viernes, 18 de septiembre de 2015

Menospreciar al veterano.


Menospreciar al veterano, al viejo, al que ya no está en condiciones de dar lo mejor de sí, pues su físico le lastra; es algo recurrente, una constante inmutable. Los competidores, cómo si serlo, competidores, les robara el cerebro y les diera excusas para hacer las cosas mal o muy mal, incluso rematadamente mal; creen que todo aquel que no compite y por ende no está en un estado físico optimo, es alguien que carece del merito de ser respetado y tratado con consideración. En esto la mayor parte de la culpa y la responsabilidad es de sus entrenadores, personajes que no saben que es el Judo, pero dicen enseñarlo y ni siquiera consiguen hacer que sus pupilos saluden correctamente pero probablemente ellos tampoco sepan; lo que no les disculpa en absoluto.

Entonces, los competidores, inflados por el fulgor del metal se creen lo máximo, olvidan que envejecerán e incluso dejaran de ponerse un Judogui, en cualquier momento; alcanzadas ya sus metas, pierden la motivación, eso me dicen o se dice, una barbaridad propia de barbaros y menosprecian a los Judokas que ya tienen canas, panza, la velocidad de un perezoso y la fuerza de un niño de 5 años. Si, lo hacen y claro pasa lo que tiene que pasar; que no es ni más ni menos que uno de esos veteranos gordo, canoso y que no puede con su alma; llega una clase, en la que es requerido para un Randori que es Shiai pues hace tiempo que no se hace Randori, lo van a dejar hecho un fleco, esa es la intención del competidor que es cinturón negro y ha olvidado mostrar respeto y respetar al abuelo al que piensa dar un repaso a fondo y con facilidad.

Las cosas no salen cómo espera el competidor, su adversario, no lo ve cómo compañero, saluda con una reverencia distinta, no baja la mirada, le clava los ojos pero él, no sabe que significa exactamente eso, no se lo enseñaron, no lo necesita para competir, es algo superfluo pero el detalle es captado por otros compañeros y aparecen las sonrisas, alguien va a aprender modestia de la única manera en la que se puede enseñar a un competidor descerebrado: haciendole sentir una frustración tan grande que le lleve a llorar, haciéndole caer repetidamente, con una facilidad pasmosa para ser un abuelo quien lo proyectara.

El guion está escrito por el competidor pero el abuelo lo cambiara desde el primer agarre. No tiene nada que demostrase, ni a los demás, solo es necesario que el joven sienta la impotencia que genera que no puedas hacer nada, sentir que juegan contigo, te dominan y te tiren cuando les de la gana. Y cuidado: no se permite un solo fallo que desemboque en una lesión o una caída que su querido competidor no pueda soportar; le va a dar lo justo, lo que necesita para empezar a aprender que en el Judo, respetar a los que saben menos, a los que están desentrenados y a los que saben más, es ley; respetar a todos y cada uno es una ley que no se debe violar, o corres el riesgo de que te llamen al orden a la manera Judoka; exactamente lo que se propone hacer el abuelo.

No hay agarre, velocidad, postura, nada que funcione contra el abuelo panzón y lento. Nada y lo peor: no hace un gramo de fuerza de más, parece hasta flojo y duda de que no sea una estrategia pero no se centra, esta fuera del combate, el abuelo lo saco con la primer caída: Harai Makikomi. Las caídas son todas exquisitas, menos una, la primera en la que el abuelo le cayó encima, rodando con él y aplastándole la cara, cree que a propósito y acierta. Cada intento del competidor es neutralizado con pasmosa facilidad y cada ataque que sufre, es perfecto en su  ejecución y en el momento elegido, no ve el peligro ni ve la entrada, solo se descubre con la espalda en el tatami y al abuelo esperándole; combatiendo con sus pulmones por meter más oxigeno, traspira que parece que morirá deshidratado ahí mismo pero lo nota fuerte al agarrarse, muy fuerte, inhumanamente fuerte para un abuelo panzón que ya no le parece tan lento.

Termina el combate y el saludo que le dedica ese enigma con panza, es de libro, aguanta la cabeza baja varios segundos y entiende que se le escapa algo, pero ni idea el que; si sabe una cosa: ha jugado con él, la facilidad con la que lo hizo, le parece pornográfica. Se tira en el tatami masticando su frustración y lo observa caminar, arreglándose el Judogui, no se sienta, no se acuesta; mientras resopla cómo si estuviera fundido pero no puede ser, le dio una paliza de las buenas, sin despeinar las canas, a pesar de la panza y la edad, no lo habría imaginado ni en mil vidas.

La clase termina, saludan y todos se van a las duchas, el competidor se queda en el tatami, llora su frustración curiosamente no siente rabia ni animadversión contra el abuelo, empieza a pensar que no es tan inútil cómo le creía y que sabe mucho más de lo que jamás imagino, sabe competir, tiene que haber competido y mucho para conservar esa capacidad de sufrimiento, mantener la fuerza mental y jugar tácticamente con él. Y le cuido, le cuido todo el tiempo, jamás puso sexta y apretó a fondo, cómo se ponga a entrenar y consiga tener estado físico, perder 10 kilos y tener continuidad, hacer un combate con semejante bicho será apoteósico, paliza para él seguro; aunque no le hace maldita falta, le acaba de dar una buena.

Siempre, siempre se sorprenden; algunos entienden el mensaje y cambian, otros no lo hacen pero no pueden convivir en un tatami con alguien que les deja al desnudo sus miserias o cambian de lugar de entrenamiento o abandonan. Creo firmemente que menospreciar a un cinturón negro, demuestra debilidad mental, falta de conocimientos y un ego desmedido; si se da el caso de que compro su grado en un mercado, por ahí, tuviste suerte; si lo gano transpirando, viejo, te va a sacar las bobadas. Tratar sin respeto a los cinturones inferiores, demuestra que no mereces el grado que ostentas y siempre es preferible, faltarle el respeto a un cinturón superior o igual que a uno inferior, por lo menos los primeros podrán darte una paliza sin despeinarse. O varias hasta que aprendas.

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