domingo, 6 de diciembre de 2015

Disfrute al máximo nivel.

Por si no les he contado, entreno en un Dojo, uno a la antigua y tengo un Sensei que se ocupa de nosotros, de cada uno según su nivel; por ejemplo: pone énfasis en frenarme, todavía arrastro músculos agarrotados y dolores, quiere evitar recaídas, sabe que fuerzo y evita que me pase estando ojo avizor; parece que algunas cosas no cambian por más décadas que pasen, sigo dando trabajo. Un Sensei ejerciendo de Sensei, ni más ni menos.
Han pasado, habían pasado muchos años desde la última vez que en cada clase, se enseña una variante completamente nueva a técnicas ya conocidas o incluso técnicas que no vi antes. Desde Sensei Erlich y antes que él, Sensei Firpo; no había contado con un Sensei que derrochara conocimientos con esa generosidad del que sabe que no es escondiendo que se progresa o sin trabajar duro con cada alumno.                                                                                                                  
El viejo placer de ponerme a probarlas y notar que no cuestan en su mayoría hacerlas, incorporarlas pues cada ejercicio que se hace, te prepara para ejecutar unas u otras; cada técnica que aprendiste te acerca a comprender las nuevas con sencillez y eso gratifica; justifica tanto sudor empapando Judoguis, cómo dice un compañero.
No me queda otra que pensar en lo escaso de mi arsenal y en todo el universo de técnicas que no conozco y sus variantes que las llevan a un infinito o tienden al infinito imposible de abarcar para mí. Por otra parte me entusiasma saber que todavía hay mucho por descubrir y que en cada clase puede aparecer una perla que no esperaba. Esta semana fueron dos, la pasada una y la anterior una variante de una técnica que cada vez que hago, me hace acordar de Sensei Marcelo Erlich que me la hacía seguido, nadie más me la trato de hacer hasta ahora y esta variante es más potente, tiene mucho control aunque sacrifica velocidad y sorpresa.
Hay Dojos y hay Senseis que en ellos enseñan Judo. Judo de verdad. Y hay alumnos que aprenden correctamente y es así pues tienen Senseis que saben de qué hablan y lo que hacen. Sus alumnos compiten, una parte más del entrenamiento y no por eso, sacrifican los valores que un Judoka atesora.
Entrenan duro, son jóvenes e impetuosos pero cuidan a quienes por la razón que sea, no puede plantarles cara en igualdad de condiciones; tiran por tierra esa idea de que un competidor no puede regular y cuidar a los demás. 
En realidad la destrozan.                                                                    
Hay otro asunto, otra cuestión muy importante y es la de que si los alumnos se esfuerzan y el Sensei lo nota, le motivan para que enseñe más y más. Le llevan a buscar soluciones concretas para cada alumno que se ha topado con un impedimento de tipo físico, le estimulan a pensar, a recordar, a hojear libros que amarillean por el paso del tiempo, a ir a repasar viejos videos o hundirse en la red en busca de aquella técnica que vio en una final de un campeonato que no consigue situar y ahora vuelve a su memoria porqué puede ser la respuesta para fulanita o menganito y quiere repasarla para recuperarla, adaptarla si hace falta y trasmitírsela. El Sensei, cómo todo Maestro que enseña algo, tiene muchas motivaciones para hacerlo, pero una es la que le hace volcarse con todo: ver a sus alumnos implicados, entrenando, creciendo y al grupo evolucionar sano.                           
Mi Sensei actual traspira tanto cómo nosotros y se prodiga con amor, sonríe seguido, es feliz enseñando y viéndonos esforzarnos por seguirle las enseñanzas y disfruta con cada logro nuestro. El grupo trabaja con ganas y se nota que hay esfuerzo individual y colectivo; los alumnos destacados colaboran activamente estacionando su faceta de competidores o si la han dejado atrás, sumando su experiencia. Motivar al Sensei ha sido siempre una cuestión fundamental y la única manera de hacerlo es entrenando con muchas ganas, no faltando a clase y siendo generosos con los compañeros. Asumiendo el rol de cada uno dentro del grupo; el Judo no es individual aunque pueda parecerlo, es colectivo pues sin compañeros no hay Judoka que avance un solo milímetro. Cualquier triunfo, del tipo que sea, se lo deberás a tus compañeros que colaboraron contigo para hacerlo posible y al Sensei que te guio con sabiduría, sabiendo cuando era necesario frenarte y cuando empujarte.

Tengo el privilegio de entrenar en un Dojo, contar con un Sensei y estar dentro de un grupo esplendido. Tuve el privilegio de pertenecer a otros Dojos y estar bajo el ojo avizor de otros Senseis, dentro de grupos que siempre destacaron por su enorme calidad humana. Tengo el privilegio de seguir aprendiendo y disfrutando de estudiar Judo, de bucear en sus complejidades, que de tan profundas parecen simples y banales.                                                                     
Es un honor sentirme Judoka, gracias a que otros Judokas se ocuparon de que así pudiera ser y por eso, en cada clase dejo hasta la última gota de sudor que tenga para entregar, eso es lo mínimo que hay que hacer. Es mi homenaje a quienes compartieron conmigo un tatami, un Dojo y posibilitaron que pueda seguir disfrutando de aprender Judo y de practicarlo con ganas y disfrutar intensamente, al máximo, mientras lo hago.