Milton subió las escalinatas del Palacio de Justicia de su
ciudad de dos en dos. Un poco nervioso observo alrededor hasta ubicar a su
abogada, esta le tranquilizo, era un juicio por faltas, su palabra contra la
del denunciante, sin testigos, un caso fácil. Según la letrada tenía todas las
posibilidades de ganar, eso no tranquilizo a Milton que estaba nervioso desde
que la Policía le entregara la citación en su casa un domingo.
La denuncia decía que había agredido a un hombre y por tanto
este le había denunciado.
Pasaron a la sala donde estaba el Juez, primero declaro el
denunciante y después Milton. En total diez minutos, pasados los mismos le
informan que la sentencia se entregara el dia tal a la hora cual.
Milton hablo con la abogada quien le reafirmo que las cosas parecían
transparentes y que lo más probable era que le absolvieran. Se fue a casa tan
preocupado como llegara.
A los veinte días Milton volvía a subir la escalera de dos en dos, igual de
nervioso por la incertidumbre de no saber que le esperaba.
La justicia le condeno a pagar una multa de ocho euros
diarios durante treinta días.
Mientras bajaba la escalinata del Palacio de Justicia,
Milton, no podía dejar de pensar en qué clase de Justicia era esa que le condenaba
cuando era su palabra contra la de otro.
Y le hacían caso al otro sin contar
con testigos ni nada