Y es un honor. Inmenso,
desproporcionado y completamente inesperado, absolutamente aleatorio, nunca pensé
en nada parecido ni lo imagine ni siquiera lo soñé ni pretendí; lo que no impedirá
que lo disfrute y paladee. Que vaya a atesorarlo cómo corresponde, es una
medalla que pondré junto al recuerdo de su cara cuando aprobé el examen para
Sho Dan; no fuimos a ver qué pasaba, fuimos a demostrar lo que sabíamos, sin
complejos aunque yo tenía millones de dudas, pero él no, se había asegurado de
prepararme a fondo, no esos cuatro meses, no, durante todos esos años previos
en los que construyo cimientos generosos, ya saben que una buena base permite
un buen edificio sobre esta. Eso lo sé hoy, no entonces.
Imaginen
por un momento que tras casi tres décadas, tu Sensei le da lo que escribís a
sus alumnos para que lo lean y comentarlo después. Estuviste ahí, fuiste
alumno, seguís siéndolo, lo sabes y lo sabe; y te vuelve a tener como apoyo, como
cuando estabas el primero de la fila o arbitrabas o antes trabajabas en las
mesas o puede que nunca hayas dejado de serlo y nucas vayas a dejar de serlo; o
lo que es lo mismo: simplemente Judo en
su máxima expresión.
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