domingo, 8 de enero de 2012

Un dia en la nieve.





Recién llegado a Valencia pase a formar parte de un grupo, este estaba conformado por: La Negra, El Pato, El Gato, El Peque y EL Urú. Había más miembros pero nunca fueron estables.


Vivíamos compartiendo muchas horas, veíamos películas, cocinábamos, nos entreteníamos y básicamente nos hacíamos el aguante. Característica común: recién llegados y sin papeles.  Todos nacidos en el Rio de la Plata, cuatro del lado equivocado. Ellos me informaron de que yo era el rebelde, hasta ese momento no sabía que nos consideraban Provincia Rebelde.               


La Negra y El Pato, que eran novios organizaron un dia en la nieve. Se sumo más gente, coordinamos la hora de salida, repartimos los lugares en los coches y arrancamos. Para mí era debut absoluto, nunca había estado en la nieve y estaba entusiasmado. Para cuando conseguimos alquilar el equipo y plantarnos en las pistas, estas estaban  llenas de gente de diversos niveles, desde el experto al principiante. La Negra, con buen criterio, se dedico a enseñarme los rudimentos de la Tabla y su uso. La muy bandida no me llevo a las pistas verdes, no, ¿para qué?    Azul derecho y montaña abajo. El primer revolcón me dejo muerto de la risa, no pare de reírme en todo el dia.


Peque abandono a la cuarta caída, le dolía el alma y tenía bastante, le dijimos de todo, por maricón, pero desde lejos, sus dos metros no invitan a insultarle de cerca. El Pato, más experto, andaba en las pistas difíciles: rojas y negras.  No estaba contento con la calidad de la nieve, no le entendía la queja, ni de que hablaba, tenía bastante con seguir disfrutando. Momentos culminantes, donde las carcajadas nos convirtieron en blanco de las miradas de todo el que pasaba por ahí. Con el número tres: El Gato hace el Helicóptero.  Se para sobre la tabla y no se cae, se envalentona y nos lanza la burla.” Ahora van a ver como se pasan esas lomas”. La Negra, El Pato y Urú están unos metros más abajo, este ultimo todavía escupe nieve, las lomas eran demasiado para su escasa técnica. Levantan unos diez centímetros y son aterradoras, hay tres seguidas. El Gato se manda, sale da la primera escorado, encara la segunda y se cae, llega a la tercera con la cabeza apoyada en la nieve, sus piernas giran, la tabla parece una pala de Helicóptero. Nos cagamos de la risa, ni vamos a levantarlo, La Negra me saca la cara de la nieve, preocupada, me ve reírme y me empuja ella. El Gato se ríe, caza la tabla y vuelve a intentarlo, le dejamos solo, pero nos vamos cegándonos de la risa.


Con el número dos: Me salgo de la pista. La Negra intenta enseñarme a dominar la dichosa tablita, esta hace lo que le da la gana, generalmente todo lo contrario a lo que le ordeno.Ha conseguido que el telesilla no me mate, aunque ya me di dos viajes de los buenos y estamos puliendo los giros. Baja ella, me muestra, para, y voy yo. En una me dice vamos juntos, vamos, la velocidad aumenta, no se frenar y cuando estoy a punto de clavar el orto en el suelo para parar, la tablita dobla, un pino me pasa rozando, voy  al mango y choco con unas rocas. Indignado puteo y siento las risas de la Negra que intenta saber si estoy vivo, que me rompí, pero no puede dejar de reírse, me contagio y rio también, la verdad no sé ni porque.


Con el número tres: El pescadito. En las pistas hay ciertos lugares que se acotan para evitar que nadie se  meta en zonas peligrosas, uno de ellos es la cabina desde donde se dirige el telesilla. Final de pista, nadie me molesta y evoluciono por el blanco tapis, y otra vez la tablita decide por mí, ni sé como termino enganchado en la red, pescado. No consigo zafarme, el pibe del telesilla ya está harto de mi, solo me banca porque hablo La Negra con él, es Argentino hay complicidad entre ellos, le habrá dicho que soy un primo retrasado o que soy Uruguayo, o ambas, a saber. Para las sillas, viene puteando al viento, y no aguanto la risa, todos se ríen, hay aplausos. Me saca, me palapa serio, y me informa que me queda media hora, que procure no matarme  y me hace una guiñada.

Cierran las pistas, devolvemos el equipo, hace un frio del carajo, nos metemos en los coches y pegamos la vuelta. El clima es de jolgorio,  llegamos a Valencia y nos quedamos solos, en tres minutos decidimos que en hora y pico nos juntamos a comer pizza y ver películas. Vamos hacia mi casa, y en esas La Negra me pregunta cuando cumplo años. Me hago el choto hasta que se aviva, ¡es hoy! Me da una piña, y afirma: ¡tarado! Faltan metros y pienso que voy a zafar ileso, que iluso, que ingenuo. Me bajo y se bajan, La negra incluida y al grito de” ¡Morta!” me tiran al suelo. Están tan ocupados que no ven a la cana llegar, la sirena les aviva tarde y paran.

Somos cinco inmigrantes, sin papeles, parados firmes y muertos de risa, queremos ponernos serios pero no lo conseguimos. Los policías, piden las identificaciones, y al unisonó  respondemos: ¡no tenemos! Chau, a cagarnos de la risa mal.

La Negrita linda les explica que soy un tarado, que es mi cumple, que no dije nada, pucherea dolida, ignora que me ha regalado uno de los días más divertidos de mi vida, pasada o futura.        Encima no paramos de reír, nos van a llevar en cana, no tenemos papeles, el puchero es llanto.
La abrazo y me pongo serio, nos ponemos serios. Los agentes devuelven los pasaportes y se van.
Nos reímos como locos, aliviados. Y cuando me miran se que viene  otra morta.

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