Estas líneas
refieren al Judo,
uno que no está explicado
explícitamente en ningún libro,
pero que algunos
Senseis saben y
trasmiten. Es mi
Homenaje particular, intimo,
a quienes compartieron
conmigo un tatami,
hicieron Randori, ne
waza, sufriéndome y tachi
waza, vengándose. Compartieron:
Uchi komis, juegos,
gimnasia o fueron
mis Ukes en
un examen. Me soportaron
siempre. Fueron y
son amigos. Para los neófitos,
hay palabras en Japonés, podría ponerlas
en castellano, no me da
la gana, esto
va de Judo, pregunten,
averigüen.
Antes de
seguir consideren si
quieren seguir leyendo,
están a tiempo
de no hacerlo,
porque es todo
fabula, es todo
producto de mi imaginación, es
Judo.
Y es más, claro,
es Bushido, y
lo que nunca
es, una medalla.
Muchos campeones de
Judo no saben
Judo ni son
Judokas. ¡Qué contradicción más
grande!
¿Siguen conmigo?
Aceleremos.
Ana, nombre
ficticio, acepto salir
conmigo, iríamos al
teatro según propuso
ella y tenía
que estar en
casa antes de
las doce. Yo había cumplido
diecisiete, ella todavía no. Habíamos sido
compañeros de clase
el año anterior
y me gustaba
mucho. La obra
fue un enigma,
como ver por
primera vez: Kime
no kata, ni
se dé que
se trataba ni
era capaz de
comentar con ella
nada una vez
salimos y caminábamos hacia
la parada. Su
risa argentina, estaba
preñada de gozo, estaba disfrutando
con mi absoluta
bisoñez teatral. Yo
intentaba cambiarle la
pisada, imposible, se
estaba divirtiendo mucho.
Me distraje,
baje la guardia,
solo tenía ojos
para ella, descuide
el entorno, olvide
que los lobos siempre asechan
a las ovejas
y corte camino
por el callejón.
Los tacos de
Ana hacían ruido
en el adoquinado
por encima de
su vos intentando
meterme en la
cabeza el argumento
de la obra.
Aparecieron cerrándonos el callejón, un
vistazo atrás me
confirmo lo obvio:
camino cortado. Siete,
cuatro adelante, tres atrás. Empuñan
cinturones, las hebillas
dan destellos. Estamos
bien, pero bien,
pero muy bien
jodidos. Imposible la
huida con Ana,
solo me dejaran
pasar, la quieren
a ella. Descartado,
Judo, Judo, Judo.
Si escondo
lo que soy
me pegaran una
paliza y la
violaran, viviremos, para mí no será
nada,
ella con una
duchita y un Psicólogo estará bien.
Descartado, Judo, Judo,
Judo.
Puedo matarla,
será rápido, no sufrirá, matar
a los que
pueda y morir.
Ella no sufrirá,
moriré con honor,
pero no estaré haciendo
lo imposible por
salvarla. Descartado, Judo,
Judo, Judo. La
vida debe prevalecer,
dominar antes que
lastimar, lastimar antes
que matar, matar antes
que morir. Judo,
Judo, Judo.
Solté a
Ana y la
empuje contra la
pared, le ordene
que se quedara
quieta y sin darle tiempo
a replicar hable
con el jefe,
fue fácil saber
que era él,
estaba un paso
por delante de
sus laderos. Le
dije que lo
pensaba matar, el
seguro no disfrutaría de
ella, alguno más caería,
yo
moriría. Tenía mucho
miedo, no quería
dejarla sola ni
morir, no quería
matar, solo quería
llevarla a casa,
olvidar ese callejón…pero
no se trataba
de lo que
yo quería, se
trataba de lo
que el eligiera.
Judo, Judo,
Judo.
Dijo que
yo era muy estúpido, que
estaba loco y
que no valía
la pena esa
flaca que me
acompañaba. Ordeno a
sus secuaces irse
y se diluyeron
en la noche.
Judo, Judo, Judo.
Ana temblaba
pero no lloraba,
ni una lagrima,
me miraba distinto,
procesando lo que
acababa de ver,
le dije que
ese era mi
teatro, esas las
obras en las
que actuaba, que
normalmente todo era en el
Dojo, sobre el
tatami o arbitrando
o con los cronómetros y
que alguna vez
se salía y
era en la
calle, que ahí tenía orden
expresa de no
usar lo que sabía a
menos que terceras
personas estuvieran en
peligro, en ese
caso debía usar
mis conocimientos como
mejor me pareciera,
minimizando daños en aras de
salvaguardar la integridad
de quienes estuvieran
en peligro. Judo, Judo, Judo.
Observo que
yo no había
usado nada, solo había hablado,
con una vos
diferente y dicho
cosas horribles. Pregunto
si eso era
Judo. Sí, nos
hemos salvado de
pasarlo francamente mal
solo hablando, pero deberías
tener
en cuenta que
ellos supieron que yo decía la
verdad, le comente.
No están dispuestos
a pagar ningún precio
por tenerte, pero
yo pensaba dar
mi vida por
defenderte. Judo, Judo, Judo.
La deje
en su casa,
antes de las doce, no
nos volvimos a ver. Nunca
me anime a
tocarle el timbre.
