viernes, 19 de octubre de 2012

Retornar.


Algo que jamás contemple y que todavía no lo hago, le está tocando, a gente de todos lados, que dada la situación de precariedad en que estamos en España, decide volver a su país de origen.

Los que no tienen hijos ni hipoteca lo tendrán relativamente fácil, será cuestión de decidirlo y punto, un poco como al venirse pero al revés, regresando. Ahora bien, todos los que tienen hijos e hipoteca, lo tienen bastante más complicado. Para empezar el piso es prácticamente invendible, habrá que negociar entregárselo al banco o en su defecto dejarlo alquilado y jugarte a que los inquilinos sean cumplidores y después están los hijos que dependiendo de la edad presentaran más o menos complicaciones. De acá para convencerlos de irse y allá, seguro, de adaptación.

La mayoría se vuelve con lo puesto, así como cuando se vino, una situación para nada agradable de vivir, mucho menos de repetir. En origen se tiene a la familia y a los amigos, que son red de contención seguro, eso es una diferencia sustancial sin ninguna duda, pero sigue pareciéndome durísimo el asunto.

Si volver por una cuestión de haber alcanzado los objetivos ya supone muchas veces un trauma no quiero ni imaginarme lo que supone hacerlo porque se han desvanecido todos los sueños.