Ayer hice un Randori después de terminar la
clase, con un compañero joven que necesita entrenar para recuperar sensaciones,
ha estado lesionado. Cuando me lo pidió, todavía no había hecho ni un solo
Randori y supe que sería duro. Más que duro pero no guarde nada para entonces,
hice los Randoris al máximo, sin pensar que me esperaba el postre. Estaba razonablemente
agotado cuando saludamos terminando la clase y la mayoría puso rumbo a las
duchas. Si un compañero me pide un
Randori, aunque caiga fuera de la clase, lo tiene y será de la máxima calidad
que yo pueda brindarle; no le regalare nada pero tampoco se lo pondré
completamente imposible. Él necesita un compañero que haga de adversario y lo
lleve a los límites, le ayude a encontrarse cómodo nuevamente y ser efectivo.
Me elige a pesar de que peso unos 20 kilos más que él, estoy fuera de estado físico,
por encima de un peso aceptable, más lento que nunca y evidentemente agotado.
Pero no espera que me deje, que le deje, espera muchas dificultades y eso es lo
que busca, desafíos, exigencia y los testigos quieren, esperan y anhelan un
Randori con un nivel alto. Muerto
antes de empezar, acepto que solo sirve asumir riesgos, dejarle cancha para que
pueda trabajar pero debo frenarle, sacarle ritmo o me caminara por encima sin despeinarse.
Serán 5 minutos, lo que dura un combate en un Campeonato. Una eternidad eterna.
Antes del minuto el ahogo era monumental, las ideas turbias no me servían para
nada; cuidarle y evitar que me atropellara era un hándicap que me lastraba
horrores. Exigirle, atacarle, era un esfuerzo inhumano; levantarme, eso era una
verdadera locura, me habría quedado con la espalda en el tatami, el resto del
combate, quedaban dos minutos largos, una eternidad. Pero me levante y seguí
hasta que el tiempo se cumplió, termine muerto de verdad. Fue un buen Randori,
mis limitaciones no se notaron tanto ni fueron más evidentes de lo que ya son y
fui capaz de exigir al máximo a mi compañero, el verdadero objetivo de ese
Randori. Los testigos recalcaron cómo aprovecho cualquier oportunidad para
atacar que deriva de las posibilidades que tengo al trabajar por ambos lados y
con varias técnicas y combinaciones sin atarme a ninguna y la facilidad con la
que me muevo, desarmando las intenciones de mi compañero. Buenos Senseis hacen
posible un buen Judoka, Sensei Ori dixit; espero serlo algún día, un buen
Judoka; tuve buenos Senseis así que debería conseguirlo, de momento trabajo
cada día, en cada clase para ser un Judoka, un compañero tan fiable cómo para
que los potros le pidan Randoris. Como para que el Sensei lo permita y observe
junto a los cinturones superiores el desenlace. Todo el tatami para nosotros
dos, con testigos de lujo y a trabajar.
Es un honor que
me elijan y que me busquen; eso solo es posible desde la confianza, desde la
certeza de que les cuidare aunque los acorrale y es la prueba de que estoy en
el camino, de que sigo en él; nadie busca para mejorar a un compañero que no
sabe como exigirle, hacerle esforzarse y que no le cuidara; que este viejo,
gordo, desentrenado y cansado es anecdótico; llevo un cinturón negro que
significa que puedo y debo ser capaz de ayudar a quien lo necesite y pida o sin
que lo pida. Y si ayudarle implica hacer Randori aunque estés muerto, se hace
con tutti, dejando el alma en cada ataque, cada contra, cada amague, cada combinación,
en cada gota de sudor, en cada caída, siendo honesto brindándoles lo mejor que
tengas para dar; cuidándoles con mimo que no significa ser blando. Aunque solo
se queden con esa indómita capacidad de apretar los dientes para aguantar sin
aflojar, levantarse para seguir y la entrega generosa de sudor, ya será
suficiente, si además aprenden otras cosas, perfecto.
En
la ducha recordé los Randoris con:
Sensei Firpo, Sensei Erlich, Sensei Melera, Sensei Estol, Sensei Arcia o Sensei
Pacios que tanto me enseñaron; acababa de realizar un homenaje a esos hombres
al actuar cómo ellos aunque no sea Sensei ni sepa tanto cómo ellos saben. Eso
fue lo que más me lleno, recordarles, traerles al presente y sentir que lo que
ellos hicieron para mi yo lo hago para otros cerrando círculos, sembrando Judo.