Un par
de sábados atrás, estuve con un Judoka amigo, compartí con él tatami durante más
de una década pero ya no entrenamos juntos. Tiene un Harai Goshi potente, difícil
de parar y un De Ashi Barai que te saca volando, entre otras técnicas; un Judo técnico,
disfrutable. Cuando le conocí, evitaba trabajar en Ne Waza, no se sentía cómodo,
no era el único. El suelo es un gran olvidado, ha sido relegado y postergado
por influencia del reglamento usado en los campeonatos donde paulatinamente se
le fue desvirtuando, asesinando por desconocimiento de los árbitros y por pura política al
entender que no era atractivo para la televisión; situación, coyuntura que ha
derivado hacia su castración y eso se nota en las nuevas generaciones de Judokas
que no lo valoran adecuadamente y por ende, no buscan entenderlo ni dominarlo.
Mi
amigo no disfrutaba haciendo suelo, nada de nada y me costó años convencerlo de
que aprendiera, de que el suelo es más longevo, para quienes vamos ganando años,
es donde podremos refugiarnos cuando plantearnos hacer Randori o Shiai con jóvenes
impulsivos e irrespetuosos no sea conveniente para nuestra integridad. Poco a
poco, le fui convenciendo y paso a paso, ganó efectividad. Y como él, otros, que decidieron aceptar mi alocada, para ellos entonces, sugerencia. Hablamos de
aquellos tiempos, de gente conocida que ya no veo, de esto, aquello y lo otro.
Su hijita, trataba de ser una señorita y casi lo conseguía, una niña adorable
que ya va cada viernes a empaparse de Judo, tiene 4 años y su padre, con
sabiduría, la introduce en el aprendizaje del Judo. Disfrutamos de la compañía,
de rememorar aquellos años, tantas clases, tantos calentamientos, Uchi Komis, Randoris hasta la extenuación, un intento de preparar un examen
frustrado por una lesión de su hombro y del simple hecho de estar en la misma
mesa.
Para
el final dejo lo mas lindo. Me contó que en las clases en la actualidad, los compañeros se quejan del nivel de su Judo de Ne Waza y sonriendo con toda la cara me dijo que
siempre les dice lo mismo: “Rafa era mucho Rafa, deberían conocerle y ponerse
con él, verían lo que es bueno.” Reímos con ganas. Me gusto como lo dijo, disfrutándolo;
me gusto saber que ahora disfruta del suelo y genera quejas entre quienes deben
soportarle pero lo que más me lleno fue haberle hecho ese regalo, haber
insistido hasta convencerlo y después darle herramientas para que pudiera
disfrutar con algo que tenía atragantado. Hoy, es más completo que cuando le conocí,
es más Judoka y es de los que atesora técnica para regalar pero lo mejor de todo
es que es un excelente ser humano y es mi amigo.
Es lo bueno de estar convencido de lo que sabes, por poquito que sea; de
haber tenido Senseis que trabajaron conmigo y para mí, regalándome todo lo que
sabían con la esperanza de que me sirviera para recorrer el Camino, la Vida. De
haber tenido compañeros que me bancaron mil cosas; de haber pertenecido a
varios grupos y en cada clase haber aprendido un poco más o simplemente haber
fijado esos conceptos tan básicos que nadie debería desconocer u obviar.
Conseguir que alguien que aborrece hacer Ne Waza, pase a disfrutarlo, es increíble
y escucharle decirlo, gratifica a niveles profundos. Saber que le ayudaste a
conseguirlo, da calorcito y templa el espíritu, te reconcilia un poco contigo
mismo. Por árido que parezca o sea el Camino, depende de ti, encontrar los
oasis donde reponer las exiguas fuerzas que menguan rápido ante tanta aridez. Depende de ti,
seguir las enseñanzas, porfiado, convencido, con el entusiasmo que da la
certeza que otros te enseñaron de que en el Judo, avanzar solo depende de tu
esfuerzo y de qué regalar, dar en Judo, es un axioma innegociable. O debería serlo, son tiempos difíciles
donde no es fácil saber qué es y que nunca será, pero solo para quienes
anteponen la política o sus intereses al escaso Judo que saben, en el caso de
que sepan algo; para los Judokas, sin importar su nivel, grado o condición, las
cosas son tan claras como lo han sido siempre: se atienen a lo que su Sensei
les enseño. O cuando ya no le tienen, imaginan su reacción ante esta situación
o aquella e invariablemente, saben la respuesta correcta. Cuando las dudas me
atenazan, con evocarles, sobra para saber qué hacer, cómo proceder.
Siempre insisto hasta el
hartazgo para que profundicen y mejoren lo que saben mis compañeros o agreguen
conocimientos nuevos, otras habilidades y ese sábado, mi amigo me hizo saber
que no me equivoco; descubrir que disfruta de Ne Waza fue un regalo espectacular
porque se perfectamente lo que le costó llegar a esa situación, recuerdo sus
dudas al respecto y como confió en mí y por encima de todo: las ganas que le
puso. Confianza,
amistad, solidaridad, generosidad, trabajo, esfuerzo, ganas, paciencia, fe y la
solidez del Judo amalgamando sin pausa cada cosa, trabajando en silencio, estoico ante los fariseos que solo mercadean con él. Saber que he ayudado a mi amigo y a
otros; me hace sentir bien, me ayuda a seguir haciéndolo; de alguna manera pagó
deudas de honor contraídas con gente que habita detrás de un océano, no pueden
verlo, no pueden verme entrenar, o haciéndolo, algunos me leen y otros no saben
nada de mi…es un honor de cualquier manera, un verdadero privilegio parecerme, solo parecerme un poco a ellos, acercarme a esa filosofía que me transmitieron de que el Judo es para todos y depende de cada uno de nosotros, conseguir que se transmita a los niños con más calidad en cada generación o por lo menos, la misma que tuvimos nosotros pues ellos darán paso a los nuevos Senseis, cerrando círculos, abriendo otros, enriqueciendo al Judo, fortaleciendolo. Sin excusas, en el Judo, nunca existieron.
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