domingo, 4 de noviembre de 2018

¡Ojalá sea esto último!


Diluvia. Hace horas que el cielo deja caer agua a baldes; el viento sopla racheado destrozando paraguas con convicción. Las calles se van vaciando de personas y hasta de vehículos al mismo tiempo que aumentan los charcos y van apareciendo arroyos por doquier; el temporal es de los que dan miedo, en estas tierras se le llama: Gota Fría. Hacía una década que no era tan fuerte y llegamos a olvidar el fenómeno, a perderle el respeto y eso genera accidentes y desgracias.
Mi Vieja como todas las madres uruguayas nos mandaba a la escuela bajo cualquier condición, no era negociable, así que cuando desembarque en el Judo, eso de no faltar lo tenía entre mis escasas virtudes; el Sensei sabía que pasará lo que pasara yo llegaría: En bondi, caminando, haciendo dedo, en bicicleta, en un skate o de cualquier otra manera. Si por lo que fuese él no iba a llegar a tiempo y no había podido preverlo, sabía que yo estaría puntual para empezar la clase; fuese por temporal, accidente, paro de transporte u otros imprevistos y así me lo dijo años después haciéndome entender lo importante de esa conducta mía; para él, por el respaldo que le daba y para mis compañeros que siempre tendrían a alguien para empezar la clase o hacerla entera.
Hasta esa conversación yo no sabía lo que implicaba que yo llegase y que avisase que no iría, no suelo llegar tarde, si me va a pasar directamente no suelo ir salvo en las temporadas que por trabajo me veo obligado a llegar tarde sistemáticamente y antes de permitírmelo, le pido permiso al Sensei para actuar así sabiendo que jamás me lo negara, pero hay que pedirlo. (Como no te negará que uses abrigo bajo el Judogui si estás resfriado o queres bajar de peso, por poner un par de ejemplos) De paso le estoy informando de que no contara conmigo al empezar la clase o para que yo la empiece si se da el caso.                                                                                                                                   
Los temporales han ido pasando, ahora son gotas frías y yo sigo estudiando Judo; no he mejorado mucho, aunque se nota el trabajo de décadas y pueda parecer a mis compañeros que soy medio bueno técnicamente, yo sé lo lejos que estoy de parecerme a Firpo, Erlich, Estol, Pacios o a mi actual Sensei que se les parece como una gota de agua se parece a otra; pero hay cosas que no cambie y llegar al Dojo por fuerte que sea el diluvio es una de esas cosas que no negocio; como la ducha antes de ponerme el Judogui, la puntualidad y la entrega máxima en  cada clase.                     
Uno se agarra a lo que puede para seguir adelante, a lo que le enseñaron y ha soportado el paso de las décadas para darle estabilidad y un marco de referencia claro y firme que permita ser usado como ancla.

Empapado empujo la puerta del Dojo sintiéndome casi en éxtasis, el agua combinada con el viento no me pudo frenar, el asfalto resbaladizo, la falta de visibilidad, ni mi condición humana: estoy mojado desde las 0717 de la mañana, son las 1942 y la tentación de ir a casa, ducharme y ponerme ropa seca bien abrigada es una tentación de las grandes, pero he sido capaz de cuerpearla; con lo fácil que habría sido sucumbir, no sé cuántos seremos, el Sensei y yo seguro, en un rato lo sabré, la cara del Sensei se ilumina en una sonrisa espectacular al verme aparecer, se gira hacia su esposa y le dice: “Te dije que Rafa venía, acá lo tenes, así que hay clase”.                                                                                                                                               
Que me tengan esa fe, que yo sea capaz de generar esa convicción me volvió a sorprender como ocurrió en su día y ha pasado otras veces, cuando me hacen ver que está ahí, me hacen pensar y darle vueltas, es de puro rebote me digo, es casualidad, pura chiripa o con algo de suerte significa que sigo el camino sin salirme del todo cuando paso por las curvas derrapando o de puro lento y distraído. ¡Ojalá sea esto último!  Yo no soy consciente ni trabajo para que sea así, no es un objetivo que persiga, ni siquiera me lo planteo, aunque evidentemente es algo que nace a raíz de como soy, de lo que me enseñaron hace décadas, de lo que me enseñan hoy en día, de cómo me comporto en las clases y la manera que tengo de entrenar y encarar el estudio del Judo y su práctica.


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