Nunca
entendí, como era posible que resultara tan difícil, que
un grupo de personas, se pusiera de acuerdo sobre algo
concreto. Para mi, es fácil o lo era, actualmente me
planteo que estuve equivocado; si se trataba de cumplir
determinadas reglas, con hacerlo, sobraba. Si se trata de
llegar a un nivel o lugar distinto al que ocupamos, con
seguir a quienes más saben, respecto a ese tema, en
concreto, suele ser suficiente o debería serlo. El problema
es que se trate de un reglamento de arbitraje; de un
conjunto de técnicas; de dirigir un club de deporte
barrial, de gobernar una federación o un país; poner de
acuerdo, no ya a quienes te siguen o gobernás, aglutinas
y/o simpatizan con tu labor, es un trabajo casi inasumible.
Cada uno tira para su interés o interpreta libremente, lo
que cree que ve o percibe, anteponiendo, esos intereses
individuales y a eso, se le suma su experiencia vital e
histórica, sobre ese asunto en concreto y sobre la vida,
en general. Todos
nos creemos con dotes de mando y capacidad de liderazgo y
por supuesto, que lo haríamos mejor, porque sabemos bastante
más, que quienes nos rodean y evidentemente, más que quien
nos dirige. Para
mi es, o era, cuestión de lógica primordial, ponerme a
las ordenes o servicio de quien más sabia, en lo que
fuera. Por ejemplo: Roberto era el mejor pescando a la
encandilada, yo le obedecía sin hacer planteamientos o
seguía al Beto, cuando jugábamos al fútbol, la rompía
literalmente. No se me ocurrió jamas, discutirle a Cesar de
caballos, mucho menos si eran potros o baguales. Ni me
plantee, jamas, dudar de las ordenes del Canario, siendo mi
copiloto. Todos ellos, me superaban en esos asuntos, sabían
más y la lógica me decía, que les siguiera. Ya
entonces, veía que no eramos todos así, algunos se
cortaban solos y repetían sistemáticamente esa conducta, no
tenían ni idea sobre prácticamente nada, pero opinaban con
mucha autoridad y por supuesto, no les tomábamos en serio
ni les considerábamos fiables. Ponernos
de acuerdo era un trabajo prácticamente inútil. Ya
entonces, las cosas se fueron complicando, porque apareció
la interpretación de las cosas, cada uno, hacia su lectura
de lo que le enseñan, lee o dicen, sin seguir en absoluto
la filosofía o el meollo de la cuestión; pero
convencidos, de que saben de que opinan, convencidos de que
son mejores que los demás y están más preparados que
estos, para opinar, incluso si no tienen la más remota
idea del asunto o tema e incluso tengan la osadía, de
creer saber más que alguien que les lleva treinta años de
ventaja en experiencia practica y hasta le juzguen, desde
su ignorancia supina que creen que es conocimiento, eso es
la perversidad máxima, sin duda, que el ignorante, se crea
sabio, jamas saldrá de su condición. Poner
de acuerdo a gente así, es una utopía. Entre la
individualidad narcisista y la ignorancia supina, conseguir
avanzar, hacia la meta y objetivos generales, que beneficien
al colectivo, en la actividad que sea, es una perdida de
tiempo. Hay un porcentaje mínimo que es inteligente, esta
perfectamente instruido pero tienen el ego y la vanidad, de
unos tamaños desmesurados, que solo se ocupan de sus
intereses y trabajan para si mismo. Hay
quienes trabajan para los demás, tratando de minimizar los
destrozos, anteponiendo los intereses del grupo a los suyos
propios, pero suelen pasar desapercibidos, porque no buscan
el deslumbrante calor de los focos.
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