Mimosa, la
yegua de Carlos
se escapa, pero,
no irá lejos.
Primero porque no
quiere alejarse y
segundo porque Tarzan
no se aleja
de ella, Elmer
se quedo en
la casa, traerá
al niño en
cuanto este, se dé, cuenta
de que, ella
no está. Traviesa,
cada tanto huye,
corcovea como cuando
era potra y finge ser
libre de correr
y pastar donde
se le cante.
Mastica bajo la
atenta mirada de
una muchacha.
Carlos descubre
que Mimosa se
ha escapado, Tarzan
no está y
Elmer se mueve
nervioso, llévame le
dice al perro
que, pega un
salto y enfila
el barrio. Menos
de setecientos metros,
del otro lado
de la ruta,
en la banquina,
frente a las
casas nuevas. Tapada
completamente, si no es por
los perros habría
caminado todo el dia
e
igual no la
encontraba. Le palmea el
anca, le pasa
la mano por
el lomo, le
toquetea las tetas,
le acaricia la
tabla del cuello,
le rasca entre
las orejas, la
frente y le
sopla en la nariz. Mimosa
mete la cabeza
bajo el brazo
derecho del niño,
parece dormida.
La muchacha
observa todo maravillada.
El caballo parece
dormido y esos
dos perrazos echados
jadeando, se le
antojan temibles. Ese chiquilín es
el salvaje de
la honda, el
terror del barrio,
azote de pájaros;
su hermana que,
tiene veinte años
le dice Pendejo.
Le gustaría acariciar
al caballo, intentar
hacerlo dormir pero
en la vida
le pediría a
ese nada, no
parece muy recomendable,
no debe ser
de fiar, mejor
me quedo de
este lado del
portón. Se queda
dura cuando el
salvaje la mira
fijamente y cuando
empieza a caminar
hacia ella con
el caballo siguiéndole,
quiere correr para
adentro de su
casa. No corre,
esa mirada, esos
ojos negros, traviesos,
insolentes la desafían
a quedarse, no
quiere escucharle reír
a sus espaldas,
si huye.
-Hola, ¿queres
acariciar a Mimosa?
Es buena, no
muerde. Te vi mirándola.- Carlos
tiene solo quince
años, niño, adolescente,
a todos los
efectos, con una
mente retorcida. El
padre de esa
niña le odia,
se llevan peleando
desde que, se
mudaron hace tres
años, el se
dedica a asesinar
los pájaros del
jardín sistemáticamente. Su
padre le ha
denunciado por Mimosa,
por los perros,
por la honda,
por respirar, menos mal
que, en la
comisaria le dicen
que no pueden
hacer nada, en
verdad no quieren,
les es más
útil suelto en
el parque que,
en un reformatorio.
Entonces, como sabe
que perderá la
guerra con ese
vecino, se propone
curarle a la
hija, conseguir que,
coma y se
ponga fuerte. Ahí
el, Carlos, quince
años, habrá ganado,
no más hondas,
no mas genocidio
de pájaros pero
le deberá la
salud de la
hija. Eso es
venganza Dioses y
empieza hoy, ya
empezó.
-No, no
quiero, tampoco hablar
contigo.- Dice la
muchacha.
-Bien, chau.-
Carlos tira suave
de Mimosa, chifla
a los perros
y empieza a
irse.-
-¡Espera! ¿Por qué
te vas?- Pregunta
la muchacha.
-Conmigo no
juegues, no te
dejo. Te hice
una pregunta, decidí
rápido que, queres.-
Anzuelo bien encarnado,
no le da
tiempo a pensar.
-Si, seria
genial tocarla, ¿es
una chica?- Todavía
duda, es ahora
cuando hay que,
aflojarle a la
piola, que se
lleve la carnada
confiada, cuando pegue
el tirón queda
enganchada seguro.
-Si, es
nena, se llama
Mimosa.- Contesta Carlos
y acerca a
la yegua al
portón donde la
muchacha con miedo
la toca. Se
produce el milagro
de siempre cuando
un urbanita toca
un caballo y
siente la suavidad,
el calorcito de
la piel de
un caballo y
si es un
potrillo, ya es
algo que te
atrapa sin remedio.
-Es muy
suave y se
deja, parece que
le gusta.- Opina
la muchacha.
-Me llamo
Carlos, ¿vos?-
-Lucia.-
-¿Queres aprender
a montar?- Pregunta
Carlos.
-Nunca me
dejarían.- Lucia lo
sabe a ciencia
cierta, con él,
menos que, con
nadie, a su
padre le da
un ataque.
-Entras, decile
a tu hermana
que, desayunas si
te da permiso
para irte conmigo,
decile que, comes
en casa y
volves a las
cuatro, tus viejos
no llegan hasta
las cinco o más tarde.-
Es una buena
baza, la clave
es que, desayune.-
Todo el dia
montando a Mimosa
en el parque,
conociendo a Tarzan
y Elmer y
con suerte viendo
algunos animales.- Se
queda callado esperando.
-De acuerdo,
espérame.- Dice Lucia
yéndose.
-Lucia, si
no sale tu
hermana y me
dice que, desayunaste
no te llevo.-
Carlos sabe que
las reglas hay
que, aclararlas desde
el principio, se
ha tragado el
anzuelo, falta dar
el tirón y
clavarlo, pero eso
requiere paciencia, no hay que,
apurarse.
-Pendejo, ¿qué
significa todo esto?
¿Cómo que, se
va todo el
dia contigo, estás
loco?- La hermana
mayor lo mira
colérica.
-¿Esta desayunando
verdad? Nadie lo
consigue, yo acabo
de hacerlo, voy
a curarla, al
terminar el verano
comerá sin que,
nadie le diga
nada. Anda y
asegúrate que, come,
si no lo
hace, no la
llevo.- Carlos tiene
claro que, ya
gano.
