lunes, 23 de noviembre de 2015

El Judo es cortesía.

El Judo es cortesía. Es, no era. Hacía el más joven, hacia el veterano y hacía quién menos sabe. Si por ser joven, fuerte y estar en etapa de competidor, crees que el Dojo es tuyo, te equivocas y mucho; es de todos los demás y por último, un pedacito que todavía debes ganarte, sería tuyo. Ser competidor solo te coloca en la cola de la fila, estas aprendiendo y te queda mucho para llegar a saber lo que ese Judoka que ronda los 50 años o los dejo atrás, sabe.                                   

Estas lejos de entender que implica exactamente ir al Dojo después de 8,10, 12 o 14 horas de trabajo; puede que ese Judoka ya no compita y puede que nunca haya ganado nada pero algo es seguro: te proyectara o te obligara a rendirte en el suelo. El simple echó de que siga traspirando el Judogui debería decirte que sabe sufrir. Ver cómo se ata el cinturón debería decirte que no se entrega, le sobra espíritu. Verle saludar a los jóvenes con un respeto que te cuesta comprender, debería decirte que sabe que el futuro se mima; cuando te saluda te muestra mucho respeto, más del que tu le regalas y jamás deja de hacerlo, hagas lo que hagas.                                                                                                                                                       

Ese Judoka al que te cuesta cuidar, bajar al nivel físico que tiene, en tanto potro por domar, te cuida con una sutileza que raya en la dulzura de padre. Jamás se permite entrarte y proyectarte con sus técnicas más duras, jamás repite un lanzamiento si el que consigue es limpio y hiere tu ego de potro por domar. En el suelo deja de estrangularte a la tercera, sabe que te falta aprender a defenderlo y no quiere hacerte dudar de ti mismo. Pero se muestra más intratable y no solo porque tiene más tiempo para tenderte trampas y no importa tanto el estado físico, o te exige o no aprenderás nada.                                                                                 

Si le dejaras trabajar, aprenderías mucho y cosas interesantes, cómo ese barrido agarrando las mangas que todavía te duele y es un recurso que no se esperan y ya viste lo efectivo que es. No pongas caras, no muestres el desagrado cuando te levantas por ese maldito Tani Otoshi que no entendes cómo demonios te enchufa, aunque sepas que la hace y en cada Randori, caigas dos veces por esa técnica.                                                                                     

Plantéate si dentro de 30 años, serás cómo ese Judoka que se pone el Judogui y sonríe, ríe y desfruta tanto si te caza cómo si lo proyectas; sudando a mares, ahogándose pero jamás dándose por vencido y que siempre te agradece que lo cuidaras aunque tú no lo hayas hecho tanto cómo es tu obligación.                                                                                                     

¿Podrás en 30 años, hacer Randori con los niños y que estos rían al levantarse? ¿O que te busquen para hacer Randori de suelo? ¿Serás capaz de hacerles Makikomi a los jóvenes potrillos y no lastimarles ni asustarles? ¿Podrá confiar el Sensei para que trabajes con las niñas y niños más chicos? ¿Serás capaz de pararte frente a jóvenes competidores irrespetuosos e irreverentes y cuidarles? ¿Serás un buen Uke? ¿O solo sabrás competir y cuando eso se termine, abandonaras los estudios sobre Judo?  Competir es importante pero no es lo más importante y se termina, más rápido de lo que te imaginas; deberías trabajar para parecerte a ese Judoka o incluso ser mejor que él en vez de enojarte cuando te proyecta o estrangula.                                                                             

La cortesía no te hace débil, solo te hace mejor persona y ese es el objetivo del Judo.                                                                

domingo, 1 de noviembre de 2015

Combinación de cuatro técnicas: costo tres décadas de trabajo.


