Tres amigos
recorren la Cordillera
de los Andes,
la zona de
los lagos del
Sur, concretamente. Han
pasado por San
Carlos de Bariloche
y acampan a
unos ocho kilómetros del
Parque Nacional de
Los Arrayanes en
zona habilitada para
mochileros. El lago
Nahuel Huapi esta
cerquita, ven sus
aguas desde la
carpa. Dos son
hermanos y deciden
ir a conocer
al Parque de
Los Arrayanes, dicen
que ahí se
inspiro Walt Disney
para crear Bamby,
el tercero no
tiene ganas de
ir, se queda.
Arrancan temprano,
llevan una cantimplora
cada uno y
fruta; también la cámara
de
fotos. Hace ya días
que
han restringido a
dos fotos diarias
el uso de la cámara,
estaban gastando muchos
carretes y vale
una fortuna revelarlos.
Consideraron no llevarla
pero se impuso
la lógica: tiene que
ser lindo aquello,
la llevamos.
Unos ocho kilómetros hasta
la entrada del
Parque, en bajada,
no tienen guita
para alquilar bicis
o caballos, la
que tienen es
para comer o
pagar transporte, caminan
por la senda
que, pica hacia
arriba. El bosque es
espectacular, arboles majestuosos,
frondoso, lleno de
bichos. El mayor
se entretiene apuntando
a una lagartija
que, esta sobre
un tronco, a
veinte centímetros del
reptil, un rayo
de sol incide
sobre el tronco,
espera con la
paciencia de un
Monje a que,
el bichito llegue
a la luz
y dispara. Cuando
termine el viaje
y lleven a
revelar las fotos,
sabrán que, esa
y la del
hermano metido en
el lago, con
las nieves eternas
a su espalda,
serán las mejores.
Un Pájaro Carpintero
mete relajo y eso provoca
las carreras del
mayor que, quiere
una foto del Pájaro Loco,
el hermano menor
se sienta resignado
en un tronco,
no va a
parar hasta hacerle
una foto. Lo
consigue veinte minutos
después y pega
un alarido que
asusta a pájaros
y personas.
El Parque
es cada vez más lindo,
llegan a la
parte donde más Arrayanes hay,
y sacan mas
fotos, violando el
acuerdo tácito de
dos por dia.
Comen con los
pies en el
agua, sin sacarse
las botas, le
dicen a unos
pibes que, no
se descalcen y
reciben burlas a
cambio, hay que
ser tarado para
meter los pies
con las botas
en el agua,
aunque sean de
tela, aunque sean
de combate, preparadas.
Es una opinión,
piensan los hermanos
flemáticos, seguro no
saben que llevamos
puesto, y seguro
que no saben
que se les
van a hinchar
los pies, no podrán
calzarse
ni caminar y
el barco cuesta
un huevo, ríen
a mandíbula batiente
y solo por
joder se quedan
ahí, esperando que
los vivos quieran
irse.
Los más inteligentes
del planeta deciden
que se van,
y, oh sorpresa:
pies hinchados, calzado
que, no entra.
El hermano menor,
Rubio desde ahora,
les dice que
no pidieron consejo,
que era un regalo
pero que, para
aceptar un consejo
hay que tener
algo de cerebro,
que procuren conseguir
un poco. Rubio
y su hermano
mayor, Morocho, se
van riéndose, esa
manga de pelotudos
va a gastarse
una buena guita
por ser tan
vivos.
Deciden empezar
a bajar, es
temprano pero mejor así, con
luz cualquier camino
es accesible, a
oscuras la senda más fácil es
una trampa destroza
tobillos. En un
desnivel complicado un
grupo mixto, en
bicis, tiene complicaciones, sin
que nadie les
pida ayuda colaboran
a sacar las
bicis a una
zona menos complicada,
cuando la ultima
bici se pierde
por el sendero
cuesta abajo bobean
con que, son
unos buenos samaritanos,
aconsejando, ayudando. Está
prohibido sacar palos
o ramas del
Parque y Rubio
sabe que, Morocho
va a violar
la prohibición cuando
le ve mirar
el suelo a
unos metros de
la senda. Efectivamente
encuentra un palo
que le gusta
y con él,
en la mano
encaran el ultimo
kilometro hasta la
salida del Parque,
a cien metros
Morocho mete el
palo dentro del pantalón
y
camina un tanto
rengo, nada raro
para los guardias
que, ven cada
dia a varis
personas con torceduras
y hasta fracturas.