-Mi padre
se enterara.- Tímida
resistencia por parte
de la hermana.
-Nena, ¿pensas
que, me importa?-
Dice Carlos.
-Me llamo
Graciela.-
-Nena, anda
a vigilar a
Lucia.- Ordena Carlos
y Graciela obedece.
Para Lucia
subir a Mimosa
que, sigue a
Carlos con la
frente pegada a
su espalda y
con los perros
junto a sus
tobillos es increíble.
En el parque
los perros corren
de un lado
a otro, Carlos
le ha dicho
que hay liebres,
perdices, palomas, pájaros,
comadrejas, gallinetas y
nutrias. No se
lo cree, están
a unas diez
o doce cuadras
de su casa,
es imposible que,
vivan tantos bichos
ahí. Ese primer
dia se pasa
montando hasta el
mediodía, hora en que,
van a casa
de Carlos, frente
al parque mismo.
Él le sirve
un plato de
lentejas, ella tiene
hambre y come,
cuando ve que,
el solo come
fruta, pregunta porque
no come lentejas.
Carlos le dice
que lo que,
queda es para
los hermanos, solo
había un plato
para él. Tranquila,
le dice, un
plato menos no
me va a
matar. Lucia se
queda dándole vueltas
al asunto. Por
la tarde la
lleva a la
laguna, se sientan
y él le dice que,
preste atención a una zona
de la orilla,
si hacen silencio,
verán patitos, tres,
chiquitines. Lucia casi
se mete al
agua cuando aparecen,
se espantan con
gran alboroto de
mamá pata que,
grazna disgustada por
la intromisión. A
Lucia le duelen
los muslos y
le cuesta caminar
cuando baja de
Mimosa en su
casa, ha sido
un dia espectacular,
quiere más días
en el parque.
-¿Cuándo me
llevas otra ves?-
Pregunta agarrada al
portón, las piernas
le duelen un
horror y la
pelvis también.
-Todos los
días que, desayunes,
siempre que, comas
en casa o
acá al mediodía
y merienda a
la tarde, cena
antes de acostarte.
Para andar a
caballo, caminar y
nadar hay que , estar
fuerte.- Sabe que
esta enganchada, la
tiene.
-¿Mañana? Pregunta
Lucia con la
esperanza vibrando en
la vos.
-Vengo a
las nueve, ponete
ropa vieja y
siempre tráete el
bikini puesto, ¿sabes
nadar?- Si no
sabe aprenderá, tienen
todo el verano,
pero si ya
sabe solo deberá
aprender a bucear
o acordarse de
como se hace.
-Si. De
acuerdo, hasta mañana.
-Hasta mañana.
Carlos fabrica
una especie de
chorizo con una
jerga vieja que,
cose sobre la
que, suele usar
sobre el lomo
de Mimosa, no
tiene como evitar
el dolor en
las piernas pero
sabe que se
ha pegado en la pelvis,
el chorizo evitara
más golpes. Lucia
pregunta para que
es, Carlos se
lo explica y
ella pregunta si él, nunca
se golpea, a
lo que Carlos
contesta que, si,
que, claro. ¿Entonces
que, haces? Pregunta
Lucia intrigada. Putear
como un loco,
jurar que, nunca
más montare en
pelo pero después
lo olvido. El
segundo dia Carlos
la lleva a conocer a
las comadrejas, suelen
estar en un
árbol que tiene
una parte quemada
por un rayo,
en el hueco
dejado por el
fuego viven. Se
sientan en una
dunita a esperar,
Lucia no cree
que, vayan a
ver ninguna comadreja.
Dos horas, tarda,
el hocico en
asomar, luego le
sigue la comadreja
entera, están cerca,
cuatro, cinco metros,
es hermosa. Ya no dudara
mas de Carlos,
tampoco cuando le
dice que, al
final del verano
podrán ver a
los pichones que,
ahora son muy
chicos. Comen en
casa de Carlos,
otra vez, él, le da
su comida, conformándose
con una banana
y varias mandarinas.
Pasa una
semana vertiginosa, ve
perdices, liebres, topos,
gallinetas, montones de
pájaros y asechan
a las nutrias
sin resultado, Carlos
dice que, están,
pero no consiguen
verlas. Cuatro comidas
diarias, fruta, sol y aire
libre empiezan a
notarse, cuando se
saca la remera
y queda en
bikini no se
le marca tanto
el costillar. Carlos
la obliga a
usar protector, pero
él, no usa,
eso lleva a
un conato de
rebelión de Lucia
que, Carlos corta
de raíz: bronceador o
no venís. Lucia
ya sabe que,
no hay jueguitos,
caídas de ojos,
bobadas o mañas,
Carlos la mira
fijo y dice
no, firme. Come,
es eso: come. No
vas a nadar
hasta que, te
lo diga, es
eso: no. Paramos
a descansar, es
que, hay que
parar y paran
por ella, ella
lo sabe y
quiere seguir, el
no la deja;
la dosifica, la entrena,
la templa, con
paciencia. Ni siquiera
se le ocurre
rechazar una banana,
mandarinas, un durazno
o la fruta
que, sea que,
Carlos le dé.
Lucia no quiere
por nada del
mundo que, Carlos
deje de llevarla
y enseñarle, enseñarle
a leer el
parque.
Están mirando
un nido de paloma
que, tiene dos
pichones cuando Carlos
le dice que,
tienen que ir
a la comisaria
que, le llaman.
Lucia no le
entiende y pregunta
quien le llama;
Carlos le dice
que, la policía,
tiene un silbido
arreglado con ellos,
chifla para que,
ella lo escuche,
si lo escucha
tiene que, ir.
Ella ya conoce
el silbido que,
usa con los
perros y con
su mamá, ese
es en tres
tonos, significa lo
mismo: ven. Llegando
ven al padre
de Lucia gesticulando,
muy alterado, Carlos
le dice que
cuando él le
diga descabalgue y
deje suelta a
Mimosa, la yegua
se pondrá a su espalda,
de costado, si alguien se
acerca por detrás lo
pateara o morderá.
