Draco.
Hace
tiempo que hablan
de ir al
monte a cazar,
pero nunca terminan
de lograrlo, siempre
falla algo. Cuando
surge otra vez
el tema parece
que pasara lo
mismo, que quedara
en nada pero
no, ponen fecha
y hora de
salida y ya
hay dos candidatos
a ir.
El dia señalado
son cuatro los
amigos que se
proponen meterse en
el monte: Luis,
Andrés, Pablo y
Lucas. Tienen por
delante varias horas
de viaje que
amenizan con mate,
llegan sin contratiempos
a la Estancia
que les alojara,
hablan con el
dueño y este
ordena al capataz
que les guie
hasta el rio,
ahí acamparan. Armar
el campamento no
les resulta difícil,
prenden un buen
fuego y hacen
un asado mientras
conversan sobre las
estrategias que usaran
para cazar chanchos
o carpinchos. No
tienen perros ni
miras para cazar
de noche aunque
han traído unos
focos que pueden
valer para salirle
al carpincho. Se
acuestan temprano, han
acordado madrugar para
peinar el monte
y ver que encuentran.
Mientras
desayunan, Lucas informa
de que él
se ha pasado
a la Fotografía,
que no trajo
su escopeta y
que no matara
mas animales. Mastica
su galleta de
campaña enérgicamente como
reafirmándose. Eso deja
dos escopetas y
un rifle en
liza. Se internan
en el monte
antes del amanecer,
a los pocos
pasos sienten como
varios carpinchos saltan
al agua pero
no les ven.
Hay muchos rastros
de carpincho que
evidencian que hay
muchos en la zona.
Persiguen a una
pavitas de monte
infructuosamente, nunca las
tienen a tiro.
Lucas gasta más
de un carrete
sacando fotos a
diferentes pájaros y
al rio. Vuelven
al campamento para
el mediodía con
las manos vacías
por lo que
salen a campo
abierto por perdices
o liebres, consiguen
dos de cada,
suficiente para hacer
un tuquito que
acompañe a los
tallarines. Comen y
tras la siesta
prueban suerte otra
vez en el
monte, bordeando el
rio pero tampoco
cazan nada. Pegan
la vuelta con
el tiempo justo
de estar en
el campamento con
la ultima claridad.
Preparan los
aparejos y los
tiran al agua, haber si
alguna tararira o
bagre pican. Durante
unas horas se
quedan en la
orilla mateando pero
se aburren y
se van al
campamento, dejando los
aparejos en el
agua. Cenan, juegan
a las cartas,
una última revisión
a los aparejos
y se acuestan.
Por la mañana
tienen tres tarariras
y un bagre
grande enganchados. Mientras
desayunan consideran las
posibilidades, deciden que
irán hacia el
bañado, flanqueándolo, haber
si topan con
algún bicho. La
idea es no
meterse dentro del
bañado, puede ser
peligroso. Tras varias
horas de caminata
sienten ladridos y
tiros, alguien esta
cazando chanchos y
no está lejos.
Han dicho que
no se meterían
pero corren entre
las pajas, hacia
el barullo de los perros,
internándose en el
bañado.
Andrés,
Pablo y Lucas
se pierden de
vista cuando Luis
pisa mal y
rueda por el
suelo, por tratar
de no golpear
el rifle se
da un buen
batacazo, queda sin
respiración, cuando se
recupera trata de
encontrar a sus
amigos pero le
resulta imposible. Siente
miedo, mueve el
cerrojo metiendo una
bala en la
recamara, saca el
seguro pero sabe
que un 22
poco puede hacer
contra un chancho
y si esta
herido ya ni
te cuento. Retrocede
y sale del
bañado, sube la
colina para tener
mas visión, los
ladridos se oyen
más lejos, un
par de tiros
apenas se escuchan.
Durante más de
una hora espera
sin moverse a
sus amigos, anhela que
no les haya
pasado nada, finalmente
decide regresar al
campamento y esperarles
ahí, si es
que ellos no
han llegado primero.
Camina
mirando los pajonales,
hace rato que
no se escucha
nada, por eso
ve la mancha
blanca que va
saliendo hacia la
pradera, hacia él,
levanta el rifle
y apunta. Es
un Dogo lleno
de barro y
sangre que le ve y
menea la cola
acercándose. Es un
perrazo, imponente aun
herido y embarrado
o justamente por
eso. Luis sabe
poco de perros,
nada de Dogos
aunque ha leído
por ahí que
son muy dóciles
con sus amos,
tiene miedo pero
no hay que
saber mucho para
ver que ese
perro sangra demasiado,
necesita atención urgente.
Piensa en sus
amigos, mira al
perro que sangra
estoico y decide
ayudarle, le ordena.
- ¡Vamos
Gladiador!