Sensei Luis Firpo decía que una combinación de tres técnicas daba resultado, que la tercer técnica proyectaba y que había que intentarlo, buscarlo, conseguirlo. La idea es que no le dejes pensar, que lo ahogues y evites que se rehaga, combinando con fluidez y rapidez tus ataques, para que en cada escape, quede un poco más expuesto para el siguiente ataque.                                                    
“No perdones cuando lo tengas desequilibrado, no le dejes respirar que no se acomode, que no piense, ahógalo y en cada ataque llévalo a quedar más y más desequilibrado, el tercer ataque suele ser efectivo pero si lo para, seguí atacando hasta proyectarlo.”
Infinidad de veces me lo dijo y para él, era perfectamente posible, para mí, era perfectamente imposible. Tanto cómo otras cuestiones que han costado trabajo durante años para empezar a dominarlas aunque falte mucho por mejorar, aprender o comprender cabalmente.                                          
Imposible es cualquier cosa que no te propones y lo es el tiempo exacto hasta que dejas de creer que lo es, imposible y soñas con conseguir lo que tu Sensei te ha dicho que se puede hacer. Con dudas y  viéndolo lejos, trabaje con la idea en la cabeza; primero combinar dos técnicas, difícil cómo todo lo demás, conseguido, pasar a tres y la cuesta se empina exigente, tanto que durante décadas, ahí me quede, era mi limite vertical, mi freno mental, avanzar era una utopía pero no afloje, seguí buscándolo y falle miserablemente miles de veces o tantas cómo lo intente y no salió.

Confianza. La tenes o no estás en esto; en el Sensei se confía a ciegas o en mi caso en los Senseis, tengo más de uno. Superación, esfuerzo, sacrificio, paciencia, trabajo, dedicación y Fe.  Cuando menos lo esperas, ya abandonaste toda esperanza pero seguís obedeciendo al Viejo Sensei, simplemente él lo sabe posible y te creyó, cree que sos capaz;  y por eso seguís buscando, perseguís y acorralas la utopía, es una mera cuestión de pundonor, es honrar a quienes te enseñaron que no hay nada perdido hasta que la espalda toca el tatami o te rendís superado por el adversario; hasta el último aliento, hay combate; hasta que sea derrota o aunque vaya a serlo, que sea con honor, sin escatimar sudor, sin escurrir el bulto; que siempre puedan sentir orgullo del trabajo que han hecho contigo. Que puedas ser ejemplo para los niños y no tan niños que te miran evolucionar sin terminar de entender que haces o las razones de que lo hagas.Entonces, una clase, cuando ya no te incomoda ser tan negado, tan poco técnico, tan poco Judoka, entonces unos 30 años más tarde o tres décadas muy tarde, estas en un Randori, dejas que tu mente se vacíe y sos Judo; no olvidas nada de lo que no podes ni debes olvidar referido a ese momento, a tu compañero, al tatami y a lo demás le das recreo, lo convertís en humo.                                                           
Agarrado sin ponerte tenso, te moves buscando tus opciones, agarre de izquierda, la manga derecha de Uke a la altura de la muñeca, la de la solapa va agarrada alta, medio puño por abajo del cuello. Uke retrocede con cautela y le ataco con De Ashi Barai que puede confundirse con un Harai Tsuri Komi Ashi; entro a fondo con mi pierna izquierda pero es rápido y zafa retrocediendo; le ataco con Harai Goshi sin pensarlo pero no lo desequilibro suficiente y escapa, nuevamente retrocediendo, busca alejarse y no lo dejo, voy con Harai Tsuri Komi Ashi  con mi pierna izquierda, un tanto alto y desdibujado; zafa retirando su pierna derecha y queda la zurda adelantada, perfecta para Kouchi Gari que entra perfectamente ejecutada en la variante de Gake y proyecto limpiamente. Mi compañero me mira desde el suelo, no piensa levantase hasta entender que acabo de hacer y sacude la cabeza, esta tan sorprendido cómo yo. Rio disfrutando una barbaridad, no es un momento para ser solemne, si Sensei Luis Firpo hubiera podido verla, habría reído también, sabedor de lo que me ha costado llegar a ese punto.  Y me atrevo a decir que Sensei Marcelo Erlich habría sonreído.                                                                                                                                           

Otro círculo que se cierra tras unos 30 años de trabajar e intentar hacerle caso al Sensei; fíjense bien: ¡30 años! No puedo lamentarme ni quejarme, no entrene nunca lo suficiente cómo para conseguirlo antes; no confié en mis posibilidades pero me mantuve firme en el camino sin plantearme aceptar que no lo conseguiría, eso fortaleció mi carácter, templo mi espíritu, me enseño a tener paciencia, a convivir con las dudas, a perseguir Utopías, a ignorar el dolor, a convertirme en zurdo hasta ser ambidiestro y a aceptar que mis limitaciones físicas y mentales no son ni serán jamas, excusa para no esforzarme hasta conseguir superarme o envejecer y un día morir, intentándolo.