Los perros cerraran
el frente, nadie
podrá acercarse, ni
su padre. Es
la única manera
que, entienda que,
estas a salvo
conmigo. Hasta que,
yo no te
lo diga, no
te acerques a
tu padre, los
perros le atacaran.
Tarzan, Elmer,
cuiden a Lucia,
bájate, ordena Carlos
y camina hasta
el comisario que
aguanta la risa
como puede cuando
ve al padre
de la jovencita
retroceder a saltos
cuando esos dos
perros le sacan
los colmillos. Conoce
la estrategia, no hay fuerza
humana que, viole
el cerco de
colmillos y cascos,
solo a balazos.
-¿Tenemos un
problema, Carlos?- Pregunta serio
el comisario, ahora
es trabajo, las
risas vendrán después,
si le conoce
un poco, las
risas están aseguradas.
–Este padre te
acusa de cosas
serias, dice que,
raptas a esa
señorita y que,
abusas de ella.
Le he dicho
que lo dudaba,
pero es un
asunto serio. ¿Me
contas que pasa?-
Ve la cólera
en los ojos
de Carlos, ve
como cierra los
ojos y se
controla, ve llegar
la luz traviesa
a esos ojos
marrones.
-Lucia tiene
quince años, un
problema con la
comida, no come,
bueno, no comía,
ahora sí que,
come. La traigo
al parque para
que, abra el
apetito, su hermana
mayor, Graciela sabe
en todo momento
que, está conmigo.
A mi lado
en este parque
no le puede
pasar nada, mis
perros se encargan
de evitarlo. Además
tiene un padre
idiota, mal educado,
pedante e hijo
de mil putas,
la pobre bastante
bien ha salido.
Si quiere hablar
con ella, la
llamo y usted
le pregunta lo
que, quiera.- Carlos
espera la decisión
del comisario. Este
mira a la
chica, tiene buen
aspecto, acaricia a
la yegua y
le habla, eso
lo aprendió de
Carlos, si sabe
eso es que,
han pasado tiempo
juntos, hay otra
cosa que, le dirá sin
dudas que, está
pasando.
-Que ella
le ordene a
la yegua quedarse
y a los
dos perros que,
vengan con ella
hasta acá.- Pide
el comisario.
-Pídaselo usted,
así no sentirán
mi vos.- Dice
Carlos.
-Lucia ordénale
a la yegua
que, se quede
ahí, veni con
los perros, que
no muerdan a
menos que, alguien
se te acerque.
Espero que, sepas,
Carlos, que, estás
haciendo, tus perros
son peligrosos.- El
comisario sabe con quién se
juega los cuartos
pero sabe que,
solo lleva una
semana con la
chica en el
parque, poco tiempo
hasta para esos
animales. Cuando la ve
acariciar a la
yegua en la
frente y agacharse
agarrando a un
perro con cada
brazo, no le
queda ninguna duda,
Carlos la ha
adoptado y le está enseñando
a manejar a
sus animales, esa
chiquilina no estaría
más segura en
el parque si
la cuidaran sus
hombres que, con
esos perros.
Mimosa se
queda quieta, Lucia camina
flanqueada por Tarzan
y Elmer, hasta
el comisario. Responde
sus preguntas, cuenta
lo que hacen,
confirma que su
hermana está al
tanto. Su padre
intenta acercarse provocando
un movimiento de los perros
que, gruñen, se
aleja despotricando. Ella está encantada
con el parque,
se divierte y
le da hambre
así que come
como nunca, además
sabe que, con
Carlos y los
perros está segura.
Vuelve donde está
la yegua y la
trae.
-Que sea
suave, por favor.-
Dice el comisario
a Carlos y
la sonrisa de
este le da
escalofríos.
-No habrá
sangre.- Dice Carlos
mientras camina hacia
Lucia. Los policías
están curioseando, todos
esperan que pase
algo, Carlos no
les defrauda.
Carlos le
pregunta a Lucia
cual es el
coche de su padre, el
rojo. Seguime y
todos caminan hacia
el coche rojo,
llegan y Carlos
le dice a
Tarzan que, no
deje subir a
nadie al coche
y a Elmer
le señala el
padre de Lucia
y le ordena
que no lo
deje irse, ordena
que, marquen, eso
quiere decir que
no pueden morder
clavando los colmillos.
Y con Lucia
y Mimosa enfila
el barrio, la
lleva a casa.
El padre
se desgañita y
amaga a subir
al auto, Tarzan
le ataca y mordisquea el
culo, huye despavorido
para caer en
las garras de
Elmer, le lleva
un rato avivarse
de que, quieto,
a diez metros
del coche los
perros le ignoran.
Los policías ríen
descaradamente, el comisario
menea la cabeza,
este Carlos es bárbaro, esos
perros no pueden
ser, le pedirá
que, adiestre dos
para sus hijos,
son formidables.
El padre
de Lucia llora
amargamente, ese niño
es un Demonio
o el mismísimo
Diablo, tiene a
su niña, a
saber que hace
con ella, ya
la habrá violado.
Y la policía
se ríe, en
que mala hora
se mudaron a
este barrio, en que mala
hora.
La mamá
de Lucia está
muy nerviosa, se
ha venido del
trabajo nada mas
la llamo el
marido, ha discutido
con Graciela, parece
mentira que, haya
permitido algo así,
no madura mas,
veinte años y
sigue sin criterio.
Vinieron a este
barrio buscando conseguir
curar a Lucia,
que la comida
dejara de ser
un problema. Se
suponía que el
parque y la
playa le darían
hambre, solo le
dan ganas de
perderse por ahí
a Graciela, acompañada
de cada chico
poco recomendable que,
de solo pensarlo
tiembla. Lucia sigue
sin comer nada,
y ese chico
salvaje de la
honda que, asesina
a sus pajaritos
y vive en
guerra con el
marido se la
lleva al parque,
Dios que, no
la haya violado.
