Hubo una época en la que llevaba los rulos
largos, hasta los hombros, y por más que los peinara o arreglase no había manera
de tenerlos medio ordenados. Tenía en aquella época una yegua Picaza, calzada
de una mano, con la que recorría los alrededores de mi casa. El territorio lo
delimitaban dos cursos de agua, por un lado el arroyo Carrasco y por el otro el
arroyo Pando. Entre ambos unos buenos treinta kilómetros de playa y dunas para
recorrer, explorar y disfrutar. También estaba el Parque Franklin Delano Roosevelt,
que ignoro qué tan grande es, pero es enorme, bordea el aeropuerto y supongo
que decir que tiene unos veinte kilómetros más o menos no es nada exagerado. Gran parte del mismo en aquella época
eran bañados súper divertidos para jugar al escondite a caballo o incluso para
perderse y pasar horas buscando la salida.
De aquella época viene la comparación con el
Tigre, nunca Gatito, Cazador siempre, nunca presa. Águila no Paloma. Conservo
tatuados en la piel, en forma de cicatrices, sendas caídas con montura y todo,
en un revolcón de los de época donde te paras de un salto y corres a ver si tu
caballo se quebró una pata, generalmente una mano. Comprobada la montura te
palpas para saber si estas lastimado, control de daños rápido antes de ir a
casa e informar que otra vez estas herido. Conservo en la espalda dos pequeñas
y en el hombro derecho una de casi quince centímetros, viejos recuerdos de una
edad feliz como pocas. Junto al costurón
de la barriga, primera cicatriz que marco mi piel hacen un conjunto más propio
de un Guerrero que de un muchacho del extrarradio.
La mirada Salvaje la tengo desde siempre, es
franca y directa, con chispitas de luz cuando es amable y sin luz y negra
cuando es amenazadora. Hace tiempo que no la uso, demasiado que la guarde, debo
sacarla más seguido, hay gente que confunde educación con miedo, olvide una de
las lecciones que más rápido aprendí: la paz del Tigre funciona porque nadie
duda que peleara por tenerla. En el pasado compre respeto y pague con sangre,
mas veces la mía que la de otros, pero siempre se pago con sangre. Los que estén
asustados pueden ir a leer otras cosas, menos violentas, menos reales, más livianas,
no hay problema. Después no se lamenten de vivir bajo las garras de los Lobos o
Jaurías de Perros.
Me siento un poco otra vez como aquel
adolescente. Un poco viejo ya, el doble de edad, peinando canas, con una hija
que al escuchar mis travesuras, las que puede escuchar se enfada porque era muy
malo papito. Jajajajajajjajajaja, y no le cuento todo lo que no debe oír, pero algún
dia le contare, por si algún nieto o nieta mía se me parece en el futuro, así sabrá
a que atenerse. Yo ya me lo imagino y me
veo despotricando y pensando después que esperaba con semejante abuelo. Va a ser movidito el futuro, muy movidito.
Este es un mensaje de respuesta a alguien
querido de aquella época, que para mi cumpleaños me hizo acordar de la época en
la que cabalgaba desenfrenado por la playa, más cerca de Los Charrúas que de
los Criollos, siempre Tigre. Determinado a comerme al mundo o morir intentándolo.
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