Caminaba por la
orilla de la playa
observando cada tanto
al horizonte. Al
llegar al malecón
se puso los zapatos
que llevaba en la
mano y
siguió caminando un
poco mas hasta
un banco que
estaba a la
sombra donde se sentó. Pareció
dormitar un rato
mientras descansaba de
la caminata. Cuando
se sintió con
hambre se paro
y reemprendió la
caminata, compro una
manzana a un
verdulero y se
la comió mientras
caminaba sin rumbo
por la ciudad. Regreso tarde
a su apartamento,
no importaba puesto
que no tenía
que ir a
trabajar esa noche.
Durmió como un
oso toda la
noche y se
levanto renovado. Bajo
a la panadería
pues tenía antojo
de pan caliente
para desayunar, aprovecho
para tirar la
basura y así
el viaje le salía redondo.
Hizo las tareas
del hogar, puso
una lavadora y
mientras esta lavaba
limpio la cocina
y el baño,
aireo su habitación
y recogió el
comedor. Las tareas
rutinarias le ayudaban
a pasar el
dia más fácilmente,
además de ser
necesarias, tenían por
tanto un valor
doble.
A pesar del
tiempo que llevaba
en la ciudad,
creía recordar que
unos doce años,
seguía pareciéndole extraña,
no terminaba de
sentirla como propia
y creía saber
porque: no le
gustaba. Rio entre
dientes cuando pensó
eso. En lo
impropio de la
idea.
Últimamente salía mucho a
caminar y era
probable que así
la conociera mejor
y puede que
con el tiempo le
gustase mas, pensó. Manejaba
la idea de hacerse
con una bici,
ampliaría el radio
de sus vagabundeos
pero no terminaba
de decidirse.
Fue a trabajar,
control de acceso en
una discoteca, fue
una noche tranquila
para variar y
no paso nada
digno de mención por
lo que cerraron
en hora y
se volvió a
casa. Llevaba varios
meses en ese trabajo
que no le
gustaba pero no
había otra cosa así
que tocaba a
aguantarse y eso
hacía. Un amigo
que vivía en
otra ciudad le
había comentado que
podía haber algo
de camarero. Quedo
en llamarle pero de
momento no lo
había hecho. Esperaba
que sonara el
teléfono y fuera
el amigo para
decirle que tenía
un trabajo para
él. Hasta que
eso ocurriera tocaba
aguantar la situación.