutaron como enanos,
menos mi compañero
que, pobre caía mucho. Yo
no había actuado
incorrectamente, no del
todo, había hecho
lo único que,
me evitaba dar
el examen, sin
ser irrespetuoso: faltar
y sin avisar.
Pero lo había
sido, irrespetuoso, de
otra manera, si
mi Sensei decía:
examen, pues examen.
Le desobedecí, sutileza
o no, le
falte al respeto,
otra vez y él solo,
me siguió, enseñando,
generoso, inmune a mis desplantes,
mi idiotez, mi
juventud irreverente y mi absoluta
falta de ganas
de asumir más
responsabilidades. Me lo
puso muy fácil:
examinarme o dejar
de entrenar con
él. Y me
puso una penitencia
por ser tan
arrogante: nota máxima.
Solo eso le
haría sentirse bien,
él, estaba convencido
de que, yo
estaba maduro pero
que, una mesa
de examen lo
refrendara, siendo yo
quien era, ese
examen sería extremadamente difícil,
si conseguía la
nota máxima, él,
estaría muy tranquilo.
Antes de
salir al examen
, me miro
sonriendo: Yo entendí
que, más me
valía bordar el
examen o buscar
otro Dojo. Había
querido jugar con
él, bueno, él,
jugaba conmigo. Conseguí
seguir siendo su
alumno unos años
más y volví
a abandonar, superado
por problemas personales
y falta de
comunicación con él.
Avise que, largaba
y no me
llamo, yo no le llame.
Sin hacer Judo,
vague como alma
en pena por
la vida, me
faltaba algo, un
brazo, una pierna,
mi alma, algo.
Probé otras cosas,
yo solo quería
al Judo, no
me servía nada
más.
Dos años
y pico más tarde, me
llama mi Sensei.
Hablamos y me
dice que, los
niños del club,
necesitan a un
Profesor de Judo,
uno verdaderamente bueno,
han habido muchos
problemas y es
fundamental darles una
guía adecuada, alguien
en quien puedan
confiar y que,
les enseñe Judo
de verdad. Tu
nombre no lo
propuse yo, Rafa,
pero quien lo
saco a colación
tiene razón, sus
palabras fueron:” Acá,
solo hay una
persona capaz de
reconducir esto, con
garantías para los
niños, cuidando a
los niños, el
Negro Firpo, no
hay nadie más;
esto es un
desafío para Rafa.”
Así que, te
llame para que,
te hagas cargo
de los niños
del club, cuanto
antes, mañana mismo.
-¡Se volvieron
todos locos! No
estoy preparado, no
soy Profesor, soy
un verdadero desastre
como persona, yo
no sirvo de
modelo…no se apenas
nada, yo no
le miento a
ningún niño, yo
no le falló
a ningún niño.-
-Nosotros opinamos
distinto. Sabes mucho
Judo, demasiado, pensas
demasiado, falta que,
la vida te
zarandee mas. Como
persona debes seguir
trabajando, ya sos
modelo para quienes
vienen por abajo,
ejemplo de lucha,
superación, honestidad y entrega.
Fuiste mi mejor
alumno, cuando te
fuiste el tatami
se apago, amalgamador
del grupo, defensor
del débil, nunca
faltabas, si yo
no llegaba o
tenía que, faltar sin
avisar, sabia que,
la clase se
daría y, Jajajajajjaj,
sería más dura
que, conmigo. En
los viajes cuidas
de los niños,
las niñas y
las mujeres, todas,
incluidas las madres,
bueno, cuidabas. Te
he visto perder
un combate por
hacer sentir bien
al otro, muchas
veces. Solidario, generoso
y si, irreverente,
rebelde, contestatario, independiente, con
ideas propias, calentón
y te pasas
de porfiado. Tenes
la excelente virtud
de que, haces
saber a los
demás exactamente que,
pueden esperar y
que, no, de
vos. No busco
repescar al alumno.
Vos no sos
mas alumno, por
lo menos mío,
aprendiste todo lo
que, te podía
enseñar, deberás buscar
otro Sensei, necesito
al Profesor. Tendrás
que, sacarte otro
Dan, han cambiado
el reglamento y
después el examen
de Profesor cuando
pongan mesa.-
-No.-
-¿No?-
-No voy
a examinarme para
pasar de grado.
