sábado, 25 de enero de 2014

Luciérnagas.

Cuando la oscuridad tenebrosa se adorna por Luciérnagas, la noche pierde su animosidad, su halo fétido que nos llega desde los tiempos pretéritos; aquellos donde no existía la electricidad, la oscuridad era eso: bien oscura y los humanos todavía ni eran tales ni se habían erguido del todo. Las Luciérnagas iluminan con su luz y prestan algo de magia, a la noche, haciéndola menos oscura, menos preocupante. Anoche las Luciérnagas, me visitaron, dejándome lleno de tranquilidad; la noche seguirá siendo oscura y tenebrosa o volverá a serlo, pero por ahora, solo veo lucecitas titilando, convirtiendo un cuadro oscuro, una noche cerrada, en una promesa de futuro luminoso. Cerquita de donde Aníbal y sus elefantes, toparon con una ciudad que prefirió quemarse a sí misma, antes que caer en sus manos; anoche visite un Dojo, cuyo Sensei, me dio asilo al quedarme yo sin clase, por motivos ajenos a mí, en el tatami, en el cual entreno, en la actualidad. Luna, 14 años, Irene, 14 años, Marta, 14 años, Noelia, 15 años, George, 18 años, Flaco 17 o 18 años, Carlos, Chileno, sub 30, y Adrian, 16 años quedaron a mi cargo y les explique cosas de combate en el suelo, una manera de girar al otro y variantes; una situación que no recomiendo para nada; a defender un ataque en concreto que es efectivo, si no sabemos pararlo y alguna puntualización. Fue alucinante como prestaron atención, probaron a hacer lo que les mostraba sin dedicarse ni a rebatirme, opinar ni perder el tiempo, hablando. Noelia se enredo y estaba haciendo otra cosa, muy distinta, me acerque y le explique cómo hacerla, y la deje que siguiera por su propio camino que era más avanzado, mas difícil para ella pero que era correcto y ella se esforzaba y eso era, mas importante que obedecer ciegamente. Todos atentos, todos puro ojo, todos con ganas y yo disfrutándolos. Por sus caras, se que también estaban pasando un rato lindo; traspirando, esforzándose, superándose, aprendiendo, formándose y dejándome a mí, aprender de ellos, con ellos. Para el tramo final, pasamos a los combates de pie. Una delicia absoluta. Arriesgaban, asumían sus errores, volvían a intentarlo. Luna me sorprendió por guerrera, tiene alma de Samurái, tenía un día horrible, estaba llorando, eso no le saco ni un cachito de ganas, de pundonor; ni pesar la mitad que yo, ser mas bajita, saber menos; simplemente fue a buscarme con coraje, inteligencia y la técnica que va conociendo. Adrian es un viejo conocido, desde niño; me sorprendió su evolución técnica, su mejoría general y que se ha convertido en un joven valiente, que asume riesgos y trata y trata. Sigue siendo un cabezón que da miedo, cuando aprenda a escuchar y haga caso, dará un salto cualitativo. Los demás en una excelente línea de trabajo, todos llevan la marca de su Sensei, todos hacen Judo y todos quieren aprender mucho mas. Reconforta ver eso, constatarlo, confirmar que sigue latiendo, subyacente y denostado, algo más hermoso que perseguir una medalla. Y Senseis manteniendo a las Luciérnagas, vivas, siendo ellos mismos Luciérnaga, para cuando a un Judoka, la noche tenebrosa lo abraza, pueda ir a esos Dojos y respirar tranquilo, sentirse en paz, primero con él mismo y después, con el resto de la humanidad. Anoche las Luciérnagas me mimaron, un Dojo, sus habitantes y su Sensei, se disfrazaron de Luz, para que mi noche tenebrosa, resultara menos oscura, menos ominosa, mucho menos terrible. ¡Gracias!

No hay comentarios:

Publicar un comentario