Todo es un
desastre.
-Mamá es
de fiar, en
serio mami, quédate
tranquila. No le está haciendo
nada malo, solo
la hace comer
a cambio le
muestra su mundo.-
Graciela ve la
preocupación de su
madre, nadie le
tiene que, decir
que, el padre
esta histérico perdido,
su hermana lleva
una semana comiendo
bien y eso
lo consiguió el
Pendejo ese, tiene
mucho merito.
-¿Pero como
podes saberlo, decime,
como? ¿Te volviste
loca, tu hermana
tiene quince años?
¿Crees que sabe cómo manejarse
con él, lo
dudo?- La madre
de Lucia siente
una desesperación enorme,
que crece por
momentos.
Entonces Graciela
entiende que, ha
llegado la hora
de decirle a
la madre porque
sabe que puede
dejar a su
hermana en el parque con
Carlos. Hacerlo, conllevara
más que probablemente, una
buena bronca de
su madre. Eso
ahora es lo
de menos. Su
madre mira la
taza de café
frio que aferra
con las dos
manos, sufre por
lo que, le
puede haber pasado
a Lucia, que
demora mucho en
venir, ¿por qué no la trae
el padre?. Que
desastre, que desastre,
Graciela está diciendo
algo.
-No te
escuche, estaba distraída.-
Dice la madre.
-Mamá, Carlos
evito que, me
violaran hace dos
años en la
playa. Fuimos a
pescar a la
encandilada, hicimos una
fogata, vinieron unos
chicos que, alguien
conocía. Me puse
a bobear con
uno, no sé,
pensé que sería
como con los
chicos del barrio,
no sé que,
pensaba. El caso
es que, me
propuso caminar un
poco; nos alejamos
y empezó a
ponerse muy atrevido,
le dije de
volver y se negó.
Cuando intente regresar
sola me pego
fuerte en la
cara, caí en
la arena, se
tiro encima de
mi aplastándome. Mis
forcejeos no servían
de nada, me arranco la
camiseta y la
parte de arriba
del bikini, se
puso entre mis
piernas, me besaba
y mordía los
pechos, se bajo
el short y
empezó a intentar
sacarme el bikini.
Yo lloraba y
trataba de gritar
pero me tapaba
la boca, pensé
que, nada evitaría
que me violara,
nada. No era
virgen, sabía lo
que se venía,
pero ese hijo
de puta no
se pensaba poner
forro, seguro que,
me acababa adentro,
a saber las
enfermedades que, podía
contagiarme. Entonces una
vos le ordeno
soltarme. Los dos
miramos hacia la
oscuridad y se
veía un guacho
y dos perros
grandes, me eran
familiares pero no caí. Se
rio mami, el
tarado se rio
y le cayeron
los dos perros
encima, grite asustada
porque pensé que
me morderían pero
el niño estaba
a mi lado,
me agarraba de la mano,
sonreía viendo como
los perros mordían
al tipo que,
huía gritando. Yo
tenía el pecho
al aire, se
agacho y me
dio el traje
de baño, estaba
roto. Chiflo y
los perros vinieron,
les dijo que,
me cuidaran y
a mí que,
esperara, fue hacia
la fogata y
robo una camiseta
y una toalla.
Me dio la
camiseta y pidió
que le siguiera,
lo hice hasta
un jardín de
la rambla. Tenes
que lavarte, la
arena del pelo,
el cuerpo y
la sangre de la cara,
hace calor y
el agua estará
soportable, me dijo.
Había una manguera y
le hice caso,
el miraba hacia
el mar, me
dio la espalda
todo el tiempo
hasta que, lo
llame, el pelo
era un problema,
estuvo media hora
enjuagándomelo hasta considerar
que, estaba pasable.
Me seque con
la toalla y
me acompaño hasta
acá, dijo que,
si se daban
cuenta del tortazo
dijera que, había
sido él. O
que contara todo.
Le pregunte la
edad, trece años,
trece mamá y
se portaba como
un hombre. Se
llamaba Carlos. Le
pregunte porque lo
hacía, me dijo
que, cuidarme era
una manera de
reparar la afrenta
que te hacía,
al matarte los
pájaros, le estoy
pidiendo perdón a tu mamá,
guárdame el secreto
pidió, algún día
se lo podrás
decir. ¿Desde cuándo
estaba en la
oscuridad, mami? ¿Cuántas
noches en las
que, no use
mucho la cabeza,
el estaba cerca,
con sus perros?
Y no estaría
mirando, alejado lo
justo para sentir
que algo no
iba bien. Y
ahora tiene quince,
¿cuánto más ha
aprendido? ¿Por qué la
policía le deja
campear a sus
anchas? Lucia esta
en las mejores
manos, va a
vivir un verano
que, no olvidara
mientras viva, no
se lo cortes.
En serio mamá,
podes confiar en
Carlos. Confía en
Lucia.- Graciela no
puede hacer más.
-Ya hablaremos
detenidamente, cuando lo de tu
hermana este solucionado.
Ahí vienen, voy
a hablar con
el.- La madre
de Lucia les
ve llegar y
sale al portón.
Mira a la
hija, tiene mejor
color, no parece
tan frágil, ¿cómo
es posible en
una semana? Mira
al jovencito y
este le devuelve
la mirada serio.
-Señora, Lucia
come desde hace
una semana, todavía
no todo lo
que, debería pero
está cerca. Si
usted me permite
seguir llevándola al
parque ella comerá
cada dia mejor,
montar a caballo,
nadar, correr, trepar
arboles da hambre.
Estará bien, me
hago responsable.- Carlos
habla serio y
educadamente.
-Mañana la
voy a llevar
al médico, después
decidiré. ¿Te parece
bien?- La madre
quiere asegurarse de que, su
hija no ha
sufrido abusos, quiere
creer pero es la madre
y debe asegurarse.
-Perfecto señora.
Hasta mañana. Chau
Lucia, chau Nena.-
Gira la yegua
y se va,
le silba a
los perros que,
corren a ponerse
bajo sus pies.
El padre de
Lucia se levanta,
le duele la
cabeza un horror,
sube al coche
y se va
a casa.
Se ha
hecho tardísimo. Graciela
y la madre
se enzarzan en
una discusión fuerte,
nada nuevo piensa
Lucia, pero empiezan
a decirse cosas
que, nunca antes
y cuando emerge
la historia de
la casi violación,
los perros, el
niño, la ducha
con la manguera,
otras noches, otros
chicos, cosas que,
a ella nunca
la dejan escuchar,
es muy nena
todavía pero hoy
nada es lo
habitual, nada; y sabe que,
es Carlos de
quien hablan y
que su hermana
ha hecho muchas
cagadas. Por eso
Nena, por eso
Pendejo, claro. Tiene
hambre, de loba,
nunca tuvo tanta,
en esta casa
hoy me parece
que no hay
comida, da igual,
asalta el frutero,
dos bananas y
tres mandarinas. Pela
con gracias una
mandarina y se ríe sola,
Tarzan y Elmer
comen mandarina, Carlos
les da, verlos
saltando pidiendo gajos
es gracioso, Tarzan
come bananas también.
Se ensancha su
sonrisa que al
ser vista por
su madre y
hermana les hace
callarse. La miran
masticar con ganas,
con placer, pelar
una banana y
darle una dentellada,
no un mordisquito
tímido, no, un
viaje de los
buenos y deciden
las dos, que,
la hija, que,
la hermana, seguirán
frecuentando a Carlos.
Se ocuparan personalmente
de que sea
así.
Llega el
padre histérico. Vos fíjate, me
mando a los
perros, me mordieron,
mira, mira el
pantalón, roto. Tuve
que quedarme sentado
al sol horas,
no me dejaban
moverme, la policía
no hacía nada,
solo reía. Es
inadmisible, voy a
hablar con mi
amigo Juez, debe
conocer a alguien
que, pueda hacer
algo, hay que
remediarlo, mira si
la está violando.
Lucia mira al
padre, que ni
se ha enterado
que, mastica una
banana. Escucha las
estupideces que dice,
concuerda con Carlos:
es idiota integral.
Cree que todo
se puede comprar,
pero no pudo
comprarle a ella ganas de
vivir, de disfrutar;
no puede comprarle
una sonrisa a
su mujer ni
puede comprar tranquilidad
en el hogar.
Pero Carlos le
hace feliz a
ella, cuando su
madre la vea
sana, fuerte y
creciendo como es
debido sonreirá, un
poquito, habrá un
cachito de paz.
-No pienso
dejar de ir
con Carlos al
parque, todo el
verano voy a
pasarlo con el.-
La miran los
tres. Graciela contenta,
le gusta que
su hermanita se
rebele, de frente,
le gusta. Los
padres mudos de
asombro. –Si me
encierran chiflare, emite
un silbido estridente,
largo, en tres
tonos, y Carlos
vendrá, con los
perros. Le pediré
que me esconda
en el parque,
pueden buscarme, jamás
me encontraran y
si lo hacen,
dos perros pelearan
a muerte contra
cualquiera que, se
acerque.
Se queda
mirando a su
familia que nota
algo de Carlos
en esa mirada
franca, desafiante, segura,
esa no es
la Lucia que
han conocido, es
una Lucia más
madura, más salvaje.
Ninguno de los
tres duda de
que, se escapara
si no le
dan permiso, eso es un
chantaje grande como
una casa, ninguno
duda que, Carlos
vendrá con los
perros y eso
hace que el
padre gima. El
solo quería un
barrio tranquilo, sin
hondas, ni perros
grandes como lobos,
ni niños salvajes
y ahora tiene
una hija asilvestrada, es
una niña, debería
jugar con muñecas
no ir por
ahí semidesnuda correteando
entre perros, una
yegua y un
salvaje.
Fue un
verano que rompió
moldes. Lucia vio
nutrias y sus
crías, las crías
de las comadrejas.
Fue capaz de
encontrar un nido
de Teru Teru,
vio luego los
pichones que, eran
pura pata; con
Carlos revoleando un
buzo para espantar
a los padres
que, venían con
el sol detrás
a defender a
la prole. Nado
en la laguna,
buceo y aprendió
a manejarse con
los cambios de
temperatura del agua
para que no le pasara
nada. Pesco tarariras
y se las
comió, cocinadas por
Carlos. Nado desnuda
con Mimosa en
el mar, eso
era increíble, no
había como describirlo.
Corrió tras una
gallineta y le
aguanto hasta casi
agarrarla; cuando vio
los pichones, tan
desgarbados tan frágiles,
lloro de emoción.
Fue a pescar
a la encandilada.
Hablo mucho con
la hermana, de
chicos. Charlo con
Carlos de muchas
cosas, de cómo
veía él, las
cosas, que creía,
le pidió su
opinión sobre ella.
¡Júas, júas! Resumiendo:
concheta mal criada,
cuando termine el
verano una guacha
de cuidado. En
el medio la
puso fina, nada
era mentira. Cuando
empezó le habría
estrangulado, ñaca, ñaca,
a medida que,
le escucho fue
amansándose, si se
cumplía que, se
convertiría en una
guacha de cuidado,
le perdonaba ser
tan bruto. Aprendió
a montar en
pelo, muchas veces
sin jerga ni
nada. Aprendió que,
aveses, nada es
lo que parece. Aprendió que,
quien menos tiene,
es, quien más
te da. Aprendió
a disfrutar de
la lluvia en
la cara, del
olor del parque
mojado, de caminar
descalza por la
arena. Fueron clases
intensivas de vida,
de disfrute, de
saberse acompañada y
nunca avasallada. Aprendió
que, significa que
te hagan un
regalo que no
podes devolver, ponerle
precio ni equiparar
de ninguna manera,
aprendió a sentirse
en deuda. Aprendió
que, si te
haces responsable de
algo o alguien,
debes asegurarte de
que, cumplís.
El verano
languidece, queda poco
para el otoño
y Lucia esta
cada dia más
triste, alicaída. Se
vienen las clases,
poco tiempo libre y ninguna
posibilidad de perderse
en el parque.
Hay que despedirse,
se verán en
el barrio pero
nunca más serán
compañeros de correrías.
Luis le dice
que, vaya sola
a la playa
con los perros.
¿Cómo demonios sabe
ese guacho que,
necesito estar sola?
¿Cómo me conoce
tanto? Siente que,
la mira, se
gira y ahí
está parado, sonrisa
socarrona, burlona pero
solo puede devolverle
la sonrisa, impotente.
Mueve las manos,
no hay una
maldita palabra que,
sirva, y empieza
a llorar, el
con la cabeza
le dice que,
a la playa,
obedece. El mar
está tranquilo, los
perros se revuelcan
sobre pescado podrido,
algo que hace
tres meses le
habría puesto histérica, o
el olor a
podrido mezclado con
olor a sal,
huele a mar.
Y es un
rio; rio ancho
como mar. Nada
es lo que parece.
Camina y se
mete en la
zona donde el
parque se recuesta
a las dunas,
no se percata
ni se da cuenta. De
golpe los perros
la flanquean, gruñen
bajito y ella
despierta. Dos tipos
bajan de las
dunas, se abren
para cortarle la
huida. Puede correr,
ahora puede y
no la agarran,
pero esta rabiosa,
dolorida, asustada por tener
que, crecer, hacerse
adulta, porque pierde
al amigo más
increíble que, jamás
tuvo ni tendrá.
Ve las caras
de los tipos,
las sonrisas libidinosas
y sabe exactamente
que, significan. La
orden la da
con las manos,
un leve aleteo
de sus manos
desata una furia
de colmillos que
arremete contra los
dos tipos. Disfruta,
esa orden es
según Carlos para
cuando no se
puede hablar, viendo
a Tarzan y
Elmer mordiendo y
persiguiéndolos hasta perderse
de vista. Cuando
vuelven los agarra
de las cabezas,
queda llena de
arena y oliendo
a pescado podrido,
se siente extrañamente
feliz, pega la
vuelta.
-Lindo perfume.-
Comenta Carlos.
-Para tu
cumpleaños te regalo
un frasco.- Dice
Lucia.- ¿Por qué me
miras así?
-Comparo la
niña flacucha de
hace tres meses
y la mujer
que, acaba de
volver de la
playa. Bronceada, el
pelo más claro
por el sol,
curvas que antes
no estaban. Te
pareces mucho a
tu hermana. Esos
ojos verdes enormes
ya no son
tristes ni están
apagados, tienen vida,
laten con vida.
Son risueños. Las
piernas se han
torneado. Una linda,
bueno hermosa mujer
de quince años,
dieciséis en mes y medio.
Me gusta lo
que veo, los
Dioses me han
dado mi venganza,
han sido justos,
no siempre lo
son, casi nunca
la verdad.- Carlos
está contento de
verdad.
-¿De qué
hablas?- Lucia no
entiende nada.
-Este era
mi mundo, solo
queda el parque.
Todos quieren que
desaparezcan mis perros,
por fieros, mi
yegua porque les
molesta el olor
de la bosta,
ya han conseguido
que no pueda
cazar en el
barrio y en
nada no podre
andar a caballo
ni pasear con
los perros. Después
será el parque
y se habrá
acabado mi mundo. El
representante máximo de mi derrota
es el enfermo
que, tenes como
padre. Le pedí
a los Dioses
vengarme, vos sos
mi venganza. Cada
dia que tu
padre te vea
se acordara de
quien te ayudo,
de quien supo
que, había que
hacer y cómo
hacerlo. Es también
la única manera
que encontré de
compensar a tu
vieja por el genocidio de
pajaritos en tu
jardín. Seguro que,
me perdona.- Luis
se queda callado.
-Una venganza
terrible.- Dice Lucia.
-En efecto,
a la altura
de mis capacidades.-
Se ufana Carlos.
-Muy retorcida,
también. Me usaste.-
Lucia quiere mostrarse enojada, hace
el esfuerzo.
-Vos tenes
que perdonarme, si
podes. Eras una
niña flaca, malcriada,
triste y boba;
ahora sos una
mujer hermosa, razonablemente feliz
con un montón
de conocimientos sobre sí misma.
Castigo a tu
viejo, busco el
perdón de tu
vieja y te
ayudo a encontrarte,
soy culpable, repito,
perdóname si podes
o queres.- Carlos
habla extrañamente serio,
Lucia lo percibe
claramente.
-Claro, vos
sabes mucho de
mujeres.- No sabe
porque lo dice,
Lucia no lo
sabe.
-Fuiste a
la playa siendo
una niña llena
de dudas, ahí
paso algo, tuviste
que decidir cómo
actuar, estabas sola,
no había nadie
cerca en quien
apoyarte. Tu primera
decisión como mujer,
como adulta, todavía
te falta un
poco pero ya
no sos una
niña. De mujeres
se un poquito,
apenas. Como tratarlas
para hacerlas florecer.
Soy un niño
y algún dia seré un
hombre, mejor si
practico desde ahora
como manejarme con
ellas.- Carlos no está enojado
con Lucia ni
nada parecido; está
encantado con su
obra, será una
hermosa venganza con
dos piernas, un
pelo rubio y dos bochones
llenos de vida.
