El niño andará por
los 10 años,
desastrado, flaco, pelo
largo y mirada
triste. Las putas
le conocen, es el que
les trae agua
o toallitas y
hasta papel higiénico
del almacén que
esta ruta abajo.
Solo hay que
decirle que tiene
que traer y
darle plata, en
un santiamén volvió con
lo pedido. No
habla nada, pero
no es mudo;
se dice que
su madre era
una compañera que
trabajaba en la
zona, no tenia
con quien dejarlo
y lo traía,
subió a un
auto y no volvió
a
vérsela. Él la está esperando,
pobrecito, se volvió loco
de dolor y
abandono. Al ser
tan chico es
inofensivo y las
mujeres le acarician
la cabeza, algunas
tienen hijos como
él o hijas
y alguna comparte
su refuerzo con
él, obligándole.
Es
verano y el
calor espanta a
los hombres, por
eso las mujeres
vienen a trabajar
más tarde. Unas
chicharras amenizan la
tardecita con entusiasmo.
Lourdes llega muy
temprano, siente el sudor corriéndole
entre
las nalgas después de
bajar por la
espalda, las ingles
empapadas y las
piernas chorreando pero
en su casa
su hombre le
pega, prefiere el
calor y la compañía
del
niño. Ella cree
que de loco
nada pero no está segura
del todo. Un
ruido de motor
hace que el
niño se acueste
entre el pasto,
algunos clientes se
escabullen si ven
niños. Lourdes arregla
con el tipo,
rodea el auto
y se va,
no la vuelven
a ver. Solo
el niño sabe
que vino y subió
a
un coche, nadie
le pregunta y
no dice nada.
Una semana le
lleva determinar que
le corroe el
cerebro, el tipo
del auto aparece
cuando están solas
y eso solo
puede ser, si
vigila la ruta
para verlas pasar.
Ahora el niño
monta guardia desde
donde puede controlar
los pocos lugares
donde un auto
puede estacionar, sin
llamar demasiado la atención. Lo
ve llegar, girar
y estacionar, medio
tapado por unas acacias y
esperar hasta que
una de las
muchachas mas jóvenes
baja del bondi
y camina decidida,
mientras mastica chicle,
siempre mastica chicle.
El tipo espera
unos cuantos minutos
y va hacia
donde la muchacha
se paró, a
esperar clientes. Sube
al auto y no la
vuelven a ver. También el niño deja
de verse por ahí, aunque
lo ven en
el almacén o
caminando por la
ruta, probablemente se
canso de esperar
a la madre,
pobrecito.
El niño
espera paciente, mastica
su rabia, mastica
su impotencia y
mastica su indefeccion.
Nadie busca a
su madre, la Policía ni
se molesto en
preguntarle si había
visto algo. Han
muerto más mujeres,
están desaparecidas, pero
él, sabe que están muertas.
Ve al coche
girando y estacionar,
está a pocos
metros, prende fuego
el trapo y
cuando agarro bien,
mete la botella
llena de nafta
por la ventanilla
y se escabulle
entre los pastos.
El humo y
el fuego, además
de los gritos,
no alertan a
nadie, todavía no
llegaron las mujeres
a trabajar. Alguien
para en el almacén y
llama a los
bomberos que aparecen,
con la sirena
aullando demasiado tarde
para salvar al
conductor si acaso,
justo para evitar
un incendio. El
muerto es un
Comisario, se investiga
quien pudo querer
matarlo, hasta que
asuntos muy turbios
recomiendan olvidar cualquier
investigación, se cierra
el caso. No
desaparecen más putas.
Una coincidencia, che. Sheila es puta
porque la hicieron
puta entre el
primo, el hermano
y el padre,
no por convicción o elección. Se
enamoro y se
fugo con su
amor que la
primer noche, la
alquilo a unos
conocidos. En la
actualidad la explotan,
dos miserables, que
a ella la
tratan con cierto
respeto. Sus 19
años valen como
tantos siglos y
su constante exposición
a la violencia
y la sordidez
le han dado
instinto y este
le dice que
el niño se vengó y
las vengo y
si eso es
asi, ella, dará
las gracias en
nombre de todas,
las que seguramente
están muertas aunque
nadie lo diga
y las que
evito que las
siguieran. Avisa que no
trabaja, se pone
un jean gastado
que le moldea
las caderas y
la cola, una
camiseta con un
motivo infantil intenta
esconder unos pechos
plenos, nada de
maquillaje, championes, pelo
atado en una
coleta y lentes,
sin bolso. Viaja
en el bondi
y se baja
en el almacén,
camina por la
banquina soportando los
bocinazos, las guarangadas
y dos piropos
que la hacen sonreír abiertamente.
Entra al rancherío sin
preguntar y escruta
cada rincón, lo
ve bajo un árbol
y
se acerca.
-Hola, ¿me
dejas sentarme?-
-Si.-
-Vengo a
darte las gracias.
Nadie se dio
cuenta, se dicen
mil cosas, ninguna
cerca.-
-Nadie se
fija, no miran.
Cuando se llevo
a mamá, no
vi el coche,
solo escuche el
ruido por eso no pude
ayudarla.-
-Ya no
vas con nosotras.
Seguí yendo, tendrás
un refuerzo o
fruta y ganaras
algo de guita haciéndonos
mandados
y podre verte
sin pedir día
libre y caminar
por la banquina
como una puta,
cuando no estoy
trabajando.-
-No, esta
noche me voy.
Me duele estar acá.-
-¿Tenes adonde
ir?-
-No.-
-Venite conmigo,
buscamos con tiempo
un lugar.-
-¿Por qué me
vas a ayudar?-
-Soy puta,
no desagradecida, dale, vámonos.-
Sheila moriría reventada
a golpes, por
su proxeneta siete
años más tarde,
pero seguramente aplaudió en
el cielo, con
sus alitas de
angelita, cuando su
niño, un hombretón salvaje
de 17 años,
musito su nombre,
cada vez que
golpeo a su
asesino, hasta convertirlo
en un guiñapo
inerte, carente de
vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario