Un circo
estaba en la
Costa de Oro,
acontecimiento de los
buenos. Las familias
iban y los
niños disfrutaban, los jóvenes hacían travesuras
sin ton ni
son. La jaula
de los tigres
eran el atractivo
más grande; los caballos, el
elefante, el oso y un
mono grande que
en los carteles
decía que era
luchador, aceptaba desafíos.
El espectáculo estaba
bien, entretenía. Comiendo
palomitas veían a
los trapecistas evolucionar
y volar de
trapecio en trapecio,
destacaba una niña
que parecía tener
alas. Andrés tenia
quince años y
estaba con unos
amigos mirándolo todo,
cuando anunciaron el desafío del
mono presto atención,
vio como varios
hombres fuertes eran
derrotados por el
simio fácilmente, intentaban
ganarle a fuerza
y eso era
imposible, el mono
tenia brazos más
fuertes que los
hombres, además tantas
peleas le habían enseñado
a moverse. El
mono llevaba bozal,
para evitar que
mordiera y un
collar que estaba
atado a una
cadena que sostenía su
domador, el mono
estaba muy limitado
pero así y
todo ganaba. Andrés
acepto el desafío,
giro alrededor del
mono, esperando y
cuando el mono
avanzo él, le
agarro de la
cabeza girándosela, haciendo
que el mono
cayera al suelo
derrotado, puesto que
si no el
cuello se le habría
roto.
El domador le
pego al mono
por perder, Andrés
cobro la apuesta
y se llevo
una bronca barbará
de su hermano:
peléale sin bozal,
ni collar ni
cadena, te mata
el mono. Igual
buena técnica, bien
usada la cabeza,
por ese lado
muy bien. Andrés
pensó que su
hermano nunca estaba
conforme con nada
de lo que hacía, aunque
le dio lástima que
le pegaran al
mono por perder.
Andrés intenta
colarse en Ton
Ton con unos
amigos. Hacen la
jugada de siempre
pero un Policía
se aviva y
pega el grito,
Andrés y los
amigos rajan hacia
el lago y
el Policía les
tira unos balazos.
Andrés salta de cabeza al
agua, plof, nada
todo lo que
puede por abajo,
saca la nariz
para respirar y
se hunde; va
con ropa y
championes, gran hándicap,
se arrima a
la orilla y
espera a sus
amigos, uno viene
maltrecho, una raíz le
ha dejado un
tobillo en malas
condiciones. Se van
por la laguna,
dan toda la
vuelta y cada
mochuelo a su
olivo, pero Andrés
se va a
Ton Ton y
pregunta quien fue
el Policía tarado
que le acaba
de disparar, uno
asume la responsabilidad y
le cae encima
casi setenta kilos
de furia desatada,
Andrés lo revuelca
por el pedregullo,
lo mete en
el canterito con
Aloe Vera, lo
saca, lo vuelve
a meter, el Policía vuela para acá
y para allá,
los demás Policías
no atinan ni
a moverse. Andrés
se cansa tras
quince minutos de exhibición de
como vapulear a
un idiota de
uniforme. Los Policías
le conocen, saben
que es menor
y que su
compañero le erro
feo al tirarle
a unos guachos.
Este, el de
gatillo fácil dice
que perdió el revólver. Se
arma un revuelo
bárbaro, todos buscando
el arma infructuosamente, una
hora les lleva encontrarlo
entre el Aloe
Vera. Le dicen
a Andrés que
se vaya, no
hay denuncia ni
pasa nada, mejor así para
todos.
Lomas de
Solymar, pegado a
la Comisaria, en
el club, hay
bailarata. Andrés persigue
a una chiquita
que huye pero
con poco entusiasmo,
como dándole a
entender que un
esfuerzo mas y
consigue novia. Al
fondo de todo
la alcanza y
ella se deja
camelar, están negociando
el primer beso
cuando una pandilla
de nabos rodean
a Andrés. Estas
solo, fuiste le
dicen. Son unos
treinta. Andrés agarra
al más grande
del cuello y
encara la salida,
llevándolo a rastras,
pegándole en la
cara, regulando la presión del
brazo en el
cuello. Sale a
la calle y cae bajo
el peso de
los amigos del
que, aterrorizado reza
para no morir, la
comisaria entera intenta
sacárselo pero Andrés
está dispuesto a
hacerlo sufrir más,
les cuesta soltarlo.
Andrés queda detenido,
es menor y
llaman a la
madre, no se
lo entregan, va
a ir a
Juez. Andrés se
niega a contar
que paso a
la Policía y
a la madre.
El Juez le
escucha y le
deja en libertad
sin cargos, hablaron
a solas en
el despacho del
Juez. Nadie sabe
que paso, en
casa no dice
nada, mutismo total.
El lunes va
al Liceo, el
de Solymar y
en el muro hay varios
sentados, ni habla,
voltea a uno
de una piña
medida, certera, que
lo duerme instantáneamente. Nunca más le
molesta nadie, hasta
hoy nadie sabe
que paso en
el baile, es
su secreto.
Tres pinceladas
que definen a Andrés, grande,
pacifico, enemigo de
bullas pero que
si se ponía con
un mono, treinta
o mas tipos
o se encontraba
de frente con
alguien que le
debiera una afrenta,
bueno pasaba a
ser un oso
rabioso que era difícil
frenar.
Le conocí bien,
por suerte nunca
estuve del lado
equivocado, seguro que
ese es uno
de los que
me podría haber
masticado el hígado,
sin cansarse demasiado,
capaz que por
eso siempre me ponía
de
su lado. Hay una
leyenda sobre una
madrugada en la
que caminaba cargado
de diarios, vendía
diarios en esa época
e
iba a la
parada, cuatro de
la madrugada, y
un patrullero venga
romperle las bolas,
bueno, no solo
no pudieron subirlo
si no que él, los
tuvo que ayudar
a subir para
que se fueran,
no pidieron refuerzos
ni volvieron. Es
una leyenda no
corroborada, el testigo
solía ir mas
fumado que Bob
Marley, tenía poco crédito, aun así persistió en
el barrio esa
leyenda. Dos Policías
a las cuatro
de la madrugada
volando para todos
lados y un Andrés convertido
en un gigante
de dos metros
que los levantaba
por encima de
la cabeza y
los tiraba sobre
el pasto del
cantero.
Como a
todos los que
deje atrás al
venirme, no le
veo hace unos
ocho años. Alguien
me dice que
lo vio, otro
que anda bien,
una chica parece
que le conoce,
en definitiva: el
osito de peluche
alienta. Por lo menos se
que está vivo,
de otros no sé nada
de nada, cero.
Un buen tipo, válido para
tenerlo a la
espalda, uno que
no se achica
con treinta es
valiente por descarte,
si se faja
con la cana
ya es cosa
seria y si
encima sabe cómo
ganarle a un
mono, imagínense de que es
capaz. Mis amigos
y mis hermanos
siempre fueron gente
de ley, de
los que no
preguntaban porque Dios o los Dioses les habían
abandonado, solo
apretaban los dientes
y mascullaban: ¡ vamo arriba!
Juntos nadie nos tosía. Si
me llegas a
leer querido: espero
que la Paz
haya llegado, yo encontré
la
mía, costo hermano,
costo pero tengo
Paz. Cuídate.