Los Dioses se
portaron esta vuelta,
vaya que sí.
La acompaña
a casa, en
el portón ella
lo mira, se
agacha y agarra
a los perros
de las cabezas,
apreta fuerte, todo
lo que puede,
ellos se quedan
quietos. Su madre
sale y Graciela
le sigue. Lucia
esta linda, resplandece
y huele a
podrido.
-Se la
devuelvo señora, gracias
por el privilegio
y por la
confianza. Tiene una
hija estupenda.- Carlos
lo dice como
lo siente, sin más.
-No tengo
como agradecerte lo que has
hecho. Esta casa
es tu casa,
siempre serás bienvenido
y no te
preocupes por mi marido.-
La mamá de
Lucia hablara con
su marido y
se lo dejara
claro.
-Perdóneme y
habrá pagado, lo
de la matanza
de pájaros.- Pide
Carlos.
-Perdonado. Y
Olvidado completamente. Concede
ella.
Lucia pide
un abrazo y
se funden en
uno, cuando se
sueltan, el saluda
con la mano
y se va
con los perros.
Las tres mujeres
miran como se
aleja, solo una
percibe que no
juega con los perros, va
triste.
Veinticinco años más tarde
Lucia está sentada
en el comedor,
tiene una copa
de vino, le
duele la cabeza,
son las nueve
de la mañana.
Su matrimonio flaquea,
su hija Valentina
de quince años
no come, no
hace caso, no
estudia. Tiene cuarenta
años y siente
que, se hunde,
profundamente. Toma pastillas
para dormir, otras
para la ansiedad
y siempre tiene
vino a mano.
Sabe que tiene
que hacer algo,
enderezar el rumbo,
pero no sabe cómo, se
siente perdida. Sale
al jardín buscando
Paz. Una ramita
está llena de
brotes, un picaflor
esta posado donde
ya pega el
sol y como
arte de magia
el viento la
despeina, la acaricia.
¡Carlos! Él le dijo que,
siempre que, el
viento la despeinase
o se enredara
en su pollera
seria él, jugando.
Hacía años que
no pensaba en
Carlos. ¡El parque!
Entra, se hace
un refuerzo de atún, agarra
unas bananas, mete
todo en una mochila, escribe
una nota para
el marido: no
vengo en todo
el dia y
sale apuradísima. Estaciona
el coche en
casa de Carlos,
se baja y pregunta
por él, a
la mamá. Carlos
no vive ahí
hace años, se
fue a la
ciudad, no hay
perros para prestarle,
el que tiene
no hace caso,
ni podría defenderla
de nada. Igual
le pide la
dirección de Carlos,
pide para dejar
ahí el coche
y se mete
en el parque.
Traspasa las
primeras hileras de
arboles y se
descalza, camina hasta
el árbol quemado
por el rayo
y se sienta
a esperar. Pierde
la noción del
tiempo que, pasa,
hasta que, ve
el hocico asomando.
Llora como una
loca, se ahoga,
tose y termina
riendo. Estoy loca
de remate pero
Carlos me va
a salvar otra vez y
me ayudara a
que Valentina madure
y coma. Camina
por el parque,
ve nidos, una
liebre escuálida y
escucha un pájaro
loco. Los pájaros
carpinteros eran una
debilidad para Carlos.
Se acerca a
la laguna pensando
si todavía vivirán
nutrias, solo hay
una manera de
saberlo, meterse al
agua y no
se puso malla.
A la mierda
piensa y se
desviste, se va
a dejar la
tanga y el
sujetador, dos veces
mierda, pela todo y se
siente viva por
primera vez en
años. Entra al
agua y tantea
con los pies
pero no tiene
suerte, va a
tener que bucear,
el pelo se
va a mojar
y con una
carcajada hunde la
cabeza bajo el
agua. Le lleva
un rato pero
confirma que hay
nutrias: las almejas
comidas las delatan.
Se seca al
sol antes de
vestirse, come el
refuerzo y las
bananas, mirando a
los patos evolucionar
por el agua.
Camina hasta la
playa y no
se aguanta, se
desnuda y retoza
en las olas.
Unos tipos con
cañas bajan y
la ven en
bolas, los mira
desafiante, sin miedo,
como si Tarzan
y Elmer estuvieran
con ella, no
la molestan para
nada. Camina hasta
la casa de
sus padres, les
dice que ella
y Valentina no
sabe si Julio
también, van a
pasar el verano
ahí. Mañana empieza
a mudarse. Recoge
el coche y
vuelve a casa.
Manuela, la
asistenta ya se ha ido,
Valentina está en
su cuarto y
Julio en el
estudio. Los llama
a los dos
que, reacios aparecen
en el comedor.
La ven con
el pelo todo
alborotado y una expresión rara
y piensan que
esta drogada; Lucia
se da cuenta de lo que piensan. Les
cuenta de Carlos
y su extraña
venganza, del verano
que paso a su lado,
de los perros,
de Mimosa, la
yegua. De cómo
nadaba desnuda, igual
que hoy, de
como nunca más
tuvo problemas con
la comida. Y
les informa que
ella y Valentina
van a pasar
el verano en
casa de los
abuelos, Julio puede
venir, si quiere.
-Mamá, ni
loca voy a
pasar el verano
en casa de los abuelos
y contigo todo
el dia, yo
no voy.- Valentina
pretende pasar el
verano con sus
amigas.
-Si pasas
tres meses conmigo,
en casa de
los abuelos yo
no te molesto
mas con la
comida y te
dejo llegar más
tarde a casa,
a las doce.
Y alguna ves
más tarde, depende
de si vas
bien en los estudios.
- Lucia apuesta claramente
por conseguir un
cambio. No hay
plan b, este
es el plan z.
-¿Dónde está
el truco?- Pregunta
Valentina.