No. Y para
enseñarle a esos
niños, yo tengo
que, ser profesor
y como hay
que, tener un
año de antigüedad,
en ese nuevo
grado, antes de
examinarte de Profesor,
bueno, yo no
veo como se
arregla esto.-
-Es hora
de pagar Rafa,
si crees que,
me debes algo,
págame, agarra a
los niños. Te
apoyare, buscare un
compañero para hacer
el examen, lo
preparamos, salvas y
después el de
Profesor. En la
clase te esperan, desde
que, te fuiste,
los nuevos aprenderán
mucho, contigo riendo
por el tatami
como un demonio
desatado, yo se
que, si tu
risa, pone música
al tatami, la
clase funciona perfectamente. También
se que, no permitirás, salvedades
en la etiqueta,
en tu mochila
hay gomitas de
pelo, por si aparecen horquillas,
Jajajajajjaj. Bueno, puede
que, necesitemos un
poco de tu
disciplina, para recordarnos
que, nadie se
muere por observar
la etiqueta.
-Te debo
mucho, ni haciendo
eso pagaría.-
-Con atender
a los niños,
será suficiente y
quédate tranquilo, te
hemos estado enseñando,
todos estos años
a ser, un
buen Profesor, de
Judo. Lo descubrirás
solo y muchas
gracias, nada te
obliga a hacer
esto.-
-Honor. Una
deuda de honor,
me hace, hacerme
cargo y que,
son niños.-
La primer
clase, preparándonos para
saludar, miro aquellas
caritas, puro ojo,
atentos, expectantes, ¡Profesor
nuevo!; son mis
primeros alumnos y
únicos en verdad, en
mi espíritu algo
encaja, no llegue
ahí porque, creyera
que, podía hacerlo,
tampoco por ser
la única posibilidad,
si no que,
otros, que, si
saben mucho Judo,
me consideran apto y para
los niños, el
futuro. Fue una experiencia
enriquecedora, se cortaban
el pelo como
yo, bien rapado,
eran súper obedientes,
trabajaban con ganas,
jugaban con ganas
y reían con
ganas. Aprendían Judo,
se portaban mejor
en casa, con
mamá y en
la escuela. ¡Nunca
se quejaban! Nunca
más, vi a
unos niños caer
tan bien, sin
ningún miedo, desde
Nico, el chiquitín
de 6 años
a Claudia de
12 años. Siempre
les mostraba como
caía yo y
les decía que,
si conseguían llegar
a caer así
algún día, no
se lastimarían. Todos
con ritmos distintos,
con distintas dificultades,
todos trabajando para
mejorar y yo
aprendiendo a enseñarles
a volar y
aterrizar indemnes. Las
caras de los
papas: ¡Poéticas!
Salve el
examen, nunca pusieron
mesa de examen
para Profesor y
tuve que, dejar
de dar clases,
perdí mi trabajo
y yo no
cobraba por enseñar,
no podía pagar
el bus, deje
a los niños
en buenas manos.
Tras casi un
año, el grupo
de niños había
olvidado, la mala
experiencia anterior. Un
nuevo trabajo me
impedía entrenar y
finalmente me vine
a España.
Volví a entrenar
tomándomelo en serio.
No conocía a
nadie, estaba muy
solo, ir a
entrenar me daba
tranquilidad y abrase
eso. Acá mi
grado no fue
reconocido, pero me
dejaron ostentarlo. Era
más que, una
terapia hacer Judo,
me hacía sentir
bien, volvían las
sensaciones de antaño,
no me quedaba
encerrado en casa,
tenia adonde ir
y por primera
vez en mi
vida: entrenaba toda
la semana. Baje
de peso, estaba
tan en forma
que, me atreví
a competir y
disfrute, cayendo, de
distintas formas.
Como algo natural
me ponían a
cargo de los
cinturones blancos, les
enseñaba a caer
y las primeras
cosas. También me
pedían que, trabajara
con los competidores,
determinados agarres o
que, les agarrara
de tal manera
para que, trabajaran
mejorando sus movimientos.
O que hiciera
combate y les
fuera exigiendo, para
subir el nivel.
