Hacía mucho tiempo que no me pasaba nada
parecido, años. Resulta que con la locura diaria en la que vivo, me deje en
casa los documentos, la plata, todo y me fui a trabajar sin nada. Los lunes
entro a las 7 de la mañana, suelo llegar con 15 0 10 minutos para adelantar lo
que pueda y a las 730 salir con la camioneta con destino a L´Alcudia, primer
parada o en su defecto Benimodo. En cualquiera de las dos me meto en un bar y
me tomo un café con leche acompañado de algo dulce, mientras preparo los albaranes
y la vuelta más inmediata. Es cuestión de entre 15 y 20 minutos que ayudan a
organizar el día y evitan metidas de pata flagrantes. El lunes
cambie de bar, pura casualidad; estacione de manera de ver a la camioneta todo
el tiempo y entre. Suelo pedir y pagar de inmediato, por si suena el teléfono y
hay que salir perdiendo la ropa, no es algo que pase a cada rato pero es
factible y lo mejor es estar convenientemente preparado. Hice el pedido,
pregunte que debía y metí la mano en el bolsillo. ¡Me quede frío! Ni la
billetera ni el monederito, nada, cero y por delante más de 200 kilómetros y
doce horas en las calles y rutas con la policía y la guardia civil vigilando y
haciendo controles. Le dije que no pusiera nada que no podía pagarle; no solo
no podía hacerlo, tampoco podría comprar nada para tomar o comer hasta que no
volviera a casa, unas 13 horas más tarde. Siguió haciéndolo, ya pagaría o no, no le
importaba, dijo manipulando la cafetera para sacar el café con leche que me
puso delante junto con una magdalena con una pinta bestialmente buena. Le di
las gracias, evidentemente, hice los honores, prepare los albaranes y ataque al
día, negociando con los Dioses que no me pararan, no ese día, las fuerzas de
ley. Trabaje igual que siempre y aguante a base de tomar agua de las fuentes
que detectaba; para colmo no tenía una mala botella para llenar. Resulto un día igual a los demás, no fue más
pesado y ni siquiera tuve hambre o no la sentí, no se a que achacarlo y aunque
lo pienso, sigo sin tener una respuesta; siempre compro morfi y bebidas, no
falla, excepto ese lunes, el próximo pasado. El martes a las 807,
estacione frente al bar, cerré la camioneta y entre, pedí un café con leche,
una magdalena y una botella grande de agua, de paso que me cobraran, lo que
debía y lo fiado. El señor comento que no hacía falta ser tan puntual, tenía la
certeza de que yo le pagaría, la vida enseñaba a conocer a las personas; atrás de
una barra se veía y aprendía mucho, aunque creo que él ha vivido fuera de la barra una enormidad y se aprende incluso más. Actos asi, hacen un mundo mejor,
más amable y hospitalario, más solidario y humano. Arriesgo 2 euros o los invirtió,
vaya uno a saber. Con ese acto de generosidad desprendida, sin malas caras, sin
pensar que lo estaba engañando, encaminaba su mañana; supongo que sabe bien que
sentía yo pues le debe haber pasado; esto lo deduzco de su aplomo, la
familiaridad con la que me fio sin ponerse a considerar lo que podía perder o
ganar, simplemente actuando como una persona amable, mundana, experimentada y
comprensiva que empatizo conmigo rápidamente y sin un trato previo. Con esa actitud, cambio mi día que de
horrendo, paso a ser distinto; su café con leche y la magdalena fueron todo lo
que comí, hasta las 2005 y no me pararon las fuerzas de la ley.
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