-Todo el
verano conmigo, dia y noche,
ahí está el
truco.- Probablemente es
algo que, debió
hacer antes, estar
más tiempo con
ella.
Valentina accede,
Julio no dice
nada, distante como
siempre. Cenan y
Valentina picotea desganada,
ella no toma
vino, solo agua,
ni ansiolíticos se
mete. Se da
otra ducha y
demora bajo el
chorro de agua,
alterna fría y
caliente. Se seca
y sale desnuda
al dormitorio, le
saca el libro
a Julio y
lo viola, repetidas
veces. Y cuando
lo tiene reventado
le suelta que va a
tener que elegir
entre ella y
la secretaria, mejor
si la despide.
Julio no duerme,
no entiende que,
le pasa a
su mujer. Lucia
madruga y empieza
a preparar las
cosas, a mediodía
se despiden de
Julio y van
a casa de
los abuelos.
Se mete
con Valentina en
el parque, cuando
esta la ve
descalzarse piensa que,
su madre esta
muuuuyyyyyy mal. Esperan
a las comadrejas,
un rato largo,
cuando aparecen Valentina
solo opina que,
es un bicho
feo. Lucia no
se desanima, nada
puede hacerlo, ni
el silencio de
Julio. Hace tiempo
que, sabe lo
de la secretaria,
no puede quejarse
mucho, ella tiene
un bombero y
un jovencito que, le dan
alegría a su
cuerpo. Una semana
le cuesta que
Valentina reaccione; la
lleva a la
laguna, tiene la
malla pero se
la saca, quedando
desnuda y le dice
que también ella
se desnude. Valentina
piensa que la
madre esta fumada,
se mete con
el bikini, todavía
no sabe porque,
cuando ve a
las nutrias, queda
extasiada. Todavía no
come mucho pero
Lucia cree que,
en cualquier momento
empezara. Lucia va a su
casa sin avisar,
Julio esta con
la secretaria, ha
elegido.
Valentina come,
agarra color y deja de
quejarse. Ha descubierto
una madre muy
divertida, súper moderna
que, sabe reír
y disfrutar mejor
que ella. Ya
no toma vino
ni pastillas. Evidentemente
se va a
separar de su padre. Los
cuentos de su
madre mientras caminan
o esperan ver a algún
animal sobre la
tía Graciela, Carlos
y ella la
dejan pasmada. ¿La
tía hacia eso?
Si. ¿Todo el
verano con un
chico, todo el dia por
ahí? Si. ¿Solos?
Si. Juuuuassssssssss, ¡Qué
libertad! Estamos haciendo
casi, casi lo
que hacíamos con
él. Estas siendo
libre como lo
fui yo. Se
muere con el
abuelo obligado a
quedarse al sol.
Le parece que,
ese Carlos era
malo, su venganza
fue terrible. Y
era un poeta
mamá, porque su
venganza era pura
poesía, miel de
la buena.
El verano
se quema rápido,
madre e hija
se ponen saludables,
las dos resplandecen.
Lucia deja de ir a
la peluquería y
se preocupa menos
del pelo, corta
con sus amantes
y se siente
bien, viva. Valentina
madura, igual que,
la madre se
hace mujer, en
su caso no
enfrenta ninguna situación
complicada, simplemente tantas horas
con la madre
hablando de sexo,
chicos, matrimonios, hijos,
maternidad, de hombres
que te lastiman
hagas lo que
hagas, y hablando
de Carlos y
su extraña filosofía
de vida. Cuando
la madre le
dice que si
quiere le ayuda
a elegir la
ropa que va
a ponerse en su primera
ves, que tiene
permiso para hacerlo
en su cuarto
y que solo
pide que use
condón, Valentina se
muere de amor.
Su mamá es
una genia y
no lo sabía.
Lucia mueve hilos
y se entera
que, Carlos está
separado, sin hijos.
Sentada en el
comedor eleva una
plegaria a los
Dioses, los de
Carlos: dejen que efectué la más terrible
de las venganzas,
dejen que sea
mi hombre y
viva bajo el
techo de mi
padre. Dejen que
eduque a la
nieta de su
enemigo. Se pone
un vaquero viejo,
unas botas y un saquito
dispuesta a conseguir
compañero.
Carlos abre
la puerta y
se la encuentra
a un palmo.
La deja pasar
y disfruta de
su olor, no
lleva perfume. Se
sienta frente al
sofá donde ella
mira alrededor, una
habitación triste, de
soltero, ninguna mujer
le pone alegría.
Lo mira, está
lleno de canas
y de arrugas,
tiene los mismos
ojos. Esta más
gordo. La mira
expectante, le toca
a ella mover.
Mueve y
como. Se para
y empieza a
quitarse la ropa,
cuando queda desnuda
le dice que,
puede hacer lo
que quiera, ahora
y cada dia.
Que le encantaría
ser su pareja
y que estaría
bien que vivieran
juntos, en casa
de su padre. La sonrisa
traviesa aparece, la
insolencia cuando le
agarra los pechos,
la delicadeza con
que le acaricia
el clítoris, no
puede creerlo cuando
el primer orgasmo
la sacude, por
lo rápido. Cree
que se muere
esa tarde, varias
veces. La facilidad
con que, le
descubre los puntos
más sensibles es
pasmosa, Julio nunca
los supo todos,
parece mentira. Le ayuda a
juntar algo de
ropa y se
van para la
casa de sus
padres.
Valentina le
tiende la mano a Carlos,
este la abraza
y le da
dos besos, cuando
le dice que,
se parece a
su mama y
es muy linda,
ella siente que se van
a entender fácil
porque percibe que,
es lo que
piensa, no es
adulación. La abuela
lo recibe como
a un hijo
largo tiempo perdido.
El abuelo
sale y lo
mira. Mira a
su hija y a su
nieta. Acepta la
derrota y lo
abraza.
Lucia agradece
a los Dioses
de Carlos y
les promete cuidarlo.