Cobarde, cobarde, cobarde.
Aquella noche
fue la primera
vez que el
Judo fue Judo
total, esa noche entendí
porque
el Judo no
empieza y termina
en el Dojo.
Hubieron otras noches,
otros callejones y
llegaron otros desafíos:
estudios, exámenes, arbitrar,
trabajar y empecé
a dar clases
de Judo a
niños. Judo, Judo, Judo.
Le llamo
Judo, pero es más.
Pero
solo puede serlo
entrenando duro, aprendiendo
de verdad, con
clases de dos
horas o más,
traspirando, esforzándote, superándote pero
no en pos
de una medallita
porque si no, perdes
de vista el
objetivo, que es ser mejor
persona, tener valores,
defenderlos.
Es Bushido,
solo si entrenas
tanto que aguantas
una persecución corriendo,
hasta que abandonan
tus perseguidores, solo
lo es si
has caído tanto
que chocar con
tu moto a
mas de 100 km por
hora contra un
coche se traduce
en una caída espectacular,
un vuelo sin
motor aparatoso y
ni un rasguño,
caída y de pie. Si
tu Maestro tiene
que pedirle a
un compañero que
tras veinticinco caídas no
te tire mas
con Hanei Goshi,
hidari; este, tu
compañero cambia y
te tira otras veinticinco
veces con
Uchi Mata, lloras
de dolor, de
impotencia, de coraje,
de vergüenza y
te paras otra vez, no
podes ni agarrarte
pero ahí estas
tratando de lanzarlo.
Te saluda liberándote,
antes de dejarte
ir te suelta
que esa noche
ha entendido que
ven los demás Maestros
en vos. Ahí si qué lloras.
Judo, Judo, Judo.
¿Era necesario tanto
castigo? Imprescindible, estaban
forjando al Hombre,
aceptaban la responsabilidad de
educar al hijo
de un Maestro,
era imperativo asegurarse
de que entendía claramente
que el poder
que le estaban
dando no era
para malgastarlo en
callejones oscuros ni
persiguiendo medallitas.
Todas las
espadas se hacen
de los mismos
materiales, las mejores
los son por
el mimo y
los conocimientos de
los Maestros que
las forjaron y
templaron. Judo, Judo,
Judo.
Porque entrenaba
duro tres veces por
semana, dos horas
cada dia y
porque competía y ponía
a prueba
lo que estaba
haciendo, sin faltar
nunca; aquella noche
cuando con Ana
entre al callejón,
tenia tanto Judo
en mis championes
que ya era
algo mas, era
Bushido, estaba preparado
para lo que
fuera y tenia
los medios para
sacarla de ahí indemne.
Porque quería hacerlo,
porque podía hacerlo,
porque me animaba a hacerlo. Judo,
Judo, Judo.
Me habría encantado
ser capaz de
defender a cualquier
Ana en cualquier
callejón oscuro. De
ser valiente hasta
la temeridad, de
estar dispuesto a
todo, de quedarme
pudiendo irme y
zafar, de haber
honrado a mis
Maestros, siempre. Pero
yo solo hago
Judo, horita y
pico de clase,
nunca caídas, esto
que escribí es
mentira, nadie es así, nadie
por mas Judo
que haga hace
eso, eran siete
por el amor de Dios. Además tenemos
Policías y Jueces
y pocos callejones oscuros, nunca hará falta tener que
decidir si soy
un hombrecito, un
hombre, un Judoka,
un Budoka o
un Campeón. Yo no
quiero estar loco
como ese, un
chalado, cuando llegue
al cinturón negro estaré cumplido
y seré una
maquina de dar porrazos.
Soy vasallo,
tengo un Señor,
solo ante el
respondo, su nombre:
Jigoro Kano. Piénsenlo
bien antes de
decir algo, detenidamente, ¿pueden
decir lo mismo?
Entonces no hacen
Judo ni son
Judokas. Harían bien
en no seguir
diciendo que es
Judo cuando no lo es.
Yo ante la
duda, fíjense bien,
ante la duda de
si tienen razón los
mercenarios que destrozan
al Judo convirtiéndolo en
otra cosa y
yo estoy equivocado,
muy equivocado: pues,
yo he tirado
mi Judoguis y
el cinturón. Porque soy así, porque
quiero, porque puedo,
porque me animo,
porque antes que
deshonrar al Judo,
mis Maestros, a
mi Viejo, a
Jigoro, me aparto.
Puede que nunca
haya sido un
Judoka, mucho menos
un Budoka, pero
en callejones oscuros
cuando no había policía
ni
jueces, escondido a
miradas indiscretas descubrí
que sabía que
era el Honor,
que era correcto
y que no,
que mi vida
no valía nada
si no estaba
dispuesto a sacrificarla
por alguien que
no podía defenderse,
a aceptar compromisos
y deudas, a
pagarlas y cobrarlas.
Ahí no había árbitros
ni
tiempo ni mate. Judo,
Judo, Judo.
Era mejor
persona. Debía resolver
la papeleta y descubrí que podía
y
encima obedeciendo a
los Maestros y sin lastimar
excesivamente.
Descubrí que
desde que entrenaba
como un poseso,
desde que el
Judo había empezado
a impregnarme su
esencia era mejor.
Puro Judo.