Bordear
el pantano es
el camino largo,
cruzara las colinas,
cortara camino llegando
antes, camina a
buen paso con
el perro a
su lado. Es
imperativo lavarle las
heridas, con abundante
agua y jabón
y también lo
es coserle las
más profundas, nunca
lo ha hecho
antes. En el
campamento no hay
nadie, lleva al
perro al rio
le deja beber
hasta saciarse y
después lo lava a conciencia,
sacándole el barro
y la sangre
seca, constata que
no se ha
equivocado: es un
campeón, le buscaran
seguro. Revisa las
heridas, hay dos
que son profundas,
hay que coserlas.
Lo lleva al
campamento, tiende una
lona cerca del
fuego y le
ordena tumbarse, Gladiador
obedece, es como
si supiera que
depende de ese
humano, ya le
han cocido antes,
no siempre con
anestesia, lo que
se viene no
es nuevo, menea
el rabo y
permanece todo el
tiempo quieto, hasta
cierra los ojos.
Luis
agarra el botiquín,
lo abre y
saca la aguja
curvada y el
hilo, no hay
mucho pero será
suficiente para atender
las heridas del
perro. Cose con
esmero, asegurándose de
que los puntos
son fuertes, que
no se soltaran,
cuando termina contempla
su obra y
se ríe por lo irregular,
el perro le
observa meneando el
rabo. Llegan
los demás, traen
una nutria, preguntan
de dónde salió
el perro, Luis
se los cuenta.
Ellos han visto
a los chanchos,
peleaban con los
perros de otros
cazadores, no sabían
donde se había
metido. Lucas se entretiene sacando
fotos del perro,
primeros planos de
las heridas y
una con Luis
agachado a su
lado.
Pasan
dos días en
los que Luis
solo se aleja
para cazar liebres
o perdices para
Gladiador que se
recupera bien, o eso parece.
Los demás salen
a cazar sin
éxito, Luis pesca
para tener que
comer. Caza una
mulita y sin
que los demás
se enteren se
la da al
perro, si lo
llegan a saber
va a arder
Troya. Matea sentado
junto al fuego
acariciando al perro,
siente que las
caricias son necesarias,
que está acostumbrado
a recibirlas. A
la mañana del
tercer día el
ruido de un
motor avisa visitas,
son unos cazadores
buscando a Draco,
así se llama
el perro. No
son los dueños,
este está más
abajo revisando otros
campos, se han
dividido para abarcar
más terreno. Les
parece mentira lo
que Luis les
cuenta, revisan al
perro, dan por
buenas las curas,
le agradecen el
haberlo cuidado, preguntan
dónde pueden ubicarle,
el dueño querrá
agradecérselo personalmente. Luis
les dice donde
suele parar en
la ciudad.
Se
despide del perro
arrodillándose y agarrándole
la cabeza, apoya
la suya contra
la del perro
y murmura: Adiós
Gladiador. Mira la
camioneta alejarse por el campo
hasta que se
pierde tras unos
árboles.
No
consiguen cazar un
chancho ni un
carpincho, como siempre,
son unos negados.
Levantan campamento, recogen
todo asegurándose de
que no dejan
nada, no quieren
que piensen que
son unos dejados.
Pasan por la
Estancia, agradecen el
permiso y vuelven
a la ciudad.
Un mes más
tarde están en
el negocio de
Andrés, tomando mate
en la vereda,
molestando a la
Farmacéutica que está
harta de verles
las caras, ellos
encantados de mirarla
a ella. Una
camioneta estaciona y
baja un tipo,
abre la puerta
de atrás y
salta Draco que
trota hacia Luis.
Todos se quedan
helados, es un
Dogo enorme, cruzado
de cicatrices. Ver
a Luis arrodillarse
y apoyar la
cabeza en la
de ese monstruo
les deja boquiabiertos. Una
niña de unos
diez años baja
de la camioneta,
abraza un cachorrito
blanco. Se acerca,
se arrodilla y
diciendo gracias le
entrega a Luis
la bolita de
pelo. La manito
de la niña
acaricia la cabeza
del Dogo mientras
Luis descubre que es una
hembrita.
-Draco
es de mi
hija y el
mejor perro de
mi jauría. Esa
cachorra es hija
de él y una perra
muy buena, es
de buena sangre.
Queríamos darte las
gracias por salvarle
y cuidarle. Además
quedan invitados a
salir a cazar
con nosotros, esta
es mi tarjeta.
Gracias.-
Se
estrechan las manos,
la niña le
da un beso,
Draco menea el
rabo, la Farmacéutica
mira intrigada y
los amigos alborotan.
Luis acuna a
la perrita, le
pondrá Aguja y
jamás saldrá a
cazar chanchos, no
quiere tener que
verse cociéndola en el futuro,
claro que eso
no depende de
él, ¿verdad?