Cuando no pueden
verle saca el
palo y caminan
con normalidad.
Las cantimploras
están casi secas,
se desvían hacia
las casas y golpean en
una, piden llenar
las cantimploras, no
se meten en el jardín y
rellenan de la
canilla, piden permiso.
Eso les vale
unas manzanas de
regalo, Educación hermano,
Educación, básico. Morocho
siempre está rompiendo
las bolas con
eso, pero habrá que
darle la razón,
agua y manzanas
piensa Rubio. Viene
la subidita larga
como esperanza de
pobre, llevan unos
buenos catorce o
quince kilómetros en
las botas, faltan
alrededor de siete,
cuesta arriba, va
a picar.
En la
cuneta ven a
tres Rubias, desparramadas
en el suelo.
Sandalias, sin gorro,
camisetas de tirantes,
novatas absolutas. Las
dejan atrás y
caminan unos quinientos
metros, paran a
la vez y
se miran, ni
hablan, ¿para qué?,
pegan la vuelta
hasta las tres
mujeres que parecen
muñecas rotas. Están
quemas por el
sol, seguro deshidratadas, solas
y entregadas. Quedan
menos de dos
horas de luz,
no van a
conseguirlo, llegaran con
noche cerrada, mala
suerte.
No les
queda agua, les
dan pero no mucha. Por ahí vieron
Aloe Vera, Rubio
va a buscar.
Morocho gasta toda
el agua en
lavar los pies
de las tres,
que se dejan
hacer. El sabe
algo de ingles,
se entera de
que son Norteamericanas, iban
en grupo, se han perdido.
No pueden o
no quieren moverse,
tiene que, buscar
las medias en
las mochilas, están llenas
de latas, una
burrada. Les pone
las medias y las calza,
aparta todas las
latas menos dos
de durazno y
una de puré
de manzana. Reparte
el contenido de las latas
entre las tres.
Rubio las embadurna
de Aloe. Morocho
deja las latas
al borde de
la carretera, mañana
bajara y si están las
llevara a la
basura, ahora no
puede cargarlas. Se
reparten la carga
entre los dos
y obligan a
las turistas a
caminar delante de
ellos.
Es una
caminata penosa, las
turistas empiezan a
titiritar, tienen fiebre;
ellos dos cargan
como mulas. Consiguen
llegar sobre las
diez de la
noche. Le arman
la carpa y
las tres se
derrumban dentro. Caminan
por el campamento
de fogón en fogón, buscan
una chica que
hable ingles y
una que, sea
doctora o enfermera
o estudiante de
alguna o de
ultima veterinaria. Una
Cordobesa habla ingles,
le explican el
asunto y Rubio
la lleva a
la carpa. Una
Santa Fecina sabe
primeros auxilios y algo de enfermería, Morocho
le acompaña adonde
las turistas están.
Se corre
la vos, tres
pibas Yankees en
mal estado han
sido rescatadas y traídas
por
unos yoruguas al
campamento y todas
las mujeres que,
acampan responden solidariamente y
colaboran. No lo
hacen por las
tres taradas, se
lo tienen merecido,
por boludas, lo
hacen porque dos yoruguas piden colaboración, lo que,
esos
dos hicieron, roza
la hazaña según una
Mendocina, muy curtida
en mochilas, caminatas,
soles y gauchadas.
Tres días más tarde
las tres turistas
están en condiciones
de seguir. Las
pibas les han
tirado de cada
mochila lo superfluo,
les han enseñado
a hacerla balanceada
y a atar
el sobre de dormir arriba
mejor que, abajo.
Siempre con medias
y un calzado
que en lo
posible proteja al
tobillo, unos championes
de ultima, nunca
sandalias. Se despiden
de los dos
hermanos y siguen
periplo. Los hermanos
se separan del
compañero de viaje,
diferencias insalvables sobre
cuando una mujer
puede o no
ser abordada con
fines sexuales. O
se mantenía alejado
de las tres
pibas o lo lamentaría. Dijo
Morocho. Si no
te agarro yo
antes. Dijo Rubio.
Veinte días más tarde
un ómnibus estaciona
junto al acantilado,
junto a otros
tantos. Península de
Valdez recibe miles
de visitantes, la posibilidad
de ver Ballenas, elefantes
marinos, pingüinos, delfines
y pájaros. Bajan
los hermanos, agarran
las mochilas y
se asoman por
el borde, abajo
un montón de
gente camina por
la playa, los más decididos
encaran ir hacia
la zona donde
mejor se puede
ver a los
animales, una buena
caminata, bajo un
sol de justicia.
Tienen un problema,
uno deberá quedarse
con las mochilas,
Morocho decreta que,
va Rubio, y
no discutas ¡carajo!
No lo hace,
ese hermano suyo
es muy cabezón, le está haciendo
un regalo, no
se discuten los
regalos.
Desde abajo
unas figuras saludan,
son parte de
un grupo grande
de gente, ¿Quiénes pueden
ser? Rubio dice
que como sea
gente que, le
conoce, a Morocho,
se la corta.
Las figuras trepan
y son las
tres turistas. Bien
calzadas, medias, gorro,
pantalones amplios y
largos, remeras o
camisas de algodón;
están bronceadas no
quemadas, en la
cintura una cantimplora.
Se muestran encantadas
de verles, van
a la Península,
¿vienen? Uno si,
el otro se
queda con las
mochilas. Explican.
Parlotean entre
ellas a velocidad
supersónica, se descuelgan
las cámaras de
fotos, le ponen
una a Morocho,
dos a Rubio.
Saquen buenas fotos,
nosotras cuidamos las
mochilas.
No, no,
de ninguna manera,
no podemos aceptar.
Morocho no lo ve justo.
Se van a
perder las Ballenas
y demás bichos,
no.
Éramos tres
mujeres solas. En
medio de la
nada, lejos de
casa. Enfermas, hambrientas,
desesperadas. Y vos
y tu hermano
nos ayudaste , dándome una lección
de
humanidad. Ignoraba donde
quedaba tu País,
ahora no solo
se donde esta,
se que, su
gente es especial,
no pueden ser
solo ustedes dos. Sé que,
ustedes son de
Canelones, de la
Turisferia. Sé que,
el próximo viaje será
a
tu País, recorreré como
me dijiste Rocha,
tengo que, ver
Cabo Polonio y
al sol hundirse
en el mar.
Y hoy quiero
regalarte el dia
en la Península de
Valdez. No paga
nada, no puedo,
no tengo como,
pero nunca les olvidare a
ustedes dos, jamás.
Vayan.
Entonces Morocho
estira una mano
y le pide
todos los carretes
de fotos que
tenga. No vas
a ir Gringa
pero cuando reveles
las fotos será como
si hubieses estado.
Pasan un dia
de lujo, ven
ballenas, ven elefantes
marinos, pingüinos y pájaros que,
no saben ni que, son.
Derriten las cámaras de
fotos, no tiran
por tirar, aseguran
lo máximo posible.
No dejan ni
una, la ultima
de cada cámara piden
a cualquiera que,
les saque la foto.
Entregan las cámaras, recuperan
las mochilas, las
sueltan y se
abrazan, los cinco.
Se suben
a sus respectivos
ómnibuses, los hermanos
empiezan a buscar
el norte, rumbo
a casa, ya
no queda guita
casi, ellas siguen bajando,
Ushuaia les espera,
bastante más al
Sur.
Ellos nunca
hablan de las
tres chicas en
la cuneta, hicieron
lo que, debían,
ninguna otra cosa habría
valido.
Ellas viven en
ciudades distintas, no
se ven hace
tiempo, todas les
han contado a
sus maridos la
historia, le cuentan
a sus hijas
que dos hermanos
de un País
chiquito, Uruguay, lo
buscan y les
muestran donde cae,
eran tan caballeros
como fuertes, mochila
y media a
la espalda, un montón de kilómetros
montaña
arriba. Consiguieron ayuda,
solo pidiéndola, solo
por ser Uruguayos,
nadie se negó.
Por ahí le
llaman gauchada. Te
ayudan sin pedirte
nada, solo porque
te hace falta.
Fuimos sus hermanas,
nos trataron como
a tales. Ninguna de
las tres olvida,
no se lo
permiten a si
mismas.