Yo, por las
mías, sume otras
cosas: enseñarle a
todos, a luchar
en el suelo
a disfrutar en
el suelo, porque
cuando envejeces luchar
de pie se
hace pesado pero
en el suelo
podes seguir hasta
muy veterano. Pensaba
en el futuro
de jóvenes de
20 años. Me
pidieron que, enseñara
un Kata, a
cuatro compañeros. Les
felicitaron en el
examen, según la
mesa hacía años
que, no veían
tanta calidad técnica.
Los muchachos orgullosos.
Yo casi me
muero cuando uno
de los expertos
en Katas, un
reconocido Sensei me
felicito a mí,
pregunto quién los
había preparado y el Sensei
de la clase
se lo dijo,
tuvo el detalle
de felicitarme a mí personalmente. Otra
cosa que, sume
de atrevido fue
hacerme cargo de
adolescentes problemáticos, chicas
y chicos, cuyos
padres llegaban desesperados,
hasta el borde
del tatami, pidiendo
ayuda. Ganármelos primero,
las jovencitas son
mas ariscas y
difíciles, para después
trabajar con ellos
y conseguir resultados
espectaculares. No importa
el problema o
la dificultad, si
saludan al entrar,
podre ayudarles, con
esfuerzo, paciencia, dedicación
y Judo, claro.
Un padre que,
traía a sus
hijos desde hacía
años y miraba
la clase, desestima
mi invitación de
sumarse a la
fiesta. Por su
trabajo y cargo,
las responsabilidades, el stress y
la falta de
tiempo; lo están
afectando: engorda visiblemente
y esta demacrado.
Su desesperación no
es la Ira,
la suya es
desconectar un poco
y yo puedo
ayudarlo.
-Acéptame la invitación,
proba un mes.
Yo te doy mi palabra
de que, en
un mes voz
no dejas, te sentirás tranquilo,
mejor, a partir
de seis meses
empezas a bajar
kilos. En un
año disfrutaras con
tu hijo, te sentirás razonablemente bien
y en menos
de dos, vendrás
a entrenar, aunque
tus hijos no
vengan. ¿Qué podes
perder?- Se puso
a entrenar, se
lo tomo en
serio, cuando vio
como se liberaba
de la presión
del trabajo y
una noche me
saludo contento, venia
solo, sin hijos.
Sigue entrenando, disfruta
con el hijo
que, sigue y
era de lo más escéptico.
Es la magia
del Judo.
Sos tímido, atrevido,
normal, reflexivo, impulsivo,
valiente, cobarde, etc.;
no importa, el
Judo te puede
ayudar. Sos súper
normal, sin problemas,
bueno, hacer ejercicio
es bueno, proba
el Judo, veras
que, pocas actividades
físicas son tan
exigentes. Dicen que,
también sirve para
defenderse. Y se
propone ayudar a
cualquiera que, se
ponga a entrenar, darles
a todos algo:
tangible e intangible.
No concibo mi
vida sin Judo,
me ha dado
y da tanto….solo
me gustaría que,
si un día,
un Rafita o
una Estelita, se
ven desesperados, haya
un Dojo de
Judo al que,
puedan acceder. Para
mí es muy
fácil y ya
leyeron, no fue
cuesta abajo y
tranquilito, pero todos
los Senseis dedicaron
tiempo y esfuerzo,
no solo en
cuestiones técnicas, además
educaron y formaron
a la persona,
supongo que, uno
defiende lo que,
vivió o conoció,
de primera mano.
Hace poco más
de un año,
la vida me
estampo, me plancho
en el suelo,
sin tatami. Grogui,
sedado, internado en
el Hospital, deambulaba
por los pasillos,
buscándome. Volvía a
estar desesperado, muy
asustado; mi señora
nunca hizo Judo,
creo que, no
sabe quién es
Jigoro Kano o
no lo sabía
pero si sabia
una cosa: Si
Rafa está roto anímicamente, solo
hay una cosa
que, lo ayude:
Judo. Busco en
internet fotos de
Jigoro Kano y
las imprimió, me
las llevo y
me las dio.
Yo mire las
fotos, elegí una
que, desconocía que,
me gusto y la pegue
en la pared.
Si, convertí la
habitación, en un
Dojo. Paso a ser un
Santuario donde me
sentía bien, protegido,
a salvo….miraba la
foto, no podía
hacer ejercicios de
ningún tipo, respiración,
nada, solo mirar
y eso era
suficiente para calmarme,
relajarme. Me crean
o no, me
funciono.
