domingo, 6 de noviembre de 2016

Camino equivocado.

Normalmente cuando hablamos de Judo, del Judo, no tocamos una arista que aunque quieramos obviar, subyace: la efectividad de sus técnicas, de todas y cada una de estas y de que le estamos enseñando a niños y jóvenes a ejecutarlas con un alto grado de eficacia y habilidad. Tanto si participan de campeonatos como en caso de que no lo hagan pues en la clase, interactuando con sus compañeros ya adquieren suficiente habilidad para imponerse a cualquiera que no sea estudiante de Judo o de otro Arte Marcial o sistema de lucha.
Y me parece un tema que deberíamos manejar seguido, prestarle atención; dado que actualmente no conseguimos que los alumnos cumplan y observen las reglas tales como saludar cuando se debe, que usen chancletas o calzado cuando van o vienen del tatami o que lleguen a la clase cinco minutos antes de que empiece; por citar unas pocas rápidamente.
Seguimos enseñándoles a imponerse a otros; llegando a extremos de dejar en la cuneta cualquier otra consideración en aras del resultado deportivo, la medallita y el lustre para el entrenador que no Profesor ni mucho menos Sensei; les enseñamos a combatir con eficacia, les damos herramientas, adiestramos con perseverancia, les armamos seriamente pero no les enseñamos el marco necesario para administrar esos conocimientos, ese poder. Y ese es un grave error, una funesta y peligrosa equivocación que nos aleja del Judo.
¿Si resulta que no son capaces de aprender las bases como podran saber como usar lo que les enseñamos, cuándo hacerlo y cuando no? Si saludar, no usar medias ni camiseta bajo el Judogui, sacarse muñequeras, caravanas y usar una gomita sin partes metálicas o duras e incluso llevar cortas las uñas no se consigue; algo que debería posible por obligatorio, dudo que nuestros niños sepan manejarse el día de mañana con el poder del Judo. Y el Judo tiene mucho poder, un Judoka puede hacer mucho destrozo si por la razón que sea, decide usar lo que le hemos enseñado o se ve obligado a hacerlo. Sin todo eso que ahora se considera superfluo, puro adorno; sin ese marco de referencia; sin tener cabal conocimiento de lo que está bien y lo que no; sin conocer sus obligaciones derivadas de cada grado y/o del tiempo que lleva entrenando e ignorando lo que esperamos de cada uno como personas, como individuos que estudian y aprenden Judo; están totalmente abandonados a su suerte. Dudo mucho que esa circunstancia esté cerca de lo que pretendía Jigoro Kano cuando nos legó el Judo; y el hecho de que la sociedad no sea la misma ni la época no cambia en nada esta realidad.
No estamos siendo responsables con los niños y nos engañamos vilmente al abandonar los fundamentos que sustentan al Judo. No hay razón de ninguna índole que lo justifique; en épocas pretéritas, los Senseis dedicaron ingentes cantidad de tiempo a formar a sus alumnos lo mejor que cada uno era capaz, sin escamotear nada; para eso se necesita convicción y sabiduría; tener claro los fundamentos que posibilitaran llegar a los objetivos, en dos palabras: saber Judo.
Aprenden a proyectar, estrangular y dominar; a hacerlo realmente bien o muy bien, ante otros judokas; frente a quien no ha estudiado un Arte Marcial, son tan superiores en un combate que ni siquiera debería existir la posibilidad de que lleguen a tenerlo pero no les estamos enseñando a evitarlo ni cómo conseguirlo; creo de verdad que es un error grave y que estamos recorriendo un camino equivocado.

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