sábado, 7 de enero de 2012

A y B.



A era muy  tímido y era un verdadero problema porque le gustaban las mujeres, mucho, pero se asustaba de solo pensar en acercarse a una. La cosa se complicaba porque pasaban los años y no conseguía romper esa dinámica. Para cuando se descubrió sentado en la vereda, con un amigo del barrio, que se encontraba como él, preocupado por lo mismo, tenía cerca de veinte años. Que a sus espaldas estuvieran haciendo una fiesta con sexo no ayudaba a sentirse mejor. Empeoraba todo. ¡Virgo a los veinte! Lo que a ignoraba es que B le tenía en la mira.

B era linda sin ser hermosa, al tener dos hermanas mayores que ella y otra más chica era muy despierta para sus quince recién cumplidos. Sabía lo que quería: debutar con A.  Los problemas que debía sortear no eran menores, pero eso no la hizo titubear ni un segundo.  Que su objetivo fuese amigo de sus hermanas mayores era más un acicate que otra cosa; sabía que no habían estado con él, el problema era que A parecía no reparar en su existencia. Había que conseguir que la viera sin levantar la perdiz.

El calor del verano llego y las chicas se ponían cuatro trapos mal ajustados para escarnio de A.   La playa era una tortura, todas estaban buenas y el no se animaba a encarar. Masticaba el freno con furor, se desahogaba jugando partidos eternos, los encadenaba.    Y se mataba a pajas.                                   

La ley, que ni era tal ni era nada, sostenía que el fobal en la playa, tenía prioridad, las familias evitaban instalarse cerca por pura supervivencia, las chicas  se ponían del lado contrario al agua o directamente a un costado. B probo a ponerse con sus hermanas, fue con sus amigas haciendo rancho aparte, todo infructuosamente, A no sabía que ella existía.Harta decidió jugar fuerte y una tardecita que vio como A se preparaba para irse, levanto su toalla, se despidió de las hermanas diciéndoles que tenía que estudiar y se puso a caminar decidida para cruzar las dunas pero midiendo los tiempos para que A la alcanzase antes de llegar a su casa.

A le llamo, se giro haciéndose la sorprendida y le espero. Caminaban juntos charlando animadamente, que si tenía novio, no, que si le habían quedado muchas materias, dos, vamos como si fuera su hermanita.  Quedaba una cuadra, ella entraría  y el seguiría. Y entonces dejo caer el anzuelo, magistralmente.

-¿Vas a pescar a la encandilada esta noche? Quiero ir, pero mis hermanas no van. Sola no me dejan, pero si pasas a buscarme y voy contigo, seguro que sí.

-Dale, paso a buscarte a las ocho. Chau-

Anzuelo, carnada y carrete, A se acababa de tragar todo. B estaba nerviosa, el susto era descomunal y no podía contárselo a nadie, ni lo necesitaba.                                                Preparo apuntes en modo automático, era importante actuar como siempre, aviso a sus padres que quería ir a pescar y que A la pasaría a buscar y la acompañaría de regreso.    

La Pesca iba viento en popa, la hoguera crepitaba alegre, evitar que las olas te desparramaran ayudaba a agarrarte al que estaba a tu lado y B estaba junto a A. En un descanso dijo que tenía frio y consiguió ser abrazada por A, temblaba, pero el frio no tenía nada que ver. Cuando la tropa se metió a pescar otra vez ella pidió quedarse, argumentando que tenía frio y que se quería ir. Caminaban abrazados hacia las dunas siguiendo el caminito que les sacaría de la playa, y le pidió que se metieran en las dunas.

La oscuridad no le dejaba verle la cara pero estaba rígido. No le soltó mientras el argumentaba que era muy chica, que sus hermanas le matarían, que esto y que aquello.     Ella le respondió que nadie lo sabría, que sería un secreto que ni sus amigas conocerían, que estaba asustada pero decidida. Y lo remato: además no tengo ni idea de que tengo que hacer. La respuesta de A fue inesperada: yo tampoco.
Lo descubrieron juntos.                                               

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