En cada encrucijada
de la Vida,
las charlas con
los Senseis, las
lecturas de los
libros, el entrenamiento; todo
lo que, enraba el
Judo me ayudaron
a salir adelante.
Hace treinta años
metí los deditos,
expectante, curioso en
el agua, sin
saber, cuánta agua,
había delante; hoy el agua
me llega a
las rodillas y
sé que, el
agua conforma un
océano inmenso. Se
mas cosas. No
podre cruzarlo, no
viviré bastante. Es
un océano abierto,
a quien quiera
meter los deditos.
Y siempre me
pregunto: ¿Hasta que,
punto yo era
así y hasta
que, punto, hacer
Judo me convirtió,
en quién soy? Sé que, conseguí encadenar
a la bestia,
gracias al Judo.
Dudas: era generoso, solidario,
sacrificado, tenaz, poseedor
de valores, tenia
palabra o eso
lo adquirí haciendo
Judo? Sigo teniendo
que, trabajar: Ego,
Humildad, Valor, Coraje,
Rebeldía, Independencia, Vagancia.
Es buena hora
para dejar al niño libre,
madurar y no
ser tan payaso,
pero esto lo
dejo para el
final.
Se supone que,
el Judo haría,
alguien mejor de
mí y creo,
a pesar de
todo que, el
objetivo está cumplido,
aunque, el trabajo,
sobre mi mismo,
terminara cuando, exhale
por última vez.
En cuanto a
las técnicas, puedo
decir lo mismo,
no alcanza la
vida para dominarlas
a todas y
sus variantes con
sus combinaciones. Filosóficamente tampoco
habrán bastantes años.
Moriré con todo
sin terminar, pero
no por eso,
pienso abandonar. Esa
es otra característica que,
te brinda el
Judo: persistir, ser
pertinaz aunque sepas
que, lo perseguido,
no está a
tu alcance.
Pude dejar de
dar aquel ejemplo
a mi hermano
que, nunca más,
me vio, hacer
nada semejante. Nunca más, las
caras que, me
rodeaban, denotaron pavor
y nunca más
la Ira consiguió
tener el control.
Se terminaron las
peleas sin motivo
y las que,
se dieron, fueron
por defender a
terceros y jamás,
nadie salió lastimado,
puse especial cuidado
en eso. Colabore
activamente con todos
mis compañeros sin
excepción, medie entre
padres e hijos,
explique miles de
veces como hacer
las cosas bien,
esto es exactamente
igual, como me las enseñaron
a mí. Trabaje
con compañeros buscando
una solución técnica
que, se adaptase
a sus características físicas
o limitaciones motrices,
derivadas de viejas
lesiones o del
avance de la
edad. Me rei
mucho y disfrute
horrores. Crecimos todos
juntos y cumpliendo
distintos roles.
Tras un parón,
obligado por fuerza
mayor, vuelvo a
traspirar haciendo Judo.
El sobre peso,
el bajo estado
físico son obstáculos
que, tendré que,
superar. Ganarme la
confianza de mis
nuevos compañeros y
del Sensei, será
relativamente fácil. Algo
les puedo decir:
hacia casi 15
años que, no
me corregían un
movimiento. Fue muy
placentero, después de,
tanto tiempo: recibir. En
Judo no das
para recibir, simplemente
das y algún
día, recibirás. Desprendimiento, otra
característica del Judo.
Yo, ya le
doy las gracias
al Judo y
a los Senseis
que, me enseñaron,
soportaron y educaron.
A mis compañeros,
sin ellos nada
es posible, el
Judo es individual,
pero imposible, sin
compañeros.
Con todo lo
leído imaginen que
me preguntan: ¿Si
el Judo que,
defendes y promulgas, que
según voz, funciona
tan bien, pudiera
volver a ser?
¿Qué estarías dispuesto
a hacer o
dar para que,
los niños y
los jóvenes accedieran
a él?
Dejaría de hacer
Judo, no pisaría
nunca más un
tatami, dejaría de
hablar de Judo
y de escribir
sobre Judo y
si esto no
fuera suficiente daría
mi vida. De
mis tesoros, solo
quedaría mi niña
y ella está
fuera de esto;
no tengo absolutamente
nada mas que,
ofrecer. Y si
alguien no lo
sabe, eso sería
Judo. Sacrificarse por
los demás nunca
es en vano
y eso es
Judo.