Un sentimiento poco edificante, que no ayuda en nada a
superarse. Es más fácil sentir envidia de alguien que esforzarse por no tener
que envidiarle nada. O en ocasiones aceptar que simplemente jamás podrás
igualarle, por más que te esfuerces. Y aceptarlo también requiere asumir las
propias miserias, carencias, defectos y demás circunstancias que te hacen no
poder estar a la altura del envidiado.
Otras veces no llega a ser envidia, es algo indefinible, se
le parece pero no es, puede que sea otra cosa que no se cómo definir pero
que desemboca en admiración por esa
figura antes un tanto envidiada. Eso pasa en cuanto investigas un poco y vez
los sacrificios que le llevaron a estar donde esta, porque viéndolos te
intentas poner el lugar y ves que tal vez no tenias la madera necesaria, ni el
talento ,ni la fuerza de voluntad y puede que tampoco sus condiciones para
llegar tan alto.
Por eso llegan tan pocos a esa posición, la de ser
envidiados por el resto de los simples mortales, que les miramos un tanto
pasmados ante tanto despliegue, cada uno en lo suyo.
Yo tuve un poco de envidia estos días pasados, y me costó
bastante no dejarla crecer y caer en la tentación de simplemente envidiar. Decidí que era más edificante
Admirarle, reconocerle todos los sacrificios, el talento y las condiciones
naturales que le han llevado adonde esta
ahora mismo, a ser una figura.