Estamos
en casa de
un amigo, aburridos,
no hay nada
para hacer y
cae otro de
la barra con
la novia, propone
ir a tirar
unos tiros al rio. Tenemos
balas de sobra
y nada mejor
que hacer, arrancamos
en la camioneta
yo él y
la novia. No
para de decir
lo bueno que es con
el rifle, yo
pienso que no
lo será tanto
cuando lo lleva
en la caja
de la camioneta
dándose golpes, yo
lo llevo en
mi regazo. Pero
cada uno cuida
lo suyo como
quiere o puede.
Dejamos
la camioneta bajo
la sombra y
preparamos unos blancos
como para ir
haciendo boca. Saque
mi rifle de
la funda que
le había hecho
con una pernera
vieja de pantalón,
lo revise bien,
verifique que el
oxido no había
aparecido dentro del
caño, fácil si
no se limpia
bien la pólvora
después de tirar
unos tiros. Estaba
inmaculado. Cuando le
vi armar su
rifle, un modelo
que lleva atornillado
el cañón supe
que no me
ganaba. Existen rifles
de cañón atornillado
muy buenos, pero
dudaba que ese
supiera cómo cuidar
las roscas y protegerlas, seguro
que su rifle
no estaba bien
calibrado y las
miras tan baqueteadas,
tampoco ayudarían.
Empezó a chupar
vino, cosa nada
recomendable si estas
usando un arma,
se lo dije
pero me ignoro,
la novia discutió con él en
vano. Arrancamos a
pegar tiros, mis
blancos eran más
seguido y eso empezó
a
molestarle. Sugirió apostarnos
las balas, perdió todas.
La guita también se
la gane y
al final se
aposto a la
novia.
El pedo era
evidente, la calentura
de ella también,
pero insistió en
apostarla: ella contra
las balas y
la guita. Acepte,
ella se fue
a la camioneta. Gane
por paliza. El
dijo que iba
a buscarla, pero
no espere y
camine hasta las
barrancas a orillas
del rio, el
agua estaba baja
y había unos
seis metros de
altura. Descargue el
rifle, guarde las
balas en el bolsillo mientras
miraba a una
familia de carpinchos
cruzar sesgados, no
eran un blanco
difícil pero cabían
más posibilidades de
matarlo o herirlo
y perderlo que
agarrarlo, no valía
la pena. Un martin
pescador
vigilaba desde una
rama. Había movimiento
de peces en
el agua. La
tarde era tranquila.
Sentí
unos pasos y
la novia del
nabo apareció y
se sentó a
mi lado.
-Está
durmiendo la borrachera.-
Dijo.
-Tendrá
para rato.- Dije.
-Si,
suficiente para que
cobres la apuesta.-
Lo dijo en
vos baja.
-Olvídate.
Esta borracho, no
te preocupes.- Dije
procurando creérmelo, queriendo
creer que no tenía ganas
de cobrar la
apuesta, queriendo creer
que era un
buen tipo.
-¿No
queres? ¿Yo quiero
pagar?- Dicho lo
cual se paro,
se saco por
la cabeza la
camiseta, desabrocho los
botones de la
bragueta y se
bajo el vaquero
mostrando una tanguita
negra que le
quedaba de infarto.
Se tumbo sobre
la ropa y me miro diciéndome
: “Veni”.
Fui y nos
divertimos largamente. Nos
vestimos entre risas,
quise incautarle la
tanga pero me
propuso que me regalaría
la
próxima, acepte encantado,
claro. Volvimos a
la camioneta y el novio dormía
la borrachera
todavía y le
propuse que se
inclinara sobre la
caja y me dejara hacer,
acepto. Ya estábamos en
la yapa y
se lo dije
lo que le
provoco la risa.
Con la ropa
arreglada decidimos regresar
a la casa,
su novio viajo
en el asiento
de atrás y
no se despertó hasta llegar.
Se preparaba un
asado para esa
noche, sería nuestra
despedida, nos íbamos mañana.
El nabo empezó a
chupar otra vez,
ella pidió que
alguien la llevara
a casa, solo
yo no estaba
tomando nada, fui
el elegido. Por
el camino supe
que en su
casa no había
nadie. Demore en
volver, en el
bolsillo llevaba una
tanguita verde y
en mi cerebro
resonaba:” Volve siempre
que puedas con